Los bancos roban y el gobierno mira para otro lado

Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa – Consejo Científico de ATTAC

La aprobación por el Gobierno el pasado viernes de un Real decreto que ha sido calificado por algunos medios como “ley contra los abusos en la banca” pone una vez de relieve la desfachatez gubernamental y la directa complicidad de los poderes públicos con la banca privada para permitirle salir de la crisis con más poder y una situación patrimonial saneada.

Se dice que es un decreto contra los abusos bancarios porque se modifican algunos criterios de cómputo de activos para que la exposición al riesgo de los bancos cuando realizan inversiones especulativas y de ingeniería financiera sea más transparente y, sobre todo, porque establece mecanismos para limitar las remuneraciones de los directivos, además de intervenir en el mercado para evitar que los bancos recurran a las llamadas “guerras de depósitos” ofreciendo intereses elevados que, según el gobierno, luego obligan a aumentar el coste de la financiación a la economía.

Decimos que el decreto es una desfachatez porque no se enfrenta realmente a las causas que provocaron la crisis financiera, porque solo pone paños calientes para hacer como que se regulan de otro modo las finanzas, cambiando algo para que nada cambie, y porque engaña a la sociedad haciendo creer que los abusos de la banca provienen de donde en realidad no vienen.

Lo que hay que controlar no son los sueldos de los directivos sino los beneficios de la banca.

Lo que debería hacer el gobierno no es lanzar este canto de sirena sino, de entrada, someter las remuneraciones astronómicas de los directivos bancarios a impuestos justos y progresivos y no hacerlos desaparecer, como viene haciendo.

Y, sobre todo, impedir que la banca privada pueda generar los beneficios extraordinarios que obtiene a base de financiar mal a la economía productiva y de gozar de un poder de mercado radicalmente incompatible con el buen funcionamiento del sistema financiero e incluso con el juego de poderes democrático que debe primar en una sociedad que se dice democrática.

Si en España hubiera decencia y justicia decente y si los dos partidos de los que dependen la gobernabilidad, el Partido Socialista y el Popular, junto a los de la derecha nacionalista, no fueran esclavos de los créditos que reciben de la banca y que luego no pagan, se tomarían de verdad medidas contra los abusos de la banca pero éstas no serían las del decreto que acaba de aprobar el gobierno. Serían otras fundamentalmente destinadas a poner en claro y pedir responsabilidades civiles y penales, al menos, por actividades y hechos como los siguientes:

1) La posible responsabilidad de la banca española en la generación de un insostenible crecimiento del crédito bancario que provocó más tarde la crisis en la que estamos y en la utilización de vías de financiación para poder mantener ese crecimiento que claramente comportaban mucho riesgo y problemas futuros que todos estamos pagando ahora.

2) La posible responsabilidad de la banca española en la promoción de miles de contratos de permuta conocidos como clips o swaps inmobiliarios que en realidad han sido un engaño y una estafa descomunal a clientes que han perdido millones de euros.

3) La posible responsabilidad de la banca española en la generación del boom inmobiliario, entre otras vías, mediante la tasación de las viviendas artificialmente al alza para así aumentar su negocio de creación de deuda.

4) La posible responsabilidad de la banca española en la liquidación muy perjudicial de los créditos hipotecarios para miles de familias también por realizar tasaciones artificialmente a la baja.

5) La posibles irregularidades fiscales y de gestión patrimonial de la banca española que puedan estar dándose tras la apropiación de las viviendas adquiridas por familias que no han podido seguir pagando sus créditos.

6) La responsabilidad que pueda haber tenido la banca española en el hecho innegable de que millones de personas no pueden disfrutar de su derecho constitucional a la vivienda por la política crediticia que viene practicando y por su contribución a generar el paro y la pobreza que lleva consigo la crisis que ha contribuido a provocar.

7) La responsabilidad que pueda estar teniendo la banca española en la enorme rigidez a la baja que muestra el precio de la vivienda en España a pesar de haber estallado ya hace meses la burbuja y al mantener fuera del mercado cientos de miles de viviendas que podrían satisfacer necesidades sociales fundamentales.

8 ) La posible responsabilidad de la banca española ante la situación en la que se encuentra la economía española como consecuencia de estar utilizando dinero público y recursos de sus clientes para ampliar sus negocios improductivos y especulativos sin destinarlo, como se supone que es la razón de recibirlo, a financiar a empresas y consumidores.

9) La posible responsabilidad que pueda tener la banca española en nuestra mayor tasa de inflación dado el mayor nivel de gastos inherentes a las operaciones financieras y comisiones que cobra a sus clientes.

10) Las posibles responsabilidades de la banca española como financiadora de negocios criminales, de tráfico de armas y de drogas, tal y como han denunciado algunos organizamos y asociaciones internacionales.

11) La posible responsabilidad de la banca española por utilizar paraísos fiscales para facilitar la evasión fiscal y por los daños que con toda seguridad eso ha causado a la economía española.

l2) La posible responsabilidad que haya podido tener la banca española en la exclusión y segregación financieras que haya podido producirse con colectivos sociales o grupos sociales más vulnerables.

13) La posible responsabilidad de la banca española en la financiación consciente de la corrupción urbanística.

14) La posible responsabilidad de la banca española en la financiación irregular de los partidos políticos.

15) La posible responsabilidad de la banca española en el incremento del coste de la deuda soberana y su participación en actuaciones especulativas contra España incluso con recursos recibidos de los poderes públicos y de los ciudadanos españoles.

16) La posible responsabilidad de la banca española en la extensión del fraude fiscal y de la economía sumergida difundiendo productos financieros durante los últimos años con el solo propósito de blanquear dinero y ocultar a la Hacienda Pública las fuentes reales de las rentas y patrimonios de sus clientes.

17) La responsabilidad de la banca por utilizar de un modo palpable e indisimulado su poder financiero para aumentar su influencia mediática, política, académica y social comprando voluntades y publicaciones financiando publicaciones (como ocurre con los informes que justifican la privatización y recorte de las pensiones públicas) en donde una y otra vez se presentan datos que no responden a la realidad pero que contribuyen a crear un estado de opinión favorable a sus intereses económicos. Y, por tanto, engañando a la opinión pública y prostituyendo la deliberación social y la propia democracia.

18) La responsabilidad de la banca española en la enorme pérdida de empleo que se ha producido en su sector, en donde las jubilaciones se producen a las edades más bajas a pesar de que los informes que financia proponen su aumento para el resto de los trabajadores y sectores económicos, y a pesar de que es el negocio que mayores beneficios viene obteniendo desde hace años.

19) La posible responsabilidad de la banca española en la enorme cantidad de errores que se producen en la gestión de las cuentas de sus clientes o en la gestión de documentos y recibos, por los habituales abusos de confianza que llevan a gestionar de forma muy diferenciada y arbitraria sus depósitos y, de forma particular, por la suscripción de fraudulentos “fondos de pensiones” que ocultan su verdadera naturaleza y beneficio real y la desigual rentabilidad que suponen para los clientes y para las entidades bancarias.

20) Y finalmente habría que abrir otro capítulo para depurar también las responsabilidades de los directivos del Banco de España, y más concretamente de sus gobernadores, puesto que son las autoridades encargadas de supervisar a la banca privada y las que podrían haber evitado que todo esto hubiera ocurrido.

Pero ninguna de estas cuestiones se plantea ni se investiga, ni se cuestiona. En lugar de hacerles frente para poner en claro las causas que han provocado un quebranto de docenas de miles de millones de euros para pequeñas y medianas empresas y para las familias y consumidores españoles, y, además de ello, una merma sustancial de su capacidad de decisión, lo que se hace es conceder a los banqueros un régimen de privilegios totalmente incompatibles con la democracia más elemental y de casi total impunidad. El ejemplo del presidente del Banco de Santander, Emilio Botín, es elocuente:

Según informaba la web EL CONFIDENCIAL el 21 de septiembre de 2006 “durante los años 1988 y 1989, el Santander manejó cerca de medio billón de pesetas de dinero negro, que provenía de fuentes financieras más o menos inconfesables (…) El banco entregó al Fisco información falsa sobre 9.566 operaciones formalizadas que representaban 145.120 millones de pesetas. (…) A tal efecto, no dudó en declarar como titulares de las cesiones a personas fallecidas, emigrantes no residentes en España, ancianos desvalidos, trabajadores en paro, familiares de empleados del banco, antiguos clientes que ya no mantenían relación alguna con la entidad, etcétera”.
Como consecuencia del descubrimiento de esa serie de irregularidades, la acusación solicitó para el presidente del Banco de Santander, Emilio Botín, “un total de 170 años de prisión y una multa de 46.242.233,92 euros (7.694.060.334 pesetas), además de una responsabilidad civil de 84.935.195,86 euros (14.132.027.499 pesetas), que es el perjuicio causado con su actuación a la Hacienda Pública”.
Pues bien, el diario El País informaba el 27 de mayo de 2008 que para defenderse de la acusación de supuestos favores a ese banco, el ex ministro de economía Rodrigo Rato presentó un escrito de la ex-Secretaria de Estado de Justicia y luego Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, “en la que ésta pidió el 25 de abril de 1996 que se cursaran al Abogado del Estado “instrucciones” sobre su actuación en el caso de las cesiones de crédito”, concretamente, pidiendo que no se dirigiera “acción penal alguna por presunto delito contra la Hacienda Pública, contra la citada entidad bancaria o sus representantes”. Gracias a lo cual, su presidente ni siquiera fue juzgado por esas actuaciones.

Estos son los verdaderos abusos de la banca y los que de verdad hacen daño a la sociedad y no las remuneraciones de sus directivos, por muy altas que sean. Y no hay por qué que seguir aguantando estos abusos. Hay que denunciarlos, censurarlos y reclamar medidas para investigar y depurar responsabilidades.

Ya es hora de que la sociedad despierte y no se deje vencer más por el miedo ancestral hacia quienes manipulan el dinero ante sus manos como si fueran magos que tienen un don especial para hacerse ricos cuando en realidad solo son trileros que se aprovechan de la necesidad ajena y que esconden sus trampas gracias a la impunidad y al poder inmenso que durante siglos han acumulado.

Ya es hora de que la gente reaccione y no permita que, con su dinero, la banca robe, engañe y haga inversiones inmorales y sumamente peligrosas para la estabilidad económica, social y ambiental del planeta.

No puede haber democracia mientras haya abusos bancarios.

Artículo publicado en Altereconomía

Agencias descalificadas

Razones de la querella contra las Agencias de Calificación:

Querella presentada contra las Agencias de Calificación Crediticia  MOODY´S ESPAÑA,  FITCH RATINGS ESPAÑA  Y  STANDARD AND POOR´S ESPAÑA; siendo impulsada ésta por ATTAC,  Unión por las Libertades Civiles,  Observatorio de los Derechos Económicos y Sociales,  la Plataforma de Afectados por la Hipoteca,  IU,  ICV  y  ERC.
Fuente:  ATTAC.TV

OLAFUR R. GRIMSSON, PRESIDENTE DE ISLANDIA

La gente no tiene que pagar por las locuras de los bancos

(Entrevista a Ólafur Ragnar Grímsson – Presidente de Islandia)

Persona es un viejo vocablo que significa máscara. Las distintas máscaras de este hombre alto y rotundo que es Ólafur Ragnar Grímsson (Isafjodur, 1943) no dejan indiferente a nadie: el presidente de Islandia despierta grandes adhesiones (lleva 15 años en el cargo), pero también el rechazo cerrado de una parte de los islandeses. Grímsson, que fue politólogo, líder socialista y hasta editor de periódicos, ha desempeñado un papel estelar durante la crisis. Pese a que se le suponía una figura decorativa, se ha negado dos veces a sancionar una ley que obliga a los islandeses a pagar a Reino Unido y Holanda por la quiebra de uno de sus bancos, en el denominado caso Icesave.

“Grímsson ha sido capital para evitar que Icesave sea una condena para al menos una generación de islandeses”, asegura el economista Jon Danielsson. Pero este es un lugar extremo, como sus gentes: Guderburg Bergsson, uno de los gigantes de la literatura islandesa, le atribuye “gran parte de la culpa” de la pesadilla de los últimos años por algunas de esas máscaras. “Grímsson ha cambiado varias veces de camisa, la ha perdido y ha conseguido otra que ha vuelto a perder por oportunista. Y enseguida consigue una más: sus años en la presidencia son el reflejo de una nación parecida a él, confusa y aislada”, ataca.

Grímsson recibe a EL PAÍS en su residencia, en una biblioteca luminosa -tal vez por los enormes ventanales, tal vez por los muchos libros de poesía que se agolpan en las baldas-, y antes de poner la grabadora a trabajar se interesa por España y Portugal, a cuyo primer ministro, José Sócrates, algunos tildan de “socialista neoliberal”. El presidente se arranca con una sentencia que repetirá un par de veces con ligeras variaciones durante la entrevista: “Europa no afronta solo una crisis económica: esta es una crisis política. Los Gobiernos no pueden seguir arrastrándose tras los mercados”.

No parece dispuesto a dar su brazo a torcer con Icesave. ¿No está asumiendo un rol que no le corresponde?

Hasta ahora no se había usado esa prerrogativa, pero vivimos tiempos de grandes desafíos. Lo fundamental es que Islandia es una democracia, no un sistema financiero, y que esta no es solamente una crisis económica: es una crisis política. Una de las razones por las que Islandia se está recuperando con rapidez es que el país está dándole una respuesta democrática formidable, no solo financiera. Los islandeses provocaron un cambio de Gobierno, activaron una investigación y van a cambiar la Constitución. Los referéndums se inscriben en esa onda. Las antiguas condiciones de pago eran muy injustas: las nuevas son mejores, pero si los islandeses van a tener que cargar con una deuda de sus bancos deben tener derecho a decidir.

Hace dos años el euro parecía un paraíso para divisas pequeñas como la corona. Ahora el viento ha cambiado y aun así el Gobierno quiere que Islandia entre en la UE. ¿Y usted?

Los recursos energéticos, la pesca, el turismo, todo eso ha sido clave para salir de la crisis; también la divisa lo ha sido. La fuerte depreciación es una paradoja: por un lado somos más pobres, pero por otro se eleva la competitividad de la industria.

Con el euro desaparecería esa ventaja.

Es evidente que la moneda ha sido parte de la solución y que Grecia e Irlanda no han tenido ese resorte. Pero la conveniencia o no del ingreso en la UE dependerá de la negociación. Hay una contradicción interesante: las encuestas muestran que una mayoría quiere que se siga negociando. Y una mayoría aún mayor está en contra de la entrada.

Islandia ha dejado caer a sus bancos y persigue a los banqueros. ¿Ve ahí un modelo islandés de salida de la crisis?

Tal vez no hubiera más opción que esa: los bancos eran tan grandes que no había forma de rescatarlos. Pero no importa si había o no había opciones: Islandia no acepta la idea de que la gente de la calle tenga que pagar toda la factura por las locuras de los bancos, como ha ocurrido con esas nacionalizaciones por la puerta de atrás en otros lugares. Vuelvo al argumento inicial: la solución a la crisis no es simplemente económica.

Se han establecido controles de capital, han subido los impuestos y el recorte en gastos sociales ha desatado el descontento popular. ¿Ese enfado va contra los bancos o contra los políticos?

Es difícil decirlo. Pese a los controles, el país sigue funcionando bien, y el impacto fiscal es innegable, pero era necesario y se está haciendo razonablemente bien. Las crisis son dolorosas.

¿Alguien va a ir a la cárcel?

No soy quien debe decirlo.

Hace años usted hablaba del “capitalismo vikingo”, de un grupo de jóvenes banqueros “listos para conquistar el mundo”. ¿Ha cambiado su punto de vista?

Tal vez todo sucedió demasiado rápido y no supimos ver los riesgos: tampoco supieron verlos las agencias de calificación ni las autoridades europeas. Hubo voces críticas; como otros muchos, no supe escucharlas. Pero hay que aprender de todo esto.

Entrevista realizada por Claudi Pérez – El País

ISLANDIA SE NIEGA POR SEGUNDA VEZ A AYUDAR A LOS BANCOS


En un recuento inicial del referéndum celebrado ayer, habría triunfado por un 58% el «no» a la ‘Ley Icesav’ para indemnizar a los afectados por la quiebra del banco

EFE  para  PUBLICO

El presidente islandés Ólafur Ragnar Grímsson introduce su voto en la urna para el referéndum celebrado ayer en el país.
El presidente islandés Ólafur Ragnar Grímsson introduce su voto en la urna para el referéndum celebrado ayer en el país.
AFP/ Halldor Kolbeins

Los islandeses han vuelto a rechazar en referendo una ley para indemnizar a 300.000 ahorradores británicos y holandeses, afectados por la quiebra en 2008 del banco Icesav , según el recuento inicial de más de un cuarto de votos.

Después de que en las jornadas previas a la consulta la tendencia mayoritaria al «sí» se invirtiera, el primer escrutinio de la consulta, tras el cierre de los colegios electorales a las 22.00 GMT de ayer, ha apuntado a un triunfo del «no» con el 58 por ciento de los votos frente al 41 por ciento del «sí». De confirmar estas cifras, la victoria del «no» sería aún mayor de lo apuntada por los sondeos previos.

La primera ministra del país, la socialdemócrata Jóhanna Sigurdardóttir, ha afirmado en la televisión pública «Rúv» que estaba «decepcionada» por el previsible rechazo a la «Ley Icesave » para devolver a los ahorradores extranjeros una cantidad que roza los 5.000 millones de dólares (3.474 millones de euros).

La incertidumbre sobre el monto total a pagar por Islandia, con una población de apenas 320.000 habitantes, debido sobre todo a la inestabilidad de la corona islandesa, ha sido uno de los principales argumentos destacados por los opositores a la ley y que ha podido invertir la tendencia inicial.

El conflicto sobre las indemnizaciones a los ahorradores extranjeros del Icesave se dirimirá probablemente en los tribunales europeos, una vez que Gran Bretaña y Holanda anunciaron antes del segundo referendo que no habría nuevas negociaciones con Islandia.

Ahora, el triunfo del «no» deja en el aire el proceso de ingreso de Islandia en la UE , hasta que no se resuelva la disputa legal, y debilita la coalición de Gobierno entre socialdemócratas y «rojiverdes», en el poder desde las elecciones anticipadas de 2009.

Dos años, dos negativas

El referendo celebrado ayer fue convocado hace dos meses por el presidente islandés, Ólafur Ragnar Grímsson, quien echó mano de esa prerrogativa tras recibir una iniciativa popular que reclamaba la celebración de una consulta, firmada por más de una cuarta parte del censo electoral de esta isla situada en el Atlántico norte.

El presidente islandés ya había forzado una situación similar un año antes, cuando contra todo pronóstico rechazó firmar una anterior «ley Icesave» en diciembre de 2009, con el primer referendo, que se celebró en marzo de 2010 y se saldó con una rotunda victoria del «no», superior al 90 por ciento.

El resultado obligó a Islandia, Gran Bretaña y Holanda a negociar un nuevo acuerdo para el pago de las indemnizaciones que habían adelantado los gobiernos británico y holandés a sus nacionales tras la quiebra del banco, división de Internet del Landsbanki, el segundo banco del país entonces y que como los principales institutos crediticios de Islandia fue nacionalizado por el Gobierno tras la quiebra del sector bancario en octubre de 2008 .

El nuevo acuerdo, aprobado por una amplia mayoría en el Parlamento islandés en febrero pasado y que ha sido rechazado en las urnas, establecía rebajar los tipos de interés al 3,3 por ciento en su endeudamiento con el Reino Unido y al tres por ciento en el caso de Holanda, frente al 5,5 por ciento del primer acuerdo.

También se establecían salvaguardas para garantizar que las devoluciones no superen el 5 por ciento de los ingresos de Islandia y que el pago de intereses comience de inmediato, mientras que el del resto se haría a partir de 2016 y durante un máximo de 37 años.

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Las agencias de calificación, ante los tribunales

Las agencias privadas de calificación del riesgo, ante los tribunales

Gerardo Pisarello y Jaume Asens –  Sin Permiso

Mientras más se agudiza la crisis en la periferia de la zona euro, mayor es la impresión de que sus principales causantes se han propuesto convertirse, sin práctica oposición, en sus grandes beneficiarios.

La gran finanza no sólo no ha sido objeto de controles y sanciones efectivos, sino que ha visto reforzado su poder, convirtiéndose en una auténtica espada de Damocles que pende sobre el erario público, los ahorradores y las clases populares en general. En ese contexto, la admisión a trámite en la Audiencia Nacional de la querella penal contras las agencias de calificación de deuda impulsada por el Observatorio DESC, ATTAC y otras organizaciones sociales supone una pequeña grieta en este panorama sombrío. Por vez primera, Moody’s, Standard & Poors y Fitch deberán responder ante un tribunal español por la alteración del precio de la deuda pública y por la utilización ilegítima de información cualificada en beneficio propio (arts. 284 y 285 del Código Penal). Esta iniciativa debería verse, desde luego, como un intento de poner coto a la impunidad de los más fuertes, cuando la mayoría de instituciones públicas se ha rendido a la impotencia o ha optado por la complicidad. Pero también como la respuesta ante un modus operandi que, de no detenerse, acabará por arrasar no sólo con los endebles cimientos democráticos de nuestras sociedades sino también los derechos básicos de la mayoría de la población.

Para entender el papel de las grandes agencias en la crisis actual habría que distinguir dos momentos. El primero, notablemente retratado en documentales como Inside Job, de Richard Ferguson, tiene lugar hacia 2001 con el boom inmobiliario que tuvo especial intensidad en países como Estados Unidos, Irlanda o España. Entonces, el negocio de las agencias consistió en calificar al alza, previo pago por su asesoramiento, diferentes productos financieros de sus clientes. Muchos de esos productos eran hipotecas basuras y activos tóxicos sin respaldo real. Las agencias, sin embargo, les otorgaron la máxima calificación, facilitando así su difusión en los mercados secundarios. Si a mediados de 2006 sólo había nueve empresas en el mundo con la calificación máxima de triple A, en enero de 2008 el número de instrumentos financieros con esa nota pasaron a 64.000. Empresas como EnronLehman Brothers, e inversores como Bernard Madoff recibieron el visto bueno de las agencias hasta pocos días antes de declararse en quiebra. Estas operaciones permitieron a los ejecutivos de estas entidades y a las propias agencias enriquecerse de manera vertiginosa. Entre 2002 y 2006, por ejemplo, Moody’s duplicó sus ingresos y triplicó su cotización en bolsa. A cambio de ello, se fue generando una burbuja especulativa cuyo estallido aniquiló de un plumazo el derecho a la vivienda de miles de familias y condenó a muchas otras al desempleo.

En Estados Unidos, estas actuaciones fueron enjuiciadas por diferentes tribunales e investigadas por el Senado y por la Comisión estatal de Bolsa y Valores. Las agencias intentaron sostener que sus informes eran una opinión privada, un ejercicio de libertad de expresión amparado por la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. Sus impugnadores, no obstante, sostuvieron que habían actuado sin rigor ni transparencia, que se habían beneficiado de información reservada procesándola de manera fraudulenta y favoreciendo a clientes a los que previamente asesoraban, en un claro conflicto de intereses. Se dictaron algunas sentencias en su contra y se impusieron nuevas regulaciones. Lo cierto, sin embargo, gracias a su poder mediático, económico y político, las agencias han conseguido neutralizar los controles más incisivos.

En el ámbito europeo, las sanciones a las agencias o a la banca no llegaron siquiera a eso. Es más, en casos como el español, las entidades financieras recibieron ingentes cantidades de ayuda que permitieron convertir su deuda privada en deuda pública. Y todo ello prácticamente sin contraprestaciones que las obligara, por ejemplo, a aliviar el grave problema habitacional que habían contribuido a crear. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, todavía hoy la legislación española impide a las familias que han contraído hipotecas impagables entregar el inmueble y liberarse, al menos, de su deuda con los bancos. Es más, cuando la ejecución se realiza y la subasta de inmuebles queda desierta –que es lo que sucede últimamente–, las entidades bancarias pueden adjudicárselos por el 50% del valor de tasación. Una vez que los adquieren, pueden dedicarse a perseguir a las personas desalojadas por la totalidad de la deuda y poner el piso en venta de inmediato a precios de mercado. Esta situación, en la que podrían verse indicios de un enriquecimiento ilícito y de una estafa castigada por el Código Penal, ha sido considerada por los poderes públicos como una garantía para la recuperación del sistema financiero.

Pero la cuestión no se acaba aquí. Para rescatar a la banca privada y obtener liquidez, muchos gobiernos de la periferia europea se han visto forzados a emitir más deuda pública. Y es aquí, precisamente, donde las grandes agencias han entrado en escena por segunda vez. En el momento de expansión del boom inmobiliario, su negocio había consistido en sobrevalorar activos, empresas y solvencias con frecuencia vinculados a activos tóxicos. A partir de 2010, se han dedicado a desvalorizar las deudas públicas de algunos gobiernos, empresas e instituciones, forzándolos a ofrecer a los eventuales prestamistas beneficios de toda clase.

Si el optimismo de ayer permitió a muchos rentistas hacer su agosto a expensas del derecho a la vivienda y del empleo de miles de familias, el pesimismo de hoy alimenta sin cesar la espiral de recortes en el resto de derechos sociales. Y es que para las grandes agencias, la solvencia de un país, de una región o de un municipio, se mide de manera casi exclusiva en función de las ventajas que puedan ofrecer a los especuladores o de su predisposición a restringir el gasto social. Mientras más favorable se muestre un gobierno a congelar pensiones o a “flexibilizar” las relaciones laborales, más confiable resultará a ojos de los grandes evaluadores. Y a la inversa: mientras más proclive sea a regular los mercados, a ponerles trabas o a fortalecer ciertos derechos sociales básicos, más sospechas despertará entre las agencias.

Basta ver el informe de Moody’s sobre la metodología utilizada para calificar a la baja la deuda pública portuguesa para constatar que la evaluación de las agencias es todo menos objetiva y rigurosa [1].En ningún caso queda claro por qué utilizan ciertos datos o despachan otros, ni mucho menos quiénes tienen acceso a la información que utilizan. Lo que sí parece evidente es que las agencias no califican del mismo modo a las empresas y a las instituciones públicas. Ni a los gobiernos conservadores, de derechas, que a aquéllos más reticentes a la hora de aplicar los ajustes.

Al igual que cuando calificaban al alza los activos tóxicos, las agencias insisten en que al juzgar la deuda pública sólo actúan como una suerte de periódico económico: emiten opiniones que nadie está obligado a contratar, cuya credibilidad, en última instancia, depende de lo que decidan los inversores. En parte esto es cierto. Un gobierno dispuesto a controlar con rigor la banca privada, obligándola a asumir responsabilidades por sus actuaciones, a fortalecer la banca pública y a realizar políticas fiscales progresivas, seguramente sería mucho menos dependiente de la financiación externa y, en consecuencia, de las agencias. El ejemplo de Islandia sigue siendo una prueba de que la sumisión total a los poderes financieros no es la única alternativa.

Lo que esta perspectiva oculta, sin embargo, es que dado el sistema de incentivos perversos permitidos por el actual capitalismo financiero, esta salida no siempre es sencilla. En Estados Unidos fueron varias las instituciones públicas –municipios, escuelas- que dependían de crédito externo y que denunciaron la presión de las agencias para contratar un servicio de evaluación que no habían solicitado. O aceptaban la “oferta” de los evaluadores, pagando honorarios que podían oscilar entre 50.000 y 300.000 dólares, u obtenían una calificación a la baja que les obligaba a ofrecer mayores intereses a los inversores [2]. La situación de los gobiernos socialistas de la periferia europea –Portugal, España o Grecia– no es exactamente ésta, pero guarda algunas semejanzas. Al carecer de una agenda política y económica alternativa, se han visto forzados a contratar a las grandes agencias e incluso a asumir los recortes sociales que éstas utilizan como indicio de solvencia. En 2009, ante una pregunta de Izquierda Unida en el Congreso de los Diputados, el gobierno español sostuvo que la contratación de estos servicios era necesaria porque muchos inversores internacionales requerían que la deuda tuviera una calificación mínima para adquirirla. En la misma respuesta, informó que la Dirección General del Tesoro y Política, dependiente del Ministerio de Economía, pagaba 280.000 euros al año a Standard and Poors, mientras que con Moody’s desembolsaba 85.000 euros anuales, más 40.000 euros por cada emisión en divisas, sin superar los 250.000 euros. Sin embargo, su disposición al ajuste nunca ha sido considerada suficiente y su deuda pública ha sido calificada a la baja en más de una ocasión [3].

El problema, como consta en la querella presentada en la Audiencia Nacional, es que no es inusual que esta evaluación se produzca minutos antes del cierre de las operaciones en bolsa. Este tiempo es más que suficiente para que aquellos que cuenten con información puedan beneficiarse de la modificación calificatoria realizada por la empresa en cuestión. Esta hipótesis no es descabellada. Algunas de las entidades que más deuda pública española tienen, como Deutsche Bank, Hypo Real Estate o Barclays, son clientes de las grandes agencias. Lo mismo que ocurre con otras importantes tenedoras europeas de deuda española como DZ Bank, Commerzbank, BNP Paribas, Crédit Agricole, ING, WGZ, Postbank, West LB, Sociéte Generale, Rabobank o The Royal Bank of Scotland.

La mayoría de las entidades afectadas –y eventualmente beneficiadas- por la evaluación de las agencias son bancos alemanes, franceses, del Reino Unido y de Holanda. Existen indicios de peso, en consecuencia, para pensar que aquéllas no actúan como simples periódicos económicos que emiten opiniones sobre la deuda pública de un país. Más bien operan como una empresa que, abusando de su posición dominante en el mercado, fuerzan a los países a pagarles por una opinión de relevancia pública pero carente de toda objetividad o intento de imparcialidad. La emisión de dicha opinión no puede considerarse un simple ejercicio de la libertad de expresión, mucho menos si se realiza en ciertos momentos y si se utiliza de manera fraudulenta para favorecer a otros clientes suyos o acaso a sus propias empresas.

Esta última posibilidad cobra especial fuerza cuando se atiende a la estructura de la propiedad que hay detrás de las agencias. Que la dureza, en efecto, exhibida con deudas como la griega o la española, al igual que con la de diversos países de América Latina o Asia, contraste con la laxitud con que se juzgan otras como la norteamericana o la francesa, no es casual. No en vano los propietarios de Moody’s, de Standard & Poors o de Fitch forman parte del entramado de poder –bancario, empresarial, político e incluso mediático- de estos países y difícilmente harían algo que los perjudicara[4].

Uno de los principales propietarios de la agencia Moody’s es Berkshire Hathaway, un conglomerado económico presidido por el multimillonario Warren Buffet e integrado por otros magnates como Bill Gates. Además de Moody’s, Berkshire Hathaway controla un amplio espectro de negocios vinculados a energía, telecomunicaciones, transportes, materiales de construcción, además, claro, de seguros y productos financieros. En 2008, tanto Barack Obama como John McCain mencionaron a Buffet como posible Secretario del Tesoro o como Asesor Financiero, una tarea que éste había desarrollado ya en 2003 para el gobernador de California por el Partido Republicano, Arnold Shwarzeneger. El otro grupo económico con peso en Moody’s es Davis Selected Advisers, una empresa de inversores presidida por Shelby Davis. Su padre, Shelby Cullom Davis, también era un banquero vinculado al Partido Republicano que fue embajador en Suiza durante los gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford.

Standard and Poors, por su parte, está controlada por la compañía Mc Graw Hill. Aunque fundamentalmente se dedica a los servicios financieros y al análisis de bonos y stocks, Mc Graw Hill también tiene negocios en el mundo educativo y editorial, así como en medios de comunicación. Su presidente es Harold “Terry” Mc Graw Hill III, secretario general, además, de la Bussiness Roundtable, un poderosa y conservador lobby patronal de los Estados Unidos que ha presionado con éxito para evitar, entre otras cuestiones, una mayor regulación de las agencias.

La agencia Fitch es la más pequeña de las tres grandes, y está fuertemente vinculada al grupo Fimalac S.A., con sede en Francia. Además de ocuparse de servicios financieros, Fimalac se dedica también a actividades inmobiliarias y a diversos emprendimientos culturales. La presencia gala es aquí determinante. El presidente del holding es F. Marc Ladreit de Lacharrière, administrador además de empresas como L’Oréal, Renault o Casino, miembro del consejo asesor del Banco de Francia y Miembro de la Academia de Bellas Artes del Instituto de Frania. Estrechamente ligado al Grupo Bilderberg, Ladreit de Lacharrière también se ha prodigado, al igual Buffet o Mc Graw Hill, por sus actividades filantrópicas y sus compromisos con la educación. En 2009, de hecho, fue nombrado Embajador de Buena Voluntad por la UNESCO y colaborador del programa Educación para Todos. Eso no le ha impedido mantener estrechos vínculos con la derecha francesa y explicar de manera nítida por qué es altamente improbable que la crisis de la deuda griega, portuguesa o española pueda contagiar al núcleo duro de la Unión Europea. “Francia y Alemania” –declaró el influyente propietario de Ficht en 2010- “disponen de credibilidad ante los inversores, que deciden y son los dueños del juego, porque tienen dos pilotos en el avión: Nicolás Sarkozy y Angela Merkel”.

En realidad, la tragedia de nuestra época reside en que los gobiernos que hoy padecen ataques especulativos carecen de autoridad para combatirlos, puesto que la connivencia con sus perpetradores ha sido todo menos excepcional. Como bien ha explicado el jurista y economista William Black, han sido las instituciones públicas las que han autorizado la desregulación de los mercados financieros, las que se han negado a aplicar con contundencia las medidas anti-trust que todavía existen y las que han despenalizado las actuaciones fraudulentas ocurridas antes, durante y después del estallido de la crisis. Estas medidas han generado un sistema de incentivos perversos basado en la búsqueda de elevadísimos beneficios en el corto plazo al precio de pérdidas seguras en el futuro. Todo ello en un ambiente criminógeno en el que los diferentes actores –bancos, agencias, reguladores públicos- tienen buenas razones para no decir nada y mirar hacia otro lado [5].

Es en este contexto, precisamente, donde la acusación popular contra las agencias cobra más sentido. Como una iniciativa jurídica, ciudadana, dirigida a cuestionar la impunidad de una coalición oligopólica que se ha mostrado capaz de sacrificar al altar de sus beneficios los derechos políticos y sociales más elementales de la población. Y a forzar, naturalmente, una discusión de fondo sobre la depuración y democratización radical del sistema financiero actual. Haciendo gala del enorme poder que ha conseguido acumular gracias a la ausencia de límites jurídicos efectivos, Buffet ha podido declarar: “esto es la lucha de clases, y la mía, la de los ricos, la está ganando”. Seguramente tiene razón. No en vano, tras la admisión a trámite de la querella por parte de la Audiencia Nacional, las agencias han contraatacado y han enviado a miembros de dos de los grandes despachos de abogados españoles especializados en defender a este tipo de empresas a presionar a la justicia. De lo que se trata, sin embargo, es de ponérselo difícil, obligándolos a rendir cuentas, al menos esta vez, por sus criminales maniobras.

NOTAS:
[1] Vid. http://www.latiza.es/imagenes2/CuentasPublicas/moodys-portugal.pdf
[2] Vid. Alec Klein, “Credit Rater’s Power Leads to Abuses, Some Borrowers Say”, Washington Post, 24 de noviembre de 2004.
[3] En muchos casos, estas evaluaciones parecen forzar el rescate europeo, so pena de poner en peligro la viabilidad del euro. Ello no ha bastado, sin embargo, para que la Unión Europea imponga un marco regulatorio exigente a las agencias. En enero de 2003, el Parlamento y el Consejo aprobaron la Directiva 2003/6/CE sobre operaciones con información privilegiada y manipulación del mercado. Esta directiva, así como los diferentes actos que la han modificado, permite definir qué debe entenderse por información privilegiada, cuándo puede entenderse que hay una operación sospechosa o cuándo un riesgo de abuso de mercado. La Directiva 2003/125/CE de la Comisión, de 22 de diciembre de 2003, establece una distinción entre las personas que hacen recomendaciones de inversión –y que deben respetar normas más estrictas- y las que difunden recomendaciones hechas por un tercero. Esta Directiva remite a la normativa a la que está sometida la profesión de periodista financiero. En todo caso, no ha servido hasta ahora para poner coto a unas prácticas sobre cuya ilegalidad existen numerosos indicios.
[4] Como se recuerda en la querella, el déficit de Estados Unidos y sus ratios de deuda –e incluso los de algunos Estados como California, Illinois y Nueva York- son equivalentes, o incluso peores, que los de España, Portugal o Grecia, países que han sido rebajados. Sin embargo, como bien apunta Dean Baker, todos los grandes bancos, incluidos gigantes como Citigroup o Goldman Sachs, tienen grandes cantidades de deuda del gobierno de los Estados Unidos y dependen de las ayudas que éste les pueda proporcionar. Si el gobierno cayera en default por no poder pagar sus deudas seguramente arrastraría consigo a la mayoría de bancos y otros importantes clientes de las agencias. Vid. “Will the U.S. lose its AAA Rating?” en http://www.counterpunch.org/baker03252010.html
[5] Vid. la entrevista realizada a W. Black en http://inthearena.blogs.cnn.com/2010/12/20/black-the-dominance-of-unethical-banking/

En la Unión Europea se pueden rechazar los recortes

Portugal exporta dignidad

Juan Carlos Escudier,  en  PÚBLICO

Aunque lo diga Zapatero, obligar a los bancos y cajas saldar la deuda hipotecaria con la entrega de la vivienda no pone en peligro el sistema financiero, sobre todo en un país en el que primero se paga la casa y después se da de comer al niño, de ahí que la morosidad de estos créditos no llegue al 2,5%. Como sabemos todos los que le adelantamos el parné, el sistema financiero se basta y se sobra para ponerse en riesgo, y si no siempre es posible contar con Moody´s, que ha sido oler a sangre en Portugal y lanzarse a morder la pantorrilla de 30 entidades españoles, a las que ha rebajado la solvencia como si quisiera dar pistas acerca del paradero del siguiente cadáver. Otra cosa no será, pero sentido de la oportunidad tienen un rato estos chicos del pub.

Pero vayamos a Portugal, que después de varios meses al borde del precipicio del rescate financiero, decidía este miércoles dar un paso al frente. La crisis política desatada tras rechazar la oposición el cuarto paquete de recortes y forzar la dimisión del primer ministro José Sócrates no es, en contra de lo que parece, un suicidio colectivo sino una rotunda expresión de dignidad, en la que se hubiera inspirado Pessoa para volver a proclamar aquello de que “sólo en la ilusión de la libertad, la libertad existe”.

No es un suicidio porque si hay algo que los muertos no pueden hacer es inmolarse, y Portugal era desde tiempo un fiambre exquisito al que Alemania estaba dejando curarse a la intemperie antes de partir las primeras lonchas. Los portugueses han dicho no a las enésimas medidas de ajuste dirigidas a las espaldas de los de siempre y que, como destacaba la izquierda comunista, volvían a esquivar a una banca que, por lo visto, también goza de bula en el país vecino. Unas medidas, además, dictadas desde Bruselas sin ningún recato.

Cuando se confirme el óbito luso, sólo restará saber en qué medida nos afectará el luto. Siendo la banca española la que mayor exposición tiene en Portugal no serían descartables nuevos ajustes. Malas noticias para quienes no paguen la hipoteca: pueden irse despidiendo también del piso de la abuela.

ISLANDIA: LA REVOLUCIÓN SILENCIADA

Artículo publicado en el blog No sin mi bici

Recientemente nos han sorprendido los acontecimientos de Túnez y Egipto que han desembocado en las huidas de sus respectivos tiranos Ben Alí y Hosni Mubarak, tan demócratas para occidente hasta anteayer y alumnos ejemplares del FMI.

Sin embargo, otra “revolución” que tiene lugar desde hace dos años ha sido convenientemente silenciada por los medios de comunicación al servicio de las plutocracias europeas. Ha ocurrido en la mismísima Europa (en el sentido geopolítico), en un país con la democracia probablemente más antigua del mundo, cuyos orígenes se remontan al año 930, y que ocupó el primer lugar en el informe de la ONU del Índice de Desarrollo Humano de 2007/2008.

¿Adivináis de qué país se trata? Estoy seguro de que la mayoría no tiene ni idea, como no la tenía yo hasta que me he enterado por casualidad (a pesar de haber estado allí en el 2009 y el 2010). Se trata de Islandia, donde se hizo dimitir a un gobierno al completo, se nacionalizaron los principales bancos, se decidió no pagar la deuda que estos han creado con Gran Bretaña y Holanda a causa de su execrable política financiera y se acaba de crear una asamblea popular para reescribir su constitución. Y todo ello de forma pacífica: a golpe de cacerola, gritos y certero lanzamiento de huevos.

Esta ha sido una revolución contra el poder político-financiero neoliberal que nos ha conducido hasta la crisis actual. He aquí por qué no se han dado a conocer apenas estos hechos durante dos años o se ha informado frivolamente y de refilón: ¿Qué pasaría si el resto de ciudadanos europeos tomaran ejemplo?

Y de paso confirmamos, una vez más por si todavía no estaba claro, al servicio de quién están los medios de comunicación y cómo nos restringen el derecho a la información en la plutocracia globalizada de Planeta S.A.

Esta es, brevemente, la historia de los hechos:

  • A finales de 2008, los efectos de la crisis en la economía islandesa son devastadores. En octubre se nacionaliza Landsbanki, principal banco del país. El gobierno británico congela todos los activos de su subsidiaria IceSave, con 300.000 clientes británicos y 910 millones de euros invertidos por administraciones locales y entidades públicas del Reino Unido. A Landsbanki le seguirán los otros dos bancos principales, el Kaupthing el Glitnir. Sus principales clientes están en ese país y en Holanda, clientes a los que sus estados tienen que reembolsar sus ahorros con 3.700 millones de euros de dinero público. Por entonces, el conjunto de las deudas bancarias de Islandia equivale a varias veces su PIB. Por otro lado, la moneda se desploma y la bolsa suspende su actividad tras un hundimiento del 76%. El país está en bancarrota.
  • El gobierno solicita oficialmente ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), que aprueba un préstamo de 2.100 millones de dólares, completado por otros 2.500 millones de algunos países nórdicos.
  • Las protestas ciudadanas frente al parlamento en Reykjavik van en aumento. El 23 de enero de 2009 se convocan elecciones anticipadas y tres días después, las caceroladas ya son multitudinarias y provocan la dimisión del Primer Ministro, el conservador Geir H. Haarden, y de todo su gobierno en bloque. Es el primer gobierno (y único que yo sepa) que cae víctima de la crisis mundial.
  • El 25 de abril se celebran elecciones generales de las que sale un gobierno de coalición formado por la Alianza Social-demócrata y el Movimiento de Izquierda Verde, encabezado por la nueva Primera Ministra Jóhanna Sigurðardóttir.
  • A lo largo del 2009 continúa la pésima situación económica del país y el año cierra con una caída del PIB del 7%.
  • Mediante una ley ampliamente discutida en el parlamento se propone la devolución de la deuda a Gran Bretaña y Holanda mediante el pago de 3.500 millones de euros, suma que pagarán todos las familias islandesas mensualmente durante los próximos 15 años al 5,5% de interés. La gente se vuelve a echar a la calle y solicita someter la ley a referéndum. En enero de 2010 el Presidente, Ólafur Ragnar Grímsson, se niega a ratificarla y anuncia que habrá consulta popular.
  • En marzo se celebra el referéndum y el NO al pago de la deuda arrasa con un 93% de los votos. La revolución islandesa consigue una nueva victoria de forma pacífica.
  • El FMI congela las ayudas económicas a Islandia a la espera de que se resuelva la devolución de su deuda.
  • A todo esto, el gobierno ha iniciado una investigación para dirimir jurídicamente las responsabilidades de la crisis. Comienzan las detenciones de varios banqueros y altos ejecutivos. La Interpol dicta una orden internacional de arresto contra el ex-Presidente del Kaupthing, Sigurdur Einarsson.
  • En este contexto de crisis, se elige una asamblea constituyente el pasado mes de noviembre para redactar una nueva constitución que recoja las lecciones aprendidas de la crisis y que sustituya a la actual, una copia de la constitución danesa. Para ello, se recurre directamente al pueblo soberano. Se eligen 25 ciudadanos sin filiación política de los 522 que se han presentado a las candidaturas, para lo cual sólo era necesario ser mayor de edad y tener el apoyo de 30 personas. La asamblea constitucional comenzará su trabajo en febrero de 2011 y presentará un proyecto de carta magna a partir de las recomendaciones consensuadas en distintas asambleas que se celebrarán por todo el país. Deberá ser aprobada por el actual Parlamento y por el que se constituya tras las próximas elecciones legislativas.
  • Y para terminar, otra medida “revolucionaria” del parlamento islandés: la Iniciativa Islandesa Moderna para Medios de Comunicación (Icelandic Modern Media Initiative), un proyecto de ley que pretende crear un marco jurídico destinado a la protección de la libertad de información y de expresión. Se pretende hacer del país un refugio seguro para el periodismo de investigación y la libertad de información donde se protegan fuentes, periodistas y proveedores de Internet que alojen información periodística; el infierno para EEUU y el paraíso para Wikileaks.

Pues esta es la breve historia de la Revolución Islandesa: dimisión de todo un gobierno en bloque, nacionalización de la banca, referéndum para que el pueblo decida sobre las decisiones económicas trascendentales, encarcelación de responsables de la crisis, reescritura de la constitución por los ciudadanos y un proyecto de blindaje de la libertad de información y de expresión. ¿Se nos ha hablado de esto en los medios de comunicación europeos? ¿Se ha comentado en las repugnantes tertulias radiofónicas de politicastros de medio pelo y mercenarios de la desinformación? ¿Se han visto imágenes de los hechos por la TV? Claro que no.

Debe ser que a los Estados Unidos de Europa no les parece suficientemente importante que un pueblo coja las riendas de su soberanía y plante cara al rodillo neoliberal. O quizás teman que se les caiga la cara de vergüenza al quedar una vez más en evidencia que han convertido la democracia en un sistema plutocrático donde nada ha cambiado con la crisis, excepto el inicio de un proceso de socialización de las pérdidas con recortes sociales y precarización de las condiciones laborales. Es muy probable también que piensen que todavía quede vida inteligente entre sus unidades de consumo, que tanto gustan en llamar ciudadanos, y teman un efecto contagio. Aunque lo más seguro es que esta calculada minusvaloración informativa, cuando no silencio clamoroso, se deba a todas estas causas juntas.

Algunos dirán que Islandia es una pequeña isla de tan sólo 300.000 habitantes, con un entramado social, político, económico y administrativo mucho menos complejo que el de un gran país europeo, por lo que es más fácil organizarse y llevar a cabo este tipo de cambios. Sin embargo es un país que, aunque tienen gran independencia energética gracias a sus centrales geotérmicas, cuenta con muy pocos recursos naturales y tiene una economía vulnerable cuyas exportaciones dependen en un 40% de la pesca. También los hay que dirán que han vivido por encima de sus posibilidades endeudándose y especulando en el casino financiero como el que más, y es cierto. Igual que lo han hecho el resto de los países guiados por un sistema financiero liberalizado hasta el infinito por los mismos gobiernos irresponsables y suicidas que ahora se echan las manos a la cabeza . Yo simplemente pienso que el pueblo islandés es un pueblo culto, solidario, optimista y valiente, que ha sabido rectificar echándole dos cojones, plantándole cara al sistema y dando una lección de democracia al resto del mundo.

El país ya ha iniciado negociaciones para entrar en la Unión Europea. Espero, por su bien y tal y como están poniéndose las cosas en el continente con la plaga de farsantes que nos gobiernan, que el pueblo islandés complete su revolución rechazando la adhesión. Y ojalá ocurriera lo contrario, que fuera Europa la que entrase en Islandia, porque esa sí sería la verdadera Europa de los pueblos.

El ‘superministro’ de Aznar y el desastre del FMI

 

Marco Schwartz  en  Público

El prestigio del Fondo Monetario Internacional, ya cuestionado por amplios sectores sociales, ha quedado reducido a cenizas tras la divulgación de un informe interno que describe el nefasto papel desempeñado por la institución en vísperas de la actual crisis económica.

El periodo investigado va de 2004 a 2007, cuando el FMI estuvo encabezado por Rodrigo Rato, superministro económico de la era Aznar y artífice de lo que los juglares del pensamiento único alaban hasta el día de hoy como el “milagro español”.

El informe de la Oficina de Evaluación de la institución no puede ser más devastador al detallar cómo la suma de distintas causas –análisis deficientes, obstáculos dentro de la organización, problemas de gobernanza y, sobre todo, “limitaciones políticas”– impidieron que el FMI cumpliera su obligación de supervisar el sistema financiero mundial.

El documento constituye una radiografía despiadada en la que aparecen analistas guiados por el pensamiento dominante neoliberal, enviados “intimidados” por las autoridades nacionales, presiones “explícitas” para moderar la evaluación sobre determinados países poderosos y, en cambio, “contundencia” con los países “más pequeños o mercados emergentes”, etc.

El máximo responsable de aquel gravísimo desaguisado, hoy presidente de Caja Madrid, queda en una posición muy comprometida sobre la que tiene la obligación de dar explicaciones. Porque, según el informe citado, la institución que dirigía no sólo cometió equivocaciones en sus diagnósticos, sino que incurrió en conductas deliberadas que contribuyeron a precipitar la peor crisis de los últimos 80 años.

JOSEPH STIGLITZ

El profesor estadounidense y Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz es una de esas rara avis en el mundo de la economía.

Stiglitz es, hoy en día, el economista más citado del mundo. Es neokeynesiano y un crítico feroz de la idea que ha dominado el mundo de las finanzas desde Ronald Reagan: que a los mercados hay que dejarlos a su aire, sin que los gobiernos se entrometan, pues son eficaces y crean riqueza gracias a la ‘mano invisible’ que imaginó Adam Smith en el siglo XVIII. Stiglitz ha pasado 30 años intentando demostrar mediante modelos matemáticos que la famosa mano no es que sea invisible, es que no existe. Y que los mercados, sin vigilancia, se aprovechan de la ignorancia del prójimo. Su teoría de la información imperfecta le valió el Nobel en 2001. «La globalización abrió las puertas para encontrar nuevos ignorantes y explotarlos», sentenció.

Nació en un pueblo siderúrgico, de obreros del metal. Es hijo de un vendedor de seguros judío. La simpatía por la clase trabajadora la mamó desde niño. Estuvo presente cuando Luther King pronunció su famoso discurso «yo tengo un sueño…». Fue economista jefe del Banco Mundial. Y dimitió dando un portazo, con diatribas contra esa institución, «dirigida por fundamentalistas del libre mercado» y contra el FMI, «que pone la soga al cuello de los países a los que se supone que va a ayudar». En la actualidad es profesor en la Universidad de Columbia, Nueva York, donde también imparte clases (de Periodismo) su mujer, 20 años más joven. Ha sido asesor de Zapatero y de Sarkozy. También de Obama, aunque ahora se muestra desencantado con su política. «Los que diseñaron el plan de rescate de Wall Street o estaban en nómina de los bancos o eran unos incompetentes.»

Así de claro habla Joseph Stiglitz:

Mi deseo para 2011 es que dejemos de prestar atención a los supuestos magos financieros que nos metieron en este lío, y que ahora nos exigen austeridad, y que empecemos a usar el sentido común. Si hay que soportar dolor, el mayor esfuerzo debe recaer sobre los responsables de la crisis, y sobre aquellos que se beneficiaron de la burbuja.

Es lapidario a la hora de diagnosticar cómo marcha la economía global. «Estados Unidos y Europa van mal; el resto, muy bien. El crecimiento en los países ricos se va a desacelerar aún más en 2011.» Opina que los bancos nunca han querido reconocer sus créditos fallidos y ahora no quieren admitir las pérdidas. «El sector financiero presionará a los gobiernos para lograr el pago completo de su deuda, aunque provoque un enorme desempleo y un gran sufrimiento social…»

Y cree que los especuladores lanzarán nuevos ataques contra España, Grecia, Portugal e Irlanda, «que están en una situación similar a la de Argentina en vísperas de la quiebra de 2001», la época del ‘corralito’, cuando los bancos restringieron el acceso de los ahorradores a sus depósitos. «El euro es un problemón», resume.  E insta a la UE a adoptar un fondo solidario de estabilidad a largo plazo, porque sin «políticas apropiadas y sin instituciones saneadas» la moneda única podría desaparecer, aunque lo considera improbable. No obstante, reconoce que los economistas no son fiables. «Las personas se comportan de manera menos racional de lo que creemos los economistas. Un experimento demostró que la gente es más altruista de lo que suponen los economistas, excepto en el caso de un grupo: los economistas mismos.»

Los planes de rescate de la crisis han expuesto una de las mayores hipocresías de la historia. Aquellos que se escudaban en la austeridad fiscal cuando se trataba de financiar pequeños programas de bienestar para los pobres, ahora han defendido sin problemas el mayor plan de rescate de la historia. Los que abogaban por la virtud del libre mercado y de la transparencia han llevado a crear un sistema financiero tan opaco que ni los mismos bancos comprenden sus balances. Los que defendían la responsabilidad ahora buscan el perdón de la deuda para el sector financiero.

El mercado no se corrige solo. De hecho sin la regulación adecuada, el mercado tiene una tendencia natural hacia los excesos. Sencillamente la mano invisible de Adam Smith no existe. Los banqueros persiguen su propio interés que no tiene porque encajar con los intereses generales de la sociedad, incluso por no encajar no tienen porque encajar ni con el interés de sus accionistas o deudores y sin duda no son los mismos intereses que los propietarios que han perdido sus viviendas, los trabajadores que se han quedado sin empleo, los jubilados que han visto como sus fondos de pensiones se evaporaban o los contribuyentes que han pagado miles de millones de dólares en rescates bancarios.

Bajo la amenaza de colapso del sistema, la red de seguridad, no ha servido precisamente para salvar a los individuos de las exigencias de la vida, sino que la han extendido generosamente para salvar a la banca comercial, la banca de inversión, a las aseguradoras o a las compañías de coches. Nunca tanto dinero había sido transferido de tantos hacia tan pocos…. La justificación ha sido que rescatar a la banca, permitiría que se volviera a abrir el grifo del préstamo. Esto no ha sucedido. Lo que ha sucedido ha sido simplemente que el contribuyente ha dado su dinero a las instituciones que han estado especulando con ellos durante años, vía préstamos predatorios, intereses de las tarjetas de crédito usureros, y comisiones no transparentes.

Stiglitz se enmarca también entre aquellos economistas que critican la hegemonía del PIB entre los indicadores económicos:

– Sólo compensa a los gobiernos que aumentan la producción material.

– No mide adecuadamente los cambios que afectan al bienestar, ni permite comparar correctamente el bienestar de diferentes países’.

– No toma en cuenta la degradación del medio ambiente ni la desaparición de los recursos naturales a la hora de cuantificar el crecimiento.  Esto es particularmente cierto en Estados Unidos, donde el PIB ha aumentado más, pero en realidad gran número de personas no tienen la impresión de vivir mejor porque sufren la caída de sus ingreso.

Fuente: Newsweek y XL Semanal