Renta Básica, la polémica veraniega

Siete argumentos contra la Renta Básica Universal y a favor del Trabajo Garantizado

Aunque hace mucho tiempo que se concibió la Renta Básica Universal (RB), no ha sido hasta hace poco cuando ha cobrado importancia en los círculos académicos españoles e incluso en la agenda política y mediática. Esta presencia se ha intensificado especialmente a raíz de la irrupción de Podemos en el panorama político español, puesto que recogen esta medida en su programa electoral. Bienvenido sea este debate, que siempre será constructivo. A continuación expongo los principales argumentos en contra de la RB, pues aunque es una medida potente, factible y muy efectiva para combatir la pobreza, lleva aparejada importantes problemas macroeconómicos. Sin embargo, la propuesta que aquí defenderé no es el rechazo de la RB, sino su modificación para transformarla en un programa de Trabajo Garantizado (TG) que resuelva las limitaciones macroeconómicas al mismo tiempo que logre mejores frutos sociales que la RB.

Recordemos que la RB es la concesión a todo ciudadano, independientemente de su situación particular, de un ingreso fijo que le permita cubrir sus necesidades vitales. De esta forma, nadie se vería obligado a aceptar cualquier tipo de trabajo (por muy duro y precario que fuese) para poder sobrevivir con un mínimo de dignidad.

En cambio, el TG parte de la premisa de que si bien es cierto que hoy día en nuestras sociedades hay muchísimas personas que no están trabajando y nuestro deber como sociedad es evitar que por culpa de ello pasen penurias, también es cierto que hay mucho trabajo por hacer en nuestras comunidades. No tiene sentido que mantengamos inactivas a personas que pueden y desean trabajar mientras las necesidades de nuestros conciudadanos no estén cubiertas. En la actualidad necesitamos que cuiden de nuestros mayores, de nuestros hijos y de nuestros enfermos, que aumenten los servicios de ocio y cultura, que se cuiden las infraestructuras, pavimento y fachadas de muchos barrios de nuestras ciudades, que se reforesten enormes extensiones de terreno, que se cuide la fauna y la flora de nuestro entorno, que aumenten y mejoren los servicios sanitarios, que se defienda a los grupos discriminados y a los más vulnerables, etc…

Por lo tanto, mucho mejor que otorgarle un ingreso fijo a todos los ciudadanos es otorgarle el derecho a trabajar si así lo desean (si no lo desean o no pueden, entonces que reciban un ingreso básico –de menor cuantía que en el caso de trabajar). El Estado podría financiar y planificar este TG a través de programas concretos, aunque en última instancia podrían ser las organizaciones no gubernamentales, las cooperativas o cualquier otro tipo de organización las que gestionaran las actividades en cuestión debido a que son las que tienen experiencia sobre el terreno. La remuneración del trabajo debería ser fija por número de horas; por ejemplo, 10 euros la hora. De esta forma se establecería un ancla de precios para evitar tensiones inflacionistas. Al mismo tiempo, se lograría que ninguna persona trabajase en el sector privado por menos de 10 euros la hora, ya que de ser así siempre podrían abandonar su trabajo para formar parte del programa de TG.

Una vez presentadas de forma sucinta ambas propuestas, pasamos a enumerar y describir las diferencias más importantes:

1) La RB genera tensiones inflacionistas; el TG no. Por el lado de la oferta la RB busca acabar con los puestos de trabajo de peores condiciones. Puesto que el empleado pasaría a cobrar un ingreso mínimo sin necesidad de trabajar, podría abandonar su puesto si considera que no le merece la pena. El empleador tendría que mejorar las condiciones laborales para que el trabajador no abandonase, pero cabe la posibilidad de que no pueda hacerlo (debido a las exigencias del mercado: aumentar salarios le podría suponer demasiado coste para mantener competitividad sin aumentar precios o para darle suficiente rentabilidad a los accionistas. Si la mejora de condiciones laborales se hace en este contexto, los precios de los productos aumentarían para no ver mermado el margen de beneficio empresarial: habría inflación). Si el empresario no puede mejorar las condiciones (en muchos sectores con total seguridad no podría), ese tipo de trabajo desaparecería: habría menos empleo y por lo tanto menos producción (menos oferta de bienes y servicios).

Al mismo tiempo que eso sucede, la demanda de esos bienes y servicios aumentaría puesto que todos los ciudadanos tendrían ahora más dinero en sus bolsillos gracias a la RB. Este efecto conjunto tendría como resultado un aumento notable de los precios de esos bienes y productos (la ley de la oferta y la demanda manda: si ahora se venden menos productos y a la vez hay más compradores el vendedor aprovechará la situación para subir los precios). Con precios mayores el poder adquisitivo de los ciudadanos que han recibido la RB se evapora: los pobres siguen siendo pobres.

En cambio, con el TG no habría inflación. Por el lado de la oferta no se producirían menos bienes y servicios sino que se producirían más gracias a los nuevos programas de empleo. Además, al ofrecer un salario uniforme y fijo (de 10 euros la hora por ejemplo) impide el empujar de los precios por el lado de los costes salariales. Por otro lado, la demanda aumentaría pero en mucha menor medida que en el anterior caso ya que sólo se verían beneficiadas aquellas personas más necesitadas (quienes quieren trabajar y no se les deja, y otras personas con necesidades económicas), y no todas (ricas y pobres) como ocurre con la RB. Por lo tanto, no habría tensiones inflacionistas porque aunque habría más dinero para comprar éste no sería tan abundante como en el caso de la RB y al mismo tiempo aumentaría la cantidad de bienes y servicios puestos a la venta.

2) La RB depreciaría la moneda si España tuviese moneda propia; con el TG el efecto sería menor. Si el dinero que aparece en los bolsillos de los ciudadanos gracias a la RB se destina en buena medida a comprar productos en el extranjero (y conociendo el tipo de productos que se producen y que no se producen en España ocurriría con seguridad), una moneda propia se devaluaría fuertemente. El efecto sería mucho menor en el caso del TG porque el dinero en los bolsillos de los ciudadanos no sería tan abundante. Eso no ocurriría con una moneda común como el euro, pero vale la pena tenerlo en cuenta a tenor de los importantes movimientos anti-euro.

3) La RB no tiene en cuenta el ciclo económico, el TG sí. La RB es universal y constante: siempre el mismo ingreso y para todos, independientemente de si estamos en una época de boom económico o recesión. En una época de expansión económica inyectar más dinero en los bolsillos de todos los ciudadanos no hará sino calentar todavía más la economía, provocando burbujas e inflación. En cambio, el TG es flexible y contracíclico. En épocas de boom económico aparecerán en el sector privado muchos puestos de trabajo mejor pagados que los ofrecidos por el TG, de forma que muchos trabajadores del TG se trasladarían al sector privado. De esta forma se estaría introduciendo mucho menos dinero “extra” en los bolsillos de los ciudadanos, y por lo tanto no se estaría calentando tanto la economía. En épocas de recesión ocurriría lo contrario: muchos trabajadores despedidos en el sector privado pasarían a trabajar en los programas de TG, logrando que no se enfriase tanto la economía y evitando así la amenaza de la deflación (caída generalizada de los precios).

4) La RB genera menos trabajo digno que el TG y de forma más limitada. Con la RB se confía en la disponibilidad y voluntad del empresario para mejorar las condiciones de trabajo hasta convertirse en empleos dignos (de no hacerlo los trabajadores abandonarían). Muchos empleadores podrían hacerlo pero otros muchos no. El TG se ahorra este problema al crear trabajo digno de forma directa, sin necesidad de contar con los empresarios. Además, con el TG se podría combatir directamente la discriminación de género, racial y de cualquier otro tipo; algo que no se podría controlar con la RB.

5) La RB no crea servicios sociales; el TG sí. Con la RB no hay producción social (que sirva a los más necesitados), no al menos más allá de la que estén dispuestos a realizar voluntariamente los receptores del ingreso fijo. En cambio, el TG crea directamente puestos de trabajo cuyo objetivo es a) mejorar las condiciones de vida de muchas personas que lo necesitan y b) cuidar y respetar el medio ambiente.

6) La RB sólo concede dinero, el TG mucho más. Recibir un ingreso es sólo uno de los muchos motivos que hay para trabajar, y a menudo ni siquiera es el más importante. Sentirse útil para con la sociedad, aprender nuevas habilidades y conocimientos, socializarse, entretenerse, viajar, etc, son otros beneficios que otorga el TG y que la RB no puede ofrecer.

7) La RB no forma ni prepara al ciudadano, el TG sí lo hace. Los conocimientos y habilidades adquiridas por el trabajador del TG lo preparan para encontrar trabajo en el sector privado o para iniciar sus propios proyectos en un futuro.

Artículo publicado en La Marea

 

 

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¿Siete argumentos en contra de la Renta Básica? No exactamente 

Jordi Arcarons, Daniel Raventós y Lluís Torrens, 24 de Agosto de 2014

Como es habitual cuando una propuesta normativa de envergadura, y la RB lo es, se convierte en tema de intenso debate público, surgen como setas en otoño “amigos” y “enemigos” de la propuesta. Y bien está, pero creemos que vale la pena intentar aportar algunos conocimientos viejos, porque siguen siendo buenos, así como otros más nuevos, porque son necesarios. Para lo que pueda servir. Al fin y al cabo, el artículo de Eduardo Garzón intenta discutir en serio y honradamente algunas cuestiones en relación con la RB, lo que permite en principio un intercambio intelectualmente fecundo y ad rem. No pocas veces se ha criticado a la RB per fas et nefas: porque sería intrínsecamente perversa, o neoliberal, o estatalista, o patriarcal, o porque iría en contra del pleno empleo, o porque buscaría una sociedad de subsidiados. O, ¿cómo no?, porque no acaba con todas las injusticias del capitalismo. En esos casos, el debate serio ya es más difícil.

A mediados de agosto se publicó un artículo que defendía las virtudes que, según el autor, ostenta el “trabajo garantizado” (TG) en contraposición a la Renta Básica Universal (RB). Intentaremos exponer y contestar lo más brevemente posible los abundantes errores que en nuestra opinión  el autor comete en su artículo, con especial interés en lo que Eduardo Garzón califica de “argumentos en contra de la RB”. Para ello seguiremos muy detenidamente la redacción de aquel artículo que citaremos copiosamente para permitir al lector/a poder seguir más fácilmente nuestras respuestas y, claro está, para que nadie pueda decir que “descontextualizamos” las citas. Lo que nos obliga a citar casi todo el original, por lo que este artículo nuestro parece más largo de lo que realmente es.

“Aunque hace mucho tiempo que se concibió la Renta Básica Universal (RB), no ha sido hasta hace poco cuando ha cobrado importancia en los círculos académicos españoles e incluso en la agenda política y mediática.”

Esta afirmación podía ser cierta hace unos 15 años. Después, ya no. La RB ha salido del reducido ámbito académico ya hace algunos lustros, y ha entrado en las preocupaciones políticas no precisamente a raíz de la irrupción de Podemos, aunque sin duda esto último ha agrandado su conocimiento social. En el caso del Reino de España, claro, puesto que hay algunas interesantes experiencias sociales y políticas en otros Estados ricos, no ricos y hasta pobres. Sin ninguna duda, la claridad con la que Podemos defendió en las últimas elecciones europeas la RB, ha estimulado el debate público y el interés por la RB, pero cabe recordar que la RB ha sido discutida dos veces en el parlamento español en los últimos 10 años así como en el parlamento catalán (que fue el pionero en el Reino de España en el debate de una propuesta de ley sobre la RB impulsada por ERC e ICV en el año 2002) y en otros parlamentos de distintas CCAA. También fue motivo de interés y debate en el movimiento conocido por 15M. Es significativo asimismo que en las elecciones europeas hubo otras candidaturas y partidos a la izquierda del PSOE (Bildu, IU-ICV, Anova, Equo…) que defendían la RB en sus programas con mayor o menor claridad, si bien es cierto que ninguna con la contundencia y precisión de Podemos.

“[La RB] es una medida potente, factible y muy efectiva para combatir la pobreza.”

La RB efectivamente es una medida contra la pobreza, pero como algunos de sus defensores hemos venido insistiendo a lo largo de los últimos 20 años, la RB no es solamente una medida contra la pobreza. Se trata de una medida que incrementaría la libertad de buena parte de la ciudadanía (gran parte de la clase trabajadora, la mayoría de mujeres que dependen de su marido o amante para su existencia material, una mayoría de jóvenes imposibilitados de emanciparse…). En otras palabras, la existencia material de la mayoría de la población no rica se incrementaría con la RB. Esta característica de la RB es para nosotros importante. Quien no tiene la existencia material garantizada no dispone de libertad. Más adelante insistiremos en este punto cuya comprensión es decisiva para evaluar las potencialidades de la RB.

“Recordemos que la RB es la concesión a todo ciudadano, independientemente de su situación particular, de un ingreso fijo que le permita cubrir sus necesidades vitales.”

Para salir del paso puede aceptarse, pero es muy deficiente esta definición. Entre otras razones porque precisa que se defina lo que quiere decir “necesidades vitales”, aspecto que el autor no acomete. Y la RB no tiene que ser necesariamente de una cantidad que “permita cubrir” estas necesidades. Puede ser mayor, como los distintos proyectos de ley en las cortes españolas y en el parlamento catalán contemplaban con una RB de una cantidad “como mínimo igual al umbral de la pobreza”. “Como mínimo”, aquí es pertinente para lo que contestamos. Nos parece mucho mejor la definición de la Red Renta Básica según la cual la RB “es un ingreso pagado por el estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quien conviva.” Es una definición más larga y voluntariamente redundante, pero meridianamente clara.

“De esta forma, nadie se vería obligado a aceptar cualquier tipo de trabajo (por muy duro y precario que fuese) para poder sobrevivir con un mínimo de dignidad.”

No se trata solamente de un “mínimo de dignidad”, que es loable objetivo, sino de algo mucho más exigente filosófico-políticamente para los que, a diferencia de los liberales, no creemos que haya ninguna oposición entre libertad e igualdad: garantizar la existencia material de toda la población es condición para su libertad. De ahí que un pobre no pueda ser libre puesto que no se trata solamente de carencia de bienes y servicios (para utilizar la jerga oficial) sino que depende en su existencia material en sociedad de la voluntad arbitraria de otros.

“En cambio, el TG parte de la premisa de que si bien es cierto que hoy día en nuestras sociedades hay muchísimas personas que no están trabajando y nuestro deber como sociedad es evitar que por culpa de ello pasen penurias, también es cierto que hay mucho trabajo por hacer en nuestras comunidades”

Hay tres tipos de trabajo: remunerado, doméstico o reproductivo (aunque también recibe muchos otros nombres) y voluntario. La RB permitiría que una gran parte de la población redistribuyera sus tiempos con mucha mayor libertad que ahora entre estos tres trabajos, todos necesarios para la comunidad. El TG solamente hace referencia al primero de los tres tipos de trabajo.

“En la actualidad necesitamos que cuiden de nuestros mayores, de nuestros hijos y de nuestros enfermos, que aumenten los servicios de ocio y cultura, que se cuiden las infraestructuras, pavimento y fachadas de muchos barrios de nuestras ciudades, que se reforesten enormes extensiones de terreno, que se cuide la fauna y la flora de nuestro entorno, que aumenten y mejoren los servicios sanitarios, que se defienda a los grupos discriminados y a los más vulnerables, etc.”

¿Es que la RB se opone o es un impedimento a cualquiera de estas realidades expuestas?

 “La RB genera tensiones inflacionistas; el TG no. Por el lado de la oferta la RB busca acabar con los puestos de trabajo de peores condiciones. Puesto que el empleado pasaría a cobrar un ingreso mínimo sin necesidad de trabajar, podría abandonar su puesto si considera que no le merece la pena. El empleador tendría que mejorar las condiciones laborales para que el trabajador no abandonase, pero cabe la posibilidad de que no pueda hacerlo (debido a las exigencias del mercado: aumentar salarios le podría suponer demasiado coste para mantener competitividad sin aumentar precios o para darle suficiente rentabilidad a los accionistas. Si la mejora de condiciones laborales se hace en este contexto, los precios de los productos aumentarían para no ver mermado el margen de beneficio empresarial: habría inflación). Si el empresario no puede mejorar las condiciones (en muchos sectores con total seguridad no podría), ese tipo de trabajo desaparecería: habría menos empleo y por lo tanto menos producción (menos oferta de bienes y servicios).”

Es un triste argumento para los que además de defender la RB defendemos que los salarios deben ser dignos. El autor cae de bruces en la trampa de la teoría utilitarista-marginalista. Es cierto que puede haber trabajos que desaparezcan porque no son rentables si se pagan a un salario digno, extremo que nos parece fantástico y muy recomendable. En algunos conocidos y citados países los salarios mínimos son más altos (por ejemplo, el doble en Francia, y vemos que sigue siendo líder mundial en turismo, por ejemplo, el sector emblemático de sueldos bajos). Su argumentación nos llevaría a dar más razones a la patronal y al FMI que reclaman salarios más miserables para competir por costes bajos. Sí, desaparecerán algunos trabajos remunerados. Algo que nos parece muy recomendable dadas las condiciones para la población que ocupa estos trabajos. Esta posibilidad nos ayudaría a plantearnos algunos cambios en serio del modelo productivo, pero para no alargar y desviar innecesariamente nuestra contestación, solamente lo dejamos apuntado.

“Al mismo tiempo que eso sucede, la demanda de esos bienes y servicios aumentaría puesto que todos los ciudadanos tendrían ahora más dinero en sus bolsillos gracias a la RB. Este efecto conjunto tendría como resultado un aumento notable de los precios de esos bienes y productos (la ley de la oferta y la demanda manda: si ahora se venden menos productos y a la vez hay más compradores el vendedor aprovechará la situación para subir los precios). Con precios mayores el poder adquisitivo de los ciudadanos que han recibido la RB se evapora: los pobres siguen siendo pobres.”

La demanda solo crecerá por la diferencia entre la propensión al consumo de los pobres que recibirán más dinero y la de los ricos que ahora tendrán menos. En un contexto económico de crisis, con  5 años de caídas del consumo privado que en términos reales lo han retrotraído una década, con un tejido industrial muy lejos de la plena utilización de la capacidad productiva, con una caída del 25% de la superficie comercial o con tres millones de viviendas vacías [1], que cuarenta o cincuenta mil millones de euros pasen de manos de los ricos al resto lo que menos nos ha de preocupar es que sea inflacionista, aunque sí pueda haber alguna tensión que, dicho sea de pasada, en un entorno deflacionista como estamos, también bienvenida sea. Y esto de que la RB se evapore es una exageración tan grande y dicha a la ligera que no parece ser fruto de una reflexión. Además, la RB en las propuestas que defendemos puede estar indexada con el umbral de la pobreza, si éste sube nominalmente, también lo hará la RB.

“En cambio, con el TG no habría inflación. Por el lado de la oferta no se producirían menos bienes y servicios sino que se producirían más gracias a los nuevos programas de empleo. Además, al ofrecer un salario uniforme y fijo (de 10 euros la hora por ejemplo) impide el empujar de los precios por el lado de los costes salariales. Por otro lado, la demanda aumentaría pero en mucha menor medida que en el anterior caso ya que sólo se verían beneficiadas aquellas personas más necesitadas (quienes quieren trabajar y no se les deja, y otras personas con necesidades económicas), y no todas (ricas y pobres) como ocurre con la RB. Por lo tanto, no habría tensiones inflacionistas porque aunque habría más dinero para comprar éste no sería tan abundante como en el caso de la RB y al mismo tiempo aumentaría la cantidad de bienes y servicios puestos a la venta.”

El autor se olvida de cómo se financiaría la RB. Para criticar los efectos inflacionistas de la RB, debe especificarse qué tipo de financiación se está proponiendo. ¿Con más impuestos?, ¿con endeudamiento público? Hemos propuesto desde hace ya algunos meses una propuesta de financiación que supone una gran redistribución de la renta de los más ricos al resto de la población. Además, si calculamos que en el Reino de España hay seis millones de personas paradas más otra cantidad indeterminada que ya ni busca trabajo porque no lo encuentra (mayores de 55 años sobre todo), además de 1,8 millones según la última EPA  que trabaja a tiempo parcial de manera involuntaria porque querría trabajar a tiempo completo, nos da que el coste a 10 euros la hora (sin contar la cotización a la Seguridad Social, suponemos) nos daría 1.800 horas anuales x  7.800.000 personas x 10 euros hora = 140.000 millones de euros anuales + Seguridad Social. Otrosí, mirando la encuesta cuatrienal de estructura salarial, en el año 2010 (cuando los salarios aún no habían bajado tanto como hasta ahora por efecto de la crisis), el 32,7 % de los trabajadores a tiempo completo cobraban menos de dos veces el  Salario Mínimo. El SMI en el Reino de España está en 5,05 euros la hora (un 40% menos que el que acaba de aprobar Alemania a partir de uno de enero de 2015 y un 47% menos que el SMIC francés). Así que a 10 euros/hora que propone como ejemplo el autor, más de un tercio de los asalariados a tiempo completo (seguramente ahora más) desearían dejar su trabajo y acogerse a la oferta estatal, cuatro millones más de demandantes del TG. De hecho el salario hora del TG sería el nuevo SMI a efectos prácticos. Finalmente habría que añadir una gran mayoría de autónomos que ganan (o al menos declaran) mucho menos que estos 10 euros la hora, o tienen que alargar sus jornadas laborales para alcanzar unos ingresos mínimos (caso del pequeño comercio), una cifra indeterminada que podría superar el millón de empleos.  En resumen, el estado y sus partners deberían crear hasta 13 millones de puestos TG, un sinsentido equivalente al 75% de la ocupación actual en el Reino de España, con un coste por encima de los 200.000 millones de euros más la Seguridad Social, más los costes organizativos y burocráticos y más los costes de capital (las inversiones necesarias para desarrollar los trabajos)  y seguir sin aventurar como se podría pagar esto y que efectos, esta vez sí, inflacionarios tendría. Otra cosa sería rebajar el coste por hora de este TG, en ese caso ya reharíamos los números pero ya aventuramos que los costes económicos y organizativos continuarán siendo extraordinariamente elevados. Además, ¿qué significa que las personas ricas y pobres se verán beneficiadas con la RB, como afirma imprudentemente E. Garzón? Un sinsentido monstruoso. En todo proyecto de financiación políticamente serio de la RB,los ricos pierden con la RB. No podemos hacer otra cosa para abreviar que remitir a nuestro estudio ya mencionado en donde se precisa detenidamente quién gana y quién pierde.

“La RB depreciaría la moneda si España tuviese moneda propia; con el TG el efecto sería menor. Si el dinero que aparece en los bolsillos de los ciudadanos gracias a la RB se destina en buena medida a comprar productos en el extranjero (y conociendo el tipo de productos que se producen y que no se producen en España ocurriría con seguridad), una moneda propia se devaluaría fuertemente. El efecto sería mucho menor en el caso del TG porque el dinero en los bolsillos de los ciudadanos no sería tan abundante. Eso no ocurriría con una moneda común como el euro, pero vale la pena tenerlo en cuenta a tenor de los importantes movimientos anti-euro.”

“Si el mar no tuviera marea alta”. El Rey de Inglaterra y Dinamarca, Canuto II (995-1035), conocido como el “príncipe de las mareas”, ordenó en persona en las orillas de la playa que el mar detuviera las engorrosas mareas altas. Evidentemente, si no lo llegan a rescatar la marea alta se lo hubiera engullido. “Si España tuviese moneda propia”… no es cosa menor y, convendremos, no es para pasado mañana. En cambio, las necesidades de la gente son perentorias.

La RB se financia, según nuestra propuesta, con una transferencia de ricos a pobres, entre otras características. Y que nosotros sepamos los coches de importación de lujo, los viajes recreacionales al extranjero, las delicatessen y la cosmética también de lujo extranjera, son adquiridos por los ricos, o sea que su propensión a importar o gastar allende las fronteras es más elevada que la de los pobres.

“La RB no tiene en cuenta el ciclo económico, el TG sí. La RB es universal y constante: siempre el mismo ingreso y para todos, independientemente de si estamos en una época de boom económico o recesión. En una época de expansión económica inyectar más dinero en los bolsillos de todos los ciudadanos no hará sino calentar todavía más la economía, provocando burbujas e inflación. En cambio, el TG es flexible y contracíclico. En épocas de boom económico aparecerán en el sector privado muchos puestos de trabajo mejor pagados que los ofrecidos por el TG, de forma que muchos trabajadores del TG se trasladarían al sector privado. De esta forma se estaría introduciendo mucho menos dinero “extra” en los bolsillos de los ciudadanos, y por lo tanto no se estaría calentando tanto la economía. En épocas de recesión ocurriría lo contrario: muchos trabajadores despedidos en el sector privado pasarían a trabajar en los programas de TG, logrando que no se enfriase tanto la economía y evitando así la amenaza de la deflación (caída generalizada de los precios).”

Otro gran error analítico. Los países con unos sistemas fiscales más potentes, con mayor presión fiscal y menos dependiente del ciclo son los más resistentes a la crisis. La RB es anticíclica completamente a corto plazo puesto que mantiene los recursos más estables precisamente en la capa de la población que soporta más el consumo interno y por lo tanto la demanda interna, principal motor económico cíclico. Y en épocas de expansión, al crecer la renta per cápita también lo haría la RB lo que también limitaría las desigualdades de renta, precisamente una de las causas contrastadas de las recurrentes crisis capitalistas. No obstante, debemos admitir que para situaciones de crisis ligeras en entornos de cuasi-plena ocupación, el trabajo garantizado podría ser una solución adecuada también. De hecho, la idea del TG o del estado como empleador de último recurso es una idea de economistas progresistas especialmente estadounidenses, donde el paro en los últimos 70 años no ha superado nunca el 10%[2]. En el Reino de España en los últimos 35 años esto solo ha ocurrido en tres.

“La RB genera menos trabajo digno que el TG y de forma más limitada. Con la RB se confía en la disponibilidad y voluntad del empresario para mejorar las condiciones de trabajo hasta convertirse en empleos dignos (de no hacerlo los trabajadores abandonarían). Muchos empleadores podrían hacerlo pero otros muchos no. El TG se ahorra este problema al crear trabajo digno de forma directa, sin necesidad de contar con los empresarios. Además, con el TG se podría combatir directamente la discriminación de género, racial y de cualquier otro tipo; algo que no se podría controlar con la RB.”

Nuestra postura es que la RB no es una propuesta que abandona a su suerte a los trabajadores, al contrario, debe combinarse con un refuerzo del llamado estado del bienestar, una progresiva subida del salario mínimo a los estándares que recomienda, por ejemplo, la Carta Social Europea. Una existencia material que permita el ejercicio de la libertad y una potenciación de la tarea sindical y de su capacidad negociadora en favor de unas mejores condiciones laborales, incluido, por ejemplo, un reparto equitativo de las ganancias de la productividad. Y en este punto los sindicatos encontrarán un formidable aliado en la RB que ya no obligará a los demandantes de empleo a aceptar cualquier trabajo bajo cualquier condición, puesto que el poder de negociación de los trabajadores y de los sindicatos aumentará. [3] Alguno de nosotros ya ha escrito más de una vez sobre el papel de caja de resistencia que una RB tendría en casos de huelgas de larga duración. Y más interesante aún es insistir en que la RB significaría un factor para contrarrestar el “efecto disciplinador” del desempleo. Ya lo escribimos en otra ocasión: “Una de las características fundamentales del funcionamiento económico dentro de la zona UE (y de otras geografías, por supuesto, pero concretamos en este ámbito por ser el de nuestra área) es la gran capacidad de que dispone el capital para disciplinar a la población trabajadora. El factor principal de esta capacidad disciplinaria es la existencia de una gran parte de población trabajadora sin empleo. Cuando la posibilidad de despido se convierte en algo cada vez más frecuente en una situación de crisis, más dispuesta está la población trabajadora para aceptar condiciones laborales peores. (…) La RB representaría una herramienta muy poderosa para debilitar esta capacidad disciplinaria del capital. Creemos que, aunque pueda resultar muy paradójico, muchos sindicatos, con algunas ejemplares excepciones, no han entendido la enorme capacidad de la RB para debilitar la disciplina que el capital puede imponer, e impone, en una situación de enorme desempleo.”[4]

“La RB no crea servicios sociales; el TG sí. Con la RB no hay producción social (que sirva a los más necesitados), no al menos más allá de la que estén dispuestos a realizar voluntariamente los receptores del ingreso fijo. En cambio, el TG crea directamente puestos de trabajo cuyo objetivo es a) mejorar las condiciones de vida de muchas personas que lo necesitan y b) cuidar y respetar el medio ambiente.”

Es verdad, aunque esto corre el riesgo de que en épocas de bonanza se pierdan trabajos en el sector social. Además, en el punto anterior ya hemos dicho que la RB debe combinarse con un crecimiento del gasto social hasta converger con los estándares europeos más generosos lo cual generará también puestos de trabajo.

“La RB sólo concede dinero, el TG mucho más. Recibir un ingreso es sólo uno de los muchos motivos que hay para trabajar, y a menudo ni siquiera es el más importante. Sentirse útil para con la sociedad, aprender nuevas habilidades y conocimientos, socializarse, entretenerse, viajar, etc., son otros beneficios que otorga el TG y que la RB no puede ofrecer.”

Aquí se manifiesta lo que a nuestro entender es una gran incomprensión de lo que significaría la RB. La RB es un instrumento para garantizar la existencia material de toda la población, como queda dicho. Adicionalmente, es un grave error suponer que la RB se opone al trabajo remunerado. La propuesta de TG olvida además y como ya hemos apuntado con anterioridad que existen tres tipos de trabajo (remunerado, reproductivo o doméstico y voluntario) y solo uno está retribuido monetariamente. El TG se olvida de la gente que no puede trabajar con contratos laborales estándares por sus circunstancias personales o de la gente que quiere emanciparse para formarse, para montar un nuevo negocio o empresa, a los que condena a ganarse el sustento trabajando para el estado o las ONG partners que colaboren con él en unos sectores específicos. El TG da mucha menos libertad que la RB.

“La RB no forma ni prepara al ciudadano, el TG sí lo hace. Los conocimientos y habilidades adquiridas por el trabajador del TG lo preparan para encontrar trabajo en el sector privado o para iniciar sus propios proyectos en un futuro.”

Quizás no hemos entendido bien, pero aquí el embrollo es mayúsculo. El TG solo forma en aquellos sectores que interesa dar trabajo social, no en los que interesan al ciudadano. La RB permitiría disponer de una mayor libertad que en la actualidad para decidir qué quiere hace cada uno con su formación (que incluye aspectos mucho más dilatados que el de la formación laboral).

No sólo esto, el TG crearía tales distorsiones en los mercados de provisión de los servicios en los que competirá que posiblemente generaría más problemas de los que quiere solucionar al destruir puestos de trabajo preexistentes tanto en el sector público como en el privado lucrativo o no lucrativo. Sin entrar de nuevo en la viabilidad financiera y organizativa del TG  (afectaría a millones de trabajadores), si éste está mejor pagado que los salarios habituales de un sector, las empresas o instituciones proveedoras preexistentes o bien deberán pagar mayores salarios con el riesgo de incurrir en pérdidas y desaparecer o bien desaparecerán porque nadie querrá trabajar en ellas. ¿Qué ocurrirá entonces, situándonos en la lógica del propio autor del artículo que contestamos, cuando la economía se recupere pero en cambio haya desaparecido el genuino sector, sus directivos y cuadros, etc.? Se habrá producido una “garantía/nacionalización” encubierta de una parte muy significativa de la economía y difícilmente a corto plazo ésta pasará de nuevo al sector privado o público-privado y nadie tendrá interés en invertir en ella si la espada de Damocles del TG pende permanentemente sobre ella, ¿Y qué ocurrirá si vuelve una crisis y los sectores tradicionales para el TG  ya han sido pasados al sector “garantizado”? ¿Qué nuevos sectores sufrirán la competencia del TG? Otro sinsentido económico.  [5]

Hemos intentado responder con algún detalle a todas las argumentaciones del artículo de E. Garzón, prescindiendo de otros aspectos que para nosotros son muy relevantes de la RB, pero que el autor no  menciona. No estamos en contra del TG, como tampoco estamos en contra de la renta garantizada de ciudadanía (a la que hemos apoyado porque supondría una mejora substancial en relación a la situación actual), ni del refuerzo del estado del bienestar (complemento necesario de la RB, al igual que la mejora del salario mínimo y del resto de condiciones laborales), pero la excepcional situación en que vivimos y las tendencias que se observan y prevemos a medio y largo plazo [6] nos refuerzan en la creencia de que la vía más efectiva y a la vez económicamente más racional para acabar con tanto sufrimiento y privación de libertades humanas fundamentales es la RB. El resto de medidas se parecen a cuando se discute si la mejor medida monetaria es darle el dinero a los bancos para que estos lo hagan llegar a la economía –ya sabemos que no funciona ni aquí ni en Japón-, en lugar de darlo directamente a los que lo necesitan.

Nuestra intención no ha sido otra que intentar aportar algún elemento de análisis que pueda ser útil en unos momentos en que la RB irrumpe otra vez, y quizás con más fuerza que nunca hasta hoy, en el debate público. Como es habitual cuando una propuesta social de envergadura, y la RB lo es, se convierte en tema de debate público, surgen como setas en otoño “amigos” y “enemigos” de la propuesta. Y bien está, pero creemos que vale la pena intentar aportar algunos conocimientos viejos porque siguen siendo buenos y otros de más nuevos porque son necesarios. Para lo que pueda servir. Al fin y al cabo, el artículo de E. Garzón intenta discutir en serio algunas cuestiones en relación con la RB, lo que permite en principio un intercambio intelectualmente fecundo y ad rem. En otros y no infrecuentes casos, en donde se critica per fas et nefas a la RB porque es intrínsecamente perversa o neoliberal o patriarcal o va contra el pleno empleo o quiere conseguir una sociedad de subsidiados o no acaba con todas las injusticias del capitalismo o vaya usted a saber qué, el debate serio ya es más difícil.

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NOTAS: [1] El caso de vivienda quizás sí merezca un tratamiento aparte: si la RB consigue ayudar a emancipar a los jóvenes de sus familias es cierto que habrá presión sobre los precios de acceso a la vivienda. Por eso la RB no es incompatible sino que necesita además de potentes políticas públicas de acceso a la vivienda a precios adecuados, como también hacen determinados países, que disponen de grandes parques de vivienda protegida. En este punto, el Reino de España está desaprovechando una gran ocasión para configurar este parque con parte del stock existente en la actualidad y que se está malvendiendo por parte del Estado (SAREB) a los fondos especuladores. [2] Para una crítica a fondo a partir de sus presupuestos teóricos y para el catastrófico caso argentino véase el documento elaborado ya en el año 2004 por Alan Cibils y Rubén Lo Vuolo (por cierto, presidente de la Red Argentina por el Ingreso Ciudadano). Ingreso Ciudadano es como se conoce en Argentina, y en México, a la Renta Básica. [3] Alguno de nosotros pensamos además que la RB debería ir acompañada de medidas efectivas de reparto del tiempo de trabajo (RTT), que combinadas con otras medidas de creación de empleo en sectores como los relacionados a la transición energética y a la economía del bienestar y la I+D conseguirían eliminar el paro. El sistema para implantar una RTT podría ser una combinación de reducción de la jornada laboral, de compactación de la misma, de incremento de permisos para tareas reproductivas, de años sabáticos para formación o de jubilaciones anticipadas entre otras. La tendencia al RTT ya es una realidad ahora, pero sometido a los intereses del capital por la negativa a ser reconocido desde el lado social. Solo una estrategia más democrática y, porque no, también combinada con un TG sensato, podría hacer que fuera una medida redistributiva y justa. Pero eso quizás será contado en otra ocasión. [4] El veterano dirigente laborista Neil Kinnock lo expresó con otras palabras: “La gente amenazada con el paro no compromete su empleo emprendiendo diversas acciones de militancia sindical, simplemente no lo hace.”[5] Además, es mucho más interesante y efectivo, por ejemplo, una Formación Profesional dual  o programas de reciclaje profesional combinados con RB que abarque todos los sectores productivos que una TG que implica formación en unos pocos sectores. La evidencia nos dice que por un lado los parados mayores  no quieren formarse si no se les asegura un puesto de trabajo ya que  deben renunciar a ingresos informales y por  otro no quieren coger trabajos temporales si han de renunciar a una renta mínima que luego les cuesta meses recuperar burocráticamente. Dos casos que  ejemplarizan  la trampa de la pobreza que provocan los sistemas de protección actuales condicionados y que la RB eliminaría.  [6]Como la insostenibilidad de la deuda creciente, del modelo de crecimiento que supone que los recursos del planeta son ilimitados, o la creciente automatización de las tareas incluso más cualificadas.

Jordi Arcarons es catedrático de Economía Aplicada de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona. Es miembro de la Red Renta Básica. Daniel Raventós es profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción desinpermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es miembro del comité científico de ATTAC. Su último libro es ¿Qué es la Renta Básica? Preguntas (y respuestas) más frecuentes (El Viejo Topo, 2012). Lluís Torrens es economista, profesor asociado de la Escuela Superior de Negocios Internacionales-Universitat Pompeu Fabra, gerente del Public-Private Sector Research Center del IESE. Colabora con iniciatives pel decreixement  que impulsa un nuevo modelo económico sostenible y estacionario.

Artículo publicado en «Sin Permiso»

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Contrarréplica a Arcarons, Raventós y Torrens sobre el artículo de renta básica

Eduardo Garzón, 1 de Septiembre 2014 

Una de las críticas más elaboradas y detalladas que recibió mi artículo de La Marea Siete argumentos contra la Renta Básica y a favor del Trabajo Garantizado” fue la plasmada en un artículo de Sinpermiso por Jordi Arcarons, Daniel Raventós y Lluís Torrens. Agradezco infinitamente que economistas con tan prolongada trayectoria profesional y con tanta experiencia en el estudio de la Renta Básica se hayan tomado la molestia de leer mi texto y darle una respuesta seria y completa, puesto que su valiosa aportación en el debate no puede hacer sino enriquecerlo intensamente. A continuación procedo a comentar con profundidad y detalle su análisis, deteniéndome especialmente en los puntos en los que las posturas quedan más enfrentadas, con la esperanza de que ello nos pueda a servir a todos para seguir reflexionando sobre este tema tan interesante y necesario.

Tal y como los autores señalan en la introducción del artículo, su réplica se centra en destacar los errores que según ellos yo había cometido al abordar la naturaleza e implicaciones de la RB. Por lo tanto, las alusiones al TG son muy reducidas; de hecho, mi impresión al terminar de leer su texto es que los autores recibirían con los brazos abiertos el diseño del TG siempre que se combine con la RB y siempre que quede relegado a un segundo plano. Del mismo modo y en consecuencia de lo anterior, en este texto se hablará principalmente de RB.

Permítaseme señalar que aproximadamente una tercera parte del artículo publicado en Sinpermiso está dedicada a matizar y desarrollar las notas que escribí en referencia al concepto de RB, al considerar los autores que eran insuficientes o incluso deficientes. En efecto, la sucinta definición de RB que ofrecí podría ser más concreta y completa, pero no era ése el objetivo de mi artículo. Recordemos que en mi texto se pretendía humildemente comparar la RB y el TG atendiendo a una serie de elementos. La definición de ambas propuestas ni siquiera era necesaria (se presuponían conocidas), pero las introduje como recordatorio rápido, especialmente en el caso de la RB que es una medida mucho más famosa. Considero que las críticas deben ser enfocadas hacia el marco y contenido de lo que se critica, porque de no ser así siempre habría cabida para las mismas, señalando todo lo que queda ausente. No tiene sentido reprobar en base a lo que no está, a no ser que sea de una importancia crucial, y en este caso y en mi opinión no lo era (quizás piensen lo mismo los autores a tenor de su frase “para salir del paso puede aceptarse” al referirse a mi escueta definición de RB). Entiendo que vieran conveniente para su propósito ofrecer una definición de la RB más detallada, pero en ese caso no era necesario presentarla formalmente como respuesta a mis anotaciones (hasta seis hay) y mucho menos señalar lo que yo “no acometo”.

Además, entiendo que lo verdaderamente enriquecedor es debatir sobre el contenido de las propuestas y no de la forma o método de comunicarlas. A este respecto me parece conveniente señalar un extracto del artículo publicado en Sinpermiso que no hace justicia a lo que yo escribí. Mis palabras fueron las siguientes: “Aunque hace mucho tiempo que se concibió la Renta Básica Universal (RB), no ha sido hasta hace poco cuando ha cobrado importancia en los círculos académicos españoles e incluso en la agenda política y mediática. Esta presencia se ha intensificado especialmente a raíz de la irrupción de Podemos en el panorama político español”. Su contestación a este párrafo fue la siguiente:

Esta afirmación podía ser cierta hace unos 15 años. Después, ya no. La RB ha salido del reducido ámbito académico ya hace algunos lustros, y ha entrado en las preocupaciones políticas no precisamente a raíz de la irrupción de Podemos.

Si se fija con detenimiento el lector podrá advertir que la crítica es injusta porque hace referencia a algo que yo no dije. En primer lugar, cuando escribí “hace poco” es imposible saber si me refería a hace 20 años, a 15, a 2 años o a 5 meses. Teniendo en cuenta que se puede encontrar una propuesta de renta básica hace 65 años, en Canadá, hablar de 15 años atrás es efectivamente referirse a un punto cercano en el tiempo. Por lo tanto, no entiendo por qué los autores decidieron darle a mis palabras la interpretación más desfavorable de entre todas las posibles, especialmente teniendo en cuenta que en cualquier debate y frente a las limitaciones comunicativas siempre ha de primar lo contrario. En segundo lugar, yo no dije que la RB “ha entrado en las preocupaciones políticas precisamente a raíz de la irrupción de Podemos”; sino que se había intensificado gracias a ese acontecimiento. Son dos cosas muy diferentes.

En fin, insisto en que este tipo de matices que no van al grano no hacen sino enturbiar la discusión académica, así que no me detendré más en ellos. Vayamos al meollo de la cuestión.

Cuando apunté que no tiene sentido que mantengamos inactivas a personas que pueden y desean trabajar mientras las necesidades de nuestros conciudadanos no estén cubiertas, y tras enumerar esas necesidades la respuesta fue la siguiente:

¿Es que la RB se opone o es un impedimento a cualquiera de estas realidades expuestas?

En ningún punto de mi artículo se dice o sugiere algo así, y precisamente por ello puede dar la impresión de que es una pregunta que busca caricaturizar mi posición, aunque estoy seguro de que no era ésa la intención de los autores. La clave del asunto es que el TG aborda esos problemas directamente e intenta darles solución a través de su diseño como medida económica. En cambio, la RB se limita a dar la libertad y financiación suficiente a los ciudadanos, confiando en que éstos luego se organicen voluntariamente y por iniciativa propia para satisfacer esas necesidades sociales y ecológicas. Tal y como argumenté en el punto 2 de un artículo reciente en el que contestaba a las críticas al TG, considero que es mucho más eficaz y eficiente abordar estos problemas de forma directa a través del TG y no de la RB.

Con respecto a la respuesta desde la oferta productiva (aumento de salarios y precios o destrucción de puestos de trabajo) a la introducción de la RB, señalan:

Es un triste argumento para los que además de defender la RB defendemos que los salarios deben ser dignos. El autor cae de bruces en la trampa de la teoría utilitarista-marginalista. Es cierto que puede haber trabajos que desaparezcan porque no son rentables si se pagan a un salario digno, extremo que nos parece fantástico y muy recomendable. En algunos conocidos y citados países los salarios mínimos son más altos (por ejemplo, el doble en Francia, y vemos que sigue siendo líder mundial en turismo, por ejemplo, el sector emblemático de sueldos bajos). Su argumentación nos llevaría a dar más razones a la patronal y al FMI que reclaman salarios más miserables para competir por costes bajos. Sí, desaparecerán algunos trabajos remunerados. Algo que nos parece muy recomendable dadas las condiciones para la población que ocupa estos trabajos.

Es categóricamente falso que se trate de un argumento enraizado en la teoría utilitarista-marginalista; se trata de uno basado en el análisis marxista. Los medios de producción privados pertenecen a –y son controlados por– sus propietarios, de forma que ellos son los que establecen los salarios y los precios, y siempre en función de las posibilidades de negocio. Si estos empresarios se enfrentan a la necesidad de subir los salarios y no quieren perder margen de beneficio (obviamente por regla general nunca quieren), subirán también los precios. Si esa subida de precios es intolerable por el mercado (existencia de competidores más aventajados, compradores sin suficiente capacidad adquisitiva, etc), el negocio (o buena parte de él, como los trabajadores más prescindibles) tendrá que desaparecer. Así que, una vez apliquemos la RB, nos encontramos con dos posibilidades: inflación o destrucción de negocios y puestos de trabajo.

El ejemplo del turismo en Francia es idóneo, lástima que los autores sólo se centren en el salario y olviden la otra parte crucial del análisis: los beneficios y por lo tanto los precios. Claro que sí: los salarios en Francia son superiores a los españoles en el sector del turismo, ¡pero es que lo mismo ocurre con los precios! La respuesta de los empresarios con margen de maniobra a una subida salarial es el incremento de los precios, de forma que no pierden margen de beneficio. Esto es algo que se han podido permitir con creces los empresarios del sector turístico en Francia, principalmente por dos motivos: 1) no compiten con otros países en precio. Los autores se equivocan: Francia no recibe turistas por sus precios bajos (como ocurre fundamentalmente en otros países como los del norte de África, por ejemplo), sino por su patrimonio cultural, histórico, gastronómico, arquitectónico, etc. El turista está dispuesto a pagar precios mayores por una calidad mayor; y 2) todo sector del turismo está compuesto precisamente por pequeños nichos de mercado que no compiten vía precio directamente entre sí (cuando uno visita cualquier ciudad, por ejemplo París, no se le aparecen todas las opciones de restaurantes en el mismo sitio y en el mismo tiempo para que pueda decidir qué precio es el más bajo; amén de las diferencias en calidad y otras características del servicio).

Esta argumentación ni es triste ni tiene nada que ver con la de la patronal o el FMI; simplemente responde al análisis objetivo y riguroso de una realidad que es consecuencia de la existencia de un sistema económico capitalista en el que la competencia juega un papel muy relevante en buena parte de los sectores económicos y en el que los empresarios tienen mucho más poder que el resto de ciudadanos (destacando el poder de imponer precios como defensa a un aumento de salarios). Resumiendo: frente a la necesidad de aumentar salarios derivada de al aparición de la RB, si el empresario puede, aumentará sus precios (como ocurre en sectores menos competitivos como el turismo francés), y si no puede preferirá cerrar su negocio a sufrir pérdidas (como ocurre en sectores más competitivos como el textil o el comercio minorista).

Por el lado de la demanda, una vez resaltado que a mayor capacidad adquisitiva de la población unido a menor oferta de bienes y servicios generaría tensiones inflacionistas, los autores contestan:

La demanda solo crecerá por la diferencia entre la propensión al consumo de los pobres que recibirán más dinero y la de los ricos que ahora tendrán menos. En un contexto económico de crisis, con  5 años de caídas del consumo privado que en términos reales lo han retrotraído una década, con un tejido industrial muy lejos de la plena utilización de la capacidad productiva, con una caída del 25% de la superficie comercial o con tres millones de viviendas vacías [1], que cuarenta o cincuenta mil millones de euros pasen de manos de los ricos al resto lo que menos nos ha de preocupar es que sea inflacionista, aunque sí pueda haber alguna tensión que, dicho sea de pasada, en un entorno deflacionista como estamos, también bienvenida sea. Y esto de que la RB se evapore es una exageración tan grande y dicha a la ligera que no parece ser fruto de una reflexión. Además, la RB en las propuestas que defendemos puede estar indexada con el umbral de la pobreza, si éste sube nominalmente, también lo hará la RB.

No es la propensión al consumo lo que importa, sino la cantidad de dinero que cambiará de manos y el tipo de consumo de los emisores y receptores de ese dinero. El dinero que antes usaban los más acaudalados para comprar en buena parte bienes de lujo (vehículos de alta gama, joyas, servicios de elevada calidad, etc) se utilizará ahora para comprar bienes y servicios corrientes, que además han visto menguar su cantidad puesta a la venta (o sus precios incrementados) por el efecto de la oferta mencionado arriba. El precio de los bienes y servicios de lujo disminuiría, pero aumentaría el precio de los bienes y servicios básicos (habría más personas que antes queriendo comprar productos que se venden en menor volumen que antes).

Con respecto a la capacidad ociosa de la economía no importaría tanto (aunque sí algo) que debido a la crisis hoy día y en buena parte de los sectores la capacidad utilizada sea inferior a la instalada (en román paladino y simplificando: no importa que en las empresas se usen sólo 4 máquinas de las 5 instaladas porque no venderían todo lo que producirían con las 5 máquinas): resulta que cuando el empresario pierde la posibilidad de emplear de forma rentable (tal y como he argumentado arriba), de nada le sirve tener capacidad ociosa (máquinas inutilizadas). Simplificando: vale, vienen más clientes a mi tienda porque tienen mayor capacidad de compra pero, ¿cómo voy a producir todos los bienes y servicios que me piden si necesito que trabajen más personas o durante más tiempo y la remuneración es ahora tan elevada que no me sale rentable? Obviamente esto no ocurrirá en todos los ámbitos empresariales, pero sí en suficientes para tener en cuenta el efecto de cuello de botella señalado.

Ahora bien, es cierto, como señalan los autores, que la generación de inflación no es el fin del mundo, ni mucho menos. De hecho, en un contexto de bajos precios o deflación como el actual este efecto podría venir bien. Otra cosa es que se mantuviese en el tiempo, convirtiendo la deflación en una inflación acelerada, que es lo preocupante. Sin embargo, lo que es importante resaltar es que mientras los principales medios de producción sean de propiedad privada y sujetas a la lógica de la rentabilidad para poder sobrevivir (o imponerse), la inflación será siempre un fenómeno bastante ajeno al control público: al fin y al cabo quienes deciden qué precio ponerle a los productos son los empresarios y no los legisladores.

Si el efecto de la inflación es intenso, no es ninguna exageración decir que el efecto de la RB (que no la RB, como apuntan erróneamente los autores) se evaporaría: si los productos se encarecen a ritmos elevados de nada servirá tener un ingreso que no es capaz de seguirle el ritmo. Y si le sigue el ritmo (por ejemplo, indexándolo al umbral de la pobreza –entendido como ingreso mínimo para garantizar un adecuado estándar de vida-) sería mucho peor: se generaría una preocupante espiral inflacionista. Si tras aumentar los precios y por lo tanto el umbral de renta se incrementara la cuantía de la renta básica, el primer efecto es que los receptores de la renta básica no perderían capacidad de compra. Pero los salarios se verían perjudicados en comparación al ingreso fijo de la RB, y más a medida que el incremento de éste sea más intenso. Los ciudadanos que reciben renta también por su trabajo exigirían que este tipo de renta se incrementara, no sólo el de la RB. Llevándolo al extremo podría ocurrir que la mayoría de lo que un trabajador ingresara fuese por la RB (lo único que aumenta) y el resto por su trabajo (lo que se mantiene estancado), lo cual no es ni ética ni económicamente sostenible. En consecuencia, la lógica consecuencia sería aumentar los salarios también, de forma que volveríamos a entrar en el ámbito del empresario, que para no perder margen de beneficio empresarial volvería a subir los precios de sus productos. Y así se repetiría el proceso (con crecimiento exponencial) hasta que se tomaran medidas anti-inflacionistas drásticas.

Con respecto a la financiación del TG los autores me cogieron la palabra cuando puse por ejemplo una remuneración de 10 euros por hora, pasando a señalar que prácticamente un tercio de los asalariados a jornada completa cobran menos así como otras estimaciones que muestran lo difícil que sería hacer viable la creación de tantos puestos de trabajo a ese coste. Tienen razón, probablemente la remuneración a 10 euros por hora sea excesivo, pero es que mi ejemplo fue expuesto a la ligera porque mi objetivo era resaltar que el ingreso debía ser siempre fijo para evitar tensiones inflacionistas. Lo importante en una propuesta incipiente y poco conocida es presentar su esencia, no concretar los detalles; eso ya vendrá después.

Además, ellos mismos conciben la posibilidad de que la remuneración sea inferior, aunque lo que me sorprende es su afirmación posterior:

Otra cosa sería rebajar el coste por hora de este TG, en ese caso ya reharíamos los números pero ya aventuramos que los costes económicos y organizativos continuarán siendo extraordinariamente elevados.

En este caso no puedo sino reprobar su prejuicio frente a la financiación del TG: sin ningún cálculo numérico no hay forma de estar tan seguros de que los costes económicos no se puedan afrontar. Además, ¿no sería sostenible económicamente acaso un TG con remuneración de 3€ a la hora, por ponernos en un extremo? Por otro lado, me sorprende muchísimo esta incredulidad frente a la financiación del TG cuando la RB se enfrenta a desafíos similares e incluso de mayor envergadura. Por ejemplo, si suponemos simplemente que la cuantía por persona es la misma tanto en el RB como en la RB, es fácil concluir que la financiación de la RB es muchísimo más complicada al tener que movilizar recursos para 47 millones de personas, y no para unos 13 (en el peor de los casos) como ocurriría en el TG. Por todo ello, creo que en este punto los autores se precipitaron imprudentemente.

En relación a los costes de organización, es cierto que el TG los tiene y además de un volumen considerable (aunque recuérdese que buena parte de los empleos serían gestionados por el sector sin ánimo de lucro y por lo tanto no habría ningún coste de gestión para el Estado), pero esto es algo que ocurre también en cualquier empresa, y a un nivel muy destacado en las empresas más grandes. Además, y lo más importante, esa gestión es ya en sí misma una ocupación mediante la cual se lleva a cabo algo útil y en la que una persona encargada recibe un salario por ello. ¡Es más creación de empleo! Piénsese en los departamentos de recursos humanos y de planificación estratégica de las empresas: es lo mismo pero sin el calificativo de “burocracia” que es lo que tiene, injustamente, la connotación negativa. Seguro que a nadie le parece mal que una empresa tenga que dedicar buena parte de sus recursos a remunerar a los encargados de esos departamentos. Pues debería ser lo mismo con el Estado, y por lo tanto con el TG.

En mi artículo señalé que si España tuviese moneda propia, el aumento de capacidad adquisitiva de las capas medias y bajas se traduciría en una depreciación de la moneda, puesto que estos receptores comprarían productos provenientes del extranjero debido a las limitaciones en cuanto a estructura productiva de la economía española.

“Si el mar no tuviera marea alta”. El Rey de Inglaterra y Dinamarca, Canuto II (995-1035), conocido como el “príncipe de las mareas”, ordenó en persona en las orillas de la playa que el mar detuviera las engorrosas mareas altas. Evidentemente, si no lo llegan a rescatar la marea alta se lo hubiera engullido. “Si España tuviese moneda propia”… no es cosa menor y, convendremos, no es para pasado mañana. En cambio, las necesidades de la gente son perentorias.

La RB se financia, según nuestra propuesta, con una transferencia de ricos a pobres, entre otras características. Y que nosotros sepamos los coches de importación de lujo, los viajes recreacionales al extranjero, las delicatessen y la cosmética también de lujo extranjera, son adquiridos por los ricos, o sea que su propensión a importar o gastar allende las fronteras es más elevada que la de los pobres.

Vale, salirse del euro no es para pasado mañana, ¿pero es que acaso la RB o el TG sí? No entiendo por qué los autores consideran apropiado proyectar una situación en la que existiría RB o incluso TG pero no en la que tengamos moneda propia. Además, no creo que fuese necesario acudir a una crónica ridícula para mostrar desaprobación con mi hipótesis, a no ser que su objetivo fuese ridiculizar mi postura, claro. En cualquier caso, insisto en la conveniencia de tener en cuenta los efectos de una medida como la RB en más de un contexto económico, especialmente en el citado cuando buena parte de los defensores de la RB son también quienes abogan por abandonar el euro.

Me reitero en mi afirmación de que lo importante no es la propensión a importar, sino el volumen total de dinero efectivamente utilizado para comprar productos extranjeros. Los ricos podrán utilizar mayor proporción de su renta para importar que los pobres, pero lo que importa es que hay muchísimos menos ricos que pobres, de forma que la cantidad de dinero que utilicen todos esos pobres para importar puede ser mucho mayor que la que utilicen los más adinerados. La mayoría de los productos de lujo citados por los autores suelen venir del extranjero, pero es que ocurre lo mismo con los productos básicos que compramos el resto de mortales: la ropa, juguetes y otras manufacturas corrientes provienen del sudeste asiático, los materiales utilizados en la fabricación de automóviles de media gama provienen del centro de Europa, los teléfonos móviles provienen de Corea, EEUU y China, los muebles provienen del norte de Europa, la madera de Finlandia y Austria, los productos químicos utilizados para la industria de Países Bajos, Irlanda y Bélgica, los productos farmacéuticos de EEUU y Alemania, la maquinaria eléctrica y no eléctrica de Alemania, el gas natural del norte de África, el petróleo de Oriente medio y Rusia, etc. Es la consecuencia lógica de tener una economía fuertemente especializada en el turismo, en la construcción y en la agricultura y pesca, y muy poco en el resto de sectores económicos.

Eso sí, una importante reforma fiscal que redistribuya recursos desde los ricos a los pobres (algo que por cierto no es exclusivo de la RB; para el TG también debería acometerse) tiene efectos positivos en cuanto a intercambio de divisas por el lado de las transferencias financieras. Al fin y al cabo son los ricos quienes más dinero depositan en unos bancos (españoles o extranjeros) que realizan su negocio fundamentalmente fuera de nuestras fronteras. Reducir la renta de los más adinerados supondría limitar estas transferencias bancarias y por lo tanto se reduciría la presión devaluadora sobre la hipotética moneda propia.

Sobre si la RB es una medida anticíclica o no:

La RB es anticíclica completamente a corto plazo puesto que mantiene los recursos más estables precisamente en la capa de la población que soporta más el consumo interno y por lo tanto la demanda interna, principal motor económico cíclico. Y en épocas de expansión, al crecer la renta per cápita también lo haría la RB lo que también limitaría las desigualdades de renta, precisamente una de las causas contrastadas de las recurrentes crisis capitalistas.

Honestamente he de decir que no entiendo el razonamiento expuesto. Sospecho que no tenemos la misma concepción de lo que es una medida anticíclica. Desde mi punto de vista una medida de este tipo ha de reducirse cuando la economía se acelere, e incrementarse cuando la economía reduzca velocidad. Por ejemplo, el subsidio de desempleo es una medida anticíclica, porque se reduce cuando la actividad económica es boyante (ya que hay menos parados), y aumenta cuando la actividad económica se ralentiza (puesto que aumentan los despidos). En este sentido la RB no es en absoluto anticíclica, porque su efecto es constante y al mismo nivel: el ingreso es entregado independientemente del calentamiento de la economía. Los propios autores reconocen que en épocas de expansión la RB aumentaría, por lo que se trataría de una medida procíclica, no anticíclica.

Nuestra postura es que la RB no es una propuesta que abandona a su suerte a los trabajadores, al contrario, debe combinarse con un refuerzo del llamado estado del bienestar, una progresiva subida del salario mínimo a los estándares que recomienda, por ejemplo, la Carta Social Europea.

No habría mayor refuerzo del llamado estado del bienestar que la aplicación del TG, siendo además mucho más eficaz y eficiente que cualquier partida típica del gasto público al dirigirse exclusivamente a aquellos que más lo necesitan.

Una existencia material que permita el ejercicio de la libertad y una potenciación de la tarea sindical y de su capacidad negociadora en favor de unas mejores condiciones laborales, incluido, por ejemplo, un reparto equitativo de las ganancias de la productividad.

Volvemos de nuevo al mismo punto discordante que antes: los autores creen que los empresarios van a doblegarse fácilmente frente a mayores exigencias de condiciones laborales, cuando desde mi punto de vista no lo harían sin aumentar los precios de sus productos para no perder margen de beneficio (si el mercado se lo permite) o sin estrangular su propio negocio (si el mercado no se lo permite).

A continuación los autores reconocen que el TG crea directamente puestos de trabajo cuyo objetivo es a) mejorar las condiciones de vida de muchas personas que lo necesitan y b) cuidar y respetar el medio ambiente, pero alegan que ello correría el riesgo de que en épocas de bonaza se pierdan trabajos en el sector social. Este riesgo se puede solucionar siguiendo la propuesta de Mitchell y Wray, en la que existe un núcleo de empleos dentro del TG que son fijos e inamovibles, y que son precisamente los que realizan las actividades sociales más esenciales. Al margen de este núcleo se situarían el resto de empleos de menor necesidad social, que serían los que se crearían y destruirían en función del ciclo económico.

La propuesta de TG olvida además y como ya hemos apuntado con anterioridad que existen tres tipos de trabajo (remunerado, reproductivo o doméstico y voluntario) y solo uno está retribuido monetariamente. El TG se olvida de la gente que no puede trabajar con contratos laborales estándares por sus circunstancias personales o de la gente que quiere emanciparse para formarse, para montar un nuevo negocio o empresa, a los que condena a ganarse el sustento trabajando para el estado o las ONG partners que colaboren con él en unos sectores específicos. El TG da mucha menos libertad que la RB.

El TG no se olvida del trabajo reproductivo. Este tipo de trabajo está compuesto por el realizado por la madre durante los primeros meses (embarazo, alumbramiento, lactancia) y por el conjunto de atenciones y cuidados necesarios para el sostenimiento de la vida y la supervivencia humana: alimentación, cuidados físicos y sanitarios, educación, formación, relaciones sociales, apoyo afectivo y psicológico, y mantenimiento de los espacios y bienes domésticos. El TG no puede hacer nada frente a los cuidados de la madre hacia su hijo durante los primeros meses y tampoco frente a la alimentación y apoyo afectivo. Pero el resto de áreas pueden ser perfectamente cubiertas por los programas del TG: recordemos que el TG emplearía a muchas personas para cubrir necesidades sociales, y entre ellas están los cuidados físicos y sanitarios, la educación, la formación, las relaciones sociales, el apoyo psicológico y el mantenimiento de los espacios y bienes domésticos.

En la actualidad ya existen ONG que se ocupan de muchas de estas labores (y verían como agua de mayo la aparición de nuevos trabajadores en sus filas); sólo haría falta diseñar nuevos proyectos para cubrir el resto. Con respecto a los cuidados de la madre hacia su hijo se pueden aprobar medidas que le otorguen un ingreso especial, como ocurre en la inmensa mayoría de países que tienen elevados niveles de Estado del Bienestar.

Con respecto a la libertad, Obviamente la RB libera de cualquier responsabilidad y por lo tanto uno tiene todo el tiempo libre para hacer lo que desee. Pero tener tanto tiempo libre no tiene por qué ser una virtud, sino que puede ser incluso una maldición. En el punto 1 de un artículo anterior ya recogí los múltiples beneficios sociales y personales que concede el tener un empleo. En ese sentido el tiempo libre que uno deja de disponer porque está trabajando en realidad está siendo invertido en beneficio personal y social, al igual que el receptor de RB lo invertiría en cualquier otra cosa. Además, el TG no implica empleos de jornada larga, sino todo lo contrario. La inscripción en un programa de TG permite trabajar pero también disponer de bastante tiempo libre. Recuérdese que también es un objetivo del TG lograr puestos de trabajo con condiciones laborales dignas.

El TG solo forma en aquellos sectores que interesa dar trabajo social, no en los que interesan al ciudadano. La RB permitiría disponer de una mayor libertad que en la actualidad para decidir qué quiere hace cada uno con su formación (que incluye aspectos mucho más dilatados que el de la formación laboral).

Esto no es del todo cierto, precisamente porque buena parte de la formación que interesa al ciudadano coincide con las necesidades sociales. En el TG el desempleado que quiere trabajar elige –dentro de unos límites- la actividad que quiere realizar: puede dedicarse a enseñar, a entretener, a divertir, a formar, a los cuidados personales y medioambientales, etc. Al mismo tiempo que el ciudadano se realiza en lo que le interesa, satisface necesidades sociales y ecológicas. Si alguien quiere formarse en una actividad que no esté recogida en el TG, que lo haga en su tiempo libre, que para algo el TG persigue jornadas laborales que permitan descanso y tiempo libre al trabajador. ¿Quién necesita 24 horas cada día para dedicarse a lo que le gusta? ¿Y qué pasa si la pasión de esa persona es, por llevarlo al extremo, formarse en el mundo taurino? ¿Tenemos que pagarle toda la sociedad ese abominable deseo, y además a cambio de nada?

¿Qué ocurrirá entonces, situándonos en la lógica del propio autor del artículo que contestamos, cuando la economía se recupere pero en cambio haya desaparecido el genuino sector, sus directivos y cuadros, etc.? Se habrá producido una “garantía/nacionalización” encubierta de una parte muy significativa de la economía y difícilmente a corto plazo ésta pasará de nuevo al sector privado o público-privado y nadie tendrá interés en invertir en ella si la espada de Damocles del TG pende permanentemente sobre ella, ¿Y qué ocurrirá si vuelve una crisis y los sectores tradicionales para el TG  ya han sido pasados al sector “garantizado”? ¿Qué nuevos sectores sufrirán la competencia del TG? Otro sinsentido económico.

¿Qué problema hay en que buena parte de la economía quede finalmente nacionalizada/garantizada? ¿No es esto lo que buscamos todos aquellos que estamos en contra de un sistema regido por la lógica de la rentabilidad económica que crea puestos de trabajo miserables y actividades perjudiciales para el ser humano y el medio ambiente? El sector del TG aseguraría puestos de trabajo de condiciones dignas y persiguiendo el bienestar social y ecológico. Es decir, el TG supondría una progresiva configuración del sistema por la cual buena parte de la economía pasaría a estar subordinada a los intereses de las personas y del medio natural, y no al revés como fundamentalmente ocurre en la actualidad.

Artículo publicado en «La Marea«

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Una confusión importante en el debate sobre la renta básica

Daniel Raventós, 7 de Septiembre de 2014

La contestación que firmé con Jordi Arcarons y Lluís Torrens a un artículo de Eduardo Garzón sobre 7 críticas a la Renta Básica (RB) ha sido respondido a su vez en una contrarréplica. No es mi intención, después de haberlo hablado con mis coautores, hacer una nueva contestación porque sería inevitablemente redundante, como lo es la contrarréplica, y porque podría cansar a algunas personas que hasta ahora quizás han seguido con interés la polémica.

Y de acuerdo también con Jordi y Lluís, me limitaré a un solo punto de la contrarréplica de Garzón que me parece particularmente importante. No es que no haya mucho más a comentar en otros varios puntos de su escrito, pero al enfocar la atención solamente en uno ganaremos, espero, en claridad y, a buen seguro, en brevedad. Y, por lo tanto, no se trata ahora de evaluar en ningún sentido el trabajo garantizado (TG) [1], ni la larguísima contrarréplica de Garzón. Se trata de algo mucho más breve y directo.

Se escribe en la contrarréplica:

“Por otro lado, me sorprende muchísimo esta incredulidad frente a la financiación del TG cuando la RB se enfrenta a desafíos similares e incluso de mayor envergadura. Por ejemplo, si suponemos simplemente que la cuantía por persona es la misma tanto en el RB como en la RB, es fácil concluir que la financiación de la RB es muchísimo más complicada al tener que movilizar recursos para 47 millones de personas, y no para unos 13 (en el peor de los casos) como ocurriría en el TG. Por todo ello, creo que en este punto los autores se precipitaron imprudentemente.”

Al margen de un error de tecleo evidente y sin importancia que no ha dificultado a nadie la comprensión (donde dice “en el RB como en la RB” debe decir, claro, “en el TG como en la RB”), esta cita denota algo más preocupante: el desconocimiento de cómo se financia la RB. Para seguir intentando ayudar en la simplificación, no discutiré esta rara aseveración según la cual “si suponemos simplemente que la cuantía por persona es la misma tanto en el TG como en la RB”, puesto que no es tan inmediata y alegre la operación de la igualación monetaria de dos propuestas tan diferentes. Pero, repito, admitamos la equiparación. El problema de calibre está en lo que viene después: “la financiación de la RB es muchísimo más complicada al tener que movilizar recursos para 47 millones de personas, y no para unos 13 (en el peor de los casos) como ocurriría en el TG.”

Intentaré despejar esta confusión de la forma más clara posible.

La RB puede financiarse de algunas formas diferentes. Con Lluís y Jordi hemos propuesto una que supone una inmensa redistribución de la renta de la población más rica al resto. Todo ello mediante una reforma fiscal, algunos cambios en el gasto social evidentes y necesarios por sí mismos con una RB y sin creación de masa monetaria. Esta propuesta está explicada con mucho detalle en castellano en varios lugares: los originales aparecieron en las páginas electrónicas de Sin Permiso y de la Red Renta Básica en diciembre de 2013. Está a disposición de quien quiera descargarse el estudio. Como la simulación econométrica está realizada a partir de casi un cuarto de millón de IRPF catalanes (año 2010), la propuesta de financiación es para Cataluña. Para el conjunto del Reino de España se podría hacer sin problemas siempre que dispusiéramos de una muestra estadística significativa, como lo hicimos para Guipúzcoa unos meses después al disponer de la totalidad de los IRPF de aquel territorio vasco. Esta pequeña introducción es un intento de despejar la menor duda, imprecisión o confusión de que la financiación de la RB en ningún caso es más complicada (que el TG) “al tener que movilizar recursos para 47 millones de personas, y no para 13”. Si se comprende cabalmente la financiación de la RB la explicación es trivial: los 13 millones de personas con TG, efectivamente, son 13 millones (o 12, o 10, o 9 o los que sean) que deberían tener un TG cada una de ellas y el coste correspondiente; en cambio los 47 millones de personas no tienen un coste para la RB igual, ni mucho menos (no se trata de multiplicar la RB por 47 millones, como increíblemente todavía algunos sedicentes críticos de la RB van escribiendo por algún lugar). Las únicas personas que tienen un coste completo de la RB son las que no disponen de ningún ingreso, es decir, las que “tienen” 0 euros: recibirían la RB completa. Hay personas, como yo que soy profesor titular de universidad [2], que deberían aportar algo más de lo que recibiría como RB. Y aquella persona que ganase 100.000 euros anuales, debería aportar mucho más. Y aquella que recibiera 200.000 anuales, mucho más aún. Y aquella que recibiera 500.000 anuales, más que la anterior. Supongo que tal progresión no ofrece la menor duda. Es decir, “movilizar recursos para 47 millones de personas” es mucho más fácil con la RB que con el TG para 13, o 12, o 10.

Quiero insistir para que quede más claro si cabe. La RB la recibe todo el mundo, por definición, pero no todo el mundo gana. Los muy ricos pierden mucho, los ricos pierden bastante, los menos ricos pierden algo, etc. Los resultados de nuestra propuesta [3] de financiación de la RB los resumíamos así:

“La gran mayoría de la población declarante actual en el IRPF y no declarante resultaría ganadora respecto a la situación actual. Solamente un porcentaje que oscilaría entre el 10 y el 15% de la población más rica saldría perdiendo con la reforma propuesta. Un porcentaje similar quedaría en una situación parecida a la actual, dependiendo claro está de la situación de sus respectivos hogares, y entre un 70 y un 80% de la población situada en los niveles inferiores de renta de los otros dos grupos saldría ganando con la reforma. Dicho con otras palabras: se produciría una gran redistribución de la renta de los sectores más ricos al resto de la población. Es decir, lo contrario de lo que se ha producido a lo largo de las últimas décadas, especialmente en los últimos años. De hecho el índice de Gini en Cataluña pasaría de ser uno de los  mayores valores [es decir, que indica notables desigualdades. NdA] de Europa a ponerse al nivel de Noruega, el país europeo que presenta la menor desigualdad.”

Creo que el debate con Eduardo Garzón, aunque haya llenado más páginas de las necesarias, lo que probablemente ha repartido ineficazmente la atención entre demasiados puntos insubstanciales, quizás ha servido para despejar algunas confusiones. Porque si algo me parece necesario para poder enriquecer cualquier discusión, es identificar lo que es una confusión y lo que es una discrepancia. Particularmente interesado estoy en que si algo debe quedar claro es que la financiación de la RB no es nada del otro mundo y mucho menos de lo que, de entrada, puede parecer. Lo decíamos también al final del estudio repetido:

“No cualquier proyecto, ocurrencia, ideal que tengamos, por deseable que pueda ser, es realizable. En muchos ámbitos (desde el muy abstracto de la matemática al muy concreto de la economía) investigar sobre imposibles ‘puede conducir a perder el tiempo y el dinero’ [el entrecomillado es una frase de Jesús Mosterín. NdA]. Proponer utopías estériles, por imposibilidad lógica o empírica, nos aboca al desengaño cuando no a situaciones peores. Hay límites absolutos a lo que podemos hacer, saber o concretar. No es el caso de nuestra propuesta de la RB. Los obstáculos a la RB son políticos, como políticos fueron (o son, dependiendo del lugar) los obstáculos al sufragio universal, las vacaciones pagadas, el derecho de huelga, el aborto libre o el matrimonio del mismo sexo. No hay una imposibilidad lógica o empírica a la RB, pero es un objetivo posible que no puede despertar simpatías unánimes. En política, hay que elegir. En política económica también. Y nuestra propuesta de RB es una elección para garantizar la existencia material de la población. Ese objetivo no será nunca bien visto por aquellos que se benefician o incluso disfrutan de que esa existencia no la tenga toda la ciudadanía. Constatarlo es apuntar más razonablemente a las tareas que hagan posible la conquista de la RB. La RB no solamente es deseable, también es factible.”

Si con Jordi y Lluís hemos logrado despejar, para algunas personas interesadas en la RB pero que se quedan paralizadas ante la aparentemente insuperable pregunta de “sí, pero ¿cómo se financia la RB?”, aunque tan solo sea esta confusión, agradeceremos a Eduardo Garzón el haber hecho de catalizador que ha posibilitado tal prodigio. Sería una muestra de que el debate ha tenido una indiscutible utilidad. Y no es la utilidad la característica más frecuente de muchos debates, vamos a seguir llamándolos así, que más bien parecen una colección de patochadas, dislocaciones y dicterios.

Notas:

[1] En Sin Permiso hemos publicado desde hace tiempo artículos sobre fundamentos teóricos del “Estado como empleador de última instancia” o TG, especialmente de Randall Wray, pero como he apuntado, ahora me abstendré del menor comentario al respecto.

[2] Fraude fiscal de los ricos aparte. Ya decíamos en el reiterado estudio que un catedrático de universidad con una retribución anual bruta en 2010 de 54.000 euros formaba parte, según el IRPF, del 5% más rico de la población. Y concluíamos: “Una muestra nada despreciable del mencionado fraude fiscal de la población rica, que repercute negativamente en la financiación de la RB, puesto que al disminuir la parte alta de las rentas, se reduce el montante global que debe redistribuirse, lo que determina un coste más elevado para la población declarante.”

[3] A estas alturas supongo que no es necesario volver una vez más a repetir (pero por si acaso) que en nuestro estudio no detraemos ni un céntimo de euro de la sanidad ni de la educación públicas para financiar la RB. Es más, puestos a ser “realistas”, nuestra propuesta no detrae un céntimo de los que ya recoge el actual IRPF. Más concretamente: “no supone la detracción de ningún otro ingreso público por la vía del IRPF. Es decir, el modelo deberá financiar lo que ya se financia actualmente (sanidad, educación… y todas las demás partidas de gasto público) y además la RB que se propone”.

Daniel Raventós es profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de sinpermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es miembro del comité científico de ATTAC. Su último libro es ¿Qué es la Renta Básica? Preguntas (y respuestas) más frecuentes (El Viejo Topo, 2012).

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Artículo publicado en «Sin Permiso»

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