El Bosón de Higgs y el ‘catenaccio’ de la Iglesia

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Ante uno de los descubrimientos científicos más bellos y relevantes de las últimas décadas, la Iglesia ha reaccionado de forma coherente con su historia: a la defensiva.

El canciller de la academia científica vaticana, Monseñor Sánchez Sorondo dice, por si alguien se lo está cuestionando, que el bosón no es de Higgs sino de Dios y que, como causalidad última, Éste, tiene la patente de cuanto se halla en el universo (incluido el virus del SIDA, suponemos).

El enviado de Dios a los medios, Francisco Marhuenda, lo ha reflejado con diligencia en una portada para la historia.

La Razón, que todo lo puede, cumple el viejo sueño (casi siempre inalcanzable) del periodista: explicar el porqué de una noticia. ¡¡Qué narices de una noticia…!! La Razón nos explica en portada el porqué de la existencia misma del ser humano. Lo hace además, en una pirueta gloriosa, sin explicarnos antes el cómo. Así es como funcionan las cuestiones de fe. Desde los siglos de los siglos, ha consistido en llegar de un salto desde la casilla de salida al final del tablero, saltándose todas las casillas intermedias, y con ello las reglas más básicas del debate racional.

 La ciencia generalmente obra de un manera más laboriosa y paciente, que consiste en ir desentrañando los cómos, uno a uno, sin querer darle más sentido a la vida que el que cada uno quiera darle.

Pero no nos desviemos del tema. Hablábamos del periodismo canónico. Marhuenda no ha inventado nada. Antes que él ABC ya había resuelto el debate entre Fé y Ciencia a las bravas en una portada, en este caso en su suplemento Alfa y Omega.

Ahí ven a lo que nos referíamos. La perpetua huida hacia adelante eclesial. Ante la contradicción hay que buscar la respuesta en Dios y lo mismo en la refutación y en la confirmación, en una suerte de retórica que permite a la Iglesia vivir instalada en una permanente “win-win situation”.

Dios ha estado presente en el asunto del bosón desde que fue bautizado como la partícula divina. El mismo Peter Higgs se ha declarado molesto por esta denominación. Es un ateo confeso (valga la expresión) y le parece que meter a Dios en esto tiene poco sentido y, además, le  resta protagonismo. La irrupción de Dios en el CERN de Ginebra ha excitado, como hemos visto, a la prensa incluida a la más pretendidamente laicista.

 

Liberation sí ha hecho una portada con estilo, como explica en este post el blog Paper Papers.

La masse est dite. Un titular menos evidente, menos pedestre, que denota que la consideración que Liberation tiene de la inteligencia sus lectores es bastante más elevada que la que demuestra La Razón portada tras portada.

La Navaja de Ockham

La navaja de Ockham (a veces escrito Occam u Ockam), principio de economía o principio de parsimonia (lex parsimonia), es un principio metodológico y filosófico atribuido a Guillermo de Ockham (12801349), según el cual cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.

En ciencia, este principio se utiliza como una regla general para guiar a los científicos en el desarrollo de modelos teóricos, más que como un árbitro entre los modelos publicados. En el método científico, la navaja de Ockham no se considera un principio irrefutable de la lógica, y ciertamente no es un resultado científico. «La explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera», según el principio de Ockham. En ciertas ocasiones, la opción compleja puede ser la correcta. Su sentido es que en condiciones idénticas, sean preferidas las teorías más simples. Otra cuestión diferente serán las evidencias que apoyen la teoría. Así pues, de acuerdo con este principio, una teoría más simple pero menos correcta no debería ser preferida a una teoría más compleja pero más correcta.

Qué ha de tenerse en cuenta para medir la simplicidad, sin embargo, es una cuestión ambigua.1 Quizás la propuesta más conocida sea la que sugirió el mismo Ockham: cuando dos teorías tienen las mismas consecuencias, debe preferirse la teoría que postule la menor cantidad de (tipos de) entidades. Otra manera de medir la simplicidad, sin embargo, podría ser por el número de axiomas de la teoría.

La navaja de Ockham se aplica a casos prácticos y específicos, englobándose dentro de los principios fundamentales de la filosofía de la escuela nominalista que opera sobre conceptos individualizados y casos empíricos.

El principio

El principio es atribuido al fraile franciscano inglés del siglo XIV Guillermo de Ockham y es fundamental para el reduccionismo metodológico. Este principio ya formaba parte de la filosofía medieval aunque fue Ockham quien lo utilizó de forma filosófica. Sin embargo, no solamente es un principio metodológico sino que, además, tiene características gnoseológicas y ontológicas.

Pluralitas non est ponenda sine necessitate (la pluralidad no se debe postular sin necesidad.)

En su forma más simple, el principio de Ockham indica que las explicaciones nunca deben multiplicar las causas sin necesidad.

Cuando dos o más explicaciones se ofrecen para un fenómeno, la explicación completa más simple es preferible; es decir, no deben multiplicarse las entidades sin necesidad.

Esta regla ha tenido una importancia capital en el desarrollo posterior de la ciencia.

Ejemplo

Alguien se encuentra un billete en el bolsillo. Examinamos cuatro posibles explicaciones:

  1. El billete se lo introdujo un amigo.
  2. El billete se lo introdujo un amigo para darle una sorpresa.
  3. El billete se lo introdujo un amigo para darle una sorpresa en agradecimiento por invitarle al cine.
  4. El billete se lo introdujo un amigo para darle una sorpresa en agradecimiento por invitarle al cine el día anterior.

Se presume la primera opción como válida (mientras no se demuestre que no lo es) porque explica en su totalidad el suceso eliminando variables que reduzcan la probabilidad de que ésta sea cierta. Aunque hay que notar que existen otras explicaciones no consideradas que podrían llegar a ser la opción verdadera, por ejemplo, que el billete lo haya introducido él mismo y lo hubiese olvidado.

Origen del término

La denominación de navaja de Ockham apareció en el siglo XVI, y con ella se expresaba que mediante ese principio, Ockham «afeitaba como una navaja las barbas de Platón», ya que de su aplicación se obtenía una notable simplicidad ontológica, por contraposición a la filosofía platónica que «llenaba» su ontología de entidades (además de los entes físicos, Platón admitía los entes matemáticos y las ideas). Desde una perspectiva ontológica, pues, la aplicación de este principio permitió a Ockham eliminar muchas entidades, a las que declaró innecesarias. De esta manera se enfrentó a muchas tesis sustentadas por la escolástica y, en especial, rechazó la existencia de las especies sensibles o inteligibles como intermediarias en el proceso del conocimiento, y rechazó también el principio de individuación, al que calificó de especulación vacía e innecesario.

El principio en las distintas disciplinas

En derecho

El argumento de la navaja de Ockham no se aplica en derecho por considerar que el número de pruebas o testimonios debe ser lo mayor posible.

En economía

En economía, el argumento de la navaja de Ockham se utiliza en la teoría microeconómica del comportamiento del consumidor. Al no ser necesaria la utilidad cardinal, sino sólo la ordinal para explicar su comportamiento, se escoge esta última, por ser la explicación más sencilla de las dos.

En lingüística

En lingüística, el argumento de la navaja de Ockham fue utilizado para revisar la adecuación explicativa (problema de adquisición del lenguaje) del modelo de Aspectos de una teoría de la sintaxis de la gramática generativa de Noam Chomsky. Siguiendo su postulado, la teoría pasó de sostener la adquisición del lenguaje por medio de un gran número de reglas complejas a explicarlo por la existencia de unos pocos principios parametrizables (principios y parámetros, programa minimalista).

En teología

En teología, Guillermo afirmó que no es necesario postular más entes de los necesarios:

«[…] en teología, no postular más que aquellos que exija el dogma; en filosofía (metafísica), aquellos que la razón necesite».

En biología

Algunos creacionistas sostienen que la navaja de Ockham puede ser usada para defender la teoría del creacionismo frente a la evolución. Después de todo, suponer que un Dios lo haya creado todo es aparentemente más simple que la teoría de la evolución.

Sin embargo, defensores de la teoría de la evolución de Darwin afirman que el sencillo algoritmo evolutivo –la selección natural– se basta por sí solo para explicar la evolución sin necesidad de multiplicar las causas, argumentan que la navaja de Ockham sirve pues para hacer innecesarios los llamados «ganchos celestes», es decir, las explicaciones extranaturales de los fenómenos naturales. De este modo, rechazan situar a la entidad más compleja de todas (un Dios omnipotente) en el origen de toda vida en el Universo (o en el origen del propio Universo), al contrario, se busca el principio más simple capaz de generar complejidad, que aunque en un primer momento siguiendo el criterio de Ockham es el que deberíamos preferir para explicar el fenómeno, no por ello inmediatamente comprueba su mayor probabilidad ni su veracidad;3 tal como se describe en el apartado: Controversia en la parsimonia de la Navaja de Ockham.

En informática

Ante la creciente complejidad de los equipos y los sistemas de la informática, se ha desarrollado un principio llamado KISS «Keep It Simple, Stupid!» («¡Mantenlo simple, estúpido!»), sobre todo en relación con páginas y portales de internet. A veces, también se traduce como «Keep It Short and Simple» o «Manténlo corto y simple», en tono más formal.

En estadística

El principio de parsimonia tiene aplicaciones de importancia en el análisis exploratorio de modelos de regresión lineal múltiple. De un conjunto de variables explicativas que forman parte del modelo a estudiar, debe seleccionarse la combinación más reducida y simple posible, teniendo en cuenta la varianza residual, la capacidad de predicción y la multicolinealidad.

Pensamiento mágico

Por ejemplo, para explicar la caída de una manzana al suelo, podríamos plantear las siguientes explicaciones:

  1. Unos duendes la tiraron.
  2. Una tormenta a su paso tiró la manzana.

Estas hipótesis explican igualmente el fenómeno, pero el criterio de Ockham nos obliga a presumir que la segunda es la correcta, ya que las demás nos obligarían a asumir una serie de postulados mucho más complicados, como la cuestionable existencia de duendes.

Se ha de tener cuidado en no confundir la complejidad del enunciado con la complejidad de los eventos. En este caso podría enunciarse:

  1. Unos duendes lo hicieron.
  2. Una perturbación atmosférica violenta acompañada de aparato eléctrico y viento fuerte, lluvia, nieve o granizo lo hizo.

Aunque hay que notar en este caso, que el criterio de Ockham solo nos muestra el evento que deberíamos preferir para explicar el evento (ni siquiera el más probable) entre una serie seleccionada, pero no nos asegura que hayamos llegado a la respuesta correcta, por ejemplo, en este caso pudo haber sido un suceso no considerado entre los dos seleccionados el que verdaderamente produjo la caída de la manzana; un terremoto quizás.

Controversia en la parsimonia de la Navaja de Ockham

La Navaja de Ockham no implica la negación de la existencia de ningún tipo de entidad, ni siquiera es una recomendación de que la teoría más simple sea la más válida. Su sentido es que a igualdad de condiciones, sean preferidas las teorías más simples. Otra cuestión diferente serán las evidencias que apoyen la teoría. Así pues, de acuerdo con este principio, una teoría más simple pero menos correcta no debería ser preferida a una teoría más compleja pero más correcta.

Sin embargo, para el filósofo Paul Newall, el punto principal que hace que la Navaja de Ockham sea de poca ayuda, si no explícitamente entorpecedora y detrimente, es que las consecuencias de añadir entidades adicionales son imposibles de establecer a priori. Puesto que la ciencia nunca finaliza, siempre estamos en la posición «antes» y nunca llegamos a la posición «después», que según Niels Böhr era el único momento en el que se podría introducir la navaja de Ockham lo cual, obviamente, ya no es de ninguna ayuda para juzgar de antemano una teoría.

Porque, ¿qué nos hace pensar que el Universo es simple y ordenado, en lugar de complejo y caótico? ¿Y si el Universo y la realidad misma tuvieran una estructura fractal?

Preferir una teoría que explique los datos en función del menor número de causas no parece sensato. ¿Existe algún tipo de razón objetiva para pensar que una teoría así tiene más probabilidades de ser cierta que una teoría menos simple? Aún hoy en día, los filósofos de la ciencia no se ponen de acuerdo en darle una respuesta a esta pregunta.

Su forma moderna es la medida de complejidad, de Kolmogorov. No existe una medida simple de simplicidad. Dadas tres explicaciones, no podemos estar seguros de cuál es la más simple. No es posible aplicar las matemáticas para determinar la validez de un juicio. Se vuelve al juicio subjetivo y relativo.

Por ejemplo, la Física clásica es más simple que las teorías posteriores. Matemáticamente, la física clásica es aquella en cuyas ecuaciones no aparece la constante de Planck. Un paradigma actual principal de la física es que las leyes fundamentales de la naturaleza son las leyes de la física cuántica y la teoría clásica es la aplicación de las leyes cuánticas al mundo macroscópico. Aunque en la actualidad esta teoría es más asumida que probada, uno de los campos de investigación más activos es la correspondencia clásica-cuántica. Este campo de la investigación se centra en descubrir cómo las leyes de la física cuántica producen física clásica dependiendo de que la escala sea al nivel microscópico, mesoscópico o macroscópico de la Realidad.

Sin embargo, lo que aduce la Navaja de Ockham es que la Física clásica no se debería preferir a teorías posteriores y más complejas, como la Mecánica cuántica, puesto que se ha demostrado que la Física clásica está equivocada en algunos aspectos. El primer requerimiento para una teoría es que funcione, que sus predicciones sean correctas y que no haya sido falsada. La Navaja de Ockham se utiliza para distinguir entre teorías que se supone que ya han pasado estas pruebas y aquellas que se encuentran igualmente soportadas por las evidencias.14

Otro controvertido aspecto de la Navaja de Ockham es que una teoría puede volverse más compleja en lo relativo a su estructura (o Sintaxis), mientras que su Ontología (o Semántica) se va haciendo más simple, o viceversa. Un ejemplo habitual de esto es la Teoría de la Relatividad.

Galileo Galilei criticó duramente el mal uso de la Navaja de Ockham en su Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo: ptolemáico y copernicano.La Navaja de Ockham viene representada por el diálogo de Simplicio, un mediocre defensor de la física aristótelica, un personaje con el que quizás Galileo estuviera representando al papa Urbano VIII. El punto clave sobre el que ironizó Galileo fue que si realmente se quisiera comenzar desde un número pequeño de entidades, siempre se podrían considerar las letras del abecedario como entidades fundamentales, puesto que con toda certeza se podría construir todo el conocimiento humano a partir de ellas.

Anti-navajas de Ockham

La Navaja de Ockham se ha encontrado con multitud de oposiciones por parte de quienes la han considerado demasiado extrema o imprudente. El filósofo Walter of Chatton fue contemporáneo de Guillermo de Occam y quien cuestionó la Navaja de Ockham y el uso que Ockham hizo de ella. Como respuesta, aportó su propia anti-navaja: Si tres cosas no son suficientes para verificar una proposición afirmativa sobre las cosas, una cuarta debe ser añadida, y así sucesivamente.

Otros filósofos que también crearon anti-navajas fueron Leibniz (1646–1716), Immanuel Kant (1724–1804), y Carl Menger (1902-1985). La versión de la anti-navaja de Leibniz tomó su forma en el Principio de plenitud, que establece que Todo lo que sea posible que ocurra, ocurrirá. Leibniz argumentaba que la existencia de el mejor de todos los mundos posibles confirmaría genuinamente cada posibilidad, y postuló en su Teodicea que este mejor de todos los mundos posibles contendría todas las posibilidades, sin que nuestra experiencia finita pudiera cuestionar racionalmente acerca de la perfección de la naturaleza.

Este mismo Principio de plenitud se encuentra presente en el concepto de Multiverso, en la Teoría de los universos múltiples o Universos paralelos del físico norteamericano Hugh Everett, teorías consideradas como científicas. El reciente descubrimiento de la energía oscura, una suerte de quintaesencia que se podría atribuir al movimiento dinámico de un campo escalar, les ha permitido a los físicos Lauris Baum y Paul Frampton, autor éste en 1974 del primer libro sobre Teoría de cuerdas, formular la existencia de una nueva entidad — contrariamente a lo que la Navaja de Ockham argumentaría —, la energía fantasma, la cual daría lugar a un Modelo cíclico del universo en el que la entropía del Universo decrecería hasta cero, un modelo ya sugerido por Albert Einstein, que explicaría por qué el valor de la Constante cosmológica es varios órdenes de magnitud inferior al que predice la Teoría del Big Bang, inventada ésta por el sacerdote católico Georges Lemaître, pese a ser la comúnmente consensuada por la comunidad científica. Recientemente, algunos científicos han cuestionado incluso una de las asunciones principales de la Física, el supuesto de que las constantes universales sean realmente constantes y sus implicaciones. En el año 2008 se lanzó el satélite Planck Surveyor, que podría permitir dilucidar qué teoría es más adecuada.

Para el filósofo David Kellogg Lewis, considerado uno de los filósofos analíticos más importantes del siglo XX y proponente del realismo modal, existe un número infinito de mundos causalmente aislados y el nuestro es tan sólo uno de ellos. Para Lewis, la Navaja de Ockham, aplicada a objetos abstractos como conjuntos, es, o bien dudosa por principio o simplemente falsa.

Kant también sintió la necesidad de moderar los efectos de la Navaja de Ockham, creando así su propia anti-navaja en su Crítica de la razón pura:

La variedad de seres no debería ser neciamente disminuida.

Karl Menger encontró a los matemáticos demasiado parsimoniosos en lo que respecta a las variables, de modo que formuló su Law Against Miserliness (Ley contra la tacañería) que tomó estas dos formas:

  • Las entidades no deben ser reducidas hasta el punto de inadecuación.
  • Es vano hacer con menos lo que requiere más.

Incluso Albert Einstein también aportó su propia anti-navaja de Ockham:

A duras penas se puede negar que el objetivo supremo de toda teoría es convertir a los elementos básicos en simples y tan pocos como sea posible, pero sin tener que rendirse a la adecuada representación de un sólo dato de la experiencia. Simple, pero no más simple.
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Fuente: Wikipedia

Dios no existe. Prueba

Benedicto XVI (de soltero Ratzinger) nos ha desvelado parte de su mentira  (en realidad muy poco -sólo el Purgatorio-). Y aunque pocos años atrás su antecesor hizo lo mismo con el Infierno y el resto del cuento lo mantiene activo para no perder el empleo, hoy es buena ocasión para recordar ese bonito…  ¿juego? del filósofo Noé Garza que «demuestra» la inexistencia de Dios.

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Preámbulo.

Algunas personas piensan que no se puede demostrar la inexistencia de algo, pero se equivocan. Puede ser probado, por ejemplo, que no hay un número primo par mayor que 2; o que no existen las esferas cúbicas. Otras personas piensan, que no se puede demostrar la inexistencia de dios. En mi opinión, como ateo, es que sí se puede demostrar que dios no existe.

La definición de la palabra dios.

Para probar la inexistencia de dios debemos, primero, definir lo que significa esa palabra. Para todas las culturas, la palabra dios es sinónimo de un ser todopoderoso; así que admito esa definición por ser el único concepto que comúnmente se tiene de dios.

Para mí, tendría más sentido si dios fuese de género femenino, porque sólo ese género puede dar vida; algo que hasta los cavernícolas sabían. Pero después, cuando los hombres comenzaron a tomar el control de la sociedad, nació la idea de que dios es de género masculino. Aunque en algunas culturas hay un dios masculino y un dios femenino. Se debe de tomar en cuenta que un dios omnipotente debe ser andrógino o sin sexo. Pero como en la mayoría de las culturas es de género masculino, aquí lo trataremos como varón.

Algunas personas (por ejemplo Einstein) creen en un dios personal o individual, digamos simbólico. Yo pienso que a ese tipo de dioses no se le puede llamar dios propiamente dicho. Un dios que no tiene vida, no tiene nada que ver con la definición de dios que las culturas “primitivas” nos dejaron como base para nuestra presente civilización. Este tipo de dios puede ser excluido por la Navaja de Occam pero, lo más importante, no presta atención a las plegarias ni a los sacrificios.

Referente a lo anterior, podríamos decir que, si dios no es omnipotente, no hay nada que le impida ser parte del universo. Si ese es el caso ¿qué hace a ese dios divino? Entonces este dios sería un extraterrestre, o simple materia; que probablemente contenga sangre, ADN, o cualquier otra característica de lo que sabemos que contiene vida. Y cualquier cosa que dios pueda hacer, nosotros la podríamos hacer. Todo su conocimiento podría ser conocimiento que nosotros podríamos obtener. Y eso nos convertiría en dioses; resultando en una extraña forma de narcisismo.

Muchas personas justifican su fe en dios a manera de respuesta para todo aquello que no tiene explicación. ¿Cuál es el significado de la vida? ¿Quién creó el universo? ¿De dónde provienen el tiempo y el espacio? Cuando no tenemos el conocimiento apropiado para responder estas y otras preguntas, se utiliza a dios como respuesta.

Digamos que, si dios es el significado de la vida, ¿cuál es el significado de dios? Si dios tiene una naturaleza, ¿quién creo esa naturaleza? Si dios creó el tiempo y el espacio, ¿cómo pudo vivir fuera de ellos? Ya que la creación es un evento del tiempo, ¿cómo pudo dios crear el tiempo? Para contestar todas estas preguntas, dios tiene que ser todopoderoso; o simplemente no puede contestarlas. Para que dios pueda ser todopoderoso, tiene que ser omnipotente; y así estar por encima de todo, del tiempo y del espacio.

Cualidades de un dios omnipotente.

Para que un dios pueda ser considerado como omnipotente, debe cumplir los siguientes requisitos:

1. Lo debe de saber todo. Todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será. Para poder saber todo esto, debe conocer hasta el mínimo movimiento de la partícula más pequeña del cosmos.

2. Debe ser digno de nuestra adoración. Cualquier ser que no sea digno de nuestra adoración, no puede ser considerado dios.

3. Debe ser capaz de hacerlo todo, hasta lo más imposible e ilógico. Y para poder cumplir este requisito, debe estar por encima de todas las dimensiones.

4. No puede ser ni bueno ni malo, o tener una característica subjetiva. Si dios es bueno, no puede ser malo y por ende no es todopoderoso. Algunos dirán que los buenos pueden hacer cosas malas aunque deciden no hacerlas. Pero si dios es tan bueno no puede decidir cosas malas, ¿o sí?

El problema del mal.

Tenemos el problema del mal, expuesto por David Hume, quien dice que, si dios permite el mal, no es tan bueno. Si viola sus intenciones para con el universo, no es todopoderoso. Dios no puede ser ambos, bueno y todopoderoso. Hay muchas objeciones al respecto, pero ninguna que tenga validez. Ya que dios es el responsable del mal, porque si dios es el creador de todo, solo él pudo crear el mal. Y si pensáramos que algún ente maligno creó el mal, ¿por qué no pensar que ese ente es el creador de todo y no dios?

Las evidencias ontológicas en contra de los dioses.

Es necesario que dios sea digno de adorar. Porque si no lo es, entonces no es digno de ser llamado dios.

Ninguna de las religiones existentes nos puede dar un dios digno de adorar. Pero supongamos que todos esos dioses son falsos, y que hay un dios que ninguna cultura conoce. Pero si hay un dios que haya fallado o no ha intentado comunicarse con nosotros, no es digno de nuestra adoración. Entonces las evidencias ontológicas son aceptables, aun sin un amplio conocimiento del universo.

Hay un ligero examen, basado en las evidencias ontológicas, que usted puede hacer para probar la existencia de dios. Rece y haga sacrificios en nombre de dios, y pídale que provea una evidencia irrefutable de que existe, dentro del rango de siete días. Si después de esa semana, usted tiene las pruebas, felicidades, hágame llegar esas pruebas. Pero si no le manda las pruebas, es por una de estas tres razones:

1. Dios no existe.

2. Dios no quiso.

3. Dios no puede darle las evidencias.

Debido a las evidencias ontológicas, podemos deducir que las alternativas dos y tres, dan indicios de un dios que no es digno de su adoración. Por lo tanto, igualan la alternativa uno. Así que si no recibe respuestas, es porque dios no existe.

El significado de la palabra existencia.

¿Qué queremos decir con existencia? La definición correcta de existencia es que algo sólo existe si se relaciona de alguna manera con otra cosa. Esto quiere decir que las cosas existen, en relación unas con otras. Lo podríamos interpretar, como parte de nuestro universo. A dios se le define como infinito, lo cual quiere decir que no hay nada fuera de dios; porque la palabra infinito da a entender que ya todo esta incluido. Pero eso quiere decir que dios no puede existir, por la razón mencionada anteriormente; o que dios es el universo, en cuyo caso, dios no es dios.

La Navaja de Occam

La navaja de Occam fue formulada por William Occam (1285-1349) y dice: “No se deben multiplicar entidades, a menos que sea necesario”. Que, dicho con otras palabras, quiere decir que uno debe utilizar una explicación simple, basada en premisas simples; antes de hacer una explicación compleja.

Supongamos que todo fue creado, y que el creador es un dios omnipotente. Un dios que está por encima del tiempo, el espacio, la moral, la existencia y que tiene su propia causa. Esta entidad puede ser remplazada por el universo. El universo está por encima del tiempo, el espacio, la moral, la existencia y tiene su propia causa. Muchos teístas afirman que dios tiene una naturaleza. ¿Quién creó esa naturaleza? Si aceptamos que dios tiene una naturaleza y existe sin una causa, ¿por qué no decir que las leyes de la física son como son, sin una causa?

En realidad dios no es una respuesta, es una evasión a la pregunta. Es imposible obtener información evadiendo la pregunta. Cuando decimos que dios hizo una cosa de cierta forma, no hay manera de entender las cosas más a fondo; te metes en un callejón sin salida. Ante esta respuesta, uno se encoge de hombros y acepta las cosas como son. Y entonces, las respuestas al cómo y por qué quedan inconclusas. Si queremos obtener un amplio conocimiento del mundo y el universo, no podemos quedarnos con un dios como respuesta. Porque diciendo que dios es la explicación a todo, deja muchas preguntas al aire. Se debe remover la idea de dios, con la navaja de Occam, si se quiere obtener un amplio conocimiento del mundo y el universo.

La Imposibilidad.

Muchas cosas son imposibles de hacer. Por ejemplo, nadie puede sumar dos mas dos, y obtener como resultado 666. Hay muchos ejemplos al respecto pero, si dios es todopoderoso, él podría hacerlo; aunque sigo insistiendo que esas cosas son imposibles de hacer.

Muchas personas dirán que dios solo hace cosas que son, lógicamente, posibles. Pero yo digo que a los milagros se les llama milagros porque son imposibles de hacer. ¿Qué es lógico? ¿Caminar por encima del agua? ¿Resucitar a los muertos? ¿Estar por encima del tiempo, el espacio y todas las dimensiones, y existir? Yo pienso que todo aquello que viola las leyes de la física y la naturaleza es imposible. Así que la omnipotencia es imposible. Además de que la omnipotencia es una cualidad, y no hay manera de diferenciar o clasificar la omnipotencia de la no-omnipotencia. Para que la omnipotencia pueda ser una expresión válida tiene que ser absoluta; pero no tenemos un criterio en qué basarnos, así que el término no es válido.

La omnipotencia es imposible por las paradojas.

Una manera de desmentir la omnipotencia de dios, es hacerlo por medio de paradojas. ¿Acaso puede crear una roca, que ni él mismo pueda cargar? ¿Puede construir una muralla que ni el mismo pueda tumbar?

Ahora, si dios lo sabe todo, debe saber lo que sucederá en el futuro. Y lo sabe desde el inicio de su existencia, así que sus acciones son predestinadas; esta sujeto al destino y no tiene libre albedrío. Si dios no tiene libre albedrío, entonces no es omnipotente. Viéndolo de otra forma, para poder tener libre albedrío, tomar decisiones y hacer planes, se tiene que estar actuando conforme al tiempo presente. Si dios está por encima del tiempo, no puede hacerlo y no tiene libre albedrío. Si dios esta por encima de las dimensiones, dios no tiene dimensión, es la nada, es ausencia, algo nulo.

Pongámoslo todavía más fácil. Si dios tiene libre albedrío, no sabe lo que él mismo hará mañana, y entonces deja de ser omnipotente.

Problemática del Creacionismo.

Si para que algo pueda existir necesita de un creador, entonces dios también tiene un creador. Si dios no tiene un creador, entonces lo anterior es una mentira, y podríamos asumir que el universo no necesita de un creador para poder existir.

El mundo perfecto.

Esta en realidad no es evidencia concreta, más bien describe la ausencia de sentido común en las personas que adoran un dios.

Si dios está por encima del tiempo y creó el tiempo y el espacio, entonces los puede manipular. Y sólo lo podríamos ver en las leyes de la física (Davies, 1983, capitulo 4). Este dios es innecesario, como expliqué anteriormente, gracias a la navaja de Occam.

Si alguien hiciera una plegaria a dios pidiendo cambiar un evento presente, pero relacionado con el pasado; y dios pusiera atención, las leyes de la física cambiarían para responder la plegaria. Y entonces el mundo seria distinto, y la plegaria jamás hubiese existido. Además de que dios, en su omnipotencia, sabría que la persona haría esa plegaria y se adelantaría, y cambiaria las cosas sin necesidad de la plegaria. Las plegarias serian innecesarias, porque viviríamos en un mundo perfecto; y en ese mundo decir una plegaria seria dudar del poder de dios.

Pero una mejor manera de cambiar el mundo y tu vida, es haciéndolo tú mismo. Entonces tendrías la seguridad de que las cosas serán diferentes; y no estarías esperando a que contesten tu plegaria. Seria más rápido y más efectivo. Es más seguro cambiar el mundo con acciones que con plegarias.

Nadie realmente cree en dios.

Schopenhauer una vez dijo algo así como “El hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede tener lo que quisiera”.

Las personas que dicen creer en dios, realmente no lo hacen. Sólo desean creer en él. Piensan que sus vidas no tienen sentido sin un dios que las proteja; así que deciden cerrar sus ojos ante la evidencia de la inexistencia de dios.

Según las propias palabras de un líder religioso, el Papa Ratzinger:

“La libertad religiosa no justifica la libertad de divergencia. Esta libertad no apunta a una verdad relativa, pero sí se trata de la libertad de decisión de las personas para, de acuerdo a sus inclinaciones morales, aceptar la verdad”. (The times, Junio 27 1990, p9)

Más claro ni el agua. Las personas que son creyentes aceptan la “verdad”, y después tienen que tener mucha fe para poder seguir creyendo. Deciden qué creer y qué no creer, y después intentan convencerse a sí mismos y, en el proceso, a otros, para no sentirse solos ni diferentes a los demás. Se resisten, a pesar de las evidencias, a dejar de creer en dios, porque sin esa creencia, su vida está vacía.

Todos hemos pasado por algo similar. Yo, por ejemplo, cuando era niño creía en Santa Claus, Los Reyes Magos, que la cigüeña trae a los niños de Paris, que había monstruos en mi cuarto y que mis juguetes tenían vida (¿Toy Story?). Y todo porque me dejé influenciar por el medio que me rodeaba. Pero ahora, ya más maduro, me pongo a recapacitar y me doy cuenta de que yo decidí creer en eso; a pesar de lo ilógico que suenan estas cosas.

Pero cuando algunas personas creyentes se cuestionan sus dogmas religiosos, se convierten al agnosticismo o al ateísmo. Como por ejemplo Charles Darwin (Darwin, 1958), Dan Barker (Barker, 19??), Ernest Renan y muchos otros. Estas personas son un claro ejemplo de que, si se cuestiona la idea de dios, puedes llegar a desecharla. Personas que después de leer libros y cuestionarse sus ideas llegaron a ser ateos. No querían hacerlo, pero es algo inevitable ante las evidencias.

Conclusión.

He tratado de definir al único dios que puede ser filosóficamente justificado. Y en base a eso, demostrar que este dios no existe. Después de leer este trabajo muchos dirán que dios está fuera del alcance de la mente humana; así que no puede ser interpretado por simples mortales. Pero recuerden que las personas que afirman algo son los que tienen que demostrarlo. Yo afirmo que dios no existe, y en este documento lo he «demostrado», si tú afirmas que dios existe, ¿dónde están tus pruebas?

Noé Garza

Ciencia o creencia

PEDRO CABA MARTÍN en Público

La reciente noticia sobre la decisión de la Universidad de Zaragoza de crear una cátedra de Homeopatía como resultado de un acuerdo con un potente laboratorio, así como la insistente atención de los medios de comunicación a ineficaces procedimientos terapéuticos, supuestos medicamentos y “productos milagro”, hace necesario una réplica sobre las llamadas medicinas alternativas.

Es cada vez más frecuente que en centros privados, colegios de médicos e incluso alguna universidad se impartan cursos académicos y concedan títulos de homeopatía, acupuntura, medicina natural y otras paramedicinas. Del incuestionable carácter incompleto del saber científico se benefician las pseudociencias, que ofrecen a la opinión pública una respuesta global y asequible sobre la enfermedad y el sufrimiento humano con procedimientos ancestrales que corresponden a periodos históricos precientíficos. Asistimos a una confusión terminológica que no diferencia las medicinas tradicionales o populares de las llamadas medicinas alternativas.
Las medicinas tradicionales o populares se fundamentan en los principios comunes del patrimonio cultural de los pueblos: religión, creencias, mundo sobrenatural y tabúes. La enfermedad es la consecuencia de fuerzas maléficas que requieren la intervención del chamán o hechicero para combatirlas. Utilizan procedimientos terapéuticos que, en algunos casos, han sido precursores de la medicina moderna, fueron y todavía son la única respuesta ante la enfermedad y el dolor en las antiguas culturas y aún hoy en día están vigentes en
etnias y grupos sociales desfavorecidos que no tienen acceso a la medicina científica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) acepta estas terapias populares de relativa eficacia que utilizan los pueblos mientras no alcancen un desarrollo social y económico que les permita disponer de los avances de la medicina moderna.
La OMS ha definido las medicinas tradicionales como “ la suma de conocimientos, técnicas y prácticas, explicables o no, utilizadas para combatir trastornos físicos, mentales y sociales, basados en la experiencia y observación y transmitidos de una generación a otra” (Informe Técnico OMS, 1998). Muy diferentes, y no se deben confundir, son las llamadas medicinas alternativas, paralelas, naturales u holísticas. Son prácticas sistematizadas de terapias no verificadas por la comunidad científica médica y se basan en el efecto placebo, al que tenemos que reconocer que también recurre la medicina oficial en ocasiones. Las llamadas medicinas alternativas –homeopatía, acupuntura, naturismo, iridología, quiropraxia, reflexoterapia, auriculoterapia y otras– pueden mejorar algunos síntomas subjetivos asociados a la enfermedad: ansiedad, aflicción, temor al dolor y a la muerte.
La acupuntura, por ejemplo, es una práctica empírica milenaria china derivada de su visión cosmogónica, según la cual el universo surgió de la relación dialéctica entre el principio activo, caliente, masculino y positivo (Yang) y el principio pasivo, oscuro, femenino y negativo (Yin). En esta dualidad básica, el equilibrio entre el defecto y el exceso, el Yin y el Yang, es el Tao. La acupuntura está asociada al taoísmo, y los preceptos descritos en el Nei-Ching son su base teórica.

La homeopatía se fundamenta en la convicción de que “lo semejante se cura con lo semejante”. Fue el lema de Hahnemann, su creador. Utilizó sustancias diluidas en dosis infinitesimales en diluciones sucesivas de una en 99 partes y tuvo justificación en sus comienzos (siglo XVIII) como reacción a una práctica médica académica, con escasa base científica, en la que se utilizaba con profusión sangrías, crísteles y purgas. Hoy ha derivado hacia una impostura ineficaz y charlatanesca que genera grandes beneficios económicos.
Últimamente han surgido proyectos de integrar en la sanidad pública estas prácticas médicas acientíficas, con el sorprendente argumento de que aproximadamente el 40% de la población recurre a ellas. En la medicina, toda terapia debe ser subordinada a ensayos científicos. Las medicinas alternativas no admiten este tipo de pruebas y basan su actuación en creencias y testimonios históricos que demuestran, según ellos, su eficacia. En 1993, el Parlamento Europeo creó una comisión para evaluar estas terapias alternativas y emitió un informe confirmando que “las prácticas médicas deben basarse en pruebas científicamente demostradas y en medicamentos experimentados en ensayos aleatorios”. Según The New England Journal of Medicine, una de las más prestigiosas publicaciones médicas, “las medicinas alternativas se fían de falsas teorías y anécdotas e ignoran los mecanismos biológicos y menosprecian la ciencia moderna”.

La medicina, como toda la ciencia, es fragmentaria, provisional en sus conclusiones y transitoria hacia el progreso. El objetivo de la ciencia consiste en elaborar teorías fiables para predecir fenómenos y codificar experiencias. Cuando el pensamiento se dogmatiza y se proclama poseedor de la verdad absoluta, ya no es ciencia, es creencia. Ciencia y creencia son esencialmente distintas e irreductibles. La única alternativa a la medicina es una medicina más científica y humanizada. Es decir, una medicina mejor. El ejercicio de la razón no es sólo necesario para el progreso científico, sino también imprescindible para la supervivencia de la humanidad. El pensamiento racional no es sólo un imperativo ético, sino el único camino para evitar la consolidación de una sociedad injusta e insolidaria e impedir que estemos encaminándonos hacia un ecocidio. La superstición, el oscurantismo o el fanatismo religioso se propagan por doquier, incluido el mundo desarrollado. Tal vez un sueño, una esperanza: la aparición de una cultura racional y crítica pero no dogmática, con mentalidad científica no cientifista, tolerante pero no frívola. Quizá no sea desmedido el grito del premio Nobel Richard Feyman: “Racionalismo o barbarie”.

Pedro Caba Martín es Médico. Ex vicepresidente de la OMS (Organización Mundial de la Salud)

Ilustración de Miguel Ordoñez

Vaya por dios, DIOS no existe

A estas alturas, con la cantidad de creencias, actividades, formas de vida y surtido de sectas en el negocio de este asunto, viene Stephen Hawking a aguarles la fiesta diciendo: «Dios no creó el Universo»

En efecto, el científico británico Stephen Hawking afirma en su nuevo libro, The Grand Design (El Magnífico Diseño), que el Big Bang fue una consecuencia inevitable de las leyes de la física, que Dios no creó el Universo y que las teorías científicas más actuales convierten en innecesaria la figura de un creador.

El libro, señala: «Dado que existe una ley como la de la gravedad, el Universo pudo crearse a sí mismo -y de hecho lo hizo- de la nada. La creación espontánea es la razón de que exista algo, de que exista el Universo, de que nosotros existamos». Por tanto, añade, «no es necesario invocar a Dios» para que haya cosmos.

BriefHistoryTime.jpgEn su obra más popular, (Una Breve Historia del Tiempo), un texto de divulgación sobre el Universo y su evolución, Hawking, físico teórico reconocido internacionalmente por sus aportaciones en cuestiones de cosmología, agujeros negros y gravitación cuántica, sugería que «si llegamos a descubrir una teoría completa, sería el triunfo definitivo de la razón humana porque entonces conoceríamos la mente de Dios». Ahora sostiene que, del mismo modo que el darwinismo eliminó la necesidad de un creador en el campo de la biología, las nuevas teorías de la física hacen redundante el papel de un creador del Universo. El último libro, escrito junto al físico estadounidense Leonard Mlodinow, saldrá a la venta en estos próximos días.

CIENCIA Y FÚTBOL

«La inmensa mayoría de las profesiones son muchísimo más útiles para la sociedad que la de futbolista»

PELLO SALABURU en El Correo

Parece que no son los mejores momentos, en opinión de nuestros dirigentes, para invertir en ciencia e innovación, según indicaba la ministra del ramo hace unos días. La crisis es la crisis. Sin embargo, está visto que la crisis afecta a unos sectores, pero no a otros. Resulta más que preocupante, y completamente escandaloso, lo que estamos viendo estos días.
Ni la mejor jugada de Villa, ni la parada más espectacular de Casillas mejorarán en nada nuestra vida. Nos darán un poco de asueto durante unas horas, como pasaba con el circo en Roma, y nos entretendrán. Pero nada más. Nuestra vida no va a mejorar en nada por eso, aunque es cierto que, en momentos duros de crisis como éste, nos viene bien para despistarnos un poco y evadirnos de los problemas reales. Sin embargo, el trabajo de un médico, el puente diseñado por un ingeniero, el programa desarrollado por un informático, o las largas y lentas horas que un científico pasa en el laboratorio, mediante una acumulación lenta del conocimiento, acaban teniendo enorme importancia y hacen posible que vivamos más tiempo y lo hagamos con una calidad de vida mayor. La ciencia ha mejorado de forma espectacular nuestra calidad y nuestra esperanza de vida, basta ver las estadísticas. La inmensa mayoría de las profesiones son muchísimo más útiles para la sociedad que la de un futbolista. Debemos mucho a la ciencia y a la técnica, pero da la impresión de que no somos conscientes de ello. Si lo fuéramos, no podríamos aceptar en buena lid y sin protestar que los futbolistas se lleven lo que se van a llevar si ganan el Mundial. Es un auténtico escándalo. Mucho más cuando jugarían de forma muy parecida aun ganando la centésima parte.
Nos dicen que la federación se financia sola, y que con el Mundial saca mucho más dinero del que pueda gastar en primas. La indecencia absoluta es la misma. Porque, en ese caso, y ateniéndonos a las reglas del mercado, un negocio tan pujante debería pagar a Hacienda mucho dinero por utilizar la marca ‘España’, si es que la utilización de esa marca les genera tantos fondos. Deberían pagar lo suficiente como para impedir que cada jugador vaya a cobrar 600.000 euros. A la vista de esas cantidades, es evidente que la ciencia es maltratada y despreciada.
Los profesores universitarios que así lo deseen, y siempre que cumplan una condiciones, son evaluados por el Ministerio. Se evalúa de forma anónima la investigación científica que realizan, y esa evaluación se hace cada 6 años. Cada profesor puede ser evaluado, con efectos retributivos, hasta un máximo de 6 veces (36 años de investigación). Se trata de compensar a los mejores, y fomentar la calidad en la Universidad. Hay en España (universidades públicas) unos 95.000 profesores universitarios, de los que 68.000 tienen dedicación exclusiva. Según los últimos datos disponibles (2008), en todos estos años se podían haber presentado unos 48.000 profesores para que fuesen evaluados. Sin embargo, sólo se han presentado 37.000, de los que más de 6.000 no han conseguido ninguna evaluación positiva (ningún ‘sexenio’). Los datos para el resto son los siguientes (doy números exactos ahora): con un sexenio, 10.135; con dos, 9.193; con tres, 5.695; con cuatro, 3.198; con cinco, 1.824, y con seis, 613 profesores. Es decir, que de un total de 95.000 profesores, sólo 613 han conseguido evaluación positiva para sus 36 (ó más) años de investigación, siempre hasta 2008. Vamos a ver ahora las primas que cobra nuestra elite científica, aunque, la verdad, me da cierto rubor ponerlo aquí.
Cada uno de esos 613 profesores recibirá, hasta su jubilación, si son todos catedráticos, 11.256 euros como prima por año, con independencia de su salario. Un emolumento más bien ridículo para el tremendo sacrificio que exige la obtención de un sexenio. Es decir: la prima de un solo jugador por ganar un mundial equivale a la prima que cobran 53 de nuestros mejores y más experimentados científicos (en España) al año. Desde otra perspectiva: el año 2007 se concedieron 4.626 sexenios en total. El coste de las primas de todos nuestros investigadores (más de 30.000) fue sensiblemente inferior (dos terceras partes) al coste de las primas que cobrarán nuestros 23 jugadores si ganan el Mundial. O estamos haciendo el primo o hay demasiada prima de por medio.
Me voy a olvidar aquí de lo que sucede con el fútbol ‘privado’ (por ponerlo de algún modo: ligas, copas y demás). Desde siempre, pero más desde que Florentino se hizo dios y habitó entre nosotros, la escandalera es de campeonato. Se trata de clubes a los que les llueven, de forma directa o indirecta (hay muchos modos), ayudas públicas utilizadas para pagar sueldos privados multimillonarios. No me voy a referir en esta ocasión a eso, ni a los sueldos, ni a las primas de competiciones más o menos privadas, sino a algo más básico, a ese mecanismo tan perverso que hace que un organismo que utiliza símbolos oficiales se valga de ellos para meter dinero a espuertas en los bolsillos de unas personas cuya profesión aporta más bien poco al bienestar de todos nosotros, mientras al mismo tiempo se desprecia de forma olímpica el trabajo de cientos o miles de personas que han hecho posible simplemente eso: que vivamos más años, y los vivamos mejor. Uno se inclina a pensar que, si la sociedad no es capaz de ver esto, la idiotez está bastante más extendida de lo que presuponía. He omitido un detalle: en realidad la distancia es mayor, porque a partir de este mes hay que quitar un 5% a las primas de los científicos.

«La homeopatía es brujería», según los médicos británicos

Luis Alfonso Gámez en EL CORREO

«La homeopatía es brujería. Es una desgracia que, situado entre el Hospital Nacional de Neurología y Great Ormond Street (en Londres), haya un Hospital Nacional de Homeopatía que financia el Servicio Nacional de Salud (NHS)», ha dicho Tom Dolphin, vicepresidente del comité de médicos jóvenes de la prestigiosa Asociación Médica Británica (BMA). Según ‘The Daily Telegraph’, los participantes en el encuentro anual de estos jóvenes profesionales han acordado por abrumadora mayoría pedir al NHS que deje que costear la homeopatía, en lo que supone un nuevo duro golpe a esta práctica.
El Comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes urgió en febrero al NHS a que no la financie porque «no existe ninguna prueba de que funcione más allá del placebo» y pidió, además, a la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) que impida que las etiquetas de los preparados homeopáticos incluyan afirmaciones sobre su uso médico: «Como no son medicinas, los productos homeopáticos no deberían tener licencia de la MHRA».
Los homeópatas sostienen que un preparado en el que una sustancia ha sido diluida hasta el punto de que no queda ni una molécula de ella es efectivo gracias a la llamada ‘memoria del agua’, cuya existencia nunca ha sido probada.

El éxito de la Power Balance como síntoma

Luis Alfonso Gámez en su blog «Magonia»
Me afeaba el otro día un buen amigo que le hubiera criticado aquí al lehendakari López por usar la pulsera Power Balance. Lo consideraba algo anecdótico sobre lo que no merecía la pena perder el tiempo ni hacer sangre. No estoy de acuerdo. Creo que no se debe pasar por alto el hecho de que el representante de todos los vascos haga publicidad de un timo. Porque eso es la pulsera Power Balance, un producto milagro que, como tal, no hace lo que sus fabricantes y distribuidores dicen que hace. ¿Por qué la llevaba puesta Patxi López en su foto con el presidente gallego, Alberto Núñez Feijoó, en la portada del XL Semanal? El lehendakari ha dicho que no es que crea en los poderes del amuleto, sino que lo compro por Internet para regalárselo a su madre. Vale, voy a creerle; aunque yo, cuando le compro un regalo a mi madre, procuro dárselo sin haberlo abierto ni usado. Pero, si bien esa justificación me tranquiliza ya que implica que López no cae en timos directamente -sí, indirectamente, porque ha pagado por un artículo fraudulento, aunque no sea para él-, me sigue pareciendo molestando que su imagen, o la de cualquier otro cargo público, se vincule a un objeto así. López debería ser consciente de que hay gente que puede creer que esa pulsera funciona simplemente porque alguien como él la lleva puesta. Los productos milagro son una estafa, la Power Balance es un producto milagro, y un responsable político no debería servir de soporte publicitario para un objeto que vulnera la ley. Y esto vale para López, Esperanza Aguirre, Leire Pajín, Gustavo de Arístegui y cualquier otro político. ¿Qué hay otros personajes públicos que la llevan, como Manolo Santana, Severiano Ballesteros, la infanta Elena, Mercedes Milá y Pablo Motos? Claro, es que hay gente que cree en cualquier bobada y otra que es capaz de decir que vivir entre basura es saludable o que tirarse por la ventana ofrece una perspectiva diferente y recomendable del mundo si el cheque que le ponen delante tiene los suficientes ceros.El éxito de la pulsera del equilibrio prueba que unos espabilados pueden hacerse de oro gracias a la ignorancia de la gente mientras las autoridades y los medios de comunicación miran para otro lado. Estamos, como acertadamente apuntó Miguel Artime ya en enero, ante una reedición del timo de la pulsera magnética, aquélla que se vendía en farmacias. El éxito de la Power Balance se basa en la utilización disparatada de jerga científica para dar una pátina de alta tecnología a lo que no es nada más que una pata de conejo y el apoyo de famosos, previo pago. No es el objetivo de estas líneas, porque ya lo han explicado otros colegas mejor de lo que lo pueda hacer yo, pero les voy a recordar brevemente por qué el artilugio no funciona como prometen sus fabricantes.

Palabras sin sentido

«Power Balance es una frecuencia en sí, almacenada en un medio (el holograma), que restaura el equilibrio eletromagnético de tu cuerpo aislando a cada célula viva de los factores externos que le impiden funcionar al 100% de sus capacidades», dice la compañía. La frecuencia, añade, procede de «materiales naturales conocidos por sus efectos beneficiosos para nuestro cuerpo». Y explica: «Casi todo tiene una frecuencia que le es propia. Algunas frecuencias reaccionan de manera positiva con tu cuerpo y otras negativamente. Cuando el holograma se pone en contacto con el campo de energía de tu cuerpo, permite a tu cuerpo interactuar con la frecuencia beneficiosa natural almacenada en el holograma». La compañía asegura que esa tecnología «se diseñó originalmente para ayudar a los atletas profesionales a lograr su máximo rendimiento, pero sus beneficios han sido reconocidos por personas con muy distintos estilo de vida. No importa si estás buscando mejorar el equilibrio y la flexibilidad, renovar tu fuerza y energía o mejorar tu bienestar, Power Balance te puede ayudar».

Veamos, una frecuencia es el «número de veces que se repite un proceso periódico por unidad de tiempo» y un holograma, una imagen tridimensional. Una frecuencia es, por tanto, una medida; no existe aisladamente. Un proceso periódico como el paso de trenes por una estación -«uno cada cinco minutos en hora punta»- tiene una frecuencia, pero nosotros no, aunque nuestro corazón lata a una frecuencia determinada y respiremos a otra. Los responsables de Power Balance, en su descaro, dicen que su holograma almacena frecuencias beneficiosas que hacen que mejoren nuestro equilibrio, flexibilidad y energía. «No es posible capturar una frecuencia en un holograma, como no es posible fotografiar un gramo o grabar un kilómetro en CD», indica con su habitual claridad el periodista científico Mauricio-José Schwarz. Como almacenar una frecuencia en un holograma es imposible, nuestro cuerpo no tiene una frecuencia y un holograma tampoco es un emisor de nada -exeptuando la radiación infrarroja, que emite todo-, no hace falta seguir adelante: el principio es falso y todo se reduce a jerga destinada a engañar a los ingenuos para que paguen más de 30 euros por un amuleto.

A pesar todo esto, hay usuarios de la pulsera que dicen sentirse mejor. ¡Pura sugestión! Se sentirían igual de bien si creyeran que dar el primer paso del día con el pie derecho hace que la jornada sea afortunada y cumplieran el rito. Y se sentirían mal, muy mal, si creyeran que las frecuencias almacenadas en la pulserita pueden interferir con su energía vital y provocarles mutaciones monstruosas, cáncer incluido. De hecho, hay tantas pruebas de esto último como de la efectividad de las pulseras Power Balance, así que más vale no ser crédulo. La compañía no puede presentar ningún estudio que apoye sus afirmaciones, y las pruebas que se han hecho demuestran que estamos ante un puro placebo aderezado con testimonios e imágenes de famosos -talonario de por medio-, mentiras como que están prohibidas en las competiciones de surf por la ventaja que proporcionan y un envoltorio pseudocientífico incomprensible para la mayoría de la población.

La abdicación del periodismo

Las pulseras Power Balance llevaban meses a la venta en nuestro país cuando, el 28 de abril, Facua las denunció ante las autoridades sanitarias y el Instituto Nacional de Consumo, dependiente del Ministerio de Sanidad, alertó a las comunidades autónomas de que el fabricante incurre en publicidad engañosa. ¿En qué planeta habían estado hasta entonces las organizaciones de consumidores y las autoridades de consumo?, ¿qué han hecho las segundas desde entonces? Si algo demuestra el caso Power Balance, además de que vivimos rodeados de ingenuos, es la lentitud de las organizaciones de consumidores y el pasotismo absoluto de la Administración. ¿Dónde están los expedientes a Power Balance y las otras marcas de timopulseras?

Los medios de comunicación también han quedado en evidencia. La mayoría sólo ha hablado de la estafa después de la denuncia de Facua, y eso que el tema era goloso desde el punto de vista periodístico. El primer medio que llamó la atención críticamente sobre las pulseras del equilibrio fue el diario Público a mediados de abril, en un reportaje del periodista y bloguero José María Mateos. La Prensa, la radio y la televisión han llegado al asunto, en general, tarde y mal. Sólo cuando ya había denuncias como la de Facua -y, en algunos casos, después de haber hasta vendido las pulseras de marras-, se subieron a un carro del que llevaban meses tirando varios blogueros.

Los que mejor lo han hecho en este caso han sido algunos blogueros. Tan bien que ha habido periodistas de medios que han copiado usado como fuente algunas bitácoras, sin citarlas, por supuesto. J.M. Hernández denunció el fraude ya en noviembre, Miguel Artime lo hizo en enero y, además, explicó cómo hacer un artefacto casero igual de (in)efectivo; Gorka Cabañas publicó los resultados de una prueba experimental de su inutilidad en febrero; y Kurioso metió en el ajo a la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) a mediados de abril. Todos ellos, y otros blogueros, han hecho en el caso de la timopulsera lo que no han hecho ni periodistas, ni representantes de la Administración, ni asociaciones de consumidores: denunciar un engaño palmario para proteger al ciudadano.

Lo único bueno de toda esta historia es que el amuleto nos puede ayudar a identificar a una parte de la población, como ilustra esta viñeta del humorista gráfico J.R. Mora:

NUBE DE CENIZAS

Eduardo Angulo

1816 fue «El año sin verano». El volcán Tambora, en la isla de Sumatra, tuvo una violenta erupción el año anterior, 1815, e inyectó en la estratosfera, por encima, más o menos, de los 11000 metros, tremendas cantidades de humo y cenizas. En los años siguientes se produjo un enfriamiento en verano del Hemisferio Norte. Las temperaturas cayeron una media de 0.5ºC y, en Inglaterra, fue el mes de julio más frío que se recordaba. Otras erupciones más cercanas a nosotros y que han influido de alguna forma en el clima son las de los volcanes St. Helens, en 1980 y en Estados Unidos, Nevado del Ruiz, en 1985 y en Colombia, y Pinatubo, en 1991 y en Filipinas.

En las últimas semanas, la erupción del volcán islandés Eyjafjalla ha expulsado una nube de cenizas y humo a la atmósfera y ha colapsado durante unos días el tráfico aéreo en Europa. La nube, por lo que sé, se mantuvo entre 5500 y 11000 metros y, aunque por poco, no parece que haya llegado a la estratosfera. Si alcanza la estrosfera, es difícil de eliminar de la manera habitual, por deposición lenta en la superficie, ayudada por el viento y la lluvia. Se extendería por todo el planeta, sobre todo por el Hemisferio Norte, con lentitud y, con seguridad, afectaría al clima planetario al impedir que parte de la radiación solar llegase a tierra. Así ha ocurrido varias veces, como con el mencionado Tambura o con la tremenda explosión del Krakatoa en 1883 que provocó los más hermosos crepúsculos que se podía imaginar.

Hay quien dice que los colores del cuadro El grito, del noruego Edvard Munch, que lo terminó en 1893, después de cuatro versiones, se basan en los crepúsculos del Krakatoa.

John Andrew nació en 1763 y trabajó como granjero cerca de Manchester, en Inglaterra. Entre abril de 1815 y junio de 1829 escribió un detallado diario sobre el tiempo en la zona en que vivía. Tiene 4652 entradas y cada entrada detalla la dirección del viento y el tiempo que hace a la mañana, a mediodía y a la tarde, además de unas unidades G que podrían ser la presión atmosférica aunque no se conoce cómo la medía.  D.S. Lee y A.R. MacKenzie, de la Universidad de Lancaster y del Servicio Metereológico de Gran Bretaña, respectivamente, han transcrito los datos de John Andrew a una base de datos y han intentado relacionar los cambios con acontecimientos conocidos por nosotros. Con las unidades G, y por comparación entre ellas, se puede ver cuando la medida es más baja, lo que indicaría bajas presiones y borrascas, y este dato unido al frío en verano y a la lluvia, permiten localizar los puntos con peor tiempo. El peor tiempo se da en 1816, 1817 y 1823. Los dos primeros años apuntan claramente a la erupción del Tambora y al año sin verano que, por lo que se ve, fueron más bien dos años sin verano. El segundo año de mal tiempo, 1823, según los autores, corresponde al año siguiente a la erupción de otro volcán, el Galunggung, también de Indonesia, el mes de octubre de 1822. Así, como parece habitual, al año siguiente es cuando el mal tiempo llegó a Inglaterra y John Andrew lo pudo anotar en su minucioso diario. No parece probable que tuviera noticias, en el momento de pasar los datos a su diario, de la erupción de los dos volcanes al otro extremo del planeta.

*Lee, D.S. & A.R. Mackenzie. 2009. Trans-hemispheric effects of large volcanic eruptions as recorded by an early 19th century diary. International Journal of Climatology DOI:10.1002/joc.20