Enrique Meneses en su Blog
Lo de Mayor Oreja es de manual. ¿Cómo reverdecer los marchitos laureles de nuestra juventud? ¿Teñimos esas canas? ¿Bronceamos esa curtida piel? Un poco de cada cosa, sin exageración, lo justo para recordar un Jean Gabin que tanto enamoraba a nuestras abuelas desde las pantallas de los años treinta. El hombre de la democracia cristiana que se enfrentaba a ETA en tiempos de José María Aznar, echaba la vista atrás y añoraba su ansiado pero fallido delfinato. El dedo del líder del PP, cuya fama alcanzaría a los estudiantes de la Universidad de Oviedo, no se posó sobre la senatorial testa de Jaime Mayor Oreja sino sobre la del ciclotímico Mariano Rajoy. Fue un golpe muy duro.
Cuando se mira el mapa de la Unión Europea y se observan los brotes de nazismo que salen a las calles a desafiar a los manifestantes de la progresía, uno se da cuenta de que se repiten muchas escenas de los años 30. Cualquier motivo es suficiente para que aparezcan los cráneos afeitados y los puños de hierro con los modernísimos bates de beisbol pero bajo las mismas consignas y gritos. Los uniformes pueden ser marrones o azules pero no faltan correajes, brazaletes vagamente arios y botas altas.
¿Donde estaban hasta ahora esas masas violentas? ¿Esas juventudes que quieren una Europa blanca, cristiana, jerarquizada, homogénea, con una patria siempre amenazada por las hordas de los hunos o los alfanjes de Mahoma? ¿Donde estaban agazapadas en nuestro país? Esporádicamente salían a la calle con sus camisas azules y correajes. La parafernalia de los fríos noviembres del Valle de los Caídos se fue difuminando, se convirtió en recuerdos de acampada alrededor de la fogata. Más importante es hoy aprovechar una crisis mundial para volverse contra los parias que nos invaden disfrazados de inmigrantes.
La fuerza del Partido Popular es también su debilidad. Ha abarcado patriarcalmente una franja del espectro político tan amplia que algunos de estos movimientos tardo franquistas han quedado incluidos dentro del gran partido de la derecha. La “Fuerza Nueva” de Blas Piñar y del joven Ricardo Sáenz de Ynestrillas parecieron aceptar la democracia en el seno del PP, nacido de la Alianza Popular de Manuel Fraga Iribarne, el más equilibrado de sus dirigentes. Mientras el ex ministro de Franco desandaba mucho camino de su biografía con su importante participación como uno de los padres de la Constitución de 1978, otros, como José María Aznar, preconizaban regresar al Imperio de Isabel y Fernando con la ayuda del conservadurismo integrista de los EE.UU.
Más que una feliz asimilación de los violentos, lo que se ha estado desarrollando en el seno del PP es un cáncer que pone en peligro el conjunto del partido. Una derecha civilizada, moderna, homologable, se ve sorprendida por unos personajes que consideran que la lucha contra el marxismo-leninismo aún no ha concluido. Para ellos, el integrismo cristiano y la espada hicieron el Imperio y hay que restablecerlo. La Conferencia Episcopal, versión Rouco Varela y pre-conciliar, forma parte de la primera trinchera. Los extremismos de izquierdas no fueron cobijados en el PSOE, prefiriendo una militancia menos numerosa que la del PP pero sin capillas rupturistas.
Mariano Rajoy, en este entramado, representa la indecisión, la falta de mando firme. Es un hombre acostumbrado a las derrotas electorales que quiere defenderse de su retaguardia atacando con aguijones a José Luis Rodríguez Zapatero desde su escaño y todos los medios de comunicación posibles pero sus fintas no satisfacen a la totalidad de su feligresía. Ya le quisieron descabalgar por débil nada más perder las elecciones de marzo de 2008. El clan guipuzcoano, junto a Esperanza Aguirre, sigue apoyando la línea dura de Aznar y, conforme se acercan las elecciones de 2012, vuelve a la carga. Los apoyos que ha recibido Jaime Mayor Oreja del propio Rajoy, demuestran lo pusilánime que es el candidato actual del PP y el miedo que siente ante un posible candidato a sucederle.
Para Mayor Oreja, se vivía bien en tiempos de Franco, como ha declarado en cierta ocasión. La prevista y cercana desaparición de ETA y el fin inevitable de la crisis económica, son dos amenazas serias para el Partido Popular que perdería las próximas elecciones si el PSOE capitaliza ambos hechos. Y no se le ocurre nada mejor, al ex ministro del Interior de Aznar, que acusar a los socialistas de estar pactando con ETA a espaldas del país porque el gobierno de ZP “quiere una España débil”, como la quieren los batasunos. Delirante pero cala. Mientras, hay que destruir a Baltasar Garzón antes de que Gürtel acabe con las esperanzas de la derecha en 2012.
Una constante del PP –especialmente de su núcleo duro– es ver conspiraciones por todas partes. Hasta conspiran entre ellos como ha sucedido entre Esperanza Aguirre y la mano derecha de su rival Alberto Ruiz Gallardón. Ver una conspiración “entre Rodríguez Zapatero y ETA para debilitar España” es de traca valenciana pero Rajoy no se atreve a contradecir al que sabe es un rival protegido por Aznar al que no quiere enfrentarse cara a cara y del que se libró después del Congreso de Valencia mandándolo al Parlamento Europeo para alejarlo de otras conspiraciones