HAY ALTERNATIVAS (Cap. II)

 LAS SINGULARIDADES DE LA CRISIS ESPAÑOLA

Como ya hemos dicho, para afrontar con éxito un problema económico, como cualquier otro social o personal, es fundamental conocer bien sus causas, los factores que lo han provocado. Por eso también es fundamental conocer los factores singulares que han hecho que la crisis tenga en España un perfil algo distinto y que se haya manifestado aquí con más gravedad que en otros países  de nuestro entorno.
Evidentemente, la crisis que está viviendo la economía española es fruto directo de la crisis financiera internacional. Si ésta no se hubiera producido, nuestra economía no habría llegado a estar en la situación tan delicada en la que se encuentra. Pero, aunque es verdad que nuestra crisis viene de la mano de la internacional, también es cierto que en España había unas condiciones económicas previas muy singulares que han hecho que su efecto haya sido especialmente grave y dañino.

LAS COINCIDENCIAS Y NUESTRAS PARTICULARIDADES
En España se ha dado en los últimos treinta años el mismo proceso de transformación estructural y se han aplicado las mismas recetas neoliberales que en el resto del mundo tal y como hemos explicado en el capítulo anterior. Pero nuestra singularidad es que éstas se han producido, como todos sabemos, en el contexto de un proceso de transición de la dictadura a la democracia que ha matizado, tanto en términos positivos como negativos, los efectos de ese proceso.
El también crecimiento excesivo de la actividad financiera que ha terminado provocando la crisis bancaria se ha producido en nuestro país en los últimos tiempos, pero se ha manifestado con alguna particularidad porque ha coincidido con tres circunstancias particulares:
− Una impresionante burbuja inmobiliaria.
− Un endeudamiento previo y una insuficiencia de ahorro nacional especialmente grandes.
− Una supervisión de las instituciones financieras en cierto modo diferente a las del resto de los países como consecuencia de que ya habían sufrido una crisis muy devastadora años antes.
A continuación analizaremos los efectos que ha provocado el hecho de que España, también en materia de crisis económica, haya sido diferente.

La herencia del franquismo en nuestra economía

El proceso de transformación estructural del neoliberalismo que hemos explicado en el capítulo anterior ha coincidido en España con la salida de la dictadura franquista y con la consolidación de un régimen democrático que no siempre ha podido liberarse por completo de su herencia y eso ha dado a ese proceso un carácter singular debido a los siguientes factores principales.

Debilidad de las clases trabajadoras

La transición, que no fue modélica, se hizo realmente en términos muy favorables a las fuerzas conservadoras que controlaban los aparatos del Estado dictatorial y gran parte de los medios de información y persuasión. La presión popular y muy en especial la agitación social de las clases trabajadoras (el número de huelgas políticas en el periodo 1974-1978 fue el más alto en términos proporcionales de las que hubo en Europa durante los mismos años) fueron responsables del fin de la dictadura; aunque el dictador murió en la cama, la dictadura murió en la calle. Pero aquella agitación social no fue suficiente para forzar una ruptura con el estado anterior, lo que permitió que las derechas de escasa tradición democrática mantuvieran su enorme poder y provocó la debilidad, dentro del Estado, de las fuerzas democráticas y muy en especial de la izquierda (las cuales acababan de salir de la clandestinidad y muchos de sus dirigentes, de las cárceles).
El sindicalismo fue un factor importantísimo en la recuperación de la democracia, pero el dominio conservador en el Estado ha limitado en gran medida su influencia. Una situación que ha sido también acentuada por su división en distintos sindicatos que se han estado basando históricamente en varias tradiciones políticas, división que les ha debilitado frente a unas fuerzas conservadoras, que tanto en el centro como en la periferia han sido siempre muy conscientes de sus intereses de clases actuando de manera unitaria.

Desmesurada influencia política de los grandes grupos empresariales y financieros

Los grandes representantes de los intereses empresariales más poderosos han mantenido gran parte de los mecanismos de protección nacidos en el franquismo, que en realidad fue un régimen orientado a proteger de forma constante al gran empresariado y a la banca mediante su permanente presencia en el poder político 1.
Así, todavía a finales de 2006 sólo una veintena de grandes familias eran propietarias del 20,14 por ciento del capital de las empresas del Ibex-35 y una pequeña élite de 1.400 personas, que representan el 0,0035 por ciento de la población española, controlaba recursos que equivalen al 80,5 por ciento del PIB.
Esta estructura muy oligarquizada 2 de la sociedad y la economía españolas ha sido determinante, como se comentará enseguida, para provocar la burbuja inmobiliaria y el extraordinario endeudamiento que se encuentra en el origen de la crisis que afecta a la economía española.

Instituciones y mercados muy imperfectos
La dictadura nos dejó instituciones tan decisivas como el mercado de trabajo, el sector financiero o el sistema fiscal muy débiles y mal conformadas y no ha sido fácil acomodarlas a la democracia y a la modernidad.
En el mercado laboral ha habido una dureza en las iniciativas empresariales, resultado de una gran patronal acostumbrada a tener una prepotencia que heredó del régimen anterior con escasa adaptabilidad a las exigencias de una economía basada en la cooperación y la colaboración de los agentes sociales. Temas hoy aceptados en los mercados laborales europeos como, por ejemplo, cogestión empresarial, han sido desechados como impracticables. Y la solución del elevado desempleo ha sido siempre, por parte de la gran patronal, facilitar el despido, lo cual ha creado resistencias comprensibles del movimiento sindical.
En el sector financiero ha prevalecido una articulación excesivamente protegida y privilegiada que ha permitido que la banca mantenga un poder y una influencia sobre el conjunto de la economía y las instituciones muy desproporcionado en comparación con el de los países de nuestro entorno.
Finalmente, y a pesar de las reformas de los inicios de la democracia, el sistema fiscal no ha podido quitarse de encima el histórico rechazo de las clases pudientes españolas hacia los impuestos, lo que ha dado lugar a que el sistema haya evolucionado hacia la regresividad y la insuficiencia justo cuando más necesario hubiera sido alcanzar dosis elevadas de equidad, eficiencia y suficiencia.

Déficit social 3
Otra herencia del franquismo fue la escasa dotación de recursos para la protección social y la gran debilidad de las estructuras del bienestar colectivo. Aunque los pactos de la transición y el relativamente rápido acceso al gobierno del partido socialista permitieron ampliar estructuras de bienestar de gran alcance, en ningún momento han dispuesto de la financiación que hubiera sido necesaria para garantizarles su consolidación. Y esta insuficiencia es la que provoca la idea tan generalizada de que nuestro sistema de servicios públicos funciona mal y que hay que revisarlo.
Hay que tener en cuenta que la dictadura no sólo fue un régimen políticamente represor de las libertades sino también profundamente regresivo en materia de derechos sociales y protección social, de modo que al morir el dictador España se encontraba muy por debajo de los estándares europeos de bienestar social, arrastrando déficits muy considerables en materia educativa, de innovación, en protección social o en infraestructuras y capital colectivos, como analizaremos con más detalle en otro capítulo.
De hecho puede decirse que el Estado del Bienestar (educación y salud universal, protección a las familias, al desempleo…) era muy pobre en España en 1975, cuando murió Franco, así que los primeros gobiernos de la democracia tuvieron que articular esas estructuras de bienestar justo en una coyuntura marcada por las restricciones presupuestarias, por la imposición de una lectura ultraliberal de la política económica en todos los espacios internacionales y con una fuerte presión ideológica en este sentido dentro y fuera del país.

Débil y traumática vinculación de la economía española con el exterior
La economía española se fue abriendo al exterior a partir de 1959, en plena dictadura, pero lo hizo de modo muy dependiente y condicionado por el predominio de un modelo productivo atrasado y que sólo resultaba competitivo mediante los bajos salarios y los favores administrativos que la dictadura ofrecía con generosidad a grandes empresas y multinacionales. En esas condiciones nuestro equilibrio exterior dependía de la entrada de divisas que proporcionaba la creciente especialización en la oferta de servicios turísticos. Y puesto que esta vía resultaba a la postre insuficiente había que recurrir periódicamente a la devaluación de la moneda 4.
La llegada de la democracia coincidió también con una nueva fase de apertura al exterior que hubo que afrontar sin haber podido consolidar con anterioridad un modelo productivo sustancialmente distinto al de la dictadura. Por ello, la incorporación primero a la Comunidad Europea y más tarde a la unión monetaria supusieron también un impacto muy grande en nuestra economía. Podríamos decir que tuvimos que ponernos un traje de otra talla sin haber cambiado antes nuestro tamaño y eso tuvo efectos desiguales. Por un lado, hizo posible que la economía y la sociedad españolas disfrutaran de una entrada de fondos muy importantes que han permitido consolidar estructuras de bienestar y una gran dotación de recursos (disfrutamos de un traje nuevo). Pero, por otro, ha puesto en manos del capital extranjero los mejores activos de nuestra economía, hasta el punto de que el capital español ha desaparecido de sectores enteros, algunos de ellos de gran importancia estratégica (el traje nuevo no nos sentaba bien porque no era de nuestra talla). Y además ha limitado casi totalmente la capacidad de maniobra interna al someter la política económica nacional a los dictados de las decisiones dominantes en Europa que lógicamente responden más bien a los intereses empresariales de los países más poderosos, Alemania y Francia. Todo ello ha consolidado el modelo productivo tradicional dependiente y muy poco competitivo.
En particular, la entrada de España en la Zona Euro impide que el ajuste exterior al que obliga nuestra escasa competitividad se pueda llevar a cabo a través de la devaluación como se había hecho tradicionalmente.
Podríamos haber resuelto ese problema especializándonos en otro tipo de actividades y mejorando nuestra calidad y nuestra productividad. Pero eso hubiera requerido políticas públicas más potentes e impuestos más altos. Algo que nunca desearon las grandes empresas que han querido competir en los mercados internacionales y que optaron, por el contrario, por competir bajando los salarios. Pero, a pesar de que éstos han sufrido un proceso constante de contención (España es el único país de la OCDE en donde no se produjo crecimiento real de los salarios entre 1995 y 2005), esta vía de ajuste ha sido insuficiente para proporcionarnos bastantes ingresos (porque como veremos en otro capítulo es una vía empobrecedora) y eso dio lugar a que el déficit exterior de España se haya disparado en los
últimos años hasta llegar a ser el más alto del mundo en términos relativos.

Gran desigualdad
Finalmente hay que subrayar que de la dictadura que rigió en España de 1938 a 1978 se heredó igualmente una gran desigualdad, tanto entre territorios como entre personas, como consecuencia no sólo de la carencia de políticas y estructuras redistributivas, sino sobre todo de la carencia de capital social dedicado a la formación y la innovación, del predominio de un modelo productivo dependiente y desvertebrado y de la propia ausencia de democracia.
En definitiva, podríamos decir que la dictadura nos dejó de herencia una economía y una sociedad muy sometidas a grupos de interés económico y financiero muy reducidos pero muy poderosos, y un tejido productivo demasiado débil también dominado por grandes empresas y bancos con una influencia política conquistada en la dictadura pero que han logrado mantener casi hasta la actualidad. Basta ver, por ejemplo, que los grandes apellidos de la vida económica, banqueros y empresarios, los que ahora cita el presidente Zapatero para pedirle ayuda frente a la crisis o los que van a ver al Rey para proponerle sus soluciones, son prácticamente los mismos del franquismo, o que los mayores perceptores de ayudas agrarias de la Unión Europea en España siguen siendo la familia Mora-Figueroa Domecq, la duquesa de Alba, el duque del Infantado o la Compañía de Jesús…

EL MODELO PRODUCTIVO QUE DA LUGAR A LA CRISIS
Las circunstancias y los factores que acabamos de mencionar constituyen residuos de la atrasada y corporativizada economía del franquismo que todavía no han desaparecido del todo de la economía española actual y que incluso, en algunos casos se han agudizado en la democracia como consecuencia de la aplicación sin contrapesos de las políticas neoliberales.
Esto es lo que ha ocurrido desde 1993, fecha que inició el proceso de integración de España en la Unión Europea, con la reducción del gasto público social por habitante, primero (1993-1995) en términos absolutos y después (1996-2004) en términos proporcionales, creciendo el gasto público social en niveles más bajos que en el promedio de la UE-15, con lo cual el déficit de gasto público social de España con el promedio de la UE-15 aumentó considerablemente durante el periodo 1993-2004.
El euro se estableció en España a costa de su Estado del Bienestar, pues la reducción del déficit del estado se realizó primordialmente a base de transferir los fondos que hubieran ido a cubrir el déficit social, a reducir el déficit del Estado.
Finalmente las privatizaciones de empresas públicas han fortalecido el carácter oligárquico de nuestra estructura empresarial (pues en su mayor parte fueron a parar a los grupos privados de por sí ya más poderosos) o con la especialización de la actividad económica en torno a los sectores de las finanzas y la construcción gracias a la estrecha vinculación, que viene de los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, entre el poder político, los banqueros y los constructores y promotores inmobiliarios.
Y, para colmo, sin que esas privatizaciones hayan producido ninguna «mejora significativa en la rentabilidad, en la eficiencia, en el volumen de ventas y de inversión, ni cambios significativos en el nivel de endeudamiento o en el empleo» en las empresas que se privatizaron 5.
España se ha modernizado y se ha democratizado en estos últimos treinta años pero lo ha hecho manteniendo estructuras de poder muy asimétrico que a la postre no han permitido, por ejemplo, que se dediquen a financiar el bienestar los recursos necesarios. La economía española se ha debido incorporar a las condiciones generales que impone la globalización neoliberal y para ello se ha puesto a disposición de los capitales extranjeros que mediante la adquisición de numerosas empresas y el control de los canales de distribución han llegado a tener una posición de gran predominio en los sectores más decisivos de nuestra economía.
Pero, al mismo tiempo, no ha llegado a los estándares de bienestar y de protección que alcanzaron en su momento los países a cuyos niveles ha tenido que homologarse en poco tiempo.
Esa es la situación que uno de nosotros, Vicenç Navarro, ha caracterizado como de «bienestar insuficiente, democracia incompleta», que es causa y a su vez consecuencia de la combinación de todos esos factores y que en su vértice se traducen en un equilibrio de poder muy asimétrico entre las clases sociales 6.
Todos esos factores han consolidado un modelo productivo y de desarrollo socioeconómico que es el que está estallando ante nosotros coincidiendo con la crisis financiera mundial, cuyas principales características se podrían resumir en las siguientes.

Economía poco productiva y de poco valor añadido

La utilización más intensiva de la mano de obra se utiliza en actividades con muy poca innovación y de escaso valor añadido como principalmente la construcción, las vinculadas al turismo y los servicios.
Esta especialización está unida, a su vez, a otros factores que resultan también claramente determinantes de la situación en la que la economía española ha hecho frente a la crisis actual.
En primer lugar, un déficit histórico en recursos humanos cualificados y en formación que aún no se ha resuelto, como pone de relieve, por ejemplo, que en España sólo tengan educación secundaria completada, equivalente a bachiller o formación profesional, el 62 por ciento de los jóvenes de edades comprendidas entre 25 y 34 años frente a un 80 por ciento de media en los países europeos. Un factor que, unido al atraso que igualmente se sufre en inversión en I+D+i, provoca que la productividad del trabajo en España se haya mantenido prácticamente estancada en los últimos quince años.
En segundo lugar, un incremento muy importante de las mujeres en el mercado laboral que ha hecho que su tasa de actividad aumenta desde el 45,1 por ciento de 1996 al 60,2 por ciento en 2006 pero que, al no ir acompañado de suficientes políticas de igualdad y mecanismos legales efectivos contra la discriminación, ha provocado un descenso en el nivel salarial medio. Un fenómeno que, al añadirse a la entrada masiva de población inmigrante en los últimos años, ha permitido mantener los salarios en niveles excepcionalmente bajos, lo que ha incentivado el uso más intensivo y poco productivo de la mano de obra.
En tercer lugar, un mercado de trabajo en donde la asimetría a la que antes hicimos referencia ha propiciado unas condiciones de contratación muy favorables al gran empresariado y que se traduce sobre todo en una alta temporalidad (superior al 30 por ciento durante largos periodos) que explica los grandes vaivenes que el volumen de empleo y la tasa de desocupación sufren a lo largo del ciclo.
Así, España ha pasado casi sin solución de continuidad de crear 2,3 millones de empleos en 2004-2006 y estar a la cabeza de la creación de puestos de trabajo en Europa, a perder cientos de miles en unos pocos meses, algo que no es sólo característico de esta última crisis puesto que ya sucedió igualmente en la de 1992-1993 cuando en sólo dieciocho meses (desde julio de 1992 hasta diciembre de 1993) se destruyeron 734.000 puestos de trabajo.
En cuarto lugar, una gran dependencia del capital público y en concreto de decisiones políticas vinculadas a la inversión en infraestructuras, a la política de suelo y urbanística, así como de las facilidades fiscales y a la financiación externa al sector.
Los auges de la construcción en España han estado vinculados siempre a una fuerte complicidad y participación del sector público. En la primera etapa de gran expansión (1987-1992) fue el endeudamiento público y la potenciación desde el Estado de la obra pública en infraestructuras los que permitieron su expansión vertiginosa y en la última fase de crecimiento desorbitado hasta 2006-2007 gracias al endeudamiento privado y la construcción residencial. Y, en ambos casos, gracias a una legislación favorable cuidadosa y estratégicamente prediseñada y a privilegios fiscales de los que no se ha podido gozar casi en ningún otro tipo de actividad.

Pérdida de poder adquisitivo de los salarios y debilidad del mercado interno

En los últimos años se han ido aplicando políticas de contención salarial con la excusa de ser más competitivos y de luchar contra la subida de precios y de crear empleo.
Así, mientras que en 1960 la participación de los salarios en el PIB (al coste de los factores) era del 68 por ciento y en 1976 alcanzaba su máximo en los últimos 35 años con un 73,63 por ciento, en 2008 la participación descendió hasta un 60,21 por ciento. España es el único país de la OCDE en donde los salarios reales no han crecido en los últimos quince años.
Esta pérdida de peso de los salarios ha provocado que España sea uno de los países con mayor desigualdad de Europa y ha tenido además dos grandes efectos que hay que corregir para salir bien de la crisis.
Por un lado, ha debilitado mucho el mercado interior porque éste depende del gasto que se realice. Y con salarios a la baja el gasto lógicamente se resiente, lo que afecta sobre todo a las empresas pequeñas y medianas, puesto que las grandes siempre pueden acudir al gasto de otros países. Y como estas pequeñas y medianas empresas son las que crean casi el 80 por ciento del empleo, resulta que salarios más bajos han ido acompañados al final de menos empleo.
Por otro lado, cuando los ingresos salariales son bajos y las pequeñas y medianas empresas tienen dificultades porque no hay gasto suficiente, lo que ocurre es que aumenta el endeudamiento.
Eso les viene muy bien a los bancos, porque su negocio es precisamente ofrecer créditos, y por eso piden siempre políticas de contención salarial, pero le viene muy mal a la economía en su conjunto.
Y no es casualidad ni mucho menos que España sea, al mismo tiempo, el país en donde no han subido los salarios reales y el que ha registrado un incremento más vertiginoso del endeudamiento privado, que ha llegado a representar el 150,4 por ciento de la renta disponible neta, y una reducción correlativa del ahorro que ha llegado a situarse en tan sólo un 11 por ciento de dicha renta. En los diez años anteriores al estallido de la crisis el endeudamiento de las familias en relación a su renta disponible y el de las empresas en relación a su excedente bruto de explotación casi se ha triplicado.
Y hay que dejar claro que este endeudamiento no se debe, como a veces se dice, a que los españoles hayamos vivido «por encima de nuestras posibilidades» sino a que los salarios han estado por debajo de nuestras necesidades.

Crecimiento de la deuda privada y demonización de la pública

Un fenómeno curioso que se ha producido en los últimos años en España es que mientras que se impulsaba y facilitaba el endeudamiento privado y nadie ponía objeciones a ellos se ponían todo tipo de pegas y frenos al del Estado.
Esto es algo que debería resultar sorprendente porque el endeudamiento público aporta mucha más riqueza y menos riesgos que el privado. En España el endeudamiento público se ha destinado normalmente a crear capital social y estructuras de bienestar colectivas mientras que el privado se ha concentrado en la adquisición o rehabilitación de viviendas (75 por ciento), muy poco en el consumo (12 por ciento) y casi nada en la actividad productiva (6 por ciento).
Las consecuencias de haber actuado «al revés» en este campo son muy importantes y de muy diversa naturaleza: al limitar la financiación pública se ha mantenido e incluso acrecentado el déficit social español y el relativo a la investigación y la ciencia, y al apoyar al privado vinculado a la construcción se ha propiciado que los mayores ingresos de la actividad económica hayan sido los recibidos por la banca y por los promotores y constructores inmobiliarios. Es decir, no sólo ha hecho que la economía española sea más injusta sino también más ineficiente. Y además una deuda tan extraordinaria ha creado una auténtica esclavitud para millones de familias que sin duda explica en gran medida la desmovilización social, la sumisión y la falta de respuestas a la pérdida relativa de bienestar que padecen las clases trabajadoras.

Deterioro ambiental

Por otro lado, el modelo productivo español, debido a su especialización productiva en torno a la construcción y al turismo y a la gran influencia política que tienen los promotores y grandes empresarios, es un gran productor de daños medioambientales, despilfarrador de recursos naturales y generador de residuos que suponen un coste social y económico extraordinario pero que no se tiene en cuenta a la hora de valorar su verdadero alcance. 7

Dependencia del ciclo
Finalmente nuestro modelo resulta también muy indefenso ante los avatares del ciclo económico. Eso quiere decir que, cuando las cosas van bien, aquí van mejor que en ningún sitio, pero que, cuando mal, aquí van mucho peor. Y el balance total suele ser negativo.
Esto es debido a otra serie de factores que también hacen que nuestro modelo económico sea muy frágil y que podemos resumir en los siguientes:

1. En contra de lo que dicen los economistas neoliberales, en España existe una gran precariedad laboral y gran facilidad para aumentar y reducir plantillas, como prueba que en la actual etapa de pérdida de empleo más del 80 por ciento de los puestos de trabajo destruidos lo hayan sido al margen de los expedientes administrativos de regulación de empleo. Y eso hace que los empresarios prefieran actuar contratando mucho en épocas buenas pero también despidiendo abundantemente en las malas. Si el trabajo fuera un factor más valioso y costoso, los empresarios estarían mucho más motivados para invertir en mejoras de productividad y calidad que les evitaran incurrir en los costes de despedir o de cerrar su actividad.
2. La dependencia del capital extranjero que, como hemos señalado antes, se ha hecho con la inmensa totalidad de los activos principales de la economía española ha provocado que las empresas dominadas por él se dirijan desde el exterior y que respondan a intereses y estrategias de rentabilización ajenas a la dinámica propia de la economía española. Así, en cuanto empeora la situación fuera, esos capitales responden enseguida en España, incluso aunque aquí la situación no se haya deteriorado.
3. El escaso peso de la actividad industrial y, por el contrario, el excesivo de las actividades que son más vulnerables ante los cambios coyunturales en la demanda.
4. La gran influencia del sector bancario que es conservador por excelencia y siempre se adelanta a las fases del ciclo, lo que agrava este efecto al trasladarlo al conjunto de la economía, pues la renta familiar y la actividad de los hogares y de las empresas dependen de su estrategia.
5. La disminución en la autonomía para poner en marcha y ejecutar políticas de estabilización macroeconómica como consecuencia de la globalización y de la pertenencia a la unión monetaria impide que el gobierno pueda hacer frente con eficacia a los efectos perturbadores del ciclo, a pesar de que su economía esté expuesta más cruda y directamente a todos ellos.

LA ETAPA DE EXAGERACIÓN, EL ESTALLIDO DE LA CRISIS Y LA RECESIÓN
Las debilidades del modelo de crecimiento que acabamos de señalar son las que nos permiten afirmar que los problemas que viene padeciendo la economía española desde 2007 no son sólo
el resultado del impacto externo provocado por la difusión de las hipotecas basura desde Estados Unidos, ni sólo de sus secuelas sobre el conjunto de la economía mundial.
Por supuesto ese impacto ha existido y ha tenido una influencia notable por razones muy diversas:
1. Porque la banca española tiene una gran integración con la internacional y hubiera sido siempre inevitable que le afectara la situación de insolvencia generalizada que se ha producido.
2. Porque la economía española es muy sensible, como hemos señalado, a la demanda externa que se ha visto afectada gravemente como consecuencia de la situación financiera.
3. Porque la confianza es un elemento fundamental en las relaciones económicas y en los últimos tiempos se ha visto limitada como consecuencia de nuestro altísimo nivel de endeudamiento.
4. Porque tratándose de una crisis sistémica y global es realmente imposible que algún país pueda presenciarla de lejos y sin verse más o menos afectado por sus consecuencias de todo tipo. Pero, siendo así, lo cierto es que la economía española venía dando señales de peligro desde antes de que estallara la crisis de las hipotecas basura, como demuestra el hecho de que la oferta de crédito ya hubiera comenzado a caer en 2006.
Lo que ha sucedido en España es que en los últimos cuatro o cinco años anteriores al estallido de la crisis internacional se exageraron de tal modo los rasgos de inestabilidad e insostenibilidad del modelo productivo que éste no pudo sino saltar por los aires y lo ha hecho, lógicamente, coincidiendo con la etapa de mayor debilidad estructural, cuando arreciaba la crisis internacional.
Ese estallido se produjo al hacerse insostenibles varias de las circunstancias que ya hemos mencionado:
1. El exceso de liquidez provocado por el crecimiento desorbitado de la deuda.
2. El imposible mantenimiento de la dinámica al alza de los precios de la vivienda y el subsiguiente estallido de la burbuja inmobiliaria.
3. La imposibilidad de controlar el desequilibrio exterior cuando se ha generalizado una gran pérdida de confianza de los mercados externos.
4. La presencia pertinaz y en incremento de la desigualdad que deteriora de forma progresiva los mercados internos.
5. La actitud permisiva de las autoridades monetarias con todo lo anterior.
6. La despreocupación de los gobiernos de Aznar y Rodríguez Zapatero frente a los factores de insostenibilidad del modelo basado en el ladrillo a pesar de que se estaban haciendo evidentes desde hacía tiempo.
7. La lamentable gestión gubernamental de los inicios de la crisis cuando Zapatero se empeñaba en negarla, seguramente guiado por sus asesores liberales que confiaban ciegamente en la capacidad autorreguladora de los mercados, lo que hizo perder un tiempo precioso para actuar contra ella.

El gran negocio de la banca española nos salió demasiado caro

El periodo de generosa liquidez del que habían disfrutado todas las economías tuvo en España una expresión mucho más exagerada precisamente porque su modelo productivo estaba centrado en torno a actividades que se desarrollaban al amparo de la deuda. Y porque el gran poder del que disponen los bancos en España les ha permitido multiplicar el negocio sin que en la práctica hayan tenido limitaciones efectivas por parte del Banco de España, que, a pesar de la fama de buen supervisor, lo cierto es que ha dejado crecer una deuda a todas luces desproporcionada e indigerible por la economía española 8.
Así, el crédito total a residentes pasó de 701.663 millones de euros en 2002 a 1,8 billones en 2008, un incremento gigantesco de la deuda (o, lo que es igual, del negocio de la banca) que en un 70 por ciento fue dirigido hacia la construcción o sus actividades colindantes; es decir, a alimentar la burbuja inmobiliaria que se formaba en el proceso de constante revalorización de inmuebles.
La exageración de este proceso se pone de relieve considerando que el endeudamiento neto de la economía española, de las administraciones públicas y del sector privado había aumentado un 82 por ciento entre 1999 y 2003 y que desde entonces hasta 2007 lo hizo un 243 por ciento 9. El crédito total destinado a la actividad productiva se multiplicó entre 2000 y 2007 por 3,1, el dirigido a la industria por 1,8, el de la construcción por 3,6 y el dirigido a la actividad inmobiliaria por 9. Y en 2008 el crédito a la construcción y a las actividades inmobiliarias representaba el 47 por ciento del total cuando en 2000 sólo era el 25 por ciento.
Para mantener en pie este impresionante negocio (que en paralelo ha situado a la banca española a la cabeza de la rentabilidad bancaria de todo el mundo) los bancos españoles han tenido que recurrir al mismo tiempo a un alto nivel de endeudamiento. Sobre todo porque en la última etapa de exageración el volumen de depósitos no ha crecido a la vez que la oferta de crédito: en 2000 la banca española recibía 1,43 euros en depósitos por cada euro que concedía a crédito mientras que en 2007 sólo recibía 0,76 euros.
Para financiar todo eso la banca española ha tenido que recurrir cada vez más a la financiación interbancaria internacional y especialmente europea por un total que, según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional, ha pasado de 78.000 millones de euros a 428.000 en el último periodo de gran liquidez previo al estallido de la burbuja. Y eso es lo que hace que ahora esos bancos acreedores de los españoles, principalmente franceses y sobre todo alemanes, tengan tanto interés en provocar el «rescate» de España; es decir, de ellos mismos, como ya han hecho en Grecia, Irlanda o Portugal.

Los mismos de siempre se llevaron el gato al agua

El sobreendeudamiento y el gigantesco incremento de la liquidez en esta última fase también han estado necesariamente vinculados al incremento de la desigualdad que de igual manera podría calificarse de exagerada en esta última etapa. En un periodo de alto crecimiento, es decir, cuando el modelo se ha mostrado funcionando más intensivamente, la desigualdad ha aumentado de forma notable. Según la Encuesta Financiera de las Familias del Banco de España 10 sólo entre 2002 y 2005 la renta media correspondiente al 20 por ciento más pobre de los hogares de España se redujo en un 23,6 por ciento mientras que la renta media del 10 por ciento más rico se incrementó más de un 15 por ciento.
Y del efecto intensivamente demoledor de la deuda inmobiliaria sobre la demanda y el mercado (aunque también sobre la rentabilidad bancaria) da idea el hecho de que, según esta misma encuesta del Banco de España, en 2002 un 42,5 por ciento de las familias tenían que dedicar más del 40 por ciento de su renta a pagar las deudas contraídas para pagar su vivienda mientras que en 2005 ese porcentaje se había disparado hasta el 70,9 por ciento de los hogares.
En relación con esta última etapa un informe de Comisiones Obreras revela que desde 2002 hasta 2007 los dividendos empresariales han aumentado una media del 30 por ciento anual y que, al mismo tiempo, sólo entre 2005 y 2007, el porcentaje de trabajadores que ganan menos de 18.500 euros ha aumentado del 57,8 al 60 por ciento, el de los que ganan entre 18.500 euros y 24.000 ha bajado del 38,5 al 36,35 por ciento, y el resto se ha mantenido prácticamente igual 11. Dicho sindicato también resaltó que «si hace veinte años la diferencia salarial entre máximos directivos y puestos con menores salarios era de 10 o 20 veces superior, hoy aumenta hasta 100 o 200 veces, sin incluir salarios en especie, pólizas de seguro, fondos de pensiones, etcétera».
Por su parte, el Consejo Económico y Social mostraba en su Memoria de 2007 que mientras que en 2006 la retribución del trabajo creció un 3,4 por ciento, los beneficios de las sociedades que cotizan en Bolsa lo hicieron por encima del 26,6 por ciento.

El papel de las autoridades

Tal y como ha ocurrido en el resto del mundo, también en España las autoridades han tenido una gran corresponsabilidad en el estallido de la crisis.
El Banco de España ha mantenido condiciones de mayor precaución en cuanto a los procedimientos en que se ha llevado a cabo la titulización. Pero vigilando ese peligro ha desatendido el que ha resultado ser el más auténtico y lo que constituía la amenaza más grave y finalmente materializada sobre la economía española: el volumen de deuda tan peligroso que han generado los bancos.
Al dejar hacer, el Banco de España, como los demás bancos centrales, han cerrado los ojos ante el crecimiento de una burbuja inmobiliaria a todas luces causante de buena parte de los problemas que ahora tenemos. Y, por supuesto, la máxima autoridad monetaria y supervisora bancaria ha dejado que el comportamiento de la banca española haya sido claramente irresponsable al sobrefinanciar la actividad económica, concediendo habitualmente préstamos hipotecarios a más del cien por cien del valor de las viviendas que se hipotecaban o, actuando al margen de toda lógica financiera y económica, financiando al cien por cien, como se ha demostrado en las suspensiones de pagos, la inversión de las empresas.
Y, en todo caso, no se puede olvidar que si la situación de las entidades financieras españolas ha podido ser calificada como ejemplar y libre de problemas ha sido en buena parte porque los bancos centrales han permitido que se apliquen normas contables y de valoración encaminadas a disimular su verdadero estado patrimonial, concretamente permitiendo que las entidades valoren a precio de adquisición y no de mercado sus instrumentos financieros para ocultar así una buena parte de las pérdidas que hayan podido sufrir.
Ya en plena crisis, el Banco de España se ha mostrado impotente o inactivo a la hora de conseguir que los recursos públicos que recibían los bancos se derivaran, como se supone que hubiera debido ocurrir, a los mercados o de evitar el mayor racionamiento de crédito que la banca española ha impuesto a empresas y consumidores.
En cualquier caso, el Banco de España no ha sido la única autoridad que al dejar hacer ha coadyuvado decisivamente a que la crisis tenga en España esta dimensión y este carácter singularizados.
Los gobiernos sucesivos, tanto del Partido Popular como del Partido Socialista, han aplicado las medidas legales y fiscales que han dado alas a la burbuja inmobiliaria (como la aprobación de la Ley del Suelo del PP, auténtico banderazo de salida para la apoteosis de la especulación inmobiliaria) y han mantenido una actitud completamente ajena y desprevenida sobre los riesgos que se estaban acumulando.
El informe económico de la Presidencia del Gobierno de 2007 (p. 44) quizá sea una manifestación clara de la imprevisión y del despiste con que se ha actuado frente a una crisis que se estaba ya anunciando por multitud de analistas: «El riesgo de una desaceleración brusca como consecuencia de comportamiento del mercado hipotecario norteamericano o del déficit por cuenta corriente de Estados Unidos es bastante reducido».
Y dirigentes de ambos gobiernos, como el gobernador del Banco de España a propuesta del Partido Popular, Jaime Caruana, o el ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, hicieron oídos sordos a la denuncia de los inspectores del Banco de España que en una carta a ambos les advirtieron del riesgo que suponía dejar que aumentara el endeudamiento que estaba generando en beneficio propio la banca española.

Y, por si faltaba algo, el estallido de la deuda soberana

Como otros países, España hizo un gran esfuerzo presupuestario para hacer frente a la crisis, para ayudar a los bancos y para financiar un ambicioso plan de apoyo. Pero, como la crisis mermaba los ingresos públicos, resultó que en muy poco tiempo se multiplicó el déficit público y aumentó la deuda del Estado.
A diferencia de lo que ocurrió en Estados Unidos, el Banco Central Europeo decidió que no financiaría a los gobiernos (al final tuvo que hacerlo para evitar que se hundiera toda la economía europea y el propio euro, pero lo hizo tarde, de forma improvisada, casi clandestina e insuficiente, de modo que no se eliminó el problema de fondo) y eso los obligó a ponerse en manos de los «mercados» (en realidad, de los bancos y de los grandes grupos inversores que compran su deuda). Éstos aprovecharon la ocasión para extorsionarlos e imponerles reformas que las patronales venían reclamando desde hacía años: en el mercado de trabajo, en el sistema de pensiones y poco a poco privatizando servicios públicos.
Ninguna de estas reformas tiene relación con el origen de la crisis, forma parte de las mentiras con que se le ha dado respuesta pero lo que han producido, en lugar de mejorar la situación económica, es su empeoramiento, lo que dificulta aún más la creación de empleo y provoca un nuevo problema a la economía española que puede terminar siendo intervenida, como la griega, la irlandesa o la portuguesa para «rescatarla», aunque eso en realidad significa rescatar a los bancos para que puedan pagar a sus acreedores alemanes o franceses.

Muchas crisis en una y una gran crisis con muchas caras

En resumen, la debilidad del mercado interno, la carencia de resortes endógenos potentes que no fueran la construcción y el endeudamiento que hubieran podido servir como motores de la actividad económica, la dependencia de la financiación externa, el problema estructural de precios que padece la economía española y el déficit exterior desmesurado habían ido dejando a la economía española sin apenas capacidad de respuesta cuando se comenzaron a producir, casi al mismo tiempo, amenazas externas e internas.
Es difícil considerar si el detonante inicial de los problemas en España fue la crisis financiera importada del exterior, el estallido de la burbuja inmobiliaria que ya se había producido un poco antes o la combinación de ambas circunstancias. Pero lo que sí parece fuera de toda duda es que el modo en que venía funcionando la economía española habría terminado por provocar la crisis que se ha producido con independencia de que hubiera estallado o no la de las hipotecas basura con todas sus secuelas.
Y eso significa que es una ilusión tratar de salir de la crisis sin abordar estos males estructurales de nuestra economía.

1. Véanse las obras de Mariano Sánchez, Ricos por la patria. Grandes magnates de la dictadura, altos financieros de la democracia, Plaza & Janés, Madrid, 2001; Ricos por la guerra de España, Raíces, Madrid, 2007.

2. Iago Santos Castroviejo, Una aproximación a la red social de la élite del poder económico en España, ponencia presentada a las XI Jornadas de Economía Crítica, 28 de marzo de 2008.

3. Véase la obra de Vicenç Navarro, El subdesarrollo social de España, Anagrama, 2006.

4. La devaluación es la decisión tomada por el gobierno de bajar el precio de una moneda en relación con alguna otra. Se suele tomar cuando hay un déficit exterior muy grande e insoportable, es decir, cuando hay que hacer pagos al exterior muy por encima de los ingresos que se reciben. Al devaluar, los productos nacionales se abaratan y de esa manera se supone que se pueden vender con mayor facilidad y, por tanto, aumentan los ingresos. Y como, al mismo tiempo, la devaluación hace que los productos del exterior sean más caros, disminuyen también los pagos internacionales. El efecto de
ambos procesos es que, gracias a la devaluación, mejora la balanza del país con el exterior.

5. Así lo han demostrado, entre otros, Laura Cabeza y Silvia Gómez Ansón en su trabajo «Los procesos de privatización en España: determinantes e implicaciones de la eficiencia empresarial», Estudios de economía aplicada, vol. 27-2, 2009, p. 20.

6. Véase Vicenç Navarro, Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país, Anagrama, Barcelona, 2002.

7. Véase José María Naredo, «La cara oculta de la crisis. El fin del boom inmobiliario y sus consecuencias», en Revista de Economía Crítica, núm. 7, 2009, pp. 118-133.

8. El poder de la banca y también del lobby inmobiliario y su maridaje con el poder político en los últimos años se ha manifestado de modos muy evidentes: la poderosa Oficina Económica del Gobierno ha estado nutrida de economistas procedentes en su gran mayoría de servicios de estudios de bancos privados, uno de sus directores salió directamente a trabajar como presidente de la patronal de grandes constructoras, un antiguo gobernador del Banco de España terminó en el Consejo de Administración de uno de los grandes bancos, otro en el Fondo Monetario Internacional y un subgobernador
presidiendo la patronal bancaria.
Otra prueba singular del gran poder político de los grandes empresarios y financieros y de su connivencia con las autoridades fue la mostrada por la entonces secretaria de Estado de Justicia, María Teresa Fernández de la Vega, con el presidente del Banco de Santander, Emilio Botín. Según informó el diario El País, impidió que se lo juzgara en un caso en el que el fiscal le pedía nada menos que 170 años de cárcel ordenando en una carta «que se cursaran al abogado del Estado «instrucciones» sobre su actuación en el caso de las cesiones de crédito», concretamente pidiendo que no se dirigiera «acción penal alguna por presunto delito contra la Hacienda Pública, contra la citada entidad bancaria o sus representantes» («Rato atribuye la decisión de no perseguir a Vega», El País, 27 de mayo de 2008).
Gracias a su intervención Botín no fue juzgado, según informó la web de El Confidencial el 21 de septiembre de 2006, a pesar de que «durante los años 1988 y 1989 el Santander manejó cerca de medio billón de pesetas de dinero negro, que provenía de fuentes financieras más o menos inconfesables […] El banco entregó al Fisco información falsa sobre 9.566 operaciones formalizadas que representaban 145.120 millones de pesetas. […] A tal efecto no dudó en declarar como titulares de las cesiones a personas fallecidas, emigrantes no residentes en España, ancianos desvalidos, trabajadores en paro, familiares de empleados del banco, antiguos clientes que ya no mantenían relación alguna con la entidad, etcétera».

9. Los datos que se mencionan a continuación sobre la oferta bancaria de créditos proceden, salvo que se indique lo contrario, de los boletines estadísticos del Banco de España.

10. En su Boletín Económico núm. 37 de diciembre de 2007 o en su web.
11. Sobre la evolución de salarios y excedente véase Costas 2006; Gil, Orti y Santiago 2008, y Martín 2007.

HAY ALTERNATIVAS

Capítulo I

LAS CAUSAS DE LA CRISIS MUNDIAL

Para tratar de resolver cualquier tipo de problema hay que empezar por conocer las causas que lo han provocado. Hacer un buen diagnóstico de los males que aquejan a un paciente es el primer paso para sanarlo, e igualmente ocurre en el campo económico.
Los que afectan en estos momentos al que pretendemos explorar, la economía española, son fáciles de detectar y en realidad comunes a los que han sufrido o sufren otros muchos países como consecuencia de la crisis: un incremento  extraordinario del número de personas en paro, el hundimiento de sectores enteros de la economía, la quiebra de miles de empresas o gobiernos que se han tenido que endeudar hasta niveles muy preocupantes para tratar de aliviar todo eso, entre otros.

Éstos son los problemas que tenemos que resolver pero para conseguirlo lo más importante es conocer bien sus causas.

LA GRAN RECESIÓN
A estas alturas casi todo el mundo sabe que la causa más inmediata de todo ello fue que bancos estadounidenses difundieron por todo el sistema financiero internacional, como una inversión muy atractiva y rentable, miles de productos financieros derivados de contratos hipotecarios que, cuando la economía se empezó a venir abajo, resultaron ser en realidad simple basura financiera que hizo quebrar a los bancos y a los inversores que los habían adquirido.

Cuando eso ocurrió, los bancos dejaron de conceder créditos y enseguida las empresas y los consumidores que dependen de esa financiación no pudieron seguir produciendo o comprando, lo que provocó una gran caída de la actividad económica y el aumento del paro, lo cual llegó a ser calificado como la Gran Recesión.
Los gobiernos inyectaron entonces miles de millones para salvar a los bancos creyendo que así se lograría que volvieran a dar crédito y llevaron a cabo planes de gasto multimillonarios para evitar que no cayera más el empleo y que no se siguieran cerrando empresas.
Pero bien porque fuese insuficiente, bien porque los bancos utilizaron el dinero para otra cosa, lo veremos enseguida, lo cierto es que lo único que se consiguió con ello fue aliviar o frenar un poco la parálisis económica que se había provocado pero no resolver completamente la situación.
El resultado fue que al disminuir la actividad cayó la recaudación de ingresos y que el gasto de los gobiernos se multiplicó, así que los déficits se dispararon y la deuda subió de forma acelerada.
Los bancos que habían provocado la crisis aprovecharon la necesidad de financiación de los gobiernos y entonces sí les prestaron grandes cantidades, aunque a costa de imponerles condiciones draconianas a través de reformas muy profundas basadas, sobre todo, en recortar el gasto social y los salarios para que la mayor parte posible de los recursos se dirigiera a retribuirles a ellos. Y con menos gasto, es decir, con menos capacidad de compra, las empresas volvieron a resentirse y su actividad de nuevo se vino abajo, lo que empeoró el empleo y llevó a economías como las de Grecia, Irlanda o Portugal a una situación mucho peor.

LA MENTIRA DE LOS «BROTES VERDES»
La sucesión de medidas equivocadas por parte de los gobiernos o, en realidad, de medidas dirigidas principalmente a que los bancos se recuperaran sin modificar las reglas de juego que habían dado lugar a la crisis es lo que ha llevado a que ahora, algo más de tres años después de que la crisis de las hipotecas basura se iniciara, no haya seguridad de haberla superado a pesar de que hace meses todos los gobiernos engañaban a su población diciendo que aparecían «brotes verdes» y que la crisis se aproximaba a su fin.
La realidad, como muchos economistas habíamos advertido, es que ni mucho menos estábamos en esa feliz situación. Al revés, puesto que no se habían querido poner sobre la mesa de operaciones las causas reales de la crisis y, por tanto, tomar medidas que le hicieran frente, lo normal era que el enfermo siguiera padeciendo los males que sufría desde el principio, e incluso en algunos países, agravados.
Así, muchos países, empezando por el todopoderoso Estados Unidos, tienen ahora, además de los problemas originales que dieron lugar a la crisis, otros muy graves como resultado de la deuda que han generado. En el momento de escribir estas líneas algunos, como Grecia, están siendo literalmente saqueados y han tenido que poner a la venta sus riquezas más preciadas; otros, como Irlanda y Portugal, han sido intervenidos, y España o Italia se encuentran bajo la amenaza y la extorsión constantes de los «mercados», sufriendo lo que nada más y nada menos que el presidente de la Junta de Andalucía calificó hace unos meses como «terrorismo financiero».

CAUSAS SUPERFICIALES Y CAUSAS DE FONDO DE LA CRISIS
Esta historia es ya bastante bien conocida pero es insuficiente si se quiere actuar con eficacia para resolver todos los problemas que se han generado. No basta con conocer las causas más inmediatas de la crisis (los problemas financieros que la originaron) sino que hay que poner también en claro las circunstancias estructurales que dieron lugar a que estas últimas aparecieran.
Hay bastante consenso sobre la naturaleza de la crisis financiera como resultado del comportamiento irresponsable de los bancos que creó un problema económico grave al provocar el caos financiero y paralizar la economía como consecuencia de la falta de crédito y, más tarde, el de la deuda pública.
Pero hay que tener en cuenta también el más importante problema de la deuda privada, de las familias y de las empresas, como resultado del descenso de la capacidad adquisitiva de la población a consecuencia de las políticas neoliberales (llevadas a cabo desde la época iniciada por el presidente Reagan en Estados Unidos y la señora Thatcher en Gran Bretaña) que causaron un descenso continuado de las rentas del trabajo.
Estas políticas, que en Europa se intensificaron con el fin de instaurar el euro, llevaron a crear un enorme problema de falta de demanda que se resolvió primordialmente con la disponibilidad del crédito y a que las rentas del capital se invirtieran de forma preferente en las actividades especulativas en lugar de en la economía productiva.
Aunque en este libro no podemos hacerlo con mucho detalle, para poder plantear soluciones de verdad a la crisis es imprescindible que aclaremos, aunque sea muy breve y superficialmente, todas las causas que desde hace casi treinta años vienen creando la situación económica, política y social en la que estamos y que hace inevitable que se produzcan crisis como la que estamos sufriendo 1.

LA DEBACLE FINANCIERA
A lo largo de la década de 1990 la masa salarial venía bajando en Estados Unidos a pesar del aumento de la población activa y eso estaba creando un problema grave de escasa demanda que se hizo especialmente peligroso después de los atentados de septiembre de 2001. La reducción de la masa salarial como porcentaje de la renta nacional (y ello a pesar del crecimiento de la población activa) estaba creando un problema grave de escasa demanda, resultado de la disminución de la capacidad adquisitiva de la población. Las autoridades económicas de Estados Unidos pusieron en marcha una política de tipos de interés bajos para tratar de apoyar a la actividad económica y proporcionaron incentivos para que los bancos dieran préstamos hipotecarios con mayor facilidad, lo que favoreció el acceso a la financiación externa que hizo que el negocio inmobiliario comenzara a crecer. Los hogares se endeudaban para comprar sus primeras o segundas viviendas y, por tanto, los precios comenzaron a subir.
Se formó entonces lo que se conoce como una «burbuja», en este caso inmobiliaria. Es decir, una situación en la que los compradores creen que los precios de algún producto van a subir indefinidamente y que, por tanto, será muy rentable comprar pensando sólo en vender con mayor o menor rapidez. Por otra parte se crearon incentivos dentro del sistema bancario que optimizaron el número de hipotecas independientemente de su calidad.

LA ESTAFA DE LAS HIPOTECAS BASURA
El afán de ganar cada vez más dinero ofreciendo créditos por doquier llevó a los bancos a ofertar las llamadas hipotecas subprime, que eran las que destinaban a gente poco solvente o con pocos recursos económicos y que, por tanto, tenían mucho más riesgo de impago. En Estados Unidos se popularizaron los llamados préstamos NINJA, que corresponden a las iniciales de «No Income, No Job, No Asset» (sin ingresos, sin trabajo y sin patrimonio), que eran mucho más arriesgados, pero también más rentables para los bancos por los tipos más altos que había que pagar por ellas.
Pero los bancos ofrecían tantos créditos que empezaban a encontrarse sin liquidez para seguir dándolos y entonces recurrieron a un procedimiento que ya se había utilizado antes aunque no en tan gran medida como se iba a utilizar entonces: la titulización de los activos 2.
Mediante este proceso el banco vende el derecho que lleva consigo el contrato de préstamo, el papel, a una entidad (normalmente un fondo de inversión) denominada «vehículo» (en general creada por los mismos bancos). De esa forma sale papel de su balance y entra liquidez (dinero contante y sonante que ya puede utilizar para seguir dando más créditos) y, además, transfiere el riesgo desde dentro hacia fuera de su balance.
Enseguida la entidad vehículo hace lo mismo: emite unos nuevos títulos (los mismos papeles que había comprado a los bancos con otros nombres) que vende a nuevos inversores.
Éstos suelen ser los grandes especuladores, los llamados inversores institucionales (bancos, compañías de seguros, fondos de pensiones, fondos de inversiones, hedge funds 3…), que se dedican a comprar y vender papel permanentemente, aprovechándose de las variaciones en su precio que a veces provocan ellos mismos.
Y así se difundieron las hipotecas iniciales en forma de productos financieros derivados de ellas por todo el sistema financiero internacional 4.
Pues bien, como las hipotecas que iban concediendo los bancos estadounidenses eran cada vez más arriesgadas y peligrosas trataron de disimular el peligro que realmente conllevaban.
Para ello inventaron unos «paquetes» en donde incluían hipotecas buenas (prime) y otras malas (subprime) y en donde además empezaron a mezclar activos de diferente tipo: préstamos hipotecarios, préstamos para el consumo de coches, préstamos para estudiantes, etcétera. E incluso inventaron paquetes que contenían otros paquetes en su interior, de modo que al final nadie sabía el producto financiero que en realidad estaba comprando. Y los directores de sucursales bancarias de todo el mundo se los «colocaban» a sus clientes sin que ni siquiera ellos mismos supieran lo que les vendían.
Todo esto empezaba a ser una estafa y había que disimularla bien. Para ello los bancos convencieron a las autoridades para que relajaran la supervisión y, sobre todo, recurrieron a las llamadas agencias de calificación, que son entidades privadas contratadas por las mismas entidades bancarias emisoras de títulos para que valoren la calidad de sus emisiones.
Para apoyar el negocio fraudulento de sus clientes, las agencias no dudaron en calificar como de gran calidad financiera las hipotecas que ponían en circulación y eso permitió que cientos de bancos y millones de personas invirtieran en ellas o en sus productos derivados creyendo que efectivamente se trataba de una inversión segura.

EL DERRUMBE
Durante muchos años estos mecanismos financieros permitieron a los bancos tener espectaculares beneficios que repartían entre sus accionistas privados, pero la fiesta acabó cuando cambió la situación. La Reserva Federal de Estados
Unidos subió los tipos, las expectativas sobre subsiguientes subidas de precios en el mercado inmobiliario se vinieron abajo, la actividad en la construcción se frenó… y la consecuencia de todo ello fue que millones de trabajadores quedaron sin empleo y que empezaron a dejar de pagar las hipotecas o préstamos que tenían suscritos con los bancos.
Cuando esto último sucedía, los productos financieros derivados de las hipotecas individuales titulizadas o de los paquetes que se habían distribuido como si fueran quesos en porciones por todo el mundo perdían de inmediato su valor porque sus activos originales (las hipotecas que se encontraban en la base de la pirámide) dejaban de proporcionar los flujos de dinero esperados cuando las familias dejaban de pagarlas.
Las entidades que habían participado en este esquema financiero comenzaron a tener pérdidas e, incluso, a declararse en bancarrota.
Además, con la explosión de la burbuja, la cartera inmobiliaria de los bancos comenzó a perder valor mientras que las deudas que habían contraído permanecían intactas. Y para colmo los bancos se vieron obligados a asumir las obligaciones de las «entidades vehículo» para evitar que quebraran porque ya no eran capaces de vender los títulos de los que disponían, puesto que los inversores cuestionaban su calidad y empezaban a tener serias dificultades para afrontar sus deudas.
Los bancos comenzaron a registrar pérdidas multimillonarias y se inició una auténtica debacle financiera.
Inicialmente fueron los bancos estadounidenses los que empezaron a sufrir pérdidas gigantescas y quiebras, pero el proceso se extendió con rapidez por todo el mundo porque las finanzas internacionales son en realidad el único aspecto de la vida económica que está completamente globalizado. Los productos derivados de las iniciales hipotecas basura (aunque en realidad los inversores no sabían lo que había en el fondo de los papeles que compraban y vendían) se habían difundido por las sucursales bancarias de todo el mundo y ahora esas inversiones empezaban a no valer nada.

LA CRISIS DE LA ECONOMÍA GLOBAL Y SUS DAÑOS COLATERALES
Cuando todo esto sucedió, los bancos empezaron a dejar de darse crédito entre ellos, bien porque se quedaron sin capital, bien porque desconfiaban unos de otros. Enseguida dejaron de darlo también a empresarios y consumidores, y eso fue lo que provocó sin remedio un auténtico desastre en las economías.
Hoy día es imposible que un empresario pueda aguantar unas semanas o meses sin financiación ajena o que los consumidores gasten en bienes y servicios duraderos sin recurrir al crédito. Y por eso la carencia de financiación que se fue generalizando hundió sin remedio los mercados, paralizó casi por completo a millones de empresas que tuvieron que despedir a trabajadores y dio lugar a que los hogares redujeran el gasto en consumo, que es al fin y al cabo de lo que viven las empresas.
Al principio había habido una crisis hipotecaria en Estados Unidos, pero enseguida se hizo financiera y global y a continuación una crisis de la actividad económica real, no sólo de la banca o los grandes inversores financieros. Y ésa fue la causa de la recesión económica que sufrieron casi todas las economías del mundo. Para colmo esta recesión vino acompañada de otras secuelas muy graves a medida que avanzaba.
Cuando los mercados financieros y el inmobiliario comenzaron a dar muestras de flaqueza y la inversión se hacía allí excesivamente peligrosa, los capitales especulativos (que no pueden parar ni dejar de ganar dinero ni por un minuto porque les pasa lo que a los ciclistas, que si se paran se caen) cambiaron de destino: de las hipotecas y productos financieros derivados de los inmobiliarios pasaron a los del petróleo y de productos alimenticios.
Y lo mismo que antes hicieron que el precio de la vivienda se disparara, ahora incrementaron sin cesar el de la energía y el de los productos alimentarios, lo que provocó nuevos problemas a la economía real y la muerte de cientos de miles de personas que se alimentan de arroz o de los cereales básicos cuyo precio se disparaba día a día como consecuencia de la especulación.

LAS CAUSAS PROFUNDAS DE LA CRISIS
¿Cómo pudo gestarse una estafa financiera tan gigantesca? ¿Cómo se permitió que un volumen tan impresionante de recursos se destinara a la especulación mientras que la economía productiva carecía de ellos? ¿Cómo pudo llegar a quebrar una parte importante del sistema bancario internacional sin que ninguna autoridad se hubiera dado cuenta de lo que pasaba? ¿Cómo pudieron engañar los bancos a millones de inversores sin que los bancos centrales, que conocen al dedillo todo lo que hacen y lo que ocurre en su interior, hicieran nada por evitarlo? ¿Cómo se dejó sin financiación a miles de empresas que crean empleo mientras que se concedieron miles y millones de euros para salvar a los bancos? ¿Cómo se pudo dejar que Estados enteros, millones de personas quedaran desarmados ante la furia especuladora de los mercados y endeudados hasta el cuello mientras que los financieros hacían negocio con esa deuda? Éstas, y algunas más de este estilo, son las preguntas a las que hay que responder si de verdad se quiere hacer frente a la crisis económica.
Y para poder contestarlas hay que tener en cuenta los factores que tienen que ver con la economía real y con la distribución de poder económico y político que configuraron, entre otros, la distribución de las rentas y la actividad económica. De ahí que sea importante conocer varios hechos.
En primer lugar es importante entender por qué las finanzas (bancos, fondos de inversión, actividades financieras en general, etcétera) han ganado tanto poder en las últimas décadas en el mundo desarrollado y han conseguido que los poderes públicos no les pararan los pies cuando llevaban a cabo todas estas tropelías.
En segundo lugar hay que saber que en los últimos años se han llevado a cabo unas medidas no sólo económicas sino también políticas o culturales precisamente encaminadas a que los ingresos fueran cada vez en mayor medida a las manos de estos especuladores.
Y en tercer lugar es fundamental comprender el papel tan importante que ha tenido la desigualdad en la gestación de la crisis actual.

LA FINANCIARIZACIÓN DE LAS ECONOMÍAS Y EL PAPEL DE LOS BANCOS
La ascensión al poder en la década de 1980 de gobiernos de inspiración neoliberal (como los de Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos) puso fin al consenso que se había venido dando desde después de la Segunda Guerra Mundial y dio paso a políticas de naturaleza muy distinta 5.
En el campo financiero se produjo un cambio muy importante cuando en la década de 1960 se inició un incremento espectacular y desconocido hasta entonces de la cantidad de dólares circulantes en la economía. Era el inicio de un nuevo ciclo determinado por una sobreproducción que causó una bajada de rentabilidad de la economía productiva. Las multinacionales generaban cada vez más y más beneficios pero a la vez se enfrentaban a problemas de rentabilidad que desincentivaban la reinversión de esos mismos beneficios. Por tanto, buscaron la forma de invertir esos beneficios en cualquier otro negocio que no fuera la esfera productiva. Además, cuando los precios del petróleo sufrieron una impresionante subida en la década de 1970, los países productores se encontraron también con billones de dólares que no sabían dónde colocar, por lo que aumentó también con ellos la masa circulante de dólares.
Los bancos, que eran quienes principalmente manejaban esa oferta de dólares, fomentaron el recurso al crédito con tal de colocar los dólares que circulaban con extraordinaria abundancia. Obtener préstamos era fácil y barato y los bancos los daban sin ningún problema 6.
Facilitó este cambio la revolución de las tecnologías de la información que permitió que las operaciones financieras se pudieran realizar de modo muy rápido y sin apenas costes, así que las actividades especulativas, que antes también se realizaban pero de modo mucho más pausado y limitado, ahora pudieron llevarse a cabo de forma vertiginosa.
El atractivo de dedicarse a esas actividades especulativas eran grandioso: con muy pocos medios se podían movilizar millones y millones de cualquier moneda para comprar y vender al instante y obtener en cada transacción tasas de rentabilidad mucho más elevadas que las que podía proporcionar la puesta en marcha de un negocio productivo. Y eso fue lo que hizo que las operaciones financieras de simple compra y venta de papel fueran creciendo sin parar, desvinculándose cada vez más de la creación de negocios productivos, de la producción de bienes y servicios y de la creación de empleo.
Para que este nuevo negocio fuera lo más rentable posible los financieros consiguieron que los gobiernos llevaran a cabo reformas legales destinadas a garantizar la plena libertad de movimientos de los capitales y a que en los mercados financieros se pudiera hacer prácticamente cualquier cosa sin control alguno.
Mediante estas reformas se fue eliminando casi cualquier tipo de trabas a lo que pomposamente se llamaba innovación financiera y que no era otra cosa que la continua creación de activos para comprar y vender especulativamente gracias a los fondos multimillonarios que se iban acumulando. Y para ello tuvieron un papel decisivo los llamados paraísos fiscales, países que no establecen control ninguno a las operaciones que realizan los bancos y las empresas que se instalan allí para mover el dinero negro que sus clientes quieren ocultar al Fisco. Algo que hacen la práctica totalidad de los bancos y cajas de ahorros españoles y el 80 por ciento de nuestras grandes empresas.
Todo eso aumentó el volumen de dinero que circula simplemente alrededor de las operaciones financieras y que hoy día se calcula que es de 4 billones de dólares al día sólo en los mercados de compra y venta de monedas, y de 700 billones de dólares en los mercados de derivados (es decir, de los papeles nacidos de otros papeles para especular con ellos).
Pero en las finanzas especulativas hay una ley inevitable: cuanta más rentabilidad se obtiene, más riesgo hay. Por eso, al mismo tiempo que aumenta el beneficio financiero especulativo se incrementa el peligro que soporta toda la economía porque las operaciones que lo proporcionan son de naturaleza muy volátil e inestable, y trasladan estas características al conjunto de las actividades.
Eso es lo que explica que en estos años de gran especulación financiera haya habido más crisis que nunca en la historia.
Por otro lado, la aparición de estos nuevos negocios financieros cambió también la función de los bancos y la forma en que se financiaban las empresas.
Estas últimas se financiaban antes solicitando préstamos a los bancos pero ahora podían hacerlo emitiendo acciones o bonos, que eran más baratos y que servían a los inversores para crear a partir de ellos nuevos papeles que de nuevo vendían en los mercados financieros. Y, como consecuencia de ello, los bancos dejaron de dedicarse preferentemente a financiar la actividad productiva de las empresas para desplazar sus negocios hacia la gestión de fondos de inversión y hacia el cobro de comisiones bancarias.
Los bancos se convirtieron así en las principales fuentes de alimentación de la especulación, de las burbujas inmobiliarias, de la inversión en paraísos fiscales, e incluso en actividades ilícitas e inmorales, lo que, al mismo tiempo, hacía que la financiación de la actividad productiva de las empresas que crean empleo fuera cada vez más escasa y cara, a diferencia de la destinada a la especulación.

EL NEOLIBERALISMO
Un elemento clave en el crecimiento del sector financiero de carácter especulativo fue la polarización de las rentas, con un incremento muy notable de las del capital (y muy en particular del capital financiero) a costa de una reducción de las rentas del trabajo. Esta merma fue responsable de un descenso de la capacidad adquisitiva de la población, muy en particular de las clases populares, y determinó un problema de escasa demanda y por lo tanto de limitada rentabilidad de la economía donde se producen los bienes y servicios (la que se llama economía real o productiva), cuya demanda estaba disminuyendo. De ahí que la población y las empresas se endeudaran cada vez más (y aumentaran el tamaño del sector financiero) y que el capital prefiriera invertir más en los sectores especulativos que en la economía real, pues los beneficios eran mayores en los primeros que en la segunda. La polarización de las rentas, con descenso de las del trabajo, fue el resultado directo de las acciones de los gobiernos que desarrollaron las políticas neoliberales.
El pleno empleo de la larga fase de crecimiento económico de la década de 1950, de la de 1960 e incluso de la de 1970 había propiciado que los trabajadores mejoraran continuamente su posición en el reparto de la renta, lo que se tradujo en un notable incremento en la participación de los salarios en el conjunto de las rentas.
Detrás de esta situación había causas políticas tales como la fortaleza de partidos de izquierdas, la expansión del sindicalismo, el surgimiento de movimientos sociales, como el movimiento feminista, el ecológico, el de derechos civiles y otros movimientos sociales contestatarios con la estructura de poder.
Todos ellos lo sintieron como una amenaza poderosa que indujo a los grandes poderes del momento a poner en marcha respuestas políticas que les permitieran frenar ese creciente poder de los grupos y movimientos sociales que aspiraban a establecer un nuevo orden social y económico.
La respuesta política fue contundente, aplicándose en primer lugar y de modo a veces sanguinario en los países de América Latina y África que habían comenzado a experimentar cambios no necesariamente radicales en sus formas de gobierno y en la política económica.
Como hemos señalado, la primeras reacciones vinieron de la mano de la «revolución conservadora neoliberal» de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que produjo cambios muy importantes, además de los financieros que hemos comentado.
En primer lugar, el cambio de modelo productivo mediante la aplicación de las nuevas tecnologías de la información que iban a proporcionar un nuevo modo de utilización de los recursos, especialmente del trabajo, que iba a ser a partir de entonces más escaso y más barato.
En segundo lugar, una nueva política macroeconómica centrada en la lucha contra la inflación. Como ésta se entendía que estaba causada por los altos salarios y por la excesiva circulación de dinero, se proponía combatirla con políticas de altos tipos de interés (que beneficiaban a los poseedores de dinero) y recortes salariales (lo que favorecía a los propietarios de capital).
Finalmente se puso en marcha una estrategia política y cultural orientada a introducir nuevos valores sociales que fomentaran el individualismo y la fragmentación social que, junto al paro y al endeudamiento como resultado de los menores ingresos, siempre actúan como fuentes de sumisión y de desmovilización política.
Estas políticas, que después se han conocido como neoliberales, fueron logrando un cambio paulatino no sólo en la base productiva y financiera, sino en todo el orden social e incluso en la forma de ser y actuar de los individuos como consecuencia de la desigualdad y del desempleo que provocaron.

LA DESIGUAL DISTRIBUCIÓN DE LAS RENTAS Y LA CRISIS
Los cambios tan importantes que trajeron estas políticas en la distribución del ingreso y su influencia posterior en el origen de la crisis se produjeron como consecuencia de un doble proceso.
Por un lado, disminuía la ganancia que se puede obtener en los mercados de bienes y servicios, puesto que la menor proporción de rentas salariales (las cuales se dedican prácticamente en su integridad al consumo) reduce la demanda y, en consecuencia, limita las ventas y los ingresos de las empresas productivas.
Y paralelamente el mayor volumen de rentas del capital incrementa el ahorro y, por tanto, la suma de recursos susceptibles de ser destinados a la inversión para obtener rentabilidad.
Pero, como los cambios financieros que se habían producido hacían mucho más atractivo colocar los capitales en las inversiones financieras, resultó que la desigualdad de rentas fue agrandando el flujo de fondos hacia estas últimas y en menor medida a la productiva.
La desigualdad en la distribución de las rentas originarias se convirtió así en la principal fuente de alimentación de la especulación financiera y del riesgo asociado a ellas que caracteriza al capitalismo de nuestros días. Y esa desigualdad en aumento ha sido el caldo de cultivo que ha incentivado la compulsiva innovación financiera orientada a rentabilizar el papel mediante complejos procedimientos de titulización que convierten el capital meramente ficticio, la deuda, en fuente de grandes pero muy arriesgadas ganancias.
El que fue secretario de Trabajo con Clinton, Robert Reich, ha señalado que en 1976 el 1 por ciento más rico de la población de Estados Unidos poseía el 9 por ciento de la riqueza y ahora, después de estos años de políticas neoliberales, ya acumula el 20 por ciento. Y subraya Reich la coincidencia significativa de que este 20 por ciento sea justamente el porcentaje que el 1 por ciento más rico de la población de 1928 poseía entonces, justo antes de que se desencadenara la Gran Depresión. No es una simple coincidencia.
Lo que ha ocurrido en los últimos años es que las políticas neoliberales han impuesto un régimen de salarios reducidos y de trabajo precario que ha permitido recuperar las rentas del capital pero con resultados dramáticos.
Con los salarios más bajos como los que se han impuesto se generan beneficios pero crean escasez y, por tanto, se limita el rendimiento y la capacidad de crecimiento potencial de la economía, es decir, el que se podría obtener si hubiera mayor demanda y se utilizaran todos los recursos disponibles en lugar de dedicarlos a crear y destruir constantemente capital ficticio en los mercados financieros.
Si se contrae la actividad, lo que termina ocurriendo es que la actividad real proporciona una rentabilidad mucho menor que la que se puede obtener en las actividades financieras.
Esa progresiva deriva de los capitales hacia el universo financiero es lo que debilita la actividad real y genera inestabilidad, puesto que la base en la que allí se soporta la ganancia es la especulación que implica una asunción constante de riesgo y, por tanto, una tendencia permanente a la inestabilidad y a las crisis.
Así, mientras que desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970 apenas si se podrían señalar cuatro o cinco crisis financieras, desde entonces se han contabilizado 117 crisis bancarias sistémicas en 93 países y 113 episodios de estrés financiero en 17 países, lo que claramente poner de relieve que los fenómenos paralelos de la desigualdad y la hipertrofia de los flujos financieros vinculados a la multiplicación del capital ficticio son la fuente de la extenuante inestabilidad sistémica del capitalismo de nuestros días.
La crisis que estamos viviendo es, por tanto, una consecuencia inevitable de este proceso de conversión de la economía capitalista en un gran casino financiero que convierten la inversión en papel y en capital puramente ficticio (si es que a eso se le puede considerar inversión) en el uso más rentable del capital. Los bancos y los grandes fondos de inversión se han convertido en una maquinaria de creación constante de deuda a través de la titulización y de los sofisticados procedimientos de la ingeniería financiera que llevan a cabo para encontrar continuamente nuevas fuentes de beneficio. Pero todo ello lo llevan a cabo al margen de la actividad productiva, de modo que ésta no puede sino debilitarse de forma continuada y terminar exhausta ante la falta de capital o de demanda real suficiente.

UN CAPITALISMO TÓXICO
En definitiva la última y gran recesión de la economía mundial es algo más que el resultado de una crisis financiera derivada de la difusión de productos tóxicos. La crisis actual es también la consecuencia del divorcio entre medios y fines, porque se han desnaturalizado la economía, el dinero, las finanzas y la actividad bancaria. El dinero ha dejado de ser un instrumento al servicio de la producción de bienes y servicios que puedan satisfacer las necesidades humanas para convertirse en un fin en sí mismo y en una simple fuente de poder. La financiación ha dejado de ser una actividad al servicio de la creación de empleo o riqueza y los bancos se han convertido en los principales instrumentos de todo ello pasando a ser una maquinaria de generación de deuda.
Pero esta transformación se ha podido producir porque se han dado otros cambios además de los registrados en la esfera económica y financiera. Se ha modificado el equilibrio y las relaciones de poder de clase y de género en las sociedades actuales como resultado de la polarización de las rentas que han puesto cada vez más recursos en manos de los financieros y grandes empresarios a costa de la reducción de los ingresos de las clases populares y de su consecuente endeudamiento y de la protección social que reciben. Y también porque se ha acelerado la concentración de los mayores medios de información y persuasión y su vinculación con esos grandes grupos económicos, todo lo cual ha disminuido la capacidad de respuesta de las clases sociales que soportan los efectos negativos de estas políticas consiguiendo incluso presentar tales cambios como inevitables y los únicos posibles para que la gente que los sufre en mayor medida, los trabajadores, las mujeres, los jóvenes, los pensionistas, los parados… no se den cuenta de lo que pasa y se conviertan, por el contrario, en los propios soportes de las políticas que les reducen continuamente sus ingresos y su bienestar.

1. Para un análisis más detallado pueden consultarse los libros de Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa, La crisis de las hipotecas basura. ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?, Sequitur, Madrid, 2010; Lina Gálvez
Muñoz y Juan Torres López, Desiguales. Mujeres y hombres en la crisis financiera, Icaria, Barcelona, 2010; Vicenç Navarro, Neoliberalismo y Estado del Bienestar, Ariel Económica, 1997; Vicenç Navarro, Globalización, poder político y Estado del Bienestar, Ariel Económica, 2000.

2. Un activo es un bien o un derecho sobre otro sujeto que tiene una empresa: locales, maquinarias, contratos de créditos a su favor… La titulización consiste en convertir un activo no negociable en negociable y, por tanto, en
poder obtener liquidez de él. Lo que hicieron los bancos que provocaron la crisis en Estados Unidos fue titulizar los contratos hipotecarios, es decir, venderlos bajo otra forma para así obtener liquidez y poder seguir dando créditos.

3. Un hedge fund es un fondo de inversión cuyo objetivo es la máxima rentabilidad pero con un riesgo igual o menor al del mercado, para lo cual emplean técnicas «de cobertura» que básicamente consisten en cubrir las operaciones más arriesgadas y que realizan mediante otros productos financieros vinculados con ellas. Así tejen una red multimillonaria y muy compleja en la que sólo intervienen unos pocos inversores muy poderosos pero que se extiende por toda la  economía mundial.

4. Mucha gente normal y corriente se pregunta cuando conoce este tipo de operaciones: pero ¿cómo es posible que estos inversores tan poderosos y ricos se dediquen a comprar simplemente papeles? La respuesta es sencilla: porque así ganan dinero. Todos hemos visto cómo en España mucha gente con dinero compraba viviendas en las que nunca entraba o que ni siquiera sabía dónde estaban. Lo que estaban haciendo entonces no era en realidad comprar viviendas, es decir, un espacio donde ir a vivir o a descansar y disfrutar, sino contratos de propiedad que luego vendían cuando subían de precio. Ésa es la especulación financiera que hoy día predomina en la economía mundial. Quienes sólo buscan ganar más dinero no compran cosas para disfrutarlas sino para volver a vender sus títulos de propiedad a precios más elevados.

5. Un análisis más detallado en Juan Torres López, Toma el dinero y corre. La globalización neoliberal del dinero y las finanzas, Icaria, 2006; Vicenç Navarro, Neoliberalismo y Estado del Bienestar, Ariel, 1997.

6. Eso también fue el origen, entre otras cosas, del problema de la deuda externa de muchos países pobres que no podemos analizar aquí y que se convirtió en un drama más tarde, cuando subieron los tipos de interés y su peso se hizo insoportable.

 

PAPANDREU NOS TOMÓ EL PELO

Ha convertido una herramienta democrática tan importante como el referéndum en una utilidad táctica para sus propósitos.

Una vez más se ha evidenciado la incompatibilidad existente entre Democracia y Capitalismo.

MOCIÓN DE CONFIANZA: A medianoche de hoy se votará la moción de confianza al Gobierno que solicitó el primer ministro Yorgos Papandreu y como consecuencia de ello -si la pierde- se puede producir una terrible paradoja que sería la posibilidad de que pudiera retomar el poder el partido conservador «Nueva Democracia» -creado por Constantinos Karamanlís- y que fue el partido que gobernó hasta 2009 y que ocultó y mintió sobre las deudas del Estado con la complicidad de la arquitectura financiera de Goldman Sachs y sus ejecutivos, como Mario Draghi, ahora recién elegido presidente del BCE. Actuaciones éstas que llevaron a la actual quiebra del estado Griego.

Παπανδρέου μας πείραζαν

Η δημοκρατία έχει γίνει ένα εργαλείο τόσο σημαντικό όσο το δημοψήφισμα σε μια χρήσιμη τακτική για τους σκοπούς σας.

Για άλλη μια φορά απέδειξε την ασυμβατότητα μεταξύ της δημοκρατίας και του καπιταλισμού.

Πρόταση εμπιστοσύνης: Ένα απόψε τα μεσάνυχτα θα ψηφίσει για την πρόταση εμπιστοσύνης στην κυβέρνηση ζήτησε ο πρωθυπουργός Γιώργος Παπανδρέου και ως εκ τούτου, αν χάσει, θα μπορεί να παράγει μια τρομερή ειρωνεία ότι θα ήταν η δυνατότητα που θα μπορούσε να επιστρέψει στην εξουσία του Συντηρητικό κόμμα «Νέα Δημοκρατία», που δημιουργήθηκε από τον Κωνσταντίνο Καραμανλή, και ότι ήταν εκείνος ο οποίος κυβέρνησε μέχρι το 2009 και ότι απέκρυψε και ψέματα για τα χρέη του κράτους με τη συνενοχή της χρηματοπιστωτικής αρχιτεκτονικής της Goldman Sachs και τα στελέχη τους, συμπεριλαμβανομένων των Mario Draghi, τώρα ακριβώς εξελέγη πρόεδρος της ΕΚΤ. Αυτές οι ενέργειες που οδήγησαν στη σημερινή ελληνική χρεοκοπία του κράτους.

PAPANDREU ANUNCIA REFERENDUM

El órdago (democrático) de Papandreu

 

Convocar un referéndum popular en la cuna ateniense de la democracia no debería sacar de quicio a esa Europa que presume de gozar del menos malo de los sistemas de convivencia.

Yorgos Papandreu no es el primer mandatario que se plantea pedir la opinión ciudadana antes de cargar con la responsabilidad exclusiva de decisiones que marcarán el futuro de varias generaciones de compatriotas. En su día lo hicieron, por ejemplo, Felipe González o François Mitterrand, y también pusieron de los nervios a la comunidad internacional.

Será discutible el momento elegido por el jefe del Gobierno griego para anunciar la consulta, pero no su derecho a convocarla. Papandreu busca legitimidad interna para aplicar precisamente las medidas que le imponen los socios del euro y el FMI como condición previa a la concesión de nuevas ayudas. Sabe que la mayoría de los griegos rechazan los draconianos recortes aunque tampoco quieren quedarse fuera de la moneda única, porque significaría más calamidades aún de las que ya sufren. Así que el resultado de este órdago de Grecia, si no cae antes el propio Papandreu, dependería mucho de la redacción literal de la pregunta, convertida en ultimátum para que los ciudadanos elijan “susto o muerte”.

Lástima que no se observe la misma presión sobre Merkel para que levante su veto a los eurobonos o a un papel más activo del BCE contra los ataques al euro. Esa actitud sí que es irresponsable, y no la de consultar al pueblo.

Jesús Maraña en Público

Islandia, el camino que no tomamos

Al revés que el resto, Islandia dejó arruinarse a los bancos y amplió su red de seguridad social

PAUL KRUGMAN en El País

Crowdsourcing Islandia

Los mercados financieros están celebrando el pacto alcanzado en Bruselas a primera hora del jueves. De hecho, en relación con lo que podría haber sucedido (un amargo fracaso para ponerse de acuerdo), que los dirigentes europeos se hayan puesto de acuerdo en algo, por imprecisos que sean los detalles y por deficiente que resulte, es un avance positivo.

 Pero merece la pena retroceder para contemplar el panorama general, concretamente el lamentable fracaso de una doctrina económica, una doctrina que ha infligido un daño enorme tanto a Europa como a Estados Unidos.

La doctrina en cuestión se resume en la afirmación de que, en el periodo posterior a una crisis financiera, los bancos tienen que ser rescatados, pero los ciudadanos en general deben pagar el precio. De modo que una crisis provocada por la liberalización se convierte en un motivo para desplazarse aún más hacia la derecha; una época de paro masivo, en vez de reanimar los esfuerzos públicos por crear empleo, se convierte en una época de austeridad, en la cual el gasto gubernamental y los programas sociales se recortan drásticamente.

Nos vendieron esta doctrina afirmando que no había ninguna alternativa -que tanto los rescates como los recortes del gasto eran necesarios para satisfacer a los mercados financieros- y también afirmando que la austeridad fiscal en realidad crearía empleo. La idea era que los recortes del gasto harían aumentar la confianza de los consumidores y las empresas. Y, supuestamente, esta confianza estimularía el gasto privado y compensaría de sobra los efectos depresores de los recortes gubernamentales.

Algunos economistas no estaban convencidos. Un escéptico afirmaba cáusticamente que las declaraciones sobre los efectos expansivos de la austeridad eran como creer en el «hada de la confianza». Bueno, vale, era yo.

Pero, no obstante, la doctrina ha sido extremadamente influyente. La austeridad expansiva, en concreto, ha sido defendida tanto por los republicanos del Congreso como por el Banco Central Europeo, que el año pasado instaba a todos los Gobiernos europeos -no solo a los que tenían dificultades fiscales- a emprender la «consolidación fiscal».

Y cuando David Cameron se convirtió en primer ministro de Reino Unido el año pasado, se embarcó inmediatamente en un programa de recortes del gasto, en la creencia de que esto realmente impulsaría la economía (una decisión que muchos expertos estadounidenses acogieron con elogios aduladores).

Ahora, sin embargo, se están viendo las consecuencias, y la imagen no es agradable. Grecia se ha visto empujada por sus medidas de austeridad a una depresión cada vez más profunda; y esa depresión, no la falta de esfuerzo por parte del Gobierno griego, ha sido el motivo de que en un informe secreto enviado a los dirigentes europeos se llegase la semana pasada a la conclusión de que el programa puesto en práctica allí es inviable. La economía británica se ha estancado por el impacto de la austeridad, y la confianza tanto de las empresas como de los consumidores se ha hundido en vez de dispararse.

Puede que lo más revelador sea la que ahora se considera una historia de éxito. Hace unos meses, diversos expertos empezaron a ensalzar los logros de Letonia, que después de una terrible recesión se las arregló, a pesar de todo, para reducir su déficit presupuestario y convencer a los mercados de que era fiscalmente solvente. Aquello fue, en efecto, impresionante, pero para conseguirlo se pagó el precio de un 16% de paro y una economía que, aunque finalmente está creciendo, sigue siendo un 18% más pequeña de lo que era antes de la crisis.

Por eso, rescatar a los bancos mientras se castiga a los trabajadores no es, en realidad, una receta para la prosperidad. ¿Pero había alguna alternativa? Bueno, por eso es por lo que estoy en Islandia, asistiendo a una conferencia sobre el país que hizo algo diferente.

Si han estado leyendo las crónicas sobre la crisis financiera, o viendo adaptaciones cinematográficas como la excelente Inside Job, sabrán que Islandia era supuestamente el ejemplo perfecto de desastre económico: sus banqueros fuera de control cargaron al país con unas deudas enormes y al parecer dejaron a la nación en una situación desesperada.

Pero en el camino hacia el Armagedón económico pasó una cosa curiosa: la propia desesperación de Islandia hizo imposible un comportamiento convencional, lo que dio al país libertad para romper las normas. Mientras todos los demás rescataban a los banqueros y obligaban a los ciudadanos a pagar el precio, Islandia dejó que los bancos se arruinasen y, de hecho, amplió su red de seguridad social. Mientras que todos los demás estaban obsesionados con tratar de aplacar a los inversores internacionales, Islandia impuso unos controles temporales a los movimientos de capital para darse a sí misma cierto margen de maniobra.

¿Y cómo le está yendo? Islandia no ha evitado un daño económico grave ni un descenso considerable del nivel de vida. Pero ha conseguido poner coto, tanto al aumento del paro como al sufrimiento de los más vulnerables; la red de seguridad social ha permanecido intacta, al igual que la decencia más elemental de su sociedad. «Las cosas podrían haber ido mucho peor» puede que no sea el más estimulante de los eslóganes, pero dado que todo el mundo esperaba un completo desastre, representa un triunfo político.

Y nos enseña una lección al resto de nosotros: el sufrimiento al que se enfrentan tantos de nuestros ciudadanos es innecesario. Si esta es una época de increíble dolor y de una sociedad mucho más dura, ha sido por elección. No tenía, ni tiene, por qué ser de esta manera.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008. 2001. New York Times Service. Traducción de News Clips.

Buitres de la especulación

La insostenibilidad del sistema financiero

La presión de los fondos buitre sobre lo llamados activos «dañados» se deja sentir en los mercados de futuros como el de las materias primas, lo que se traduce en una subida del precio de alimentos básicos y, en el Estado español, sigue dificultando el acceso de la vivienda.

- Los fondos de capital riesgo especulan con miles de viviendas embargadas

Nasser Khoury en "Periódico Diagonal"
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Las entrañas de cualquier economía capitalista son el instrumento para el cual el dinero de los ahorristas se canaliza en favor de los inversionistas. Dotar de dinero o crédito a alguien se conoce como financiación. El primer objetivo de quien asiste financieramente es la inversión, es decir, el empleo de un capital con el objetivo de aumentarlo.

Entre los diferentes tipos de inversiones nos detenemos hoy en las financieras. Estos negocios se colocan en títulos, valores y otros documentos financieros con el propósito de incrementar los excedentes disponibles por medio de la percepción de rendimientos, intereses, dividendos, variaciones de mercado u otros conceptos.

Los fondos de inversión libre, “hedge fund”, y las entidades de capital riesgo son grupos de especulación financiera que actúan en el mercado, con el único fin de beneficiarse a través de la compra y venta de ciertos bienes por medio de la conjetura en los precios.

La CFTC (US Commodity Futures Trading Comission), una organización norteamericana creada para la vigilancia de los mercados de futuros de materias primas, advierte que una gran parte del incremento en los precios de estos recursos se debe a posiciones especulativas. Esto se escenifica en la abultada subida de los precios en el último año:

  • Plata + 82 %
  • Oro + 21 %
  • Trigo +54 %
  • Maíz +88 %
  • Petróleo +46 %
  • Algodón +78 %
  • Azúcar +52 %…

Si hace cinco años el volumen de estos fondos de inversión en estos bienes era muy pequeño, a día de hoy la dimensión en siete de las principales materias primas alcanza los 100.000 millones de dólares. Prácticamente en todo el conjunto de precios en el mercado de futuros multiplica por dos y hasta tres veces el coste de producción.

Otro modelo de fondos de inversión son los llamados «fondos de situaciones especiales» o «fondos buitres». Este tipo de grupos destinan grandes cantidades de capital en la adquisición de deuda pública de los Estados, negocios en situación débil o cercanos a la quiebra, o cualquier activo “dañado”. Se adueñan de ellos a precios muy reducidos, con la intención de tomar el máximo beneficio a corto plazo a través de la especulación o la ejecución de medidas legales, forzando de ésta manera el pago de los deudores. En su mayoría están relacionados con grandes compañías del sector financiero norteamericano y europeo, como el es caso de Goldaman Sachs o Deutsche Bank.

Bienvenido Mr. Buitre

En España el aterrizaje de los “fondos buitres” se está acelerando como consecuencia de la crisis financiera y del hundimiento del sector inmobiliario. El sector bancario, presionado por la ingesta cantidad de inmuebles procedentes de embargos, daciones de pago de particulares y viviendas de nueva propiedad, contabiliza en cientos de miles de millones los activos conexos al sector inmobiliario. Las ofertas que están realizando los “fondos buitres”, para la compra de lotes de inmuebles que conglomeran los balances bancarios, oscilan entre el 20% y el 30% de sus valores nominales. Si la presión a la que está sometida la banca española obligara a realizar estas operaciones, el precio de la vivienda se desplomaría en toda España. También están persuadiendo sobre la cartera de créditos fallidos que poseen los bancos, apostando por unos descuentos cercanos al 80%. Después su gabinete jurídico se encargaría de cobrarlos a un precio mucho mayor.

El sector financiero ha escenificado la máxima desregulación y falta de control sobre los mercados. Pues bien, el pasado mes ha sido aprobado por la Comisión Europea el proyecto de directiva por el que se establecería la Tasa sobre transacciones financieras en la Unión Europea. Este impuesto propuesto por James Tobin hace hoy cuarenta años, se diseñó con la intención de ejercer control sobre las transacciones especulativas en los mercados de crédito y bursátiles,especialmente en activos de alto riesgo e inestables. La aprobación de este gravamen en Europa dista mucho de ejercer como mecanismo de control de las actividades financieras especulativas, por tanto, hasta que no se globalice y se aplique en toda su finalidad, penalizando y ahuyentando este tipo de actividades y apremiando aquellas que fomenten e incentiven las inversiones que conlleven un bien generalizado, los “buitres” seguirán provocando la desgracia y ensañándose en ella.

UN EJEMPLO DE CÓMO FUNCIONAN ESTOS FONDOS

Un caso muy conocido y que ejemplifica el comportamiento de los “fondos buitres” fue el que ocurrió entre el año 2006 y 2007. Zambia había adquirido unos tractores rumanos en 1979 por un valor cercano a los 40 millones de dólares. Después de dos décadas, Rumanía acordó su liquidación por un valor de 3 millones, condicionando la cancelación del resto a su utilización en desarrollo –“canje de la deuda por desarrollo”–, traducido en personal hospitalario, escuelas e infraestructuras públicas. Pero en el último momento la situación cambió. Un “fondo buitre” persuadió a Rumanía para que le vendiera sus derechos de cobro por 4 millones de dólares y éste demandó a Zambia. En febrero del 2007, un tribunal inglés sentenció a Zambia, quien tiene extremos problemas de pobreza, al pago de más de 40 millones de dólares al fondo de inversión Donegal International.

Algunos de estos fondos:

BACK IN BUSSINES

Uno de los fondos buitre que está operando en España es Back in Business, que se hizo con varias sociedades de Nueva Rumasa en una operación “poco transparente”, según el sindicato UGT valorada en 1.500 millones de euros. Esta empresa, propiedad del empresario Ángel de Cabo, dueño del bufete de abogados Aszendia, se quedó con Viajes Marsans, de Gerardo Díaz Ferrán, a través de otra sociedad, denominada Posibilitum Business.

FONDITEL

El fondo gestor de los planes de pensiones de Telefónica, Fonditel, es uno de los principales inversores españoles en sociedades de terceros. Entre los productos que maneja este fondo están los llamados “fondos de fondos” y las operaciones de capital riesgo. En mayo de 2011, Beatriz González, hija del presidente de BBVA, Francisco González, dimitió como directora del área de capital riesgo de Fonditel, un fondo que está gestionado por Telefónica, con una participación del 15% de los sindicatos CC OO y UGT.

EL FONDO DE BOTÍN

Renta Markets Arbitrage Fund es el hedge fund de Emilio Botín O’Shea, hijo del presidente del Santander cuya actividad es “la generación y estructuración de operaciones, creación de mercado y asesoramiento en la gestión de fondos”, según recoge Cotizalia. El 35% de este fondo de capital riesgo es propiedad de Renta4. En febrero, Renta4 adquirió el Banco Alicantino de Comercio a Banesto (propiedad al 97% del Santander) por un importe de 15 millones de euros.

¿UNA POLICIA EXTRANJERA ANTIMOTINES ESTÁ OPERANDO EN GRECIA?

   David Malone*  (Traducciòn Susana Merino) en Boletín Informativo de ATTAC

¿Sabían ustedes que la UE tiene su propia policía antimotines en condiciones de operar en cualquier país europeo, sin que responda a ninguno de ellos? No, ni siquiera yo lo sabía.

Se llama Gendarmería Europea (Eurogendfor). Tiene su sede en Italia pero financiada y administrada por seis países signatarios Francia, Italia Holanda, España, Portugal y Rumanía. Por ahora según el Tratado.

Esta policía se ha formado con el objeto de enfrentar motines y desórdenes civiles y como lo anuncia el Tratado debe hallarse integrada por miembros policiales con estatuto militar.

En la foto que la muestra:  ¿Cuándo han visto ustedes que  fuerzas policiales, aún las anti-motines ataquen con bayonetas?

La fuerza, cuya sede es Italia, se compone de 3.ooo hombres, repartidos en dos brigadas de acción rápida. Dado que por el momento Grecia no es miembro de la Eurogendfor, ninguno de sus agentes/soldados (¿?) hablará griego. Y sin embargo pueden operar en Grecia. He consultado a mis amigos atenienses y me lo han confirmado. He contactado también – o intentado contactar – dos veces directamente a   Eurogendfor, con el objeto de verificar los hechos. Aún no funciona el correo electrónico de su web. Se puede intentar pero en las últimas cuatro horas cuando oprimo enviar, obtengo esta respuesta:

“El servidor no puede enviar su solicitud. Por favor vuelva a intentarlo más tarde”

Si uno llama telefónicamente a la sede central, responde un contestador automático. Hay una opción Oficina de Prensa pero remite al menú principal de “Bienvenida” como sucede con todas las demás opciones. Y así me ha sucedido durante todo el día.

En otras palabras existe un contacto fachada, pero la realidad operativa es otra: “Dejen de hinchar, plebeyos”

¿Qué pasará si se descubre que es verdad que el gobierno griego ha “invitado” a una policía casi militar antimotines integrada por personas de otras naciones para operar en Grecia contra sus propios ciudadanos? ¿No es suficiente la policía griega? ¿No están dispuestos los militares griegos a cortar cabezas? ¿Hace falta que sean extranjeros los que lo hagan por ellos?

¿Qué diferencia hay entre Eurogendfor y cualquier otra fuerza mercenaria?

El gobierno griego podría invitar a cualquier otro ejército privado. No importa como encuadrar a Eurogendfor, la verdad  es que el pueblo griego no ha votado a favor de este tratado y tampoco se le ha preguntado si está de acuerdo con que fuerzas extranjeras casi militares puedan operar en Grecia. Si esta historia resulta cierta, significa que el gobierno griego como todos los gobiernos que en el curso de la historia han perdido toda legitimidad con su propia gente, busca el apoyo militar de fuerzas extranjeras con las cuales reprimir a su propio pueblo. Visto así, aquí entra finalmente en juego la palabra tiranía. Y es una palabra que tiene consecuencias extremadamente graves.

Retrocedamos un paso. Los recortes en Grecia se hallan íntimamente vinculados con el salvataje de los bancos franceses y alemanes, ni siquiera con los propietarios griegos de la banca griega. El pueblo griego vine manifestándose hace meses contra el “salvataje”. El gobierno griego ha ignorado a su pueblo y ha escogido seguir las órdenes de las élites de la UE, del FMI, del BCE y de la mayor parte de los bancos a nivel global.

Ahora bien, se presume que una fuerza antimotines militarizada no griega podría llegar para imponer  austeridad. ¿Cuáles son las órdenes que en verdad están siguiendo? ¿A qué intereses estarían sirviendo? ¿los de los bancos? La clase financiera ¿tiene además su propio personal policial antimotines para enviarlo a donde la gente pretenda desafiarlos y en donde la policía local pueda no ser suficientemente “confiable” al servicio de los intereses supranacionales de los bancos?

Naturalmente, sé que este no es el papel que se le ha asignado a la Eurogendfor. Sin embargo ¿es esta la forma en que funciona en realidad?.

Continuaré buscando hablar con alguien de Eurogendfor, y se los contaré si alguna vez se dignan responder un mail o contestar el teléfono. No contengan la respiración. ¿Quién soy yo después de todo? Soy un ciudadano y ¿Cuánto cuenta en esos tiempos? ¿Ciudadano? En el nuevo orden o eres titular de un “bond” o no eres nadie.

*David Malone es autor de un blog, documentalista de la BBC y autor del libro “Debt Generation”

Fuente: www.golemxiv.co.uk

Enlace: http://www.golemxiv.co.uk/2011/10/foreign-riot-police-now-operating-in-greec

7 MOTIVOS PARA EL 15-O

Ignacio Escolar en Público

1. Porque no me resigno a que de esta crisis sólo podamos salir agachando la cabeza, apretando los dientes y renunciando a lo que tantos años costó construir.

2. Porque no fueron ni los trabajadores ni los parados ni los profesores ni sus alumnos ni los médicos ni sus pacientes ni los pensionistas ni nuestros hijos quienes hundieron la economía. Pero sí son ellos, somos nosotros, los únicos que lo vamos a pagar.

3. Porque quiero un modelo fiscal donde cada cual aporte según su capacidad y cada cual reciba según su necesidad. Porque exijo ese “sistema tributario justo, inspirado en los principios de igualdad y progresividad” que me prometió el artículo 31 de la Constitución.

4. Porque la Constitución también me dijo que “la soberanía nacional reside en el pueblo español”, no en el Banco Central Europeo o en Wall Street.

5. Porque si hay dinero público suficiente para volver a rescatar a los bancos, a las cajas o a sus millonarios directivos, también debería haberlo para ayudar a esas familias hipotecadas que lo pierden todo porque no pueden pagar.

6. Porque las desigualdades económicas aumentan y me niego a que sea la eficacia, sin la equidad, el único patrón para medir el éxito de una sociedad.

7. Porque tal vez no sirva de nada. Porque tal vez nada vaya cambiar. Porque puede que sólo nos quede la protesta y la palabra. Pero lo que seguro que será completamente inútil es quedarse en casa y esperar sentado a que todo se solucione sin más.

Por estos siete motivos, y otros cuantos muchos más, este sábado 15 de octubre estaré en la calle para pedir al mundo un cambio global. Un cambio a mejor.

«15 O»

El 15 de octubre personas de todo el mundo tomarán las calles y las plazas. Desde América a Asia, desde África a Europa, la gente se está levantando para reclamar sus derechos y pedir una auténtica democracia. Ahora ha llegado el momento de unirnos todos en una protesta no violenta a escala global.

Los poderes establecidos actúan en beneficio de unos pocos, desoyendo la voluntad de la gran mayoría, sin importarles los costes humanos o ecológicos que tengamos que pagar. Hay que poner fin a esta intolerable situación.

Unidos en una sola voz, haremos saber a los políticos, y a las élites financieras a las que sirven, que ahora somos nosotros, la gente, quienes decidiremos nuestro futuro. No somos mercancía en manos de políticos y banqueros que no nos representan.

El 15 de octubre nos encontraremos en las calles para poner en marcha el cambio global que queremos. Nos manifestaremos pacíficamente, debatiremos y nos organizaremos hasta lograrlo.

Es hora de que nos unamos. Es hora de que nos escuchen.

¡Tomemos las calles del mundo

el 15 de octubre!