UNA MANIFESTACIÓN MÁS PARA LA COLECCIÓN DE ESPERPENTOS
Una manifestación canina recorrió ayer las calles de Portugalete. Unas 250 personas que, acompañadas por unos cien perros -que, al parecer, no corearon ningún slogan-, reivindicaban que sus animales puedan campar libremente por las calles, utilizar los parques -para el disfrute de la ciudadanía- y, sobre todo, que los vigilantes municipales «dejen de acosarles y perseguirles» para imponerles multas superiores a 300 euros.
Estos vigilantes fueron repuestos por el ayuntamiento portugalujo en noviembre pasado, ante las reiteradas demandas vecinales por el incivismo de gran parte de los dueños de estos animales, y se han convertido en objetivo de la llamada «Plataforma Ciudadana de Vizcaya por los derechos y libertades de nuestras mascotas», promotora de esta peculiar iniciativa.
Esta curiosa moda de convivencia íntima con animales en áreas urbanas por no se qué extrañas razones afectivas, lúdicas, sexuales o qué se yo, se hace más inexplicable aún cuando sus dueños se consideran con razones a extender su experiencia al resto de la ciudadanía y pretenden incorporarlos a la convivencia social convirtiendo a sus animalitos en sujetos de derechos.
Más que derechos, lo que tienen los dueños de sus queridas mascotas son obligaciones. Empezando por la obligación de adiestrar higiénicamente a sus queridos animalitos para que depositen sus excrementos en zonas habilitadas de sus propias viviendas, -no teniendo ningún derecho a molestar a los vecinos con sus ladridos, ni mucho menos a sacarlos a defecar a la calle ni a mear esquinas, farolas, vehículos y rincones de portales, donde los demás perros de la zona repetirán su particular marcaje territorial.
Ya sé que me lloverán multitud de argumentos «pseudo-etológicos» que pretenden que la naturaleza de estos animales lo impide. Pero dada su ilimitada capacidad de aprendizaje, este argumento es más que dudoso, pero incluso si así fuera, es razón final para concluir que no pudiendo controlar los excrementos de sus animales en su privacidad, esta antisocial actitud hace inviable la tenencia de animales en viviendas de áreas urbanas.
¿Exagero?,
Quizá, pero me parece más razonable mi exposición que las actuales actitudes incívicas de muchos dueños de perros, que todos sufrimos a diario.