ENERGÍA NUCLEAR, NI SEGURA… NI BARATA

Se buscan 630 millones para cubrir Chernóbil

El dinero escasea, pese a que la UE ofrece en Kiev otros 110 millones
MANUEL ANSEDE para Público
Barroso, seguido de Yanukovich, en Kiev. -

Barroso, seguido de Yanukovich, en Kiev. -REUTERS

El domingo a medianoche, un trabajador encaramado en la grúa de un camión soviético se afanaba en colocar una bandera ucraniana y otra de la UE en cada farola de la calle Hrushevskogo, en el centro de Kiev. Cuando el vehículo avanzaba a toda mecha, las ramas secas de los árboles sin podar estallaban en la espalda del operario, configurando un martirio público en una de las principales avenidas de la capital de Ucrania.

Hoy se han desvelado las causas de tanto denuedo. La UE desembolsará otros 110 millones de euros para sufragar la construcción de un nuevo sarcófago sobre el reactor número 4 de Chernóbil, protagonista el 26 de abril de 1986 del peor accidente nuclear de la historia. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en visita oficial a Kiev, anunció la expedición del nuevo cheque al presidente ucraniano, Viktor Yanukovich, y reclamó la implicación del resto de «socios estratégicos para completar los trabajos del sarcófago antes de 2015».

Pero, según las cuentas de Thomas Mirow, presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), no es suficiente. Los cálculos de la institución financiera, fundada en 1990 para convertir a los países excomunistas al capitalismo, aseguran que todavía faltarían otros 630 millones de euros. Cuando se cumplen 25 años de la tragedia, Mirow y el Gobierno de Ucrania van a sacudir de nuevo la hucha para despertar a los donantes en una conferencia que arrancará mañana en Kiev.

Más inversión

«Superar una tragedia de esta escala no es posible para un país en solitario», declaró Yanukovich en una comparecencia conjunta con Barroso. Desde 1997, cuando se creó un Fondo del Sarcófago de Chernóbil gestionado por el BERD y presidido por el hombre que buscaba armas de destrucción masiva en Irak, el sueco Hans Blix, se han recaudado 850 millones de euros. La UE ha puesto 250 y EEUU, unos 180. Alemania ha colaborado con 60 millones de euros. España, con cinco millones. Rusia, heredera de la URSS, apenas ha pagado 15.

El fondo servirá para el sarcófago y almacenar residuos de las piscinas

Ahora, con Japón intentando recuperarse del tsunami del 11 de marzo y la posterior tragedia en la central de Fukushima, y con la UE tiritando tras los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal, es difícil adelantar en qué chisteras aparecerán los cientos de millones que faltan. Algunos medios locales cargaron la semana pasada contra el primer ministro ruso Vladímir Putin por «prometer la luna» a Ucrania a cambio de que abandonase su intención de integrarse en la UE.

Pese a su nombre, el Fondo del Sarcófago no servirá sólo para financiar esta campana de acero de más de cien metros de altura y un peso de casi 30.000 toneladas, diseñada para evitar durante un siglo que se produzcan nuevas fugas. Del mismo saco saldrá el dinero para construir una instalación para el almacenamiento de los más de 20.000 elementos de combustible de uranio quemado que todavía se amontonan en las piscinas de los otros tres reactores de Chernóbil. Estas piscinas, de diseño soviético, suponen un riesgo para proceder al desmantelamiento de la central.

La temeridad nuclear

¿Qué ocurriría si el accidente de Fukushima hubiera sido en la inconclusa Central Nuclear de Lemóniz, en el supuesto de que estuviera operativa?

Así sería el área desalojada. Un radio de 40 Km. que, aunque según un organismo nada sospechoso de activismo ecológico como es la OIEA resulta muy escaso, es el que finalmente han aplicado las autoridades japonesas. A esta zona no se podría volver en decenas de años:

¿Y si fuera la central nuclear de Garoña -que sí está operativa- y  cuyo reactor es del mismo modelo que la mayor parte de los de Fukushima, con la que ha venido mantiendo una estrecha relación operativa ?

Esta mapa de abajo representa el área mínima desalojada pero…  ¿estarían tranquilos los habitantes de tres capitales casi equidistantes como Burgos, Vitoria-Gazteiz y Bilbao situados al borde del área más crítica?

Desechos nucleares y otras incógnitas no resueltas de esta peligrosa tecnología:

http://www.rtve.es/television/documentales/la-noche-tematica/videos/

Fuentes: http://mural.uv.es/estojuan/Ejercicio2.html El País y RTVE

Fukushima alcanza a Chernobyl

Un mes minimizando el desastre

La industria atómica y buena parte de las autoridades se han esforzado en señalar las diferencias entre la situación de Fukushima y la que se vivió en Chernóbil, ahora equiparadas en gravedad

JAVIER SALAS, para Público

Aspecto de la central de Fukushima Daiichi el día 20 de marzo, cuando todavía se catalogaba el accidente como de nivel 5. afp
Aspecto de la central de Fukushima Daiichi el día 20 de marzo, cuando todavía se catalogaba el accidente como de nivel 5

Chernóbil. El nombre de una ciudad ucraniana se ha convertido en un concepto clave en la batalla dialéctica que en el último mes han librado antinucleares y pronucleares, también las autoridades y los científicos. No hay dos accidentes nucleares iguales, pero desde que un terremoto tumbara la estabilidad de la central nuclear de Fukushima la referencia en el debate público es si la catástrofe de 1986 y la de 2011 son comparables. Ayer, al elevar la calificación del accidente japonés a nivel 7, el mismo del ucraniano, las autoridades japonesas admitieron que la gravedad, al menos desde el plano técnico, sí es comparable.

«Fukushima no es Chernóbil» es una de las frases más enunciadas en los últimos 30 días, por parte de la industria atómica, expertos y autoridades, como el propio primer ministro japonés, Naoto Kan. Uno de los primeros en negar esas similitudes fue el presidente del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el nipón Yukiya Amano, en su primera comparecencia tras desatarse la crisis japonesa (el 14 de marzo): «Es muy poco probable que se convierta en algo como Chernóbil».

Ayer, tras declararse el nivel 7, el portavoz de turno del organismo internacional quiso alejar más aún Japón de Ucrania. «Los accidentes son totalmente distintos; las mecánicas son completamente diferentes», dijo el subdirector de Seguridad Nuclear, Denis Flory.

En el relato de lo que se ha dicho estos días destacan dos organismos que rompían el discurso de la industria nuclear, Japón y el OIEA. Las agencias de seguridad nuclear de Francia (ASN) y de EEUU (NRC) pusieron muchos peros a las decisiones tomadas por las autoridades.

Críticas francesas

El día 15, el presidente del ASN, André-Claude Lacoste, se mostró convencido de que el incidente propiciado por el tsunami ya era peor que el de Three Mile Island calificado con un nivel 5 de peligrosidad y merecía al menos un 6. «No se sabe hasta qué punto el sistema de contención está dañado -dijo Lacoste-, pero ya no es estanco». Es decir, el riesgo de emisión descontrolada de materiales radiactivos al exterior era cierto. Mientras tanto, la agencia japonesa (NISA) mantenía la gravedad del accidente en un nivel 4. NISA no elevó su catalogación al 5 hasta el día 18.La NRC también dejó en mal lugar a las autoridades japonesas por minimizar con sus decisiones la gravedad de la situación. Cuando Tokio decidió evacuar a toda la población de un radio de 20 kilómetros en torno a la central averiada, la agencia estadounidense advertía de que, en esas mismas condiciones, su decisión sería la de evacuar un radio de 80 kilómetros.

En España, las críticas del colectivo ecologista se concentran esencialmente en el Foro Nuclear, la asociación que representa los intereses de la industria atómica española. Su presidenta, María Teresa Domínguez, dio una rueda de prensa el 14 de marzo, tras un primer fin de semana de confusión.

«Después de ver las imágenes de la catástrofe en Japón, poder decir que todas las centrales nucleares han parado, están intactas, soportaron el terremoto y no se ha producido un impacto al exterior… Yo creo que todo eso da un mensaje positivo que refuerza a la energía nuclear», aventuró Domínguez ante una sala abarrotada de periodistas, a los que dijo: «El tiempo va a nuestro favor». En ese momento, ya se habían producido dos explosiones de hidrógeno en los reactores de Fukushima. Ese lunes se estaba produciendo una gran paradoja: cuanto menos se sabía, más firmes eran las afirmaciones de unos y otros. Fue un día clave para encauzar el tsunami de la opinión pública.

Falta de transparencia

«La industria se ha empeñado en vender que estaba todo controlado desde el día 12, cuando aún no se sabía nada», lamenta el responsable de la campaña nuclear de Ecologistas en Acción, Francisco Castejón. Este físico nuclear, que se atreve a denunciar que muchos académicos que opinaron estos días viven de la industria, critica la labor de autoridades nacionales e internacionales. «Por ejemplo, tardaron mucho en decirnos que habían encontrado plutonio o que había una piscina única para conservar todo el combustible gastado», asegura.

Castejón sobre todo lamenta «el discurso del lobby» ahora que se ha demostrado el peligro: «Que no nos digan más veces que van a tomar medidas y que van a aprender de los errores», reclama.

Otro de los ecologistas que lleva un mes en la batalla antinuclear es Carlos Bravo, de Greenpeace, que ahora recuerda a sus rivales dialécticos: «No sé dónde están todos esos que decían que esto acabaría en nada, que nunca sería como Chernóbil. No han vuelto a aparecer», critica Bravo.

El radiobiólogo Eduard Rodríguez Farré pone en entredicho el papel de las autoridades internacionales: «No olvidemos que el OIEA no es un organismo de protección, es de fomento del uso pacífico de la energía atómica». Este investigador del CSIC, presidente de Científicos por el Medio Ambiente, se atrevió a decir, el 15 de marzo, que Fukushima «es un Chernóbil a cámara lenta». Recibió innumerables críticas, lo mismo que le sucedió al comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, cuando habló de escenario «apocalíptico» en Japón.

Rodríguez Farré considera que estas semanas se han seguido los mismos pasos que tras todos los accidentes nucleares: «Primero se minimiza la importancia, y luego aparecen ingenieros y físicos a pontificar sobre el impacto en la salud de la radiación, cuando no es su campo de conocimiento», critica.

Fukushima: continúa la pesadilla

FRANCISCO CASTEJÓN  |  DOCTOR EN FÍSICAS E INVESTIGADOR DEL CIEMAT

El sufrimiento de la población japonesa se ve agravado por los nuevos sucesos de Fukushima-Daiichi. Al riesgo de fusión completa de los reactores 2 y 3, al peligro de descontrol de la reacción nuclear, a la nube radiactiva que afecta a miles de personas, hay que sumar ahora los vertidos de agua contaminada al océano. Se trata del vertido voluntario de unas 11.500 toneladas de agua radiactiva y del vertido accidental de agua altamente radiactiva que ha durado más de 48 horas, a razón de unos 7.000 litros a la hora, y que procede del reactor número 2.

El vertido voluntario procede del enfriamiento de los reactores y está contaminado sobre todo por radionucleidos ligeros como iodo, que emitirá radiactividad durante unos 160 días, y de cesio, que será radiotóxico durante unos 120 años.
El vertido de estas 11.500 toneladas se produce para habilitar espacio destinado a almacenar líquidos aún más radiactivos como el agua que se ha estado fugando del reactor número 2. La fuga accidental, mucho más grave, se intentó controlar mediante la inyección de hormigón, sin éxito, y posteriormente con la inyección de polímetros absorbentes, también sin éxito. Finalmente se ha conseguido frenar mediante un compuesto de silicato sódico. La contaminación radiactiva de este agua es gigantesca. No está clara su procedencia, pero todo indica que ha debido estar en contacto con el núcleo o con el combustible gastado. Es la única forma de entender los altos niveles de contaminación que lleva. Si este agua ha arrastrado consigo compuestos procedentes del combustible gastado, la radiactividad podría persistir durante miles de años.
El vertido de las 11.500 toneladas cabe achacarlo a la falta de previsión de la empresa Tepco, que refrigeró los reactores con agua de mar sin haber habilitado suficiente espacio para almacenarla. Este agua debería haber sido tratada como un residuo radiactivo y guardarla como tal. Pero la falta de espacio obligó a la evacuación.
Los vertidos accidental y voluntario de agua radiactiva constituyen dos hechos muy graves que introducen una nueva variable en el que ya es el segundo accidente nuclear más grave de todos los tiempos.
La contaminación afectará a los ecosistemas marinos y es muy difícil evaluar sus efectos puesto que no existen precedentes de este tipo de contaminación.
Pero es claro que las sustancias radiactivas tendrán gran impacto en los ecosistemas marinos hasta que el agua se diluya lo suficiente para que los niveles de radiactividad sean admisibles.
La extensión de la contaminación dependerá de la distribución de las corrientes en la zona y va a afectar a grandes extensiones del fondo marino, probablemente a cientos de kilómetros cuadrados. A esto hay que añadir el hecho de que los peces se desplazarán extendiendo la radiactividad mucho más allá de la zona del escape. También son escasos los estudios del efecto de la radiactividad sobre los seres vivos no humanos, en particular, sobre los peces y las algas. Pero sí se conoce la gran capacidad de mutar de los peces, por lo que es seguro que la fauna y flora marinas se verán gravemente afectadas. No sabemos la superficie de estas zonas contaminadas, pero es posible que se extienda a cientos de kilómetros. Los mecanismos de difusión de la contaminación en el mar son muy poco conocidos y dependen desde luego de las corrientes, pero también de los movimientos de la fauna marina. Pero además hay que tener en cuenta el efecto de la acumulación de la contaminación en las cadenas tróficas. El adagio de el pez grande se come al chico, debería leerse más bien como el pez grande se come muchos peces chicos, cada uno con su aportación radiactiva, de tal forma que los individuos que se sitúan en las posiciones más altas de las cadenas tróficas son los que más radiactividad acumulan. Y, no hay que olvidarlo, el eslabón final de esa cadena es el ser humano.
La contaminación del océano y de los bancos pesqueros de la zona introduce una nueva variable en el accidente de Fukushima. Se desconoce cual será el alcance y los efectos de estos vertidos, aunque parece claro que impedirá el consumo del pescado procedente de Japón de forma normal. La contaminación fuerza una veda de la pesca en la zona por tiempo indefinido. Aún cuando se detecte en el futuro que la radiactividad ha caído, será necesario controlar el pescado capturado en esos bancos para ver si es apto para el consumo.
La catástrofe es doble. Por un lado afecta a la economía pesquera japonesa y, por otro, inflinge un daño aún desconocido a los ecosistemas marinos. El accidente de Fukushima está mostrando riesgos nuevos de la energía nuclear. Las nube radiactiva de Chernobil se desplazó por buena parte del mundo, en parte debido a las corrientes de aire, pero también debido al vuelo de las aves migratorias contaminadas. En Fukushima se va a aprender, pagando un alto precio, cómo se difunde la radiactividad en el medio marino. Los efectos son verdaderamente catastróficos y superan los temores de no pocos expertos. El problema es que muchas centrales nucleares en el mundo están cerca de la costa y el episodio de contaminación marítima añade una afección nueva a los efectos de los accidentes nucleares.
El tsunami que causó el accidente de Fukushima era improbable, pero finalmente ocurrió. Está claro que la industria nuclear no puede preverlo todo y que los sucesos extremos, aunque improbables, causan unos efectos tan catastróficos que lo más sensato es prescindir de esta energía lo antes posible.

OTAN: DISTINTAS FORMAS DE MATAR LIBIOS

Por un lado, con «fuego amigo»

La OTAN ha admitido que sus bombas mataron a varios rebeldes en «un desafortunado accidente» durante el pasado fin de semana.
Los fallecidos disparaban al aire a modo de celebración y provocaron la reacción de los aviones aliados, que les ametrallaron y bombardearon.

Y también…

Libia: impacto de los misiles crucero de uranio empobrecido

Por Massimo Zucchetti, Profesor de «Instalaciones nucleares» en el Instituto Politécnico de Turín, titular de los cursos de «Seguridad y Análisis de riesgos» y de «Protección contra las Radiaciones».


El apoyo militar a los golpistas de Benghazi se está desarrollando en detrimento de la población civil. De cada 10 misiles disparados más o menos uno se sale de control y se estrella en cualquier punto de la zona a la que se apunta. Pero todos los misiles, tanto los dotados de una cabeza revestida de

uranio empobrecido como los que sólo tienen uranio empobrecido en los estabilizadores, contaminan la zona. O sea, este bombardeo supuestamente «humanitario» matará a miles de civiles en los años venideros, indica el profesor Massimo Zucchetti.Las problemas vinculados al uranio empobrecido y su toxicidad han desbordado varias veces el campo de la ciencia en los últimos años. El autor de este trabajo se ocupa de la protección radiológica desde hace dos décadas y del uranio empobrecido desde el año 1999. Después de una experiencia de publicación de trabajos científicos en revistas, de presentaciones en coloquios internacionales y conferencias en Italia sobre el uranio empobrecido, este artículo trata de hacer una estimación del impacto que el uso de uranio empobrecido en la guerra contra Libia (2011) está teniendo sobre el medio ambiente y la salud. Informes sobre su uso han aparecido en los órganos informativos desde el principio del conflicto [1].

Dadas sus características físicas específicas, en particular por su densidad que lo hace extremadamente penetrante, así como por su bajo costo -la producción de uranio empobrecido cuesta alrededor de 2 dólares el kilogramo- y la dificultad que presenta su tratamiento como desecho radioactivo, el uranio empobrecido ha encontrado excelentes modalidades de utilización en el sector militar.

Si recibe el tratamiento adecuado, la aleación U-Ti (Uranio-Titanio) constituye un material muy eficaz para la construcción de elementos penetrantes impulsados por energía cinética, de barras metálicas densas capaces de perforar un blindaje si se usan como proyectiles de alta velocidad.

El proceso de penetración pulveriza la mayor parte del uranio, que estalla entonces en fragmentos incandescentes -se produce una violenta combustión de casi 5 000˚ C- cuando sale al aire del otro lado del blindaje perforado, aumentando así el efecto destructivo. Esta propiedad se llama piroforicidad y es, por ejemplo, una característica que se encuentra en el azufre de las cerillas o fósforos domésticos. O sea, además de su elevada densidad, la piroforicidad aumenta el interés que presenta el uranio empobrecido para diversas aplicaciones, en particular como arma incendiaria (API: Armour Piercing Incendiary, o sea como elemento penetrante incendiario contra el blindaje).

Finalmente, en la fase de impacto contra el objetivo, la relativa dureza del uranio empobrecido (en una aleación con titanio) proporciona al proyectil la capacidad de afilarse a sí mismo. En otras palabras, el proyectil «no se aplasta» contra el blindaje convirtiéndose en una «cabeza plana» -como sucede, por ejemplo, con un proyectil de plomo- sino que mantiene su forma puntiaguda hasta su total fragmentación, sin perder por lo tanto sus propiedades de penetración. El uranio empobrecido ha sido empleado en los campos de batalla de la guerra del Golfo de 1991; durante los bombardeos OTAN/ONU contra la República serbia de Bosnia, en septiembre de 1995; contra Yugoslavia, durante la primavera de 1999; y, ya en este siglo, en el ataque contra Afganistán y nuevamente contra Irak en 2003.
El uso de dispositivos de uranio empobrecido en las guerras de Somalia y de Bosnia central y centro-oriental -sobre todo en amplias zonas alrededor de Sarajevo- en los años 1990, en Palestina y en los polígonos de tiro sometidos a la autoridad de las fuerzas militares de la OTAN, sólo ha sido documentado de forma incompleta [2].

Entre los armamentos que utilizan el uranio empobrecido hay que citar también el misil crucero tipo Tomahawk, cuyo uso en la guerra de los Balcanes de la primavera de 1999 -aunque no ha sido reconocido por la OTAN- ha sido confirmado gracias a lo que se ha encontrado en el lugar así como por fuentes de la Unión Europea [3].

Por otro lado, el manual de los oficiales, entregado a todos los uniformados enviados a Kosovo, incluía recomendaciones a seguir al pie de la letra sobre la presencia de uranio empobrecido en aquel territorio y, en particular, en los misiles Tomahawk. La introducción del manual indica lo siguiente: «Los vehículos y equipamiento del ejército serbio en Kosovo pueden constituir una amenaza para la salud de los militares y civiles en contacto con ellos. Los vehículos y el equipamiento que se encuentren destruidos, averiados o abandonados deben ser inspeccionados y manipulados solamente por personal calificado. Los peligros pueden provenir del uranio empobrecido como consecuencia de los daños provocados por la campaña de bombardeos de la OTAN, en el caso de los artefactos alcanzados directa o indirectamente. Además, los colimadores contienen tritio [Un isótopo radioactivo. Nota del Traductor al español.] y los instrumentos e indicadores pueden haber sido tratados con un barniz radioactivo, peligroso para quienes se pongan en contacto con los artefactos para inspeccionarlos». Aparece después una serie de consejos sobre cómo evitar la explosión del uranio empobrecido. El manual dice textualmente: «Evítese todo artefacto o material que usted sospeche que pueda haber sido alcanzado por municiones que contengan uranio empobrecido o por misiles crucero Tomahawk. No recoja o coleccione municiones de uranio empobrecido encontradas en el terreno. Informe inmediatamente a su puesto de mando sobre el área que usted estima que pueda estar contaminada. Donde quiera que usted se encuentre, delimite la zona contaminada con cualquier material encontrado en el lugar. Si se encuentra usted en una zona contaminada póngase, como mínimo, la máscara y los guantes protectores. Aplique la mejor higiene personal. Lave frecuentemente su cuerpo y su ropa».

Las evaluaciones sobre la cantidad de uranio empobrecido utilizado en los misiles son divergentes. Varían, en particular, según la diversas fuentes, entre valores de alrededor de 3 kilogramos hasta unos 400 kilogramos. Véase la nota que contiene la compilación de las distintas fuentes que se pueden encontrar sobre el tema, lo suficiente importante como para permitir la elaboración de un estimado del impacto medio ambiental [4].

Los desmentidos previsibles sobre la presencia de uranio en estos misiles pueden ser comparados con la compilación que aparece al final de este trabajo así como con las fuentes de origen militar [5].
Esta gran variabilidad en los datos se explica fácilmente. Algunos misiles crucero son de cabeza reforzada con uranio empobrecido y otros no. Pero estos últimos también contienen uranio empobrecido, no en la cabeza sino en las alas, como elemento estabilizador del vuelo. Podemos entonces definir dos casos:
Hipótesis alta: misil crucero con uranio en la cabeza del misil. Consideramos 400 kilogramos de uranio empobrecido;
Hipótesis baja: misil crucero SIN presencia de uranio en la cabeza. Consideramos 3 kilogramos de uranio empobrecido en las alas.

Cálculo del impacto sobre el medio ambiente y la salud

En la amplia literatura que el autor ha dedicado al problema del uranio empobrecido [6] ya se había abordado anteriormente el cálculo de la contaminación radioactiva con uranio imputable a los misiles crucero, en particular a los que se dispararon contra Bosnia en 1995. Ese estudio también puede consultarse a través de Internet, al igual que en la revista científica Tribuna biologica e Medica [7] [8].
Si se toman los modelos utilizados en el citado artículo, es posible deducir cuál es la situación en el terreno, en los lugares de inhalación, mediante un cálculo destinado sólo a precisar si, al menos en un caso realista, el volumen de las dosis en el terreno permite restar importancia al problema.

Consideremos el impacto de un misil crucero del tipo Tomahawk portador de 3 kilogramos (en el mejor de los casos) o de 400 kilogramos (en el peor de los casos) de uranio empobrecido.
El impacto produce una nube de residuos cuya dimensión es variable, después de una violenta combustión de unos 5 000˚ C. Como ya dijimos, los granos de polvo se componen de partículas cuyas dimensiones son del orden de la micra [0,5 – 5]. A 500 o 1 000 metros del punto de impacto se pueden respirar nubes con densidad suficiente como para causar dosis significativas, compuestas de partículas cuya masa es de cerca de 0,6 hasta unos 5 nanogramos (6-50 x 10-10gr.). Se hizo una estimación siguiendo el código de cálculo de dosis GEN II [9], despreciando los efectos provenientes del incendio y considerando solamente la exposición debida a la inhalación durante una hora por dispersión simple del material, sin entrar a considerar ciertos factores que pudieran traducirse en un incremento ulterior de la exposición. En el espacio de una hora es posible inhalar granos de polvo radioactivo provenientes de la nube en cantidades que ya resultan notables.

Es necesario tener en cuenta el hecho que numerosos fluidos y dinámicas del cuerpo atmosférico (dirección del viento, gradiente vertical de la temperatura, etc.) pueden causar, en ángulos sólidos relativamente pequeños, concentraciones de contaminante de varios órdenes de importancia superiores incluso a los que se obtendrían con un cálculo de dispersión uniforme, no compatible con ese escenario. El grupo crítico, en ese caso, resulta ser precisamente el de las personas «afectadas» por la nube de granos de polvo.

Según la estimación de probabilidades que se expondrá en este trabajo, un misil que alcanza su objetivo puede quemarse y esparcir partículas oxidadas de polvo en el medio ambiente.
Alrededor del 70% del uranio empobrecido que contienen los misiles, de los que se supone que por ser «inteligentes» siempre dan en el blanco, se quema. Alrededor de la mitad son óxidos solubles.
La granulometría de las partículas que conforman el polvo de óxido de uranio empobrecido pertenece totalmente al tipo de polvo que puede respirarse y así se crea polvo ultrafino. En particular, el diámetro de las partículas es en ese caso más fino que el polvo de uranio empobrecido de origen industrial, que resulta común en el medio de la industria nuclear. Se habla aquí de la gran mayoría del polvo contenido en el rango [1-10] micra, del cual una parte significativa es de un diámetro inferior a una micra.
En cuanto al destino del polvo de uranio empobrecido en el cuerpo humano, la principal vía de absorción es -como se sabe- la inhalación. Como se ha dicho, una parte del polvo es soluble y otra parte no se disuelve en los fluidos corporales.
Debido a las características de los óxidos de uranio empobrecido de origen militar, es necesario subrayar cómo difiere el comportamiento de estos en relación con el de los polvos industriales de uranio. En todo caso es posible suponer, según la ICRP [Siglas en inglés de la Comisión Internacional de Protección Radiológica. Nota del Traductor.] [10], que alrededor del 60% de lo que se inhala se deposita en el aparato respiratorio y que el resto es expulsado a través de la expiración.
Se debe tener en cuenta que alrededor del 25% de las partículas que presentan un diámetro cercano a 1 micra se mantienen durante largo tiempo en los pulmones, mientras que el resto se deposita en las vías aéreas superiores, pasa al aparato digestivo y es eliminado de allí en su mayor parte a través de las vías urinarias, mientras que pequeñas partes se acumulan en los huesos.
Alrededor del 25% de las micropartículas que se mantuvieron en los pulmones se comporta como un material de clase M, según la ICRP, o sea que se disuelve lentamente en los fluidos corporales, mientras que el resto es insoluble.
Ese tipo de comportamiento y de exposición no se ha estudiado en ninguna situación anterior de exposición a emisores alfa en los pulmones, que se haya detectado en el medio civil. La modalidad de exposición es por lo tanto muy diferente de las que han servido como base a la hora de recoger las equivalencias entre dosis y daños en materia de protección radiológica.
Es por lo tanto totalmente incorrecto -aunque constituya un punto de referencia- extrapolar evaluaciones de riesgo por exposición a ese tipo de micropolvos radioactivos a partir de datos recogidos en los casos de los mineros que trabajan con uranio, y también -resulta evidente- en los casos de las personas gravemente contaminadas por la radiación en Hiroshima y Nagasaki. Los estándares de protección radiológica de la ICRP se basan solamente en esas experiencias y, por consiguiente, pueden resultar en subestimaciones del riesgo.
Al pasar posteriormente a otros tipos de toxicidad diferentes a la radiológica, resulta entonces plausible que:
dado el componente fino y ultrafino de los polvos de uranio empobrecido de origen militar,
dada la toxicidad química del uranio,
la contaminación ambiental debida a los óxidos de uranio empobrecido de origen militar presente toxicidad tanto química como radiológica. Es necesario evaluar el efecto sinérgico de ambos componentes.
En otras palabras, la radioactividad y la toxicidad química del uranio empobrecido podrían actuar juntas creando un efecto de «cóctel» que aumenta el peligro posteriormente.

Hay que resaltar además el hecho que el clima árido de Libia favorece la dispersión de las partículas de uranio empobrecido en el aire, partículas que los civiles seguirán respirando durante años. El principal mecanismo de exposición a mediano y largo plazo tiene que ver con la resuspensión de polvos y con la subsiguiente inhalación de los mismos.
La metodología y los resultados vinculados a ese modela ya se han publicado en otros trabajos del autor [11], a los que remitimos aquí. Sólo resaltamos aquí las aplicaciones y variaciones del modelo aplicado y ya publicado, y en particular que:
el cálculo de compromiso (semi vida, NdT del texto original en italiano al francés) de dosis es de 70 años, no de 50 años, según lo recomendado por el ICRP.
Se utilizaron datos actualmente aproximados sobre la distribución de la población alrededor de los puntos de impacto, que también toman en cuenta la utilización principal de los proyectiles de uranio empobrecido en zonas pobladas.

Los resultados del modelo pueden resumirse de la siguiente manera:
CEDE (Committed effective dose equivalent) (Dosis colectiva): 370 mSvp in 70 y, por 1 kilogramo de uranio empobrecido oxidado y esparcido en el medio ambiente.
CEDE anual máxima durante el primer año (76 mSvp), durante el segundo año (47 mSvp) y durante el tercer año (33mSvp).
La vía de exposición es enteramente la inhalación del polvo. Son los pulmones el órgano que se convierte en blanco (97,5% de la contribución a la CEDE).
Entre los nucleidos responsables, el U238 representa el 83% de la CEDE y el U234 representa el 14%.

En cuanto a la cantidad total de uranio empobrecido oxidado disperso en el medio ambiente, esta evaluación se basa en los datos que reporta la prensa internacional: durante el primer día de la guerra, el Pentágono declara haber disparado -junto con los británicos- 112 misiles crucero hacia el territorio libio [12]. ¿Cuántos misiles van disparar antes de que termine la guerra? Como no podemos saberlo, basaremos nuestra hipótesis en la cantidad de 1 000 misiles para que el lector pueda estimar fácilmente el impacto sobre el medio ambiente y sobre la salud mediante la aplicación de una simple regla de tres que incluiría la cantidad exacta de misiles que se contabilicen al final del conflicto.

Si las cabezas de todos los misiles estuvieran «desprovistas» de uranio empobrecido, tendríamos de todas maneras una cantidad de:
1000 x 3 = 3000 kg = 3 toneladas de uranio empobrecido (en el mejor de los casos).
Si todos los misiles tuvieran cabezas de uranio empobrecido, tendríamos una cantidad de hasta 400 000 kilogramos, o sea 400 toneladas de uranio empobrecido.

Para evaluar la gravedad basta con comparar ese dato con las 10 o 15 toneladas de uranio empobrecido que se lanzaron en Kosovo en 1999.

Supongamos que alrededor del 70% del uranio se quema y se esparce en el medio ambiente. Llegamos así a un estimado de la cantidad de óxidos de uranio empobrecido igual a alrededor de 2,1 toneladas (en el mejor de los casos) y 280 toneladas (en el peor de los casos).
Lo anterior permite por consiguiente estimar una CEDE (dosis colectiva) para toda la población equivalente a:
en el mejor de los casos: 370 mSvp/kg x 2 100 kg = 780 Svp aproximadamente. – en el peor de los casos: 370 mSvp/kg x 280 000 kg = 104 000 Svp aproximadamente.
Tenemos que recordar que no es correcto -aunque constituya un punto de referencia- extrapolar evaluaciones por exposición a este tipo de micropolvos radioactivos a partir de los estándares de protección radiológica de la ICRP, que son los adoptados para el código GEN II.
Si de todas formas aplicamos también aquí el coeficiente de 6% Sv-1 para el riesgo de aparición de tumores, obtenemos aproximadamente:
en el mejor de los casos: alrededor de 50 casos más de tumores previstos en 70 años.
en el peor de los casos: alrededor de 6 200 casos más de tumores previstos en 70 años.

Conclusiones

Los riesgos de exposición al uranio empobrecido que corre la población libia como consecuencia del uso esa sustancia en la guerra de 2011 han sido evaluados con el enfoque más amplio posible, tratando de tener en cuenta algunos resultados recientes de estudios en la materia.
Este tipo de exposición no ha sido estudiado en ninguna situación anterior de exposición a receptores alfa en los pulmones que se hayan encontrado en el entorno civil.
Sin embargo, la evaluación que se ha hecho de las dosis y del consiguiente riesgo en las dos situaciones (según se trate de misiles «sin uranio» o «con uranio») permite llagar a ciertas conclusiones.

En el primer caso (el mejor caso), el número de tumores esperados es muy exiguo y absolutamente no significativo desde el punto de vista estadístico. Esta dificultad estadística -es casi inútil señalarlo- no tiene nada que ver con una absolución de ese tipo de práctica, con su aceptación y menos aún con una afirmación de que tenga poca importancia, o incluso de que pueda ser inocua. Por el contrario, en el segundo caso (que es el peor caso), nos encontramos ante un número de aparición de tumores que se sitúa en varios miles. Dichos tumores alcanzarían evidentemente un nivel epidemiológico y constituyen, sin duda alguna, una fuerte preocupación.

Es necesario, por lo tanto, que los ejércitos que están bombardeando Libia aclaren con pruebas reales, no con cómodas afirmaciones, la presencia o no, y en qué cantidades, de uranio empobrecido en sus misiles. En el pasado se produjeron «desmentidos oficiales» sobre la presencia de uranio en los misiles crucero. Sin embargo, al ser estos desmentidos provenientes de medios militares, el autor estima estar en su derecho al considerarlos, como mínimo, con cierta prudencia.

Basadas en los datos que se encuentran a nuestra disposición, las estimaciones sobre la evolución de los casos de tumores para los próximos años en Libia resultan, debido a esta práctica totalmente injustificada, absolutamente preocupantes. La discusión sobre la incidencia relativa de cada uno de los agentes teratógenos utilizados en una guerra (químicos, radioactivos, etc.) nos parece poco importante e incluso, permítannos señalarlo como conclusión, poco respetuosa de un dato que constituye un hecho: los muertos en Libia por causa de este ataque sobrepasan y sobrepasarán de lejos cualquier cifra que pueda definirse algún día como «el precio necesario».

Es importante, finalmente, recoger datos y estudios -existen muchos- sobre los efectos que las «nuevas guerras» tienen en el hombre y en el medio ambiente. Hay que mostrar la manera como nuestras armas modernas, que nada tienen de “quirúrgicas”, producen daños inaceptables. Hay que estudiar el impacto que han tenido, en los hombres y en el medio ambiente que las han sufrido, las guerras «humanitarias» registradas desde 1991.

Fuentes:  ComeDonChisciotte.org (Italia),  Red Voltaire.


LA HISTORIA DE JAPÓN CAMBIÓ EN FUKUSHIMA

Alejandro Nadal – Consejo Científico de ATTAC

Fukushima es peor que Hiroshima y Nagasaki, dijo una sobreviviente del terremoto y del tsunami.

– ¿Por qué piensa eso?, le preguntaron.
– Porque Hiroshima y Nagasaki son el pasado, pero Fukushima es el futuro.

El 10 de diciembre del año pasado, la delegación japonesa en la cumbre sobre cambio climático en Cancún anunció que Japón no renovaría sus metas cuantitativas para reducir emisiones de gases de efecto invernadero más allá de la expiración de 2012. En otras palabras, Japón no aceptaría una extensión del Protocolo de Kioto.

La conferencia de Cancún constituía un momento clave para decidir sobre el futuro del protocolo de Kioto que expira en 2012. La delegación japonesa remató diciendo que ahora lo importante era el (mal) llamado acuerdo de Copenhague, en el que los compromisos vinculantes son inexistentes. Esta toma de posición del gobierno del Partido Democrático de Japón le hace el juego al complejo de industrias intensivas en energía (siderúrgica, aluminio, vidrio) que son clave en la política de ese país. Las empresas en estas ramas de la industria quieren ganar tiempo para amortizar las inversiones que ya han realizado con tecnologías intensivas en energía.

Por su parte, la industria nuclear nipona soñaba con más subsidios que pudieran alimentar sus planes de expansión y con poder arrinconar una parte del importante mercado nuclear que se desarrolla en Asia, sobre todo en China. Claramente, el desastre en Fukushima ha hecho pedazos estos sueños de expansión.

Quizás lo único que queda claro en este enredo entre la política energética y ambiental de Japón es que si ese país va a avanzar hacia una combinación energética menos agresiva con el medio ambiente, se va a tener que terminar el compadrazgo existente entre el gobierno y las agencias regulatorias, por un lado, y el lobby nuclear y el de las industrias intensivas en energía, por el otro. En Japón, la alianza de la casta política con el shogunato de los grandes grupos corporativos ha dejado ya una larga estela de engaños que nadie puede olvidar. Fukushima es el escenario del último episodio.

Ni el gobierno japonés, ni el operador de la planta (Tokyo Electric Power Company, TEPCO), ni la agencia internacional de energía atómica (AIEA), han podido ofrecer una versión consistente sobre lo ocurrido en Fukushima. La información sobre los seis reactores de Fukushima proporcionada por TEPCO y el Foro Industrial Atómico (JAIF, organización que promueve los intereses de la industria nuclear en Japón) contiene muchas contradicciones y genera más preguntas de las que contesta.

La primera tiene que ver con la versión que corrió inicialmente en la prensa internacional: el terremoto provocó el cierre automático de los reactores en Fukushima, pero el tsunami destruyó o incapacitó los sistemas de enfriamiento de los reactores y eso provocó el sobrecalentamiento y explosiones de hidrógeno.

Pero hay algo que choca en esta versión. Las fotografías, videos e imágenes de satélites (por ejemplo en la página www.isis-online.org ver fotos al final del artículo) no contienen la evidencia de los destrozos que provocó el tsunami en la costa al norte de Fukushima. Ni los árboles en los estacionamientos, ni los patios de la planta tienen la huella del tsunami. Los escombros que aparecen se deben a las violentas explosiones de hidrógeno que destruyeron los edificios de los reactores 1 y 3.

Una buena parte de la propaganda del lobby nuclear descansa sobre esta versión de los hechos. Pero la evidencia revela que si hubo un tsunami en Fukushima, tuvo que ser mucho más débil que en Minamisoma o Sendai (distantes unos setenta kilómetros al norte de la planta). Por lo tanto, se abren dos hipótesis inquietantes. Primero, es posible que un tsunami de menor fuerza efectivamente inundó los sistemas de enfriamiento y los depósitos de combustible de los motores diesel (respaldo del sistema principal). Pero eso significa que las plantas eran mucho más frágiles de lo que nos quiere hacer creer el lobby nuclear. En este caso, TEPCO quedaría (otra vez) mal parada por su negligencia. Nada nuevo para TEPCO.

La segunda hipótesis es que el colapso en los sistemas de refrigeración fue provocado por el terremoto. En ambos casos, queda expuesta la falacia del lobby nuclear. Las plantas no son robustas y no funcionaron como se supone que deben hacerlo en caso de un terremoto. Adiós a la otra historieta del lobby nuclear.

Las relaciones de Japón con el mundo de la energía nuclear pueden parecer sorprendentes. Algunos se preguntarán: ¿cómo es que Japón, el único país que ha sido bombardeado con armas nucleares, recurrió a las centrales nucleares como fuente de energía? La respuesta está en la ocupación militar estadounidense (que concluyó oficialmente en 1952) y en sus esfuerzos por mantener el viejo orden conservador nipón con un disfraz de democracia parlamentaria. El tejido de engaños, corrupción y mentiras que envuelve las relaciones de los grandes conglomerados y el gobierno es el resultado de esa extraña mezcla.


Artículo publicado en La Jornada
http://nadal.com.mx

Radiaciones desconocidas en Fukushima

– El agua de la piscina de residuos, cercana a la ebullición.

– El vicepresidente de Tepco visita un refugio de evacuados y pide disculpas por la crisis.

– El Gobierno mide la radiación en el agua de mar

AGENCIAS | Tokio 22/03/2011

La situación de los reactores 3 y 4 de Fukushima es todavía crítica

Los operarios que luchan por estabilizar la central nuclear de Fukushima han logrado extender cables hasta los seis reactores de la planta, en un nuevo paso para restaurar la electricidad en todas las unidades y reactivar el sistema de refrigeración. Los trabajadores retomaron la tarea después de que, como ya ocurriera durante el día de ayer con los reactores 3 y 4, se vieran obligados a suspenderla al salir humo de los reactores 2 y 3, según la agencia Kyodo. Gracias a este nuevo intento por recuperar el control se ha conseguido reactivar en una de las salas de la central nuclear la iluminación, según han anunciado algunos medios de comunicación nacionales. Los operarios han dado así un paso más hacia la reactivación de los sistemas de refrigeración de la planta para detener la radiación ya que una fuente constante de luz ayudará a los trabajadores a arreglar los instrumentos dañados por el terremoto y el tsunami. Aún así, lo más preocupante es que todavía se detectan partículas radiactivas que proceden de la central, aunque todavía no han conseguido focalizar el origen, según ha admitido el portavoz del OIEA* James Lyons en una rueda de prensa en Viena. «Seguimos viendo radiación procedente del lugar (…) y la cuestión es ¿de dónde procede exactamente? ¿Viene de las vasijas de contención del reactor o de las piscinas de las piscinas de combustible usado?», se ha preguntado.

Una columna de humo en Fukushima.

Por eso mismo la situación está lejos de estar controlada. Mientras que el ministro de Industria, Banri Kaieda, ha reconocido que el progreso en el cableado es una buena noticia, ha advertido que la situación sigue siendo «extremadamente difícil». El portavoz de la Agencia de Seguridad Nuclear, Hidehiko Nishiyama, ha explicado que si se restablece la corriente eléctrica, la situación de la planta será «visible», lo que permitirá a las autoridades comprobar si las medidas actuales son suficientes. Ya se ha conseguido en una de las salas. Pero falta todavía mucho por hacer. Aunque también ha asegurado, según la agencia Kyodo, que es poco probable que la situación empeore y se vuelva a producir una fusión del núcleo.

Nishiyama ha informado a los periodistas de que es probable que el aumento de las temperaturas en una piscina de residuos nucleares, al borde de la ebullición, puede haber causado el vapor que desde ayer ha emitido del reactor 2, y que aún sale en pequeñas cantidades, según Associated Press. Sin embargo, ya no sale humo del reactor 3. El funcionario ha advertido que si el agua de la piscina se evapora y deja expuestos los residuos nucleares, podría dar lugar a nuevas emisiones radiactivas.

Además, la compañía ha informado de que los daños causados en los reactores 1 y 2 por el agua de mar tras el tsunami del pasado día 11 son mayores de los que se creía inicialmente. También preocupa la posible contaminación del entorno marino, ya que durante los primeros días de la crisis nuclear, los operarios utilizaron agua marina en grandes cantidades en un intento desesperado por enfriar los reactores, parte de la cual volvió al mar. Las autoridades japonesas han comenzado a medir la radiación en la costa de ocho localidades cercanas a la central, para lo que han enviado un barco que tome muestras. Sin embargo, insisten en que los niveles detectados, aunque más elevados de lo normal, son seguros «incluso si se bebe durante un año», según el portavoz del Gobierno, Yukio Edano. Mientras, Hideo Morimoto, el director de la Agencia de Recursos Naturales y Energía, ha asegurado que la radicación del agua marina se disipará y que no supone un riesgo para otros países costeros.

Radiación en el mar de Fukushima

A pesar de estas informaciones positivas, Greepeace ha criticado duramente al OIEA por haber omitido datos importantes sobre el accidente de la central. «Según investigaciones de Greenpeace, el OIEA no ha hecho pública una explosión de hidrógeno en la piscina de combustible usado del reactor 4 en Fukushima, ocurrida la semana pasada», ha asegurado la organización ecologista en un comunicado difundido en Austria y Alemania, que asegura también que el Foro de la Industria Atómica Japonesa (JAIF) calificó esa explosión de «muy seria». Un portavoz del OIEA, Graham Andrew, ha respondido a esas críticas con una queja por la poca información que le llega de Japón, aunque no ha dudado en calificar también la situación de «muy seria». «No hemos recibido información confirmada por algún tiempo en relación con la integridad de la contención de la unidad 1, así que estamos preocupados por conocer su estado exacto», ha comentado. Además, Andrew ha matizado que siguen detectando partículas radiactivas procedentes de la central, aunque no han podido localizar su procedencia.

También se ha detectado radiación, a unos niveles 430 veces por encima de lo normal, en el suelo a unos 40 kilómetros de la central, según ha informado el Ministerio de Ciencia tras las mediciones de ayer. El OIEA ha anunciado que se han detectado materiales radiactivos, entre ellos yodo-131, cesio-134 y cesio-137, en aguas de mar cerca de la planta nuclear japonesa de Fuskushima. En un breve comunicado , el Organismo no ha precisado la cantidad ni la gravedad de la presencia de las partículas radiactivas halladas en el mar. Sí ha recordado que obtiene esta información de las autoridades japonesas, y que fue la compañía Tokyo Electric Power (TEPCO) la que detectó los radioisótopos.

El vicepresidente de Tepco, Norio Tsuzumi, ha viajado hoy a la prefectura de Fukushima, donde ha pedido perdón en persona a los evacuados de un refugio en la ciudad de Tamura, donde se alojan unos 800 residentes de la localidad de Okuma, situada a unos 10 kilómetros de la central. El sentimiento popular en la región es tal que el gobernador de la prefectura, Yuhei Sato, ha rehusado reunirse con directivos de la compañía. «Teniendo en cuenta la ansiedad, el enfado y la exasperación de la gente de Fukushima, no hay forma de que acepte sus disculpas», ha dicho.

La cadena NHK ha emitido imágenes del directivo inclinándose ante los evacuados en señal de contrición. Los desplazados han preguntado a Tsuzumi cuándo podrán volver a sus hogares, y se han quejado de que ya no pueden ganarse la vida en sus granjas. Tras la visita, el vicepresidente de la empresa que gestiona la central ha declarado que entiende las peticiones de los vecinos, y que lo único que puede hacer es continuar con sus esfuerzos para tratar de solventar la crisis.

Pero no es lo único. La compañía compensará a las granjas afectadas por el escape radiactivo por las pérdidas derivadas de la prohibición de vender su productos, según el diario Financial Times, que cita fuentes gubernamentales. Las declaraciones de Edano sobre la intención del Ejecutivo de que la eléctrica «asuma su responsabilidad» suponen la primera referencia directa de un alto funcionario del Gobierno japonés a la obligación de Tepco de reparar a las víctimas del accidente nuclear. Aunque Edano ha precisado que si la compañía no es capaz de asumir adecuadamente estas compensaciones, «el Gobierno, por ley, se hará cargo».

Detectan en Islandia, Canadá y EE UU partículas radioactivas

Las partículas radioactivas han llegado ya a las costas de Islandia, Canadá y EE UU. Los primeros en alertar del hallazgo han sido fuentes diplomáticas islandesas, que han confirmado se han detectado unas cantidades que podrían proceder de la central nuclear japonesa. Aún así las mismas fuentes han aclarado que estos pequeños restos de yodo, que han sido detectados por una red de estaciones de observación internacionales y han atravesado el océano Pacífico y llegado al Atlántico a través de Norteamérica, son demasiado insignificantes para causar perjuicios en la salud de las personas.

Canadá ha confirmado más tarde que sus autoridades han detectado también un aumento de los niveles de radiación en la costa del Pacífico del país aunque han añadido que el aumento es «mínimo» y «no constituyen un riesgo a la salud».Lo mismo ha anunciado la central de meteorología de Austria (ZAMG) sobre las costas estadounidenses, al recibir la información de las estaciones de medición de la Comisión del Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares (CTBTO) de que habían registrado trazos de radiación supuestamente procedente de la central nuclear de Fukushima.

Los últimos datos enviados por la CTBTO -recogidos el 19 de marzo- «revelan que trazos de radiación alcanzaron Hawai y Wake Island, ambas (islas) en el Océano Pacífico, así como la estación de medición en Charlotteville, en el estado de Virginia», en la costa este de Estados Unidos, según explica la ZAMG en su informe, que deja muy claro que los valores medidos se sitúan muy por debajo del límite considerado como un posible peligro para la salud humana

Cables conectados

La buena noticia es que los trabajadores de Tokyo Electric Power (Tepco), la empresa que opera la central, han conseguido conectar cables a los reactores 3 y 4, los únicos que faltaban después de que esta madrugada se lograra llevar el cableado hasta el 1 y previamente a las unidades 2, 5 y 6, con lo que podrán agilizarse las tareas de refrigeración y evitar así una fusión parcial de sus núcleos, lo que supondría una nueva emisión de partículas radiactivas a la atmósfera. Pero antes de restaurar la electricidad, proveniente de sistemas de alimentación externos, aún se debe revisar todo el equipamiento de los reactores para evitar cualquier cortocircuito, según la cadena japonesa.

El objetivo de Tepco es restablecer los sistemas eléctricos en algunas instalaciones clave como el equipo de medición de datos y algunas funciones de la sala de control en los reactores 1 y 2 mañana, y en el 3 y el 4 el jueves, según el portavoz de la Agencia de Seguridad Nuclear. Después del terremoto de pasado día 11, cuyo último balance de muertos se sitúa en 9.080 mientras que 13.561 personas se encuentran desaparecidas, los sistemas de refrigeración de los reactores 1, 2 y 3 fallaron, y se cree que sus núcleos se han fundido parcialmente. Bomberos y operarios han bombeado grandes cantidades de agua en las piscinas de residuos en el exterior de los reactores 3 y 4, que habían perdido su función de refrigeración.

* OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica)

Publicado en El País

CHERNOBYL, FUKUSHIMA… ¿Y EL PRÓXIMO?


«Recordando Chernobyl suponemos Fukushima»

Javier Rodríguez Pardo  en el boletín informativo de  ATTAC

El reactor cuatro de Chernobyl comienza a fundirse a la una y siete minutos de la madrugada, un sábado primaveral, 26 de abril de 1986. La nube radiactiva, imposible de concebir por mente alguna, emerge del reactor después de que una fuerte explosión termina con la vida de todos los operarios en el seno de la central. De todos.

La nube primero se desplazó hacia el este y luego rotó hacia el norte. Enseguida se dividió en cuatro pétalos como si se abriera una flor, en distintas direcciones.  Uno de los pétalos de la nube radiactiva fue detectado por un soldado finlandés en un puesto fronterizo. En el mismo instante, en una central nuclear sueca registran altas dosis radiactivas en las botas de un operario. El director de seguridad de la central sueca, Ben Gelman, no termina de entender qué pasa y por la orientación de los vientos sospecha que la radiación proviene del Reino Unido y cuenta más tarde que lo primero que pensó fue en un ataque nuclear en territorio británico, hasta que veinte minutos más tarde se cree que la nube letal proviene de la Unión Soviética.

El silencio se hizo interminable. Los soviéticos contestan con evasivas y dicen no saber nada cuando los suecos les preguntan que los vientos provienen de Chernobyl. Hasta ese instante habían transcurrido diez horas de la voladura y fusión del reactor y los bomberos se sumaban a luchar contra el núcleo convertido en una brasa. Los soviéticos reconocen más tarde el desastre diciendo que “no querían alarmar a nadie” y en consecuencia no evacuaron inmediatamente a la población de Pripyat, además hábitat de los trabajadores de la central, la que recibió radiación cuatrocientas veces superior a la generada por la bomba atómica sobre Hiroshima.

La gente de Pripyat, con las primera luces del día, recorría las calles y la plaza con sus hijos, sin saber que sus días estaban contados. Se cruzaron con soldados que portaban trajes y botas como de lluvia y un barbijo en el rostro, y respondían que se trataba de “un simple entrenamiento”.

La fusión del núcleo fue imparable. El setenta por ciento de los radionucleidos cae en Bielorrusia. El 2 de mayo la nube llega a Japón donde miden radiación altísima. El día 4 toca territorio chino y el 5 la nube sobrepasa la India. El 6 de mayo aparece en la costa de Estados Unidos y Canadá. Los informes advierten que la nube radiactiva de Chernobyl dio tres vueltas al globo terráqueo.

En Europa también  recibió el impacto Alemania,  Francia, norte de Italia e Islas Baleares, y en el resto del viejo continente, aunque en menor medida.

Los análisis de orina de algunos habitantes catalanes registraron altos índices de yodo radiactivo, un radionucleido que se aloja en la glándula tiroides y se mantiene vivo por ocho días bombardeando desde adentro todo el cuerpo. Pero digamos que hay muchos otros radionucleidos, como el Cesio 137 que contamina durante 30 años todo lo que toca. El Estroncio 90, que ataca la médula ósea y se confunde con el calcio del cuerpo haciendo el mismo recorrido; tiene una vida media de 90 años. Entre los productos de fisión que hay en el núcleo del reactor se halla el gas Xenón, veneno que se inhala y ni la lluvia lo disuelve, permanece vivo por seiscientos años. Son muchísimos los radionucleidos “criados” en la fisión nuclear pero citemos principalmente al más peligros de todos por su alta actividad, el plutonio 239 que se instala en el planeta para no irse por 250.000 años, causando enfermedades terminales. Es inimaginable, pero pensemos que hace 10.000 años había volcanes en Francia y que concluía el último período glacial, y que hace 8000 años el  desierto del Sahara  era una sabana verde y fértil. El plutonio, creado por el hombre en la fisión del reactor posee una vida media de 24.400 años, pero seguirá activo por 250.000 años.

Un cuadro similar es el que se reproduce actualmente en Japón, aunque creemos que puede llegar a ser mucho peor, porque combatir contra cinco reactores a los que habrá que envolver en hormigón, sólo para mitigar el impacto radiactivo al exterior, porque continuarán emitiendo radiactividad por milenios, será una tarea que no permite ver el final. Por lo pronto Fukushima es ya una ciudad fantasma como lo es actualmente  la ucraniana Pripyat. Nadie puede ocultar la realidad ni la documentación que se fue gestando sobre Chernobyl con diez millones de afectados por cáncer y leucemias, cinco meses después del desastre nuclear.

Cuando los robots enloquecían en el techo del reactor ucraniano, con la utopía de ahogarlo químicamente y sellarlo con una coraza de hormigón,  se precipitaban –incontrolados- en el núcleo del reactor. Lo increíble sucedió después cuando setecientos mil soldados fueron enviados a cumplir ese objetivo. Se inmolaron. La orden era que cada uno no estuviera más de tres minutos en esa labor porque no hay traje capaz de frenar ese poder destructivo. Se sumaron a semejante esfuerzo muchísimos campesinos y pobladores, los bomberos y otras fuerzas del orden involucradas, enfermaron gravemente. Ocho mil quinientos de estos héroes murieron en horas y poco a poco el cáncer iba dando cuenta del resto. La tragedia continuaba en cada nacimiento de nuevos seres de aquellas mujeres contaminadas en varios kilómetros a la redonda: los niños de Chernobyl, algunos de los cuales estuvieron en Buenos Aires, en nuestro hospital Garraham, años después.

¿Es alarmista este texto y en consecuencia debemos ocultarlo?

Estamos siendo literales en la descripción de los hechos por eso coincidimos con gran parte del mundo que equipara -por ahora- la tragedia de Chernobyl y Fukushima. Pero este último sitio se agrava por su sismicidad.  Salvando esto, se asemejan mucho los dos casos porque en Japón, a bastantes días del desastre, el gobierno se esfuerza en convencer al mundo que la radiación es tolerable; en Chernobyl, dos días después,  el 28 de abril, el comunicado oficial leído por la autoridad soviética decía que “se había dañado un reactor y estaban reparándolo.” Las mismos burócratas prohibirían luego toda información vinculada con el caso, un velo que se fue destapando cuando desaparece la URSS. Lamentablemente, las nuevas autoridades ucranianas y rusas reconocen que gran parte de la documentación sobre Chernobyl fue destruida.

Movimiento antinuclear del Chubut (MACH) – Sistemas Ecológicos Patagónicos (SEPA)- Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE Argentina)- Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) 
Actualización a 5 de Julio de 2012:

El desastre de Fukushima «fue un error humano y pudo haberse evitado»

El informe de la comisión de investigación parlamentaria señala al Gobierno, los organismos reguladores y la empresa TEPCO, propietaria de la central nuclear, como responsables

«No se puede decir que no habría habido crisis sin el tsunami», afirma un miembro del panel

El portavoz del Parlamento japonés, Takahiro Yokomichi (a la derecha), recoge el informe sobre el accidente en la central nuclear de Fukushima. / JIJI PRESS (AFP)

El desastre nuclear de Fukushima, el año pasado, fue provocado por «el ser humano» y pudo haberse evitado. Así de contundente lo asegura el informe realizado por la comisión de investigación creada a instancias del Parlamento de Japón en diciembre pasado y que ha sido hecho público este jueves. «El accidente de la central nuclear de Fukushima fue resultado de la connivencia entre el Gobierno, los reguladores y Tepco (Tokyo Electric Power, empresa propietaria de la planta), y la falta de gobernabilidad de dichas partes», señala el estudio de 641 páginas, en referencia al peor desastre atómico que ha vivido el mundo desde Chernóbil, en 1986. «Traicionaron de hecho el derecho de la nación a estar a salvo de accidentes atómicos. Por tanto, concluimos que fue causado claramente por el ser humano».

El informe va más allá y afirma algo que hasta ahora no había sido puesto claramente sobre la mesa: que no puede descartarse que la crisis fuera provocada por el terremoto de intensidad 9 en la escala Richter ocurrido el 11 de marzo y no solo por el consiguiente tsunami, como defiende Tepco. Esto podría tener serias implicaciones sobre los planes del Gobierno de volver a poner en marcha los reactores nucleares del país, la casi totalidad de los cuales se encuentran paralizados.

El panel de 10 expertos —que ha realizado más de 900 horas de entrevistas a más de 1.100 personas durante seis meses— pone en tela de juicio la respuesta de Tepco, los reguladores y el entonces primer ministro, Naoto Kan, quien dimitió el año pasado tras ser muy criticado por su gestión del desastre natural y la consiguiente crisis atómica.

Según el informe, los reguladores fueron reacios a adoptar normas de seguridad internacionales, que podrían haber ayudado a evitar lo ocurrido. Algunos de los reactores sufrieron fusiones y soltaron radiación a la atmósfera, lo que obligó a desplazar a decenas de miles de personas de sus hogares, muchas de las cuales nunca podrán regresar. «La comisión ha encontrado ignorancia y arrogancia, que son imperdonables en cualquier persona u organización que tiene que tratar con la energía nuclear. Hemos encontrado desprecio por las tendencias globales y por la seguridad de la gente», señala. El Gobierno afirma que la situación en la planta de Fukushima está estabilizada, pero que llevará décadas desmantelarla completamente.

El informe —el tercero que se realiza en Japón sobre el accidente— insiste en que la raíz del problema fue la existencia de «sistemas organizativos y regulatorios que apoyaron fundamentos incorrectos para las decisiones y acciones, más que problemas relacionados con la competencia de un individuo en concreto». También insiste en las numerosas oportunidades que se perdieron para tomar medidas que hubieran podido impedir la catástrofe, debido al cabildeo de la industria nuclear así como la creencia en el «mito de la seguridad» imperante en el sector. Japón, que carece de recursos naturales, ha promovido durante décadas la energía atómica como segura, barata y limpia, y las compañías nucleares han cacareado durante mucho tiempo sus amplias medidas de seguridad contra los terremotos.

La comisión investigadora asegura que, debido a «una supervisión inadecuada, las contramedidas aplicadas en Japón (tras desencadenarse la catástrofe) fueron casi infructuosas comparadas con las que se aplican en el extranjero, y como resultado las acciones sufrieron retrasos importantes».

El hallazgo de que los daños causados por el propio temblor de tierra pudieron jugar un papel clave contradice las conclusiones de Tepco. «En lo que respecta a la causa directa de la crisis, la comisión ha concluido que no se puede decir de forma definitiva que ninguno de los dispositivos que eran importantes para la seguridad resultaron dañados por el terremoto», en particular en el reactor número 1, afirma el informe. «No se puede decir que no habría habido crisis sin el tsunami», señala Katsuhiko Ishibashi, un sismólogo miembro del panel.

En un análisis propio, publicado anteriormente, Tepco se liberó de responsabilidad y dijo que el tamaño del terremoto y el tsunami fue mayor de lo que se podía esperar y no podían haber sido previstos de forma razonable, aunque admitió que, visto a posteriori, estaba insuficientemente preparada. La compañía, que tiene que hacer frente a cuantiosas compensaciones económicas, al coste de la limpieza y al desmantelamiento de la central, fue nacionalizada de hecho el mes pasado y recibió una inyección de fondos públicos de un billón de yenes (10.040 millones de euros).

Un grupo independiente de académicos y periodistas señalaron en otro informe en febrero pasado que Tepco podía y debía haber hecho más. También dijo que si la empresa hubiese hecho lo que quería, habría evacuado a su personal de la central y la catástrofe podría haberse ido completamente de las manos.

El panel de expertos creado por el Parlamento afirma, sin embargo, que no ha encontrado evidencias de que Tepco pensara abandonar la planta a su suerte, acusación que también ha sido hecha por Naoto Kan.

Aunque muchos científicos y activistas han cuestionado el discurso dominante de que el tsunami dañó los sistemas de refrigeración, el Gobierno y Tepco han sido reacios a admitir que los reactores pudieron resultar seriamente dañados por el seísmo.

La publicación del informe coincide con el arranque el domingo pasado de la unidad 3 de la central nuclear de Oi, que ha comenzado este jueves a generar electricidad. Una segunda unidad, la número 4, volverá a operar antes de que acabe el mes.

Japón ha estado funcionando sin energía atómica desde principios de mayo, cuando el último de sus 50 reactores operativos fue detenido. Tras el accidente en Fukushima, todas las plantas fueron desconectadas gradualmente para mantenimiento o controles de seguridad. Las puestas en funcionamiento fueron suspendidas hasta que el pasado 16 de junio, el primer ministro, Yoshihiko Noda, dio luz verde al arranque de dos reactores en Oi, que, según el Gobierno, han pasado estrictas pruebas de seguridad. El objetivo es evitar los apagones cuando Japón entra con el verano en los meses de mayor demanda eléctrica.

Japón, que hasta el accidente obtenía un tercio de su electricidad de la energía nuclear, se encuentra en una de las zonas de mayor actividad sísmica del mundo. Desde el desastre, la opinión pública ha comenzado a oponerse a este tipo de energía y ha criticado la vulnerabilidad de las instalaciones, especialmente aquellas que se encuentran cerca de fallas sísmicas, como es el caso, según algunos expertos, de Oi.