El techo de gasto o como despistar para acabar recortando servicios públicos

Carlos Martínez García – ATTAC Andalucía

Creo que debemos comenzar a ridiculizar muchas de las afirmaciones que se escuchan de boca de tertulianos, “expertos”, y de políticas y políticos profesionales. Sobre todo por que todas ellas poseen una clara intencionalidad propagandística y un objetivo último, generalmente oculto.

Repite hasta la saciedad el profesor Navarro -entre otros- que una de las causas de la repercusión de la crisis financiera sobre las personas es el adelgazamiento de los estados en Occidente, en las potencias centrales y en Europa en especial, fruto entre otras cosas de las rebajas de impuestos generalizados a las fortunas, especuladores y detentadores de la riqueza en general. Igualmente en el endeudamiento de los estados, dado el esfuerzo hecho por estos para tratar de salvar a los bancos.

Esto anterior es cierto y es una de las más claras consecuencias de la REVOLUCIÓN CONSERVADORA. El origen de esta crisis, que no son solo las hipotecas basura, es de origen político.

Las ideas ultraconservadoras de Ronald Reagan y Margaret Thatcher eran, como diríamos ahora, globales, pues contenían aspectos para casi todas las facetas de la vida del planeta, siendo las que han traído estos lodos. Sus principales enemigos a batir fueron el estado del bienestar y los sindicatos, al objeto de lograr la desregulación económica y laboral y de esta forma iniciar una nueva era de crecimiento económico para el capitalismo, llevando al extremo las ideas liberales.

Las derechas conservadoras iniciaron una exitosa ofensiva ideológica, que contaminó a la socialdemocracia y dobló el espinazo a los sindicatos de las potencias centrales, insisto.

Creo por tanto que, si no iniciamos la lucha de las ideas, caeremos en un simple debate económico y de métodos, pero no iremos a la raiz del problema. Mientras que los ideólogos y centros de pensamiento derechistas y conservadores sí que han ido a imponer su visión del mundo. Que estén triunfando es otra cosa, porque los relativos fracasos de sus cruzadas en el mundo árabe o los BRICS -entre otros asuntos- son parte de sus fallos. Ni pueden imponer totalmente por la fuerza sus ideas, ni han podido imponer su total dominio mundial, al menos en la medida por ellos deseada.

Insisto en lo de las ideas, por que el neoliberalismo es una ideología política, de la que su gestión económica es parte. El objetivo final era el pensamiento único y esto se traducía en la supremacía cristiana conservadora y sectaria, exportar la democracia representativa de muy baja calidad vigente y desregular los mercados. En suma, el mundo era lo que era y por tanto propiedad de los imperios centrales y su visión de la vida.

Eliminada la URSS creyeron que el virus del comunismo y del socialismo y de las revueltas sociales finalizaría. Fracasado el mal llamado socialismo real -yo diría capitalismo de estado-, ya nada volvería a ser igual.

Pero los pueblos tienen capacidad de resistencia, de caer y levantarse, reorganizarse y nuevas formulas para volver a defenderse. Desde Seattle a Portoalegre surgió una nueva rebeldía, con nuevos cánones, nuevas propuestas y nuevas formulas organizativas, contando además con un importante aliado (por ahora) en la Red.

La respuesta política está presente por parte de los pueblos y así del Caracazo a los piqueteros argentinos, Génova, de las revueltas del agua de Cochabamba a la defensa de las pensiones francesas, de la revolución tunecina a la egipcia, de las plazas de Catalunya, el Carmen, las setas o Sol a la plaza Sintagma, todo es parte de una lucha global frente a la agresión mundial contra las personas y la madre tierra. Todo nació en la City, la Universidad de Chicago o Wall Street. Todo comenzó a tener respuesta entre los y las oprimidas de los barrios de Caracas, Buenos Aires, o las personas con dignidad de Europa, África, Asia. Todas nos abrazamos en Portoalegre y comenzamos a caminar, respetando los tiempos, las fuerzas y las posibilidades de cada cual, así como su inventiva, su propio origen, tan diverso como plural.

En mi opinión todo se contagia y el virus de la red ha sido decisivo, pero ojo, también sin él se ha reaccionado. Algunas os preguntareis a que viene esto con el título; pues viene a que tenemos armas mentales e ideas para rebatirles, no solo las ideas centrales, sino también lo cotidiano y que el neoliberalismo es un gran fracaso. Es la historia de una gigantesca estafa mundial.

Estos días en el estado español el debate es el gasto público, también la nueva estafa, ADVIERTO. Es la excusa de una nueva batalla entre las distintas fuerzas políticas y económicas que detentan el poder en el estado español y yo me pregunto ¿Por qué la discusión es cuanto gastan los gobiernos locales, autonómicos y el central y no cuanto y de donde ingresan fondos para mantener los servicios y prestaciones públicas? La excusa de los coches oficiales es un engañabobos. Pensad que un camión de bomberos, una ambulancia, un camión de la basura o un autobús de línea pueden ser coches oficiales (de hecho en su inmensa mayoría lo son), el problema es si se gasta bien o no, y si se recauda con justicia y de forma redistributiva o no.

La transparencia en el gasto exige democracia participativa, es su única garantía y aún así… Luego o se cambian las reglas del juego o a estas alturas ya nada es de fiar. Durante años el PP y el PSOE, desde el gobierno, han rebajado impuestos que han beneficiado a las grandes fortunas y transnacionales. Hemos participado y participamos en guerras neocoloniales costosísimas, que no nos podemos permitir y hemos vivido gobernados de facto por los bancos privados y oligarquías tradicionales en el reino de España. Ha sido el imperio del frentismo.

¿Qué es lo que se nos está inculcando?, Pues la disminución de la salud, la educación, las pensiones públicas y despidos masivos en el sector público. Esa es la traducción de todo y cuando uno de los gritos más coreados en las marchas y manifestaciones de las personas indignadas y activistas sociales ha sido “esta crisis no la pagamos” el llamado techo de gasto es la nueva fórmula, para que si la paguemos y encima a gusto. Todo con la excusa de sanear las cuentas públicas, que ciertamente hace falta, pero como y a costa de quienes.

¿Cuándo se van a exigir cuentas a los bancos y banqueros privados? ¿Cuándo se perseguirán a los operadores privados con operaciones en Paraísos Fiscales? ¿Cuándo se suprimirán las SICAV? Y finalmente ¿Quién pide un techo de gasto para tanto delincuente financiero? Los y las tertulianas no se ocupan de ellos. Que no nos engañen más.

Algunos conceptos sobre la DEUDA PÚBLICA

Publicado en el blog "martaregueiro"

Estos últimos meses es habitual que en los informativos, la tertulias de radio e incluso en las conversaciones con los amigos salga el tema de la deuda pública, la prima de riesgo, etc. Hoy quiero recoger algunos datos muy básicos para comprender el lenguaje que se utiliza y que podamos seguir mejor la actualidad.

Deuda Pública: constituyen todos aquellos capitales tomados a préstamo por cualquiera de la administraciones públicas a las que el ordenamiento jurídico permite hacerlo (Estado, Comunidades Autónomas, etc.). Vamos a centrarnos en las letras, bonos y obligaciones del Estado.

Como a los particulares y a las empresas, al Estado le puede costar llegar a final de mes (problemas de tesorería), se ha podido recaudar menos de lo previsto o gastar más de lo esperado; o puede necesitar dinero para financiar una infraestructura; o incluso puede querer retirar dinero de la circulación para controlar la inflación. Una solución puede ser emitir deuda pública. Estamos ante una fuente de ingresos para el Estado a corto plazo, y de gastos en un futuro. Ya que en las modalidades habituales transcurrido el plazo se debe devolver el capital más el interés acordado en la emisión.

Letras del Tesoro, es la deuda pública que se emite a corto plazo, menos de un año.
Bonos del Estado, la deuda a medio plazo, hasta 5 años.
Obligaciones del Estado, la deuda a largo plazo, más de 5 años.

Otras clasificaciones son las que diferencian entre deuda interna o externa, en función de para donde se emita; y deuda singular o general, en función si la oferta es pública o se selecciona a unos pocos acreedores.

Prima de Riesgo o diferencial: es un índice relativo, ya que depende de la diferencia entre el bono que comparemos con el considerado como más seguro. En materia de deuda se suele utilizar la referencia del bono alemán a diez años, la diferencia con su tipo de interés nos da como resultado la prima de riesgo. Si el bono alemán está pagando el 3% y el español el 7%, la diferencia es del 4% o 400 puntos.

Deuda como porcentaje del PIB: es un índice de la capacidad de maniobra de un Estado a la hora de financiarse. En el caso español el porcentaje de deuda en relación al PIB no es excesivamente alto, y si comparamos con los países de nuestro entorno todavía tenemos capacidad de emitir mucha deuda pública. En los años de crecimiento económico se consiguió llegar al 36.1% hoy estamos cerca del 70%.
En este enlace podéis ver una comparativa con Alemania, Reino Unido, Italia, Francia y España.

 

CRISIS V: Terrorismo financiero

¿Qué son los mercados financieros y la especulación financiera?

Alberto Garzón Espinosa – Consejo Científico de ATTAC.

De entre todos los conceptos que ahora pululan en todos los debates políticos, y que antes estaban prácticamente reservados para los debates técnicos entre economistas, hay uno de especial interés que conviene ayudar a clarificar: el de los mercados financieros. En efecto, hoy los mercados financieros están en todas partes (televisión, prensa, e incluso en los bares), pero en general todavía hay un amplio desconocimiento acerca de lo que son realmente y cómo funcionan. Por eso he decidido hacer unas breves anotaciones que puedan ayudar a resolver algunas dudas importantes.

¿Qué es un mercado?

En primer lugar conviene recordar que el término mercado hace referencia al espacio, físico o virtual, en el que se encuentran compradores y vendedores de algún bien o servicio. Es decir, existe mercado allí donde se intercambien productos entre dos partes, la que los compra y la que los vende, y por ende cualquier producto tiene su mercado.

Eso significa que si nosotros queremos vender nuestro viejo libro de economía neoclásica, porque ya no nos sirve, lo que tenemos que hacer es ir a un mercado donde podamos encontrar compradores para el mismo. Lógicamente no vamos a ir al banco a venderlo. Lo que hacemos es buscar un mercado de libros de segunda mano. Cuando vamos directamente a la librería de segunda mano lo que estamos haciendo es ir a un mercado, el de los libros de segunda mano, porque sabemos que esa librería actuará de intermediario. La librería se encarga de reunir a compradores y vendedores y tratar de ir realizando transacciones a cambio de una comisión. La librería te compra el libro a 5 euros y lo vende a 7 euros. Actúa como intermediario y como creador de mercado puesto que en sí misma la librería es el mercado. Puede haber muchas más librerías de ese tipo en la misma ciudad, e incluso librerías online, y al negocio completo lo llamamos en abstracto el “mercado de libros de segunda mano”.

La liquidez y el precio en un mercado

Cuanta más participación haya en un mercado mayor capacidad tendremos nosotros para poder comprar y vender nuestros bienes y servicios. Si resulta que hay pocos vendedores y pocos compradores de libros el mercado será lento e ineficiente. Si queremos vender nuestro manual de economía neoclásica y resulta que dentro de los pocos compradores potenciales de libros no hay ninguno al que le interese la economía no podremos realizar la venta. Eso significa que seguiremos esperando un comprador con nuestro libro en la mano. Se dice entonces que el mercado es poco líquido, es decir, que la capacidad de convertir los bienes en dinero constante y sonante es muy reducida. Si por el contrario hubiera muchos vendedores y muchos compradores sería mucho más sencillo encontrar otra persona que quisiera nuestro libro, por lo que quizás en muy poco tiempo obtendríamos el dinero.

Y de la relación entre el número de compradores y el número de vendedores surgen los precios. A partir de la siguiente regla: a mayor demanda, mayor precio (y mayor oferta, menor precio). Si, por ejemplo, vamos con nuestro libro de economía a una librería especializada en física es probable que no encontremos compradores y que el intermediario -sabedor de ello- no quiera comprarnos el libro o nos ofrezca por él un precio muy bajo, digamos de 1 euro. Si en cambio nos dirigimos a una librería especializada en economía entonces allí sí habrá muchos compradores y, por lo tanto, demanda. Si quisiéramos vender nuestro libro directamente a los compradores, éstos competirían entre sí por ofrecer el mejor precio con el que convencernos. Exactamente como en una subasta. Así que el intermediario -sabedor de ello también- nos ofrecerá por nuestro libro un precio mucho más alto, digamos de 5 euros.

Cada mercado tiene sus participantes

En el mercado de libros de segunda mano suelen participar únicamente individuos particulares que desean comprar y vender libros, pero no participan bancos, empresas o agentes económicos más grandes. Eso es porque cada mercado suele tener sus propios tipos de participantes.

El mercado inmobiliario, por ejemplo, hace referencia al espacio donde se encuentran compradores y vendedores de viviendas. Ahí ya no sólo encontramos a particulares sino que también encontramos en ambas partes (la del comprador y vendedor) a los bancos, a grandes empresas o incluso al Estado. Todos esos agentes negocian los precios con los que comprarán y venderán las viviendas.

Y esto es muy importante porque todos esos agentes que no son individuos, y debido a su poderío económico, pueden modificar el mercado con facilidad. Precisamente porque tienen la capacidad económica, ya que manejan grandes sumas de dinero, pueden comprar y vender de forma estratégica, buscando ser favorecidos en las transacciones.

Por ejemplo, los bancos actualmente tienen en España un gran stock de viviendas en venta pero que no consiguen vender. Pero en España también hay gente que quiere comprar viviendas. La clave está en que los precios de oferta y los precios de demanda no coinciden, es decir, que por lo que los compradores están dispuestos a pagar es mucho menor que por lo que los vendedores están dispuestos a vender. Si los bancos bajaran los precios de las viviendas entonces los compradores podrían estar de acuerdo. Los bancos, además, reducen artificialmente la oferta de viviendas al no poner en venta muchas de las viviendas que tienen y creando de esa forma una escasez aparente para mantener los precios altos.

Y esto es crucial. Cuando hay pocos participantes en el mercado (en una de las partes) o un participante es muy poderoso económicamente puede influir mucho en cómo evolucionan las transacciones. Digamos que puede influir en la oferta y en la demanda, y por lo tanto en los precios. Los tres o cuatro bancos más grandes pueden ponerse de acuerdo para no bajar los precios de las viviendas y mantenerse esperando que los compradores se atrevan a ofrecer más, o bien pueden también comprar masivamente casas para elevar artificialmente el precio (ya que sube la demanda).

El mercado de deuda pública

Todos los mercados a los que antes hemos hecho referencia son mercados de bienes físicos. Ahora vamos a adentrarnos en los mercados financieros, es decir, en aquellos en los que se negocian títulos que conllevan compromisos futuros de pago. El más conocido por su radiante actualidad es el mercado de deuda pública.

El mercado de deuda pública es el mercado donde se encuentran por una parte los países que necesitan financiación y, por otra, los inversores que están dispuestos a proporcionarles esa financiación. Ya sabemos que cuando un Estado tiene déficit (menores ingresos que gastos) necesita pedir prestado, y una de las formas para hacerlo es emitiendo títulos de deuda pública. Esos títulos que emite son comprados por inversores que lo que están haciendo en realidad es prestar al Estado ese dinero a cambio de que en un plazo de tiempo determinado el Estado les devuelva ese dinero junto con un porcentaje de intereses. Al porcentaje de intereses se le llama rentabilidad.

Como todos los Estados tienen necesidad de endeudarse el mercado de deuda pública está siempre muy activo, especialmente en tiempos de crisis. Hay mucha oferta (títulos de deuda pública de diferentes países) y mucha demanda (inversores que buscan rentabilidad segura, puesto que se supone que los títulos de deuda pública son los más seguros; si no paga el Estado es que la cosa está verdaderamente mal). Y en este mercado los participantes son fundamentalmente los grandes inversores financieros (banca y fondos de inversión gestionados por ellos), y no ya tanto los particulares (que en cualquier caso pueden participar).

Si nosotros somos el gestor de un fondo de inversión de un banco, es decir, una persona que tiene a su cargo una gran cantidad de dinero que quiere revalorizar, esto es, convertir en más dinero, tendremos que valorar si nos conviene invertir en el mercado de deuda pública. Y si decidimos que sí debemos también decidir qué títulos concretos de deuda pública comprar. Por eso vamos al mercado de deuda pública y vemos qué ofrecen los diferentes países.

El sistema de venta de títulos es por subastas, aunque hay varios tipos de subastas así como también hay varios tipos de títulos y vencimientos (plazos de devolución), así que cada país ofrece un precio por sus títulos de deuda. Los inversores buscan siempre los títulos más baratos porque son los que ofrecen más rentabilidad. Se sigue el siguiente razonamiento: menor precio refleja más inseguridad y mayor rentabilidad. Si el precio es bajo significa que hay pocos compradores y eso significa que la gente no se fía suficiente de que se les devuelva el dinero, por lo que esos compradores exigen una rentabilidad más alta. Si un país, por ejemplo España, ofrece títulos y en la subasta van pocos compradores entonces tendrá que bajar el precio de sus títulos y, por ende, subirá la rentabilidad de los mismos, es decir, pagará más en concepto de intereses por cada título que venda a los inversores.

En realidad cada país está haciendo sus subastas y llamando de esa forma a los inversores. Y los resultados de esas subastas son diferentes según los países, diferencias de las cuales nacen conceptos como el de “prima de riesgo” (que cuantifica la diferencia de rentabilidad ofrecida por los países respecto de Alemania, que es el país con una economía más sólida). Se supone entonces que los precios de los títulos reflejan los fundamentos de la economía o, más concretamente, la capacidad que cada país tiene para devolver el dinero. Pero en realidad no sólo depende de eso.

La especulación en el mercado de deuda pública

Sabemos entonces que por un lado tenemos a la oferta (países) y por otro lado a la demanda (los inversores), que se reúnen en el mercado de deuda pública para negociar. Unos buscan financiación y otros la ofrecen a cambio de un porcentaje en intereses y el compromiso de devolución del dinero prestado. Y como en todo mercado también se puede influir en él para crear unas mejores condiciones que te favorezcan.

Supongamos ahora que soy un inversor. Concretamente soy Jorge Soros, gestor de un fondo de inversión multimillonario. Me levanto por la mañana y miro en las pantallas de mi oficina cómo están los indicadores fundamentales de la economía (crecimiento, inflación, etc.), las noticias de última hora (las declaraciones de los gobiernos, por ejemplo), las subastas de deuda pública programadas para hoy y también los mercados secundarios de deuda pública (que son los lugares donde se compran y venden los títulos de deuda pública por segunda y más veces; como los libros de segunda mano pero en títulos). Entonces planeo mi estrategia.

Como gestiono un fondo multimillonario tengo capacidad para mover el mercado, es decir, mi oferta de compra o venta es tan cuantiosa que es prácticamente la totalidad del mercado. Si decido comprar títulos de deuda pública de España eso incrementará la demanda y eso mandará una señal al resto de inversores: la gente está comprando títulos de España, lo que quiere decir que se fían de ellos y por lo tanto son más seguros. En consecuencia el precio subirá y la rentabilidad caerá. España podrá conseguir dinero más barato (pagará menos en concepto de intereses). Pero claro, ¿para qué yo, Jorge Soros, voy a querer comprar títulos que me den poca rentabilidad? Tengo mejores planes, concretamente imitar la estrategia que un tal George Soros hizo en el Reino Unido en los noventa y que hizo a un país entero ceder ante él (ver aquí).

Lo que hago como inversor es lo siguiente. Voy al mercado secundario de deuda pública y pido prestados muchos bonos, una gran cantidad. Cuando tengo todos esos bonos voy preparando el terreno para el ataque, lo que consigo gracias a la publicación de rumores y exageraciones (“España va mal”, “sus cuentas no salen”, “los planes no funcionan”, “se necesitan más recortes”, etc.) y cuando los tambores de guerra han sonado suficiente… en ese momento vendo masivamente todos los títulos que me han prestado a un precio de 1.000 euros el título. Entonces el resto de inversores que están también mirando sus pantallas ven lo siguiente: noticias de desconfianza en España y un número bestial de venta de títulos de deuda pública. Esos inversores razonan pensando que los inversores están vendiendo títulos de deuda pública porque no se fían, y entonces todos hacen lo mismo. Se produce una estampida con muchas decisiones de venta que hacen bajar los precios. Y cuando los precios han bajado mucho aparezco yo otra vez, Jorge Soros, y los compro masivamente a 200 euros el título.

Consecuencias de todo el proceso: yo vendí los títulos a 1.000 euros y los compré a 200 euros. Como eran prestados también tendré que pagar un poco en concepto de intereses a la hora de devolverlo, pero seguiré ganando. Y la otra consecuencia es que España está bajo ataque permanente y en la próxima subasta que haga los inversores le exigirán mucha mayor rentabilidad porque en teoría el mercado (secundario de títulos) está reflejando que no garantiza bien la devolución de los títulos, es decir, que su política económica debe cambiar para asegurar más confianza. Es entonces cuando llegan los planes de ajuste “impuestos” por los mercados financieros y el ya conocido “chantaje de los mercados“.

Los agentes financieros y las operaciones especulativas

Como nuestro yo del ejemplo, Jorge Soros, está repleto el sistema financiero. Y no es para menos puesto que la única lógica del capital financiero (ese dinero que busca transformarse en más dinero) es ni más ni menos que buscar las oportunidades de mayor rentabilidad y, si es posible, crearlas. Los especuladores son en realidad los propios inversores, no son una figura distinta, ya que su lógica es lo único que cuenta. Y como tales operan como los tiburones: huelen sangre (por ejemplo cualquier noticia real de una economía, tal como las trampas contables de Grecia) y atacan sin piedad extorsionando hasta el límite.

No hay inversores buenos ni inversores malos: son todos inversores operando con sus propias reglas, por supuesto inmorales y antisociales (pues sólo responden ante la rentabilidad). Es un capitalismo de hipercompetencia (leer esto para ver ejemplos y entender la lógica) y sólo los más “listos” ganan. Los mercados financieros no son entes abstractos como nos hacen creer, y tampoco son entidades divinas que nos dicen lo que está bien y lo que está mal. Son simples jugadores de casino aprovechando su inmenso poder para hacer y deshacer la economía mundial, sin atender a las consecuencias.

Durante más de treinta años de hegemonía del neoliberalismo estos agentes (bancos, fondos de inversión, grandes empresas, etc.) han creado las condiciones para explotar mucho más este negocio. Han desregulado los mercados, permitiendo su expansión a todos los niveles y eliminando casi todas las normas que limitaban diferentes prácticas, y han creado productos financieros complejos con los que seguir jugando más y más para seguir respondiendo al mismo objetivo. El ejemplo de Jorge Soros es uno más entre tantas otras formas de manipular un mercado cualquiera. Y las conspiraciones no hacen falta cuando todos los inversores se aprovechan de esas situaciones en las que quien paga al final es el Estado.

Por todo esto, y por mucho más, estamos completamente legitimados cuando decimos que en este mundo, nuestro mundo de hoy y no el del siglo XIX, la clase dominante que se parapeta tras los bancos y fondos de inversión, está explotando y desplumando a las clases populares. Y como dijo el multimillonario Warren Buffet “la lucha de clases sigue existiendo, pero es la mía la que va ganando”. Para cambiar ese hecho creo que necesitamos empezar a comprender la esencia de los fenómenos que están detrás de cada paso de regresión social.

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Intervención de Alberto Garzón en «59 segundos»:

CRISIS IV: Algunos datos

LA GENERACIÓN ESTAFADA

Ignacio Escolar

En 2010 uno de cada diez jóvenes españoles tuvo que volver a casa de sus padres. La natalidad cayó otro 3,2 por ciento. El paro juvenil superó el 40 por ciento y el consumo de tabaco de liar aumentó un 38 por ciento. No suele ser una cuestión de gustos, sino de precio. Nadie vive en casa de sus padres porque quiere, nadie se fabricaría sus propios cigarrillos si pudiese pagarlos.

Todos sufrimos la debacle, la derrota; este espanto que comenzó como una crisis financiera y que después ha derivado en una contrarreforma del modelo social europeo, de ese pacto para un capitalismo humano. Volvemos al siglo XIX: Europa abandona el debate sobre las 35 horas para discutir sobre las jornadas de 65 horas semanales. Europa quiere ser China. Ya nadie promete el paraíso al otro lado del telón de acero y el pensamiento único impone al fin sus normas a una sociedad atenazada, incapaz de reaccionar ante este abismo porque asusta más el miedo a caer aún más abajo.

Todos sufrimos esa perversa desconexión entre las causas de la crisis y sus consecuencias, no sólo los jóvenes. Pero esta nueva gran depresión ha infectado una fractura generacional que expulsa del sistema, hacia la miseria, a esa juventud a la que pomposamente se llamó «la generación mejor preparada de la historia de España» y que hoy vive de sueldos mileuristas y de la caridad familiar.

La sociedad española se argentiniza: desigualdad económica y éxitos deportivos.
Y el consumo de tabaco de liar o la vuelta a la casa de los padres no son las únicas pistas de que algo falla. Hay al menos otros veinticinco datos que bastan para conocer la peor realidad de España: este país que, a pesar de la crisis, puede presumir de estar entre los diez más ricos del mundo, pero que socialmente avanza hacia el subdesarrollo. El nuestro es un lugar muy especial,  campeones del mundo en muchas otras cosas además del fútbol o del baloncesto; único en el planeta Tierra. No lo digo ni por las horas de sol ni por la sangría ni por la paella ni por todos esos folclóricos atributos que el ministro de Turismo franquista Manuel Fraga convirtió en la década de 1960 en el gran lema nacional: Spain is different. Y tanto que lo es.

1. El salario medio en España es de 21.500 euros brutos anuales, de los más bajos de la UE-15 (la Unión Europea antes de la expansión hacia los países del Este). El sueldo medio español es la mitad que en Alemania, Holanda o Reino Unido. Además esos 21.500 euros anuales son una media muy engañosa. Según un informe elaborado en 2009 por GESTHA (el sindicato de los técnicos del Ministerio de Hacienda), el 63 por ciento de los españoles es mileurista o algo peor.

2. España es el segundo país de la UE-15 con mayor desigualdad económica, sólo por detrás de Portugal. En los últimos diez años la desigualdad ha aumentado todavía más. Según un informe del IVIE (Instituto Valenciano de Investigación Económica), el 10 por ciento de los españoles más ricos concentra una renta 7,6 veces superior al 10 por ciento más pobre. En 2003 esa relación era de 6,2 veces. El informe no incluye los últimos tres años aunque es más que probable que la crisis haya agudizado esta proporción.

3. La tasa de pobreza relativa en España fue del 20,8 por ciento en 2010, un 2,7 por ciento más que el año anterior, según el INE (Instituto Nacional de Estadística). Es una de las más altas de toda la UE. Sólo Letonia, Lituania, Rumania, Grecia y Bulgaria están peor. Eurostat, la oficina estadística de la UE, define como pobres a aquellos hogares cuyos ingresos netos no alcanzan el 60 por ciento de la mediana de los ingresos del total del país. En el caso español se consideran pobres aquellos hogares que ganan menos de 14.300 euros al año para una familia de dos adultos y un menor de 14 años; o menos de 16.680 para dos adultos y dos menores. Es posible que usted sea pobre y no lo sepa. La mayor parte de los pobres españoles no son conscientes de que lo son: todos nosconsideramos clase media.
El 39,7 por ciento de los españoles no puede irse de vacaciones fuera de su casa, ni siquiera una semana al año. El 30,4 por ciento tiene problemas serios para llegar a fin de mes, siempre según el INE. El 36,7 por ciento no puede hacer frente a un gasto imprevisto. El 7,5 por ciento tiene retrasos cada mes para pagar gastos de la casa.
Cuatro de cada diez españoles han pasado por algún periodo de pobreza entre 1995 y 2007, en esos años en los que «España iba bien». Con la crisis la pobreza ha crecido todavía más. Según los datos de FOESSA, una fundación de Cáritas, el número de pobres en España creció en un 11 por ciento entre 2007 y 2009 hasta los 2.185.000 de hogares. Suman nueve millones de personas. De entre ellos, hay unos 700.000 pobres severos en España, que viven con menos de 3.000 euros al año.

4. Uno de cada cinco jubilados es pobre, según estos parámetros de pobreza relativa. El 77 por ciento de los pensionistas no llega a mileurista. España es uno de los países de Europa que menos gasta en pensiones: sólo el 8,4 por ciento del PIB cuando la media europea es el 10 por ciento.

5. La tasa de pobreza infantil en España es del 17,2 por ciento. Es la segunda más alta de la Europa occidental. Sólo está algo peor Portugal, según los datos de UNICEF (el fondo de Naciones Unidas para la infancia). «Ser un niño pobre en España no significa necesariamente pasar hambre, pero sí tener muchas más posibilidades de estar desnutrido» —asegura Marta Arias, la responsable de sensibilización y políticas de infancia de UNICEF en un artículo publicado en el diario El País—. «No significa no tener un techo donde guarecerse, pero sí habitar una vivienda hacinada en la que no existan espacios adecuados para el estudio o la intimidad, y en la que el frío o las humedades pueden deteriorar el estado de salud». En España dos millones de menores de edad viven en esas condiciones. Son esos niños que después, cuando sean jóvenes, tienen bastantes papeletas para convertirse en esos ni-ni que ni estudian ni trabajan, de los que después se nutre la pornomiseria que emiten algunos programas de televisión.
España es —con Grecia— el país de Europa que menos dinero público gasta en infancia y familia según UNICEF: sólo un 0,7 por ciento del PIB cuando la media europea es del 2,3 por ciento.

6. El ascensor social no funciona en España. La movilidad entre clases sociales se ha estancado desde la década de 1970 y el aumento en la educación de los jóvenes no ha reducido la desigualdad. Ha crecido el número de universitarios, pero al mismo tiempo se han elevado los requisitos para conseguir un puesto de trabajo privilegiado. Antes valía con una licenciatura y eran muy pocos los que la podían pagar. Hoy hace falta un MBA (Master of Business Administration) y son también muy pocos quienes se lo pueden permitir.
Los españoles estamos casi predestinados a ser un poquito más o un poquito menos de lo que fueron nuestros padres. Apenas hay saltos entre clases sociales.
Según un estudio publicado por la revista del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) de los sociólogos Ildefonso Marqués y Manuel Herrera, el 32,9 por ciento de los españoles de 30 años tiene prácticamente la misma situación laboral y académica que sus padres. Entre el 67,1 por ciento que cambia de clase social, son minoría los que dan un salto verdaderamente relevante. Cambian los trabajos y la sociedad, y los hijos de campesinos se convierten así en obreros cualificados. Pero apenas se modifica su posición en la pirámide social.
Y mientras tanto, en el otro extremo de la galaxia…

7. Los altos directivos españoles son los mejores pagados de Europa según un estudio de la consultora francesa Alpha Value, que ha comparado las 354 empresas más grandes de la UE. Su sueldo no ha parado de crecer a pesar de la crisis. Según los datos publicados por las propias empresas ante la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores), en el peor año de la crisis, en 2009, los sueldos de sus consejos de administración y cúpulas ejecutivas aumentaron un 15 por ciento.
Los 584 consejeros y altos directivos de las empresas del IBEX 35 cobraron un millón de euros de media. Es un sueldo equivalente a 113 salarios mínimos españoles. Nunca antes han ganado tanto en relación con el salario mínimo. Si nos fijamos sólo en los 83 consejeros delegados y otros altos ejecutivos de las principales empresas cotizadas, su sueldo medio es de 2,7 millones de euros anuales: 313 veces el salario mínimo.
Al año siguiente, en 2010, los sueldos de esos altos ejecutivos españoles del IBEX subieron otro 20 por ciento más, hasta los 3,2 millones de euros de media:
150 veces el sueldo medio de un español, 360 veces el salario mínimo. Nunca antes en la historia han cobrado tanto dinero ni en términos absolutos ni menos aún comparados con el salario medio.

8. Mientras los grandes salarios se disparan, el sueldo medio real de los españoles no sube, sino que baja, si descontamos la inflación. España es el único país de entre todos los socios de la OCDE (los 34 países más ricos del mundo) cuyo salario medio real ni siquiera aumentó durante los supuestos años buenos, en los que la economía española crecía a todo gas. Según los datos de la OCDE, entre 1995 y 2005, el salario medio real en España perdió un 4 por ciento de poder adquisitivo. Entre 1999 y 2006 los beneficios empresariales españoles crecieron un 73 por ciento.

9. España es uno de los países de Europa con menos porcentaje de trabajadores afiliados a los sindicatos: sólo el 15 por ciento. España también es el país europeo con mayor número de empresas afiliadas a la patronal: el 72 por ciento.

10. Los beneficios de las grandes empresas españolas han aguantado bastante bien la crisis económica. En el año 2010 las compañías del IBEX 35 ganaron cerca de 50.000 millones de euros, un 21 por ciento más que el año anterior. Es el mejor resultado de toda la historia del IBEX 35, por encima de los beneficios del año 2007, cuando sumaron 49.246 millones. A pesar de la crisis en ningún momento las grandes empresas españolas han entrado en pérdidas. Han ganado algo menos, pero ni siquiera en el año más duro, en 2009, los beneficios de las treinta y cinco grandes de la Bolsa de Madrid bajaron de los 40.000 millones anuales.

11. Telefónica ganó 10.167 millones de euros en el año 2010. Es el mayor beneficio jamás declarado por una empresa española, un 30,8 por ciento más que en 2009. A pesar de estas mareantes cifras Telefónica ha presupuestado 658 millones de euros en 2011 para reducir su plantilla. Casi la tercera parte de ese dinero para despidos, 202 millones, se gastará en España y Portugal, donde Telefónica obtiene el 37 por ciento de sus beneficios antes de impuestos y amortizaciones. Aún no ha concretado cuántos empleos piensa recortar, pero esos 202 millones en indemnizaciones por despido y prejubilaciones son sólo una parte de la factura. Hay otra parte que pagaremos el resto de los españoles a través de la Seguridad Social, como sucede siempre que una empresa prejubila a trabajadores.

12. Los jóvenes españoles se tendrán que jubilar a los 67 años, tal vez más porque la UE presiona para que la edad de jubilación se eleve a medida que aumenta la esperanza de vida. Si son afortunados, algunos podrán cobrar la jubilación máxima aunque para ello tendrían que empezar a trabajar desde ya, y no parece fácil. Para ello conviene saber muy bien qué sector elegir si es que está en sus manos. En España los trabajadores que antes se retiran son los empleados de banca. Su media es diez años menor a la de los que más tarde se bajan del andamio, los empleados de la construcción. No sorprenden estas cifras, que a corto plazo no van a cambiar. El plan de fusiones de las cajas de ahorros que está dirigiendo el Banco de España tiene previstas alrededor de 15.000 prejubilaciones, el 15 por ciento de sus plantillas. Esos despidos del sector financiero los pagaremos los españoles a través de dos vías: desde el FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), el dinero público que se está prestando a bajo precio a los bancos y cajas. Y también desde la Seguridad Social a través de las prejubilaciones.

13. Los altísimos beneficios de las empresas españolas serían una fantástica noticia para la Hacienda pública… siempre y cuando se declarasen íntegramente aquí. El 82 por ciento de las empresas del IBEX 35 utiliza paraísos fiscales. El relevante dato, que aparece en otros pasajes de este libro, sale del Observatorio de Responsabilidad Corporativa, de su último informe sobre el año 2010. A pesar de los supuestos esfuerzos del G8 («La era del secreto bancario se ha terminado», anunció solemne Nicolas Sarkozy en la cumbre de Londres de abril de 2009) el uso de los paraísos fiscales para defraudar legalmente impuestos ha ido a más entre las grandes compañías españolas. En el año 2007 el porcentaje de empresas del IBEX 35 con filiales sin actividad operativa en paraísos fiscales era del 69 por ciento. Hoy son el 82 por ciento.

14. La propia España se ha convertido en una suerte de paraíso fiscal para empresas extranjeras a través de un subterfugio fiscal: las ETVE (Entidades de Tenencias de Valores Extranjeros). La compañía más grande del mundo, la petrolera ExxonMobil, tiene una filial en España que ganó en dos años 9.907 millones de euros y no pagó ni un duro a Hacienda. Esa empresa, ExxonMobil Spain, cuenta con un solo empleado, tal vez el trabajador más productivo del mundo: su sueldo es de 44.000 euros anuales y genera casi 5.000 millones al año de beneficios. La petrolera no sólo no ha pagado impuestos ni ha generado empleo sino que, además, se ha beneficiado de ayudas fiscales por valor de 1,5 millones de euros españoles.

15. España es uno de los países de la Unión Europea que menos invierte en I+D.
Según los datos de Eurostat del año 2010 España invierte sólo el 1,38 por ciento del PIB en I+D mientras que la media europea es del 2,01 por ciento.
El gasto militar en España fue también un 1,3 por ciento del PIB según las tablas de 2009 que publica el Banco Mundial. Parece que gastamos lo mismo en ejércitos que en I+D pero el dato es engañoso: gran parte de lo que España contabiliza como I+D es también inversión militar.

16. Somos uno de los países de Europa con mayor desigualdad entre hombres y mujeres. La brecha salarial —esto es la diferencia entre el sueldo medio de las mujeres respecto al sueldo medio de los hombres— es del 22 por ciento, cinco puntos más que la media europea. A iguales trabajos la diferencia de sueldo entre una mujer y un hombre está entre un 9,7 y un 12 por ciento, según un
estudio de la empresa de recursos humanos ICSA junto con la escuela de negocios ESADE. La Ley de Igualdad obliga a que los consejos de administración de las empresas cuenten con un 40 por ciento de mujeres para 2015, pero su número no crece desde 2007. En las empresas del IBEX 35 hay 54 consejeras frente 448 consejeros. Una de cada cinco empresas del IBEX 35 no tiene ni una sola mujer en su consejo de administración.

17. España es el país del primer mundo, de entre todos los socios de la OCDE (los 34 más ricos del planeta), con mayor porcentaje de estudiantes universitarios que trabajan en empleos muy por debajo de su preparación.
Según el informe Education at a Glance 2010, de la OCDE, el 44 por ciento de los universitarios españoles de entre 25 y 29 años estaban sobrecualificados para su trabajo. La media de la OCDE es la mitad de la española: el 23 por ciento.

18. España puede presumir de contar con el entrenador de fútbol mejor pagado del mundo: José Mourinho, del Real Madrid. Cobra diez millones de euros al año: 1.133 veces el salario mínimo interprofesional.
También está en España el equipo deportivo que más dinero ingresa de todo el planeta Tierra: el Fútbol Club Barcelona. En la temporada 2009-2010 batió el récord mundial con 445 millones de euros a muy poca distancia de su eterno competidor, el Real Madrid. Ningún equipo de la NBA ha ingresado una cifra equivalente jamás.

19. España no sólo es el vigente campeón de la Eurocopa. También es el país con más billetes de 500 euros de toda la Unión Europea. Uno de cada cuatro de todos los Bin Laden (el apodo popular con el que se conoce a este billete que se supone que existe aunque nadie haya visto jamás) está en España. Es más, el 65 por ciento de todo el dinero que circula en este país se mueve en esta moneda invisible, siempre según los datos del Banco de España. En total, los billetes de 500 suman 52.244 millones de euros y un altísimo porcentaje de esa pasta —que se sabe que está aquí, guardada en cajas fuertes, en calcetines y en colchones— no paga impuestos jamás. Según los técnicos de Hacienda, el billete de 500 es la herramienta para un fraude fiscal de 16.000 millones al año: aproximadamente doce veces más de lo que ahorró el Estado congelando la subida de las pensiones.

20. España es medalla de bronce europea en economía sumergida, sólo por detrás de Grecia y de Italia. En los últimos años, con la crisis, el porcentaje del dinero que se mueve por las sombras, sin pagar impuestos, ha crecido. Es como la materia oscura, sabemos que está ahí pero no la podemos ver. Un estudio
publicado en febrero de 2011 por FUNCAS (la Fundación de las Cajas de Ahorros) calculó un tamaño del 17 por ciento. Según esos datos hay en España cuatro millones de empleos en la economía sumergida y un desfalco fiscal anual de 32.000 millones de euros.
32.000 millones de euros es el doble del presupuesto público de la Comunidad de Madrid para 2011. 32.000 millones de euros son veintidós veces más que el ahorro por congelar las pensiones en 2010.
España es el único lugar conocido donde los autónomos y los pequeños y medianos empresarios que tributan por módulos o por estimación directa declaran, de media, menos ingresos anuales que los trabajadores y los pensionistas. El dato lo da el sindicato de los técnicos del Ministerio de Hacienda y, si no se trata de un enorme fraude fiscal, sin duda estamos ante un auténtico milagro. Somos el único país del planeta donde hay un amplio sector de los empresarios que, ante Hacienda, son una suerte de ONG, que ganan menos que sus propios trabajadores.

21. España es el país de Europa con más paro: un 20,2 por ciento de la población activa mientras escribo estas líneas, en febrero de 2011. Es el doble de la media europea, una rareza única en el primer mundo. Para encontrar una tasa de desempleo similar hay que viajar a Mozambique (21 por ciento), a Irak (19 por ciento) o a Sudán (19 por ciento).
El paro en España es el doble de la media europea. También somos un país con el doble de contratos temporales que la media de la UE. Durante años fuimos los líderes absolutos de Europa con un porcentaje de contratos temporales superior al 30 por ciento. Ahora, con la crisis, el porcentaje de temporales ha bajado hasta el 26,5 por ciento (es obvia la razón: son más fáciles de despedir y
por eso la mayoría se ha ido al paro). Hoy sólo nos gana Polonia (26,5 por ciento), pero en cuanto el PIB español crezca seguro que volveremos a ser los plusmarquistas en precariedad laboral.

22. España también cuenta con el récord absoluto de paro juvenil del mundo civilizado: un 40,06 por ciento en enero de 2011. Hay que viajar al Norte de África, hoy en llamas, para encontrar un porcentaje de paro juvenil similar a esta cifra. Cuatro de cada diez jóvenes no trabaja y el 15,6 por ciento ni estudia ni trabaja: ni tiene nada ni aspira a nada.
Si trabajas y tienes menos de 34 años, la probabilidad de que tu contrato sea temporal es del 37,4 por ciento. Si trabajas y tienes más de 34 años, las probabilidades de que tengas un contrato temporal bajan al 16,4 por ciento.
Más de la mitad de los jóvenes de entre 18 y 34 años, el 54,2 por ciento, vive con sus padres según el Consejo de la Juventud de España. El 10 por ciento de los que intentaron emanciparse, 264.000 jóvenes, han tenido que volver a vivir a casa de sus progenitores en 2010.

23. España es el país de Europa que más jóvenes ha perdido de toda la UE, el doble de la media europea. La pirámide de población envejece. La edad media a la que una española tiene su primer hijo es también de las más altas de Europa: casi 32 años según el INE. La natalidad se está reduciendo aún más con la crisis: desde 2009 está bajando y en 2010 cayó un 3,2 por ciento. Cada mujer tiene, de media, sólo 1,38 hijos.

24. El salario medio de los jóvenes españoles está ligeramente por debajo de los 16.000 euros anuales. En el año 2008 un joven español necesitaba un 95 por ciento de ese sueldo para poder comprarse una casa. Tras el fin de la burbuja la cosa no ha mejorado mucho: en 2011 sólo necesita un 77 por ciento. Si se compra la casa en pareja, basta con la mitad. Si después esa pareja se rompe, ya pueden ambos empezar a rezar: lo que la hipoteca ha unido el hombre no lo separa jamás.

25. El presidente del Foro de Davos, Klaus Schwab, avisó a finales de 2010 de que la situación en España podría derivar en una nueva revolución juvenil, en un nuevo Mayo del 68. «Nos hemos enfrentado a una crisis financiera que se ha transformado en una crisis económica y, en muchos países, en una crisis social, que amenaza con convertirse en una guerra generacional», asegura Schwab. Y esto no lo pronostica ningún líder altermundista, sino el presidente del Foro Económico Mundial.

Pero no todos los datos para los jóvenes son deprimentes, desesperantes o indignantes. Los jóvenes españoles también son —o al menos eso dice la industria del entretenimiento— de los que más películas, series y música descargan de Internet en Europa. También es España el tercer mayor mercado europeo en videojuegos. Es la válvula de escape de la generación estafada: esos jóvenes que probablemente serán los primeros en vivir peor que sus padres desde la Guerra Civil. Les cambiaron el espacio por el hiperespacio, el derecho a una vivienda digna por la Playstation 3.
Además de estos veinticinco argumentos hay otras dos razones más para reaccionar: que se puede y que funciona. Se puede porque existen herramientas para ello: esas redes sociales que han sido fundamentales en las revueltas del norte de África. Nunca antes en la historia ha sido más fácil organizarse y no hace falta pasar por los medios de comunicación tradicionales que, hasta ahora, han definido la realidad al explicarla. La estudiante de 21 años de la Universidad de El Cairo que creó en Twitter la etiqueta #jan25 a través de la cual se coordinaron todas las protestas de la plaza de Tahrir se llama @alya1989262. Sólo tiene 409 seguidores.
En diciembre de 2009 un grupo de bloggers, poco más de una docena de personas, nos organizamos a través de una lista de correo para publicar un manifiesto contra la Ley Sinde en defensa de los derechos fundamentales en
Internet. Fue precisamente la coordinadora de este libro, Rosa María Artal, quien tuvo aquella idea genial. Más de un cuarto de millón de personas, jóvenes en su mayoría, difundieron ese manifiesto a través de los blogs y las redes sociales. Apenas veinticuatro horas después de publicarse el presidente del Gobierno tuvo que rectificar públicamente a su ministra de Cultura y cambiar la primera redacción de esa ley. Las protestas siguieron porque aquel cambio no fue suficiente y, al final, el PSOE pudo sacar adelante la Ley Sinde con el apoyo de CiU y el PP.
La ley ya se ha aprobado. Pero a pesar de todo la protesta triunfó por una razón fundamental: porque los ciudadanos demostraron que se podía hacer política al margen de los partidos, desde Internet. Porque todas las revoluciones son un
éxito, incluso aquellas que no logran todos sus objetivos.
De todos los argumentos contra cualquier movilización hay uno que siempre se repite: «No va a valer de nada». En ese determinismo fatalista vive hoy gran parte de la sociedad, esos ciudadanos que en la tertulia del bar critican esta situación pero que después afrontan su destino resignados porque, total, nada va a cambiar. Es una profecía autocumplida: nada cambia cuando nadie hace nada, y vuelta a empezar.

¿En qué estrellas está escrito que nada de nada va a cambiar? ¿Cómo es posible que incluso durante la dictadura las protestas y las huelgas —entonces ilegales— pudieran mejorar las condiciones de los trabajadores y hoy, en una democracia, gran parte de la sociedad crea que no hay nada que hacer? ¿Por qué la juventud española sólo protesta masivamente para defender su ocio digital, pero se resigna ante todas las demás injusticias que hacen que ésa sea su única válvula de escape? ¿Por qué la ciudadanía no presiona y deja todo el campo a esos mercados sin cara, sin nombre y sin más principios que el egoísmo de su cuenta de resultados?
Íbamos a reformar el capitalismo y al final ha sido el capitalismo quien nos ha reformado a nosotros. ¿A qué esperamos para reaccionar?

Publicado en “REACCIONA”

CRISIS III: Falacias, falacias de todos los días

Vicenç Navarro 

Este artículo señala que el monopolio existente en los medios de mayor difusión del país (que influencian en gran manera la cultura política de España) por parte del dogma neoliberal, explica la falta de rigor científico de muchos de sus supuestos que se reproducen sin ninguna crítica en aquellos medios. Este artículo muestra datos empíricos (sistemáticamente ignorados) que cuestionan cada uno de aquellos supuestos.

Hoy se están realizando políticas públicas neoliberales que dañan enormemente a las clases populares sin que exista ninguna base científica que apoye su postulado. No es, pues, el conocimiento científico sino la defensa de intereses financieros y económicos lo que está guiando tales políticas.

El monopolio del pensamiento económico por parte del neoliberalismo en España es casi absoluto. La falta de diversidad en los medios de información económica y en los medios de mayor difusión (tanto prensa, como radio y televisión) es abrumadora, lo cual explica que posturas claramente ideológicas, sin ninguna base empírica que los apoye, se presentan como verdades científicas sin que exista la oportunidad de cuestionarlas y mostrar su falacia o error. La impermeabilidad del dogma neoliberal a los datos es una de las consecuencias de un dominio casi total en la literatura económica, lo cual les permite sostener tesis altamente cuestionables o ampliamente erróneas sin haber sido sometidas a un escrutinio y debate con posturas críticas de la sabiduría convencional que reproducen.

Una de tales falacias es que la única manera posible de salir de la crisis en la que se encuentra España es a base de las políticas de recortes del gasto público social, reduciendo todavía más su escasamente desarrollado estado del bienestar. De esta manera se están imponiendo unos enormes recortes de tal gasto y del empleo público en el país que tiene el gasto público social (que financia las transferencias públicas –como las pensiones- y los servicios públicos –como la sanidad, la educación, los servicios sociales, las escuelas de infancia, los servicios de ayuda a las personas con dependencia, la vivienda social, entre otros-) más bajo de la UE-15, el grupo de países de la UE con semejante desarrollo económico que el nuestro. Y todo ello justificado con el argumento de que hay que reducir el gasto público social a fin de salir de la crisis. El “gran debate mediático” se centra, pues, en como recortarlo, y ello a pesar de la enorme evidencia que existe de que estas medidas son totalmente contraproducentes, tal como muestra lo que está ocurriendo en Grecia y en Irlanda, donde tales recortes están empeorando espectacularmente la recuperación económica. En realidad, lo que debiera hacerse es la expansión muy marcada de ta gasto público para estimular la economía y la creación de empleo.

EL ERROR ARGUMENTAL DE LA SABIDURÍA CONVENCIONAL

Estos brutales (y no hay otra manera de definirlos) recortes se hacen para disminuir el déficit del Estado asumiendo erróneamente que tal reducción estimulará el crecimiento económico y la creación de empleo. El mecanismo por el cual lo primero (la reducción del déficit) llevará a lo segundo (el crecimiento económico y creación de empleo) es –según las tesis neoliberales- mediante la reducción de los intereses bancarios, es decir, el precio del dinero, lo cual, asumen los economistas neoliberales, facilitará el crédito; es decir los empresarios podrán conseguir más fácilmente dinero de los bancos e invertir más para crear empleo y los ciudadanos podrán también obtener préstamos y consumir bienes y servicios, y con ello estimular la economía creando ocupación. Tales autores también asumen que bajar los intereses quiere decir que el valor de la moneda –el euro, por ejemplo- disminuye y con ello los productos españoles y europeos son más baratos y pueden venderse más fácilmente, aumentando la competitividad de la economía española y de las economías de los países miembros de la Eurozona.

Miremos ahora los datos. Los intereses bancarios han sido muy bajos y, sin embargo, la economía está estancada, es decir, el crecimiento económico es muy bajo. ¿Dónde está la evidencia de que la bajada del déficit del Estado está estimulando la economía? El problema existente hoy en España no es que el déficit sea demasiado alto o que los intereses sean demasiado altos. El problema existente es que no hay suficiente demanda de bienes y servicios porque no existe la capacidad de consumo de la población, resultado de su excesivo endeudamiento (como consecuencia de la disminución de las rentas del trabajo como porcentaje de la renta nacional), causado, en parte, por el enorme crecimiento (9 puntos) del desempleo durante el periodo de crisis (2008-2011) el más elevado de la OCDE. Por otra parte, existe la dificultad de conseguir crédito debido a su falta de disponibilidad, resultado del deseo de los bancos de recapitalizarse, comprando deuda publica. Los bancos reciben dinero del Banco Central Europeo, a unos intereses bajísimos (1%) y con este dinero compran bonos del estado (que les proporcionan unos intereses del 6% al 12% o más).

De ahí que las políticas que tales economistas neoliberales están proponiendo y el gobierno (con el apoyo del PP) están realizando son profundamente erróneas y están provocando mucho dolor. Destruir empleo público quiere decir que, para que no tenga efecto económico, debe crearse en el sector privado un número igual al de empleos públicos destruidos. Pero este sector privado apenas está creando empleo. De ahí que destruir empleo público quiere decir destruir empleo en su conjunto, disminuyendo la demanda.

EL ESTADO NO NECESITA A LOS MERCADOS FINANCIEROS. EN REALIDAD SON LOS MERCADOS FINANCIEROS LOS QUE NECESITAN A LOS ESTADOS Y A SU DEUDA PÚBLICA.

Existe otra falacia que se reproduce en los medios de difusión, de que hay que bajar el déficit porque, en caso contrario, los mercados financieros no prestarán dinero al Estado, al no fiarse de que los estados puedan devolverles el dinero. Pero el Estado puede conseguir dinero a partir de otras medidas. Una de ellas aumentando los impuestos. Si el estado español, en lugar de ingresar una cantidad equivalente al 34% del PIB, ingresara el 52% (como Suecia), el estado español (central, autonómico y municipal) obtendría 200.000 millones de euros más de los que consigue, cantidad más que suficiente para cubrir los déficits del estado (y los enormes déficits de gasto público social de España).

Otra medida de evitar el endeudamiento privado es que el Estado imprima dinero. España ya no puede hacerlo. Es lo que hacen los bancos centrales, como el Federal Reserve Board de EEUU. Pero, resultado del enorme poder de la banca en la Eurozona, el Banco Central Europeo sólo puede imprimir y prestar dinero a la banca privada, no a los estados, algo que es escandaloso y que justificaría una rebelión (incluso a base de masiva desobediencia civil) en contra del excesivo poder de la banca sobre la UE y sobre los estados.

LA FALSEDAD DE QUE VIVIMOS POR ENCIMA DE NUESTRAS POSIBILIDADES

Otro dogma impermeable a los datos es el de que vivimos por encima de nuestras posibilidades. La repetición de esta falsedad es masiva, cuando es muy fácil ver que tal aseveración no es sostenible. España se gasta mucho menos en su estado del bienestar de lo que nos corresponde por el nivel de desarrollo económico que tenemos. El PIB per cápita en España es ya el 94% del PIB per cápita promedio de la UE-15. En cambio, el gasto público social per cápita es sólo el 74% del gasto público social per cápita promedio de la UE-15. Si en lugar del 74% fuera el 94%, tendríamos 66.000 millones de euros más de lo que nos gastamos. El dinero, pues, existe. Lo que ocurre es que el Estado (sea central, autonómico o municipal) no lo recoge. Tal como indiqué en un párrafo anterior, los ingresos al estado español representan una cantidad equivalente al 34% del PIB, el porcentaje más bajo de la UE-15 (cuyo promedio es 44%). Y si miramos quién no paga impuestos, se puede ver por qué el Estado no los recoge. La mayoría de la población que está en nómina paga impuestos a nivel europeo. El trabajador de la manufactura, por ejemplo, paga el 74% de los impuestos que paga su homólogo en Suecia. El 1% de renta superior de España, sin embargo, paga sólo el 20% de lo que paga su homólogo en Suecia. Y ahí está la razón de que el Estado no lo recoja. Las fuerzas conservadoras y neoliberales han tenido una enorme influencia sobre el Estado. Y éste no se atreve a enfrentarse ni a los ricos ni a los poderes fácticos del país, sea la banca, sea la gran patronal. Esta cobardía explica también que a pesar de la enorme transferencia de fondos públicos a la banca (ver mi artículo “Los ricos y la deuda pública” Público 02.06.11) la banca no concede créditos a los pequeños empresarios y a los ciudadanos, retrasando la recuperación económica.

LA SUPUESTA RIGIDEZ DEL MERCADO DE TRABAJO COMO CAUSA DEL DESEMPLEO

Otro dogma neoliberal es que el elevado desempleo en España se debe al excesivo poder de los sindicatos y excesiva protección de los trabajadores que tienen contratos fijos (los llamados insiders), haciendo imposible para los desempleados (a los que se les llama outsiders) conseguir trabajo. Lo que hay que hacer –según los neoliberales- es eliminar los contratos fijos y que el empresario pueda despedir más fácilmente. Se enfatiza, pues, que para crear empleo hay que facilitar que al trabajador se le pueda despedir más fácilmente.

La paradoja neoliberal es que la mejor manera de crear empleo es facilitar la destrucción de empleo.

Pero tal teoría ignora elementos esenciales, confundiendo varios hechos. Uno es que la tasa de desempleo es distinta a la tasa de crecimiento de desempleo. Un país como España tiene un elevado desempleo porque no hay suficiente creación de empleo: es decir, no hay suficientes puestos de trabajo. Éste ha sido tradicionalmente el caso español y responde en gran parte al escaso desarrollo de su sector público y, muy en especial, de su estado del bienestar. Si España tuviera, por ejemplo, el porcentaje de la población adulta que tiene Suecia trabajando en los servicios públicos del estado del bienestar, España tendría cinco millones más de puestos de trabajo de los que tiene ahora (una cifra, por cierto, mayor que el número de desempleados en España). En otras palabras, si el estado del bienestar nuestro fuera como el sueco, no habría desempleo en España. Y ello podría pagarse con los 200.000 millones de euros que tendríamos de más si las políticas fiscales fueran como las de Suecia.

La otra tasa, distinta a la tasa de desempleo, es la del crecimiento del desempleo. Y ahí, tal crecimiento en España (de 9 puntos del 2007 al 2009) no tiene nada que ver (repito, nada que ver) con el grado de regulación del mercado ni con el supuestamente excesivo poder de los sindicatos. Los países que, junto con España, han visto crecer más su desempleo, son EEUU e Irlanda (7.2 y 4.7 puntos, respectivamente) que tienen unos mercados de trabajo completamente desregulados. En realidad, Alemania es uno de los países con mercados de trabajo más regulados y con sindicatos más fuertes y su desempleo no sólo no ha aumentado, sino que ha descendido (-1.2 puntos) durante el periodo de crisis (y ello a pesar de haber visto descender espectacularmente su PIB como consecuencia de la recesión mundial que ha afectado mucho a una economía basada en exportaciones). Y el hecho de que no haya aumentado el desempleo se debe a la cogestión de las empresas (con los trabajadores y sindicatos ocupando parte de los consejos de dirección de las empresas), pactando una reducción del tiempo de trabajo en las empresas en lugar de una reducción de los trabajadores.

LOS INDIGNADOS LLEVAN RAZÓN

El pensamiento neoliberal es la ideología de la banca, de la gran patronal y de las rentas superiores. Se presenta como conocimiento científico y se promociona a través de instituciones (tales como Fedea y los gabinetes de estudios de los grandes bancos y cajas de ahorro) patrocinadas por estos poderes fácticos o a través de instituciones públicas como el gabinete de estudios del Banco de España (que actúa más como un lobby de la banca que como lo que debiera ser: una institución pública que regula la banca). Tal ideología se reproduce también en gran parte de los departamentos de economía de las universidades, cuyos miembros consideran su máxima realización académica la publicación de artículos en revistas, financiadas por la banca y/o próximas a ella. Ni que decir que hay muchas y notables excepciones. Pero hoy, la mayoría de la cultura económica académica en España es de orientación neoliberal.

El monopolio que tal ideología tiene en los medios académicos y no académicos diluye el rigor que cualquier debate académico debiera tener. Su promoción tiene poco que ver con la fortaleza científica de sus argumentos (que es muy escasa), sino con el control de las cajas de resonancia e instrumentos de difusión al servicio de los grupos con mayor poder económico y financiero del país. Como bien dijo el economista John Kenneth Galbraith hace ya cincuenta años en EEUU, “la misión de los departamentos de economía de las universidades de EEUU parece ser la de reforzar el dominio de la clase dominante”. Lo mismo podría decirse ahora de España, donde incluso se llega a negar la existencia de tal dominio.

Y el establishment político está totalmente absorbido en esta ideología, una ideología, por cierto, altamente rentable a nivel personal, pues la gran mayoría de los diseñadores de las políticas económicas (Ministros de Economía y Finanzas, Secretarios y Directores Generales, asesores económicos en la Moncloa), independientemente de su coloración política, proceden y/o terminan trabajando para los grupos de poder, promotores del neoliberalismo.

Este maridaje del poder financiero y del poder económico con el poder político viola la propia esencia de la democracia, pues supone la captura del Estado por tales grupos de poder. De ahí que haya que agradecer que los indignados se movilicen y agiten para denunciar las enormes insuficiencias de la democracia española, ejerciendo presión para que cambie y mejore. La situación actual, con los enormes costes en sufrimiento que genera, es auténticamente indignante. El movimiento 15-M tiene razón.

CRISIS II: Las Mentiras de la Crisis

«Una crisis de verdad y muchas mentiras como respuesta»

Juan Torres López*

El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz titula los capítulos cuatro y cinco de su libro sobre la crisis Caída libre. El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial de forma bien significativa: «El fraude de las hipotecas» y «El gran atraco estadounidense». Me parece que lleva razón porque los engaños y las mentiras continuadas que vienen acompañando a la crisis son su principal característica.
En este texto quisiera referirme a algunas de estas mentiras, a las que me parecen más escandalosas y que más han circulado precisamente porque eran las más efectivas para lograr el fin que se pretendía divulgándolas: la desmovilización ciudadana ante el reforzamiento del poder de los de siempre. Algo que sólo se puede conseguir si se le oculta a la gente lo que de verdad sucede y si al mismo tiempo se desvía su atención de los asuntos capitales a los más intrascendentes o si se crea un clima de shock, de temor y de incertidumbre.

Mentira 1
«ESTO ES POCA COSA, UNA SIMPLE PERTURBACIÓN FINANCIERA»
Los dirigentes y responsables políticos y económicos más poderosos trataron de quitar importancia desde el primer momento a la crisis que se venía encima. El presidente del Gobierno español negó durante largo tiempo que hubiera crisis; una desaceleración si acaso, decía. En el mes de junio de 2007, cuando ya se había empezado a mostrar la calamitosa situación de la banca hipotecaria de Estados Unidos, el subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional hablaba de «la favorable situación económica mundial» y el director gerente, el español Rodrigo Rato, afirmaba en agosto que la economía internacional hacía frente a «turbulencias en los mercados financieros» pero que «mantendrá su buena marcha». En octubre de ese mismo año el Comité Monetario y Financiero Internacional de la Junta de Gobernadores del Fondo Monetario Internacional expresaba en un comunicado que la economía mundial «continúa estando respaldada por puntales económicos sólidos» (Las referencias de estas declaraciones y de los datos que ofrezco en este texto pueden encontrarse en mi libro «La crisis de las hipotecas basura. ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?», 2010).
El Banco de España también difundía este tipo de opiniones. En el Informe Anual de 2007 (escrito a mediados de 2008) todavía se refería a lo ocurrido en el año analizado como un «episodio de inestabilidad financiera» y sólo señalaba «algunas incertidumbres sobre la continuidad del crecimiento de la economía» pero «en horizontes más alejados».
¿Estaban en la inopia los funcionarios mejor pagados del mundo, los economistas más reputados eran simplemente ignorantes e incompetentes o sencillamente mentían? Seguramente sufran una mezcla de todo ello.
Como dice Joseph Stiglitz, es lógico que los banqueros centrales no hicieran un análisis realista de la situación porque sólo leen lo que les da la razón. El análisis diferente al suyo simplemente no existe para ellos. Como tampoco cuenta para los economistas pagados por las grandes empresas y los bancos (como en España ocurre con los 100 famosos que trabajan financiados por ellos en torno a FEDEA, Fundación de Estudios de Economía Aplicada), que no tienen en cuenta más que el pensamiento que les da la razón y nunca el que muestra tesis diferentes a las suyas. Es muy fácil comprobar que hay una doctrina económica oficial que se repite en los centros de poder, en las universidades y en los medios de comunicación sin dar entrada a enfoques que la pongan en cuestión. Eso es lo que explica que esos dirigentes y economistas liberales se hayan acostumbrado a mirar el mundo sólo a partir de sus postulados y que al llegar la crisis no tuvieran en cuenta a quienes, desde otro tipo de análisis más realistas, advertían del peligro.
Pero aun así es difícil creer que se trate sólo de un simple desconocimiento si se tiene en cuenta que insistían en quitar importancia a los hechos cuando esas advertencias eran ya casi un clamor generalizado.

Mentira 2

«NADIE PUDO PREVER LA CRISIS.  SE NOS ECHÓ ENCIMA DE REPENTE»
La crisis se podía prever fácilmente y se previó por muchos economistas por la sencilla razón de que no ha sido un caso aislado ni mucho menos. De 1945 a 1970, cuando había control de capitales y un claro predominio del capitalismo nacional basado en la producción de bienes y servicios, las crisis financieras se pueden contar con los dedos de una mano y sobran. Pero desde esa fecha, y sobre todo a medida en que se fueron liberalizado los mercados financieros para dar plena libertad a los movimientos de capital, las crisis financieras de todo tipo se han hecho casi una constante: los economistas Gerard Caprio y Daniela Klingebiel han contabilizado en un estudio para el Banco Mundial 117 crisis bancarias sistémicas en 93 países desde 1970 hasta 2003, y 113 episodios de estrés financieros en 17.
Muchos economistas adelantaron lo que iba a ocurrir o incluso advirtieron a sus autoridades de lo que se estaba gestando. Pero lo que ocurrió fue que éstas se cruzaron de brazos sencillamente porque lo que buscaban no era servir a los intereses públicos sino a las grandes empresas y corporaciones financieras que sólo querían cada vez más libertad de movimientos y menos control y supervisión, es decir, que las autoridades miraran a otro lado. Dos casos individuales pueden servir como prueba de lo que digo para no tener que mencionar docenas de referencias bibliográficas.
El primero es el de Brooksley Born, que fue presidenta de la Commodity Futures Trading Commission de Estados Unidos a finales de la década de 1990. Compareció numerosas veces ante el Congreso de Estados Unidos para reclamar la regulación de los llamados productos derivados (como las hipotecas basura que se iban transformando en sucesivos productos para los mercados especulativos) por considerar que estaban resultando excesivamente peligrosos para la estabilidad financiera. Pero no obtuvo nada más que negativas y votos en contra de los dirigentes económicos conservadores de las administraciones de Clinton y Bush. Era mujer y sensata y la despreciaban: «Greenspan dijo a Brooksley que ella esencialmente no sabía lo que estaba haciendo y que podía causar una crisis financiera», reconoció más tarde uno de los directivos de esa Comisión, según hemos narrado Lina Gálvez y yo en nuestro libro «Desiguales. Mujeres y hombres en la crisis financiera» (2010).
El segundo caso es el del gobernador del Banco de España nombrado por el Partido Popular, Jaime Caruana, y del ministro español de Economía Pedro Solbes. Ambos negaron en su momento que los problemas económicos que aparecían en el horizonte tuvieran excesiva gravedad a pesar de que, según se ha sabido después, los dos habían sido advertidos del peligro nada más y nada menos que por los inspectores del Banco de España. Es cierto que éstos no les anunciaron expresamente una crisis como la que poco después se produjo pero ¿qué otra cosa se podía esperar cuando se estaba produciendo lo que ellos denunciaban?: la «complaciente actitud del gobernador del Banco de España ante la creciente acumulación de riesgos en el sistema bancario español derivados de la anómala evolución del mercado inmobiliario nacional durante sus seis años de mandato» (El Mundo, 21 de febrero de 2011).
Curiosamente pocas semanas después de que los inspectores denunciaran ese comportamiento de Caruana, éste fue sustituido y destinado al Fondo Monetario que ya dirigía Rodrigo Rato. ¿Porque ninguno de los dos se enteraba de nada o porque ambos sabían demasiado?

Mentira 3

«ESTAMOS DECIDIDOS (…) A ALCANZAR LAS REFORMAS NECESARIAS EN LOS SISTEMAS FINANCIEROS MUNDIALES»
La frase aparece en el documento de conclusiones de la primera reunión del G20 sobre la crisis. Parecía muy firme pero lo cierto es que también los líderes mintieron entonces cuando se mostraban tan decididos a actuar porque casi dos años y medio después las reformas necesarias brillan por su ausencia.
En aquella primera cumbre del G20 dijeron: «Las instituciones financieras deben cargar asimismo con su responsabilidad en la confusa situación actual y deberían asumir la parte que les corresponda para superarla, lo que incluye reconocer sus pérdidas, aumentar su transparencia y mejorar sus prácticas de gobierno interno y gestión del riesgo».
Un año después el propio Fondo Monetario reconocía que la mitad de las pérdidas de los bancos no habían aflorado. Tras la cumbre, y en lugar de aumentar la transparencia de la banca, las autoridades permitieron que valorase sus activos deteriorados a precio de adquisición y no al actual de mercado, lo que supone un engaño gigantesco a sus clientes y al conjunto de la sociedad. Los cambios acordados para dar algo más de solvencia al sistema bancario pero sin cambiar su modus operandi se han dejado para dentro de algunos años, si es que se llegan a adoptar; y, como todo el mundo sabe, en lugar de hacer que los bancos cargaran con su responsabilidad se adoptó el criterio de que había que salvarlos. Los líderes que dijeron a la sociedad que estaban decididos a poner fin a «la era de la irresponsabilidad», palabras de Obama, terminaron por «no tocar nada» (según una persona tan poco sospechosa como Felipe González) y dar billones de dólares y euros a los irresponsables que han terminado por endeudar a los Estados y por «incubar una nueva crisis dentro de cinco años», según el ex presidente socialista (El Economista, 28 de octubre de 2009).
En su discurso sobre el estado de la Nación de 2009 Obama afirmaba con grandilocuencia: «No podemos volver al statu quo. Tenemos que poner fin a la especulación irresponsable». Año y medio más tarde los especuladores siguen practicando terrorismo financiero (la expresión es del presidente de la Junta de Andalucía), han puesto contra las cuerdas a naciones soberanas y los organismos internacionales denuncian que de nuevo provocan en los mercados de materias primas subidas especulativas de precios que darán lugar a millones de muertes adicionales por falta de alimentos. Pero siguen campando a sus aires sin que las autoridades hagan nada para pararles definitivamente los pies.
El G20 también prometió «erradicar los paraísos fiscales», en palabras de Rodríguez Zapatero al iniciarse una de las cumbres, y «acabar con la era del secreto bancario». En lugar de hacerlos desaparecer lo que se ha conseguido es suavizar la definición más estricta de paraíso fiscal que elaboró la OCDE en 2000 mientras que el secreto bancario sigue practicándose sin problemas.
Era mentira que esos líderes estuvieran decididos a acabar con la «irresponsabilidad» de la banca, de las grandes empresas y de los especuladores. Lo que han hecho ha sido justamente lo contrario, han trabajado para ellos y el resultado está a la vista: todo sigue prácticamente igual y sus beneficios se disparan mientras que bajan los salarios y aumenta y se encarece la deuda que habrán de pagar las personas corrientes por su culpa.

Mentira 4

«HAY QUE SALVAR A LOS BANCOS»
El origen más inmediato de la crisis y su desarrollo es bien sabido. Aprovechando la burbuja inmobiliaria y para obtener cada vez más recursos para seguir creando deuda, que es el negocio de los bancos, éstos vendían los contratos hipotecarios. Pero lo que se inició como un negocio bueno y seguro que daba rendimientos extraordinarios a inversores de todo el mundo comenzó a cambiar cuando los bancos empezaron a colocar en los mercados millones de hipotecas muy arriesgadas de personas que dejarían de poder pagar las si cambiaba a peor su situación. Cuando esto ocurrió, las iniciales hipotecas y los sucesivos productos que se iban creando a partir de ellas se convirtieron en basura financiera que arruinaba a quien hubiera invertido en ellas como les pasó a miles de bancos e inversores.
En lugar de dejar que los bancos que habían actuado irresponsablemente quebrasen, como le suele ocurrir a cualquier empresa, las autoridades cedieron a su poder y los salvaron: les proporcionaron cientos de miles de millones de euros para que resolvieran lo que decían que era un problema pasajero de liquidez y pudieran volver a ofrecer crédito a las empresas y consumidores. Pero eso era un diagnóstico equivocado o, mejor dicho, concebido sólo para hacer lo que convenía a los bancos. En realidad éstos no tenían una carencia temporal del liquidez sino que habían perdido en la ruleta financiera todas sus apuestas, estaban quebrados y el dinero que recibían de los gobiernos y los bancos centrales caería en saco roto, sólo serviría para tapar de forma parcial el agujero gigantesco que tenían y siguen teniendo, y no se destinó a financiar la creación de actividad y empleo. Eso provocó que miles de empresas cerraran y que aumentara el desempleo en todo el mundo, una situación que en España se agravó porque la falta de financiación y de demanda hizo estallar la burbuja inmobiliaria y que se perdiera gran parte del empleo que se había creado en el sector de la construcción y en actividades afines.
Cuando salvar a la banca (a los banqueros que habían provocado la crisis) no sólo resultó insuficiente sino que agravó el problema de falta de actividad y desempleo, los gobiernos no tuvieron más remedio que poner en marcha programas masivos de gasto para evitar el colapso de las economías. Con ellos se frenó su caída pero, al ser insuficientes y no estar acompañados de la recuperación del crédito bancario, ni de controles del capital especulativo, ni de las reformas financieras necesarias, no lograron que la actividad volviera a los niveles anteriores a la crisis. Es más, se provocó así un problema adicional: una nueva explosión de la deuda, es decir, un nuevo meganegocio bancario.
El incremento del gasto público para salvar a la banca, por un lado, y para evitar el colapso, por otro, añadido a la pérdida de ingresos públicos como consecuencia de la menor actividad económica, produjeron un incremento extraordinario del déficit y de la deuda pública. Los Estados recurrieron a fuentes de financiación igualmente extraordinarias.
En Estados Unidos y Reino Unido sus respectivos bancos centrales, la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra, se dispusieron enseguida a financiar a sus gobiernos, proporcionando créditos de diferentes tipos, comprando su deuda o simplemente creando más dinero. El Banco Central Europeo, dominado por tesis mucho más torpes, fundamentalistas y cómplices con los bancos privados, no lo hizo y obligó a que los gobiernos tuvieran que resolver esa circunstancia extraordinaria recurriendo a los mercados, es decir, a los mismos bancos y fondos financieros que provocaron la crisis y que, al contrario que los gobiernos, tenían barra libre en el Banco Central Europeo para disponer de liquidez. Sólo cuando la presión especulativa había hecho caer a Grecia e Irlanda, y Portugal y España estaban amenazadas en firme, decidió intervenir el Banco Central Europeo comprando deuda, aunque de forma tardía, tímida y vergonzante.
Con la abundante liquidez que recibían de los bancos centrales al 1 por ciento los bancos y los fondos especulativos pudieron disfrutar de una posición de privilegio y de poder frente a los gobiernos y eso les permitió imponerles condiciones para suscribir su deuda. Los obligaron a abandonar los programas de rescate de la economía y a que en su lugar aplicaran las medidas liberalizadoras que venían esperando conseguir desde hace años a pesar de que no tenían nada que ver con los problemas que habían originado la crisis: o se aplicaban nuevas reformas del gasto público recortando derechos sociales, del mercado de trabajo para facilitar la posición y el beneficio de las grandes empresas, de las pensiones para incentivar al máximo la presencia de los bancos y seguros privados, o de los servicios públicos para ponerlos a disposición del capital privado o no habría financiación. Y si no la daban ellos, se tendría que recurrir al Fondo Monetario que la prestaría pero con las mismas o peores condiciones.
Al final ha quedado demostrado que la idea de que era necesario salvar a los bancos para poner a salvo a la economía era otra mentira. Con ello no se iba a garantizar que se recuperase la actividad y el empleo sino sólo que se reforzara el poder financiero y político de los banqueros y los especuladores que era lo que éstos buscaban y lo que finalmente se ha conseguido. Cuando lo han recuperado con la ayuda de los gobiernos y con el dinero de la gente, han vuelto a las andadas, renovando sus ataques especulativos e imponiendo a los gobiernos nuevas medidas de reformas y sometimiento.

Mentira 5

«PARA SALIR DE LA CRISIS Y CREAR EMPLEO HAY QUE REFORMAR EL MERCADO DE TRABAJO, LIMITAR EL GASTO PÚBLICO Y REFORMAR LAS PENSIONES»
Otro engaño que acompaña la crisis consiste en decir a la población que lo que hay que hacer para superarla es llevar a cabo las reformas orientadas a recortar los derechos sociales que se vienen realizando.
Es mentira que haya que disminuir el gasto para salir de la crisis porque los déficit y la deuda no se han producido porque los gobiernos sean unos manirrotos y el gasto social sea excesivo, como suele divulgar la opinión neoliberal predominante. En España había superávit presupuestario antes de que estallase la crisis y nuestro gasto social está casi veinte puntos por debajo de la media de los países de nuestro entorno. Es al revés, para salir de la crisis hace falta más demanda, más capital social y más gasto orientados, eso sí, con equidad y hacia una actividad económica y un modo de vida sostenibles.
Es también mentira que la reforma laboral que se aprobó siguiendo las propuestas de la gran patronal y la banca sea conveniente para disminuir el paro y salir de la crisis.

Puede ser que a una empresa en concreto le convenga que el coste del trabajo (salario y cotizaciones sociales) sea más reducido. Pero para todas las empresas en su conjunto la caída de la masa salarial es perjudicial porque el salario se transforma prácticamente en su totalidad en demanda para las empresas, de modo que cuanto menor sea menos ventas y menos beneficios tendrán.
A diferencia de lo que sostienen los economistas neoliberales financiados por la banca y la gran empresa, es mucho más razonable asumir que por mucha reforma laboral que se haga para abaratar el despido o para facilitar la negociación a las empresas o la contratación, si las empresas no disfrutan de demanda, si no venden lo que producen porque no hay poder adquisitivo suficiente, no crearán empleo alguno. Las grandes empresas pueden encontrar demanda en mercados internacionales y por eso apuestan por bajar la masa salarial en España pero las pequeñas y medianas (que son las que crean prácticamente la totalidad del empleo) resultan en realidad perjudicadas cuando se beneficia a las grandes con este tipo de reformas porque ellas necesitan un amplio mercado interno para salir adelante.
Además es mentira que el problema del empleo en España esté en el mercado de trabajo. Está en el modelo de crecimiento, en el predominio de actividades de bajo valor añadido y dependiente, en el tamaño tan reducido de las empresas como consecuencia del gran poder que tienen las más grandes que operan preferentemente en mercados globales, en la falta de formación de gran parte de la población y en la escasez de capital social que pueda dinamizar la formación y la innovación y que permita competir por una vía diferente a la de abaratar la mano de obra, en la gran oligopolización de los mercados, o en el excesivo poder político de la banca que le permite imponer condiciones favorables a sus beneficios pero letales para la creación de riqueza productiva, entre otros factores. Los problemas que hay que plantear para poder crear empleo son éstos y no los del coste salarial o del despido.

También se ha aprovechado la situación de amenaza de los mercados para sacar adelante nuevos recortes en el sistema público de pensiones, siempre con el objetivo de disminuir su poder adquisitivo y así hacer más necesario el ahorro privado que controlan los bancos.
Detrás de los argumentos que de forma habitual oímos para recortar las pensiones hay también numerosas mentiras que se quieren convertir en verdades sólo a base de repetirlas.
Es cierto que el gasto público en pensiones aumenta normalmente a medida que envejece la población porque depende del número de pensionistas, que suele ser mayor cuanto mayor sea la longevidad de la población, y de la cuantía de la pensión que reciban, lo que suele venir de la mano del desarrollo social. Pero también ocurre, aunque esto se lo suelen callar quienes difunden el alarmismo demográfico, que a medida que se va dando este proceso de desarrollo aumenta también la productividad, de modo que un volumen de personas empleadas cada vez menos numeroso puede sostener con su actividad a mayor número de personas inactivas.
Se engaña a la gente cuando en lugar de contemplar esas dos circunstancias de manera conjunta (aumento del gasto y de la productividad) se insiste en la primera como el origen de un futuro desastre financiero afirmando que el envejecimiento continuado de la población hará que llegue un momento (ahora dicen que en torno a 2050) en el que el gasto público en pensiones (dado el número de pensionistas y la «generosidad» de nuestras pensiones) será insoportable, deduciendo entonces que no queda más remedio que empezar ya a reducir la cuantía de la pensión (ampliando el periodo de cálculo) y el número de pensionistas (aumentando la edad de jubilación).
Se miente porque, si de verdad se quisiera garantizar el equilibrio financiero del sistema público de pensiones, que depende tanto de sus gastos y de sus ingresos, no se deberían poner sobre la mesa sólo propuestas para la reducción de los gastos sino también otras dirigidas a incrementar los ingresos del sistema. Lo lógico sería hablar también de los factores de los que dependen estos últimos: cómo aumentar el empleo y sobre todo el de la población femenina, cómo aumentar el peso de los salarios en la renta total para que así haya más capacidad de aportar cotizaciones sociales, o cómo incrementar la productividad. O incluso, aunque es un mecanismo de financiación de las pensiones públicas a mi juicio menos adecuado, cómo mejorar el sistema fiscal para hacer ingresos al sistema por la vía de los Presupuestos Generales del Estado.

SE MERECEN QUE LES DIGAMOS ¡BASTA!
Todas éstas no son las únicas mentiras. Las autoridades y los financieros mintieron antes de la crisis cuando afirmaban que los mercados serían capaces por sí solos de hacer frente a cualquier riesgo financiero.

Mintieron las agencias de calificación al calificar como buenas las hipotecas basura que difundían sus clientes.

Mienten los líderes políticos y los economistas que trabajan financiados por la banca y las grandes empresas cuando dicen que hay que privatizar las cajas de ahorros para salvarlas, cuando han sido los bancos privados los causantes de la crisis y lo que hay que hacer, por el contrario, es disponer de una banca pública que no reproduzca sus irresponsabilidades.

Mienten los que no han acertado nunca haciendo previsiones ni adelantándose a la crisis y ahora nos dicen que saben lo que pasará con las pensiones dentro de cincuenta años o lo que hay que hacer para salir de ella.

Mienten sin parar.

Pero no han sido sólo los poderosos los que han engañado. Se han engañado también a sí mismas todas las personas que permanecen impasibles frente a tanta mentira creyendo que sólo se trata de un incidente, de una mala noche en una mala posada, del que nos sacarán los gobiernos como lo han hecho en otras ocasiones porque, al fin y al cabo, nunca pasa nada y siempre se termina volviendo a vivir como antes. Pueden cerrar los ojos y seguir engañándose pensando que a ellas no les va a afectar o que sus problemas se solucionarán pronto. Pero más les vale ser realistas y darse cuenta de que tienen que reaccionar porque lo que ocurre es que se nos está viniendo encima el edificio que ingenuamente creímos que era confortable y seguro.

Vienen a por todos nosotros y no van a parar hasta que lo tengan todo si no les hacemos frente.

Las mentiras y el fraude están claros así que lo que conviene hacer también lo está: dar la vuelta a lo que nos vienen diciendo. Es decir, frenar el poder político de la banca impidiendo que acumule privilegios económicos y que se adueñe de medios de comunicación y de universidades.

Hay que poner firmes a los banqueros y someterlos al poder representativo, es urgente someter las finanzas a la voluntad ciudadana y a las necesidades sociales, primar la creación sostenible de riqueza tasando las transacciones financieras y controlando los movimientos especulativos del capital, imponer principios imperativos de justicia fiscal global y someter todas las decisiones económicas al debate social auténticamente democrático y participativo. Hemos de reclamar que se investigue el comportamiento y la responsabilidad de los banqueros que produjeron la crisis y que engañaron a miles de clientes y el de las autoridades, como el mencionado Caruana, que ocultaron lo que se gestaba y permitieron que la economía se viniera abajo para que los bancos y las grandes empresas siguieran saliendo a flote. Hay que impedir que miles de familias sigan perdiendo sus casas y sus patrimonios por la avaricia y los engaños de la banca y hay que poner fin a las políticas de recortes de derechos porque no es verdad que nos vayan a sacar del hoyo donde nos han metido los multimillonarios y los grandes capitales, sino que nos van a hundir más aún. Hay que salir a la calle a reclamar justicia y poner fin a tanta mentira.

Aún está usted a tiempo. ¡No se deje engañar más y reaccione de una vez!

*Juan Torres López es doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla. En la Universidad de Málaga ha sido director de Departamento, vicedecano en dos ocasiones, decano de la Facultad de Derecho y vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado. Ha ocupado también el cargo de secretario general de Universidades e Investigación de la Junta de Andalucía. Es miembro del Consejo Científico de ATTAC España. Sobre la crisis actual ha escrito los libros Desiguales. Mujeres y hombres en la crisis financiera, con Lina Gálvez Muñoz, y La crisis de las hipotecas basura. ¿Por qué se cayó todo y no se ha hundido nada?, y más de un centenar de artículos descubriendo y divulgando sus entresijos. Además de publicar otros libros y numerosos artículos científicos y de divulgación y análisis político, ha impartido clases y ha dictado conferencias en diversas universidades e instituciones y colabora de forma habitual con sindicatos y organizaciones sociales y políticas de todo tipo.
Blog. Ganas de escribir: http://www.juantorreslopez.com
 
 
Publicado en «REACCIONA»

CRISIS I: De aquellos polvos…

«Las estafas cotidianas que conmocionan nuestras vidas.

Privatizaciones, corrupción,invisibilidad de los cuidados y economía sumergida»

Àngels Martínez i Castells*
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LA LÓGICA DE LAS PRIVATIZACIONES
Existe la extendida creencia de que el dinero público no es de nadie y sí lo es: nuestro. Procede de nuestros impuestos, de nuestra contribución a la sociedad para que desde la política se puedan aminorar las desigualdades y toda la población disponga de los bienes y los servicios públicos que garantizan mayor equidad y mejor calidad de vida. Para que se desarrollen y progresen los derechos civiles, políticos y económicos de todos. Bueno, ya me perdonarán el mecanicismo, pero eso era más o menos así —por lo menos en Europa— hasta que se derrumbaron todas las murallas de contención de los capitales industriales y financieros y comenzó la gran carrera privatizadora. Por lo que a las empresas públicas se refiere, seguimos oyendo la versión dominante (les ahorro las de otras escuelas económicas) de que lo privado es más eficiente que lo público. A pesar de que Stiglitz y otros denuncian este engaño como una delas grandes falacias de nuestro tiempo se repite machaconamente como argumento indiscutible con el fin de que los capitales privados dispongan de nuevas bandas de expansión a costa de lo que es de la ciudadanía, pagado con los impuestos dela ciudadanía. De hecho, a lo que más se parece la privatización de empresas públicas en muchos casos es a un robo con desfalco que debería figurar en el Código Penal. A la avidez de empresarios privados se une la visión miope y poco democrática de los políticos echando mano de lo público como si les perteneciera en exclusiva para servir intereses departe y conseguir ingresos a corto plazo (ingresos que muchas veces se convierten en subvenciones millonarias, a fondo perdido, para las mismas empresas privadas que difunden el embuste de la poca eficiencia de las empresas públicas). Hay mil y una maneras de privatizar, y mil y una maneras de disimular la piratería.
DEL CONSENSO DE WASHINGTON AL DE BRUSELAS
Las privatizaciones pasaron a ser consigna política de primer orden con el Consenso de Washington (1990). Grandes poderes reunidos en cónclave: Banco Mundial, FMI, políticos y altos funcionarios, la Reserva Federal y los think tanks. Como primer objetivo, pensar políticas para mantener abiertas las venas de América Latina. Su equivalente para Europa se denominó Consenso de Bruselas. ¿Qué implicó?: recorte del gasto público, reformas tributarias (en la línea de que los ricos paguen menos impuestos) y limitación del déficit. ¿Y en qué se tradujo? Junto con otros factores, con la llegada de la crisis, en las altas tasas de paro en Europa (superiores al 10 por ciento). En España ha sido peor: la tasa de desempleo se mantiene por encima del 20 porciento y del 40 por ciento para la población de menos de 25 años. Un hito destacado en todo el proceso desregulador lo protagonizó Bill Clinton. En 1999 decide abolir definitivamente la Glass-Steagall Act de Roosevelt que desde 1933 separaba la banca comercial de la de inversión e impedía que el capital financiero creciera hasta la hipertrofia. Con su desaparición se abre una distancia cada vez mayor entre la economía financiera y la real. Desde finales de la década de 1970 la distribución de la renta —entre las del trabajo y las del capital— se inclina cada vez más a favor de los beneficios y afecta a lo que Keynes llamó«demanda solvente», es decir, la posibilidad de que se venda (y se cobre) todo lo que se produce. Desde la década de 1990 los salarios han disminuido su participación en la distribución de la renta a costa de los beneficios. Las caídas son vertiginosas en países como Reino Unido, Alemania y Estados Unidos. En concreto en este país han perdido diez puntos, según datos de la Comisión Europea, Anexo Estadístico de la Economía Europea, primavera de 2010.
EL MUNDO EN VENTA. LA RELACIÓN ENTRE LO PRIVADO Y LO PÚBLICO:  PRIVATIZACIONES Y PIRATERÍA 
Me parece necesario insistir en los antecedentes más vergonzantes de la oleada privatizadora, comenzando con el Chile pinochetista, la gran probeta experimental de las políticas de la Escuela de Chicago. Según un informe de la Comisión Investi-gadora de la Cámara de Diputados chilena llegó a significar para el país una pérdida de 6.000 millones de dólares. Fueron vendidos a manos privadas 15.888 inmuebles de Bienes Nacionales,se reprivatizó el 80 por ciento de las tierras expropiadas durante la Reforma Agraria y 725 empresas públicas pasaron a ser controladas, a precios simbólicos, por grupos económicos creados y consolidados durante la dictadura pinochetista, afortunados amigos del régimen. Si dedico estos párrafos al proceso chileno es porque creo que reúne, de manera descarnada, todos los elementos de la teoría del shock que en otras situaciones se han conseguido enmascarar al encontrar justificaciones más amplias y sofisticadas. En primer lugar la privatización surge de una violencia extrema previa, la del golpe de Estado que acabó con la vida de Salvador Allende y de tantas y tantas personas que lucharon por la defensa de la democracia constitucional chilena. En segundo lugar implica la tergiversación de la ley en beneficio de unos pocos, la corrupción aceptada, la creación de una clase social que vive dela sumisión de la política a sus intereses particulares. Algo parecido sucede en otros países; por ejemplo, de las privatizaciones de las empresas públicas soviéticas ha surgido la actual mafia dirigente del Estado ruso con las enormes desigualdades de renta y riqueza que asolan el país. Tampoco fue menor la violencia moral y real que supusieron las progresivas privatizaciones en Portugal que acabaron con el proceso revolucionario iniciado el 25 de abril de 1974. Una delas más dolorosas fue la que arrasó la Reforma Agraria portuguesa, con la propiedad colectiva de tierras abandonadas por los latifundistas, y que habían empezado a dar trabajo y alimento a hombres y mujeres del Alentejo y el Ribatejo. En Reino Unido fue Margaret Thatcher quien consiguió que las empresas públicas que representaban en 1979 el 8 por ciento del empleo, el 10 por ciento del PIB y el 16 por ciento de la inversión bruta pasaran en 1992, al final de su tercer mandato, a constituir el 3 y el 5 por ciento de los respectivos referentes. British Petroleum, British Telecom, British Airways, British Leyland-Rover, que significaban la principal industria de energía, el teléfono, las líneas aéreas y una importante empresa pública del automóvil, llegaron —en distintas modalidades— a manos privadas. La cuarta administración tory (1992-1997) vendió también el carbón y los ferrocarriles. Joaquim Vergés (2009) calcula los ingresos por privatizaciones en unos 60.000 millones de libras. A principios de 2006 sólo quedaban por privatizar los servicios de correos, el metro londinense y la BNFL, la empresa encargada del tratamiento de uranio y el reprocesamiento de los residuos nucleares. Los laboristas siguieron la senda privatizadora de los conservadores y sólo después de dos graves accidentes ferroviarios atribuidos al mal mantenimiento de la red la empresa gestora, Railtrack, pasó de nuevo a control público. Diferente fue el comportamiento del Partido Socialista en Francia. Las privatizaciones no comenzaron hasta la era post Mitterrand y no incluyeron los monopolios públicos (gas y electricidad, transporte y teléfonos). En Alemania fue la coalición democristiana-liberal de 1983 (bajo el liderazgo de Helmut Kohl) la que comenzó las privatizaciones: sector eléctrico y químico, gas, aluminio, transporte, la compañía aérea Lufthansa y dos bancos públicos (el DBK y el DSL). También canceló la participación federal en Volkswagen y Deutsche Telekom (con reforma constitucional incluida). Las privatizaciones facilitaron el camino de la mundialización poniendo en pocas manos (privadas) las empresas más rentables, los recursos fundamentales para el funcionamiento del sistema, el agua, el gas, el petróleo. Vergés nos explica que se extendieron por Italia, Irlanda, Bélgica, Grecia, Canadá, Japón y Nueva Zelanda; todos ellos, países de la OCDE. Y tampoco es-caparon Turquía, Marruecos, Argelia, Egipto, Nigeria, Zambia,Uganda, Israel. Los monopolios ahora privados se concentran, se alían internacionalmente, imponen sus precios y condenan ala precariedad pueblos y zonas geográficas enteras. Su acción devastadora explica también las revueltas del norte de África y del Medio Oriente.
EL PROCESO PRIVATIZADOR EN ESPAÑA 
El disparo de salida lo dio en su momento, hace más de 25 años,el presidente del Instituto Nacional de Industria (INI), Luis Carlos Croissier, anunciando la posibilidad de sacar a bolsa algunas empresas públicas demostradamente rentables ¿cómo si no las iba a comprar nadie? Sin embargo, fue el ministro de Industria y Energía, Carlos Solchaga, quien inició en 1985 la oleada privatizadora: un 70 por ciento de Textil Tarazona a En-trecanales, un porcentaje similar de Secoinsa a Fujitsu, el 98,8 por ciento de SKF España de rodamientos a la SKF sueca y  Viajes Marsans (que acabaría más tarde en las funestas manos del ex presidente de la CEOE Díaz Ferrán) a Trapsatur. Al año siguiente se vendió el 100 por ciento de Seat a la alemana Volkswagen y, en 1989, el 80 por ciento de la gran empresa metalúrgica catalana la Maquinista Terrestre y Marítima a la empresa anglofrancesa Gec-Alsthom. No voy a seguir en detalle todo el proceso de las privatizaciones en España, pero sí quiero destacar que en 1985 empezó un descalabro de fondo que se convirtió en tsunami en la década de 1990 con los gobiernos del PP. Según diversas estimaciones, se han privatizado en España unas 120 compañías con unos ingresos aproximados para el erario público de 45.000 millones de euros y sin que hayan estimaciones conocidas, en cambio, de lo que hemos perdido colectivamente en el camino. Los nombres que más suenan son los de los servicios esenciales que mantienen altos los niveles de precios y beneficios (ahora privados, claro), como los de Repsol, Endesa, Telefónica, Tabacalera o Iberia (en esta última el Gobierno mantiene una participación de poco más del 5 por ciento). Pero también en España las privatizaciones crearon su casta empresarial. De manera destacada, el PP consiguió cumplir los requisitos de entrada en el Sistema Monetario Europeo y rodear al que era entonces presidente del Gobierno de lo que Fabián Estapé no dudó en llamar «capitalismo de compañeros de pupitre». Un ejemplo de la inversión del poder que han operado las privatizaciones en España nos lo brindó un rincón maravilloso de la Costa Brava en marzo del 2010, cuando más de 220.000 abonados se quedaron sin luz y sin telefonía móvil. Endesa se negó a dar explicaciones. A fin de cuentas las compañías eléctricas privatizadas siguen siendo un oligopolio ¡y mandan!, ¡Vaya si mandan! Al tercer día se permitían no atender ninguna de las veinte llamadas que hizo la televisión pública para poder informar a la ciudadanía. Pero es más: el entonces president Montilla tuvo que personarse en sus instalaciones (que no al revés) para informarse e instarles a proceder a las reparaciones con la máxima urgencia. Y a pesar de ello las privatizaciones siguen: las últimas propuestas con gobierno del PSOE han sido las del 49 por ciento de AENA y el 30 por ciento de Loterías y Apuestas del Estado. Las cajas de ahorros se convierten en bancos privados y la privatización de los servicios básicos y del bienestar avanza con mil y un disfraces con la piratería del agua, de los servicios de educación o del sector de sanitario.
LA OFENSIVA INTERNACIONAL DE LA PRIVATIZACIÓN LLEGA AL ESTADO DEL BIENESTAR 
No siempre ha sido lineal ni placentero el desarrollo de los derechos civiles, políticos y económicos, pero cumplían su función mínimamente compensadora de desequilibrios sociales… hasta el tsunami privatizador, las desregulaciones aceleradas, la ofensiva neoliberal de la actual crisis económica y la privatización que alcanza la enseñanza y la sanidad. Ya se escatiman los vasos de leche en las escuelas de primaria en tanto que la enseñanza superior es un bien al alcance de los estudiantes más ricos o un crédito de por vida para los más pobres. El sueño socialdemócrata ha muerto y el capitalismo arrogante toma por bandera la falta de equidad, la explotación y las desigualdades: inicia un retorno al futuro que sólo conduce a la barbarie. En 1999 el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios dela OMC impuso importantes limitaciones a los Estados en políticas ecológicas, de servicios municipales, saneamiento y gestión de residuos, y los obligó a menores regulaciones. Si un Estado no cumple, la OMC podría expulsar al Estado rebelde condenándolo al aislamiento económico. Y es lógico desde la perspectiva del capital: el sector del agua genera unos ingresos anuales de más de un billón de dólares aunque sólo esté privatizado entre el 5 y el 10 por ciento a nivel mundial. Por lo que a la sanidad se refiere, la OMS denunciaba en un estudio de 2006 que en el sector privado todo es más caro, desde la construcción hasta el funcionamiento diario. Coincidía en el mismo sentido Frank Dobson, ministro de Sanidad del primer Gobierno Blair, al afirmar que los costos son un 11 porciento superiores en la sanidad privada sobre la pública y nos advertía que peligra el futuro del National Health Service (NHS) por la entrada de las fuerzas del mercado y proveedores que sólo pretenden conseguir beneficios privados. Los políticos conservadores y los lobbies privados de la sanidad dicen que la privatización ha sido un éxito, pero nada más lejos de la verdad. En Gran Bretaña los hospitales privados se quedan con las intervenciones de menor coste y riesgo, con las intervenciones quedan beneficio… y dejan para que sean atendidas en los hospitales del NHS las personas con menos posibilidades económicas y todas las intervenciones costosas y difíciles. Los procesos de privatización empiezan con todo tipo de justificaciones creadas ex profeso, por ejemplo, para las empresas mineras, energéticas e industriales; siguen con los servicios financieros, de comunicaciones, transporte y el agua… y acaban con enseñanza, salud y la amenaza sobre las pensiones públicas donde se pueda y las haya. Se pretende acabar no sólo con lo que se convino en llamar «economía mixta» o convivencia de un sector público más o menos subsidiario con un sector privado más o menos dominante, sino con derechos de ciudadanía, con los servicios del Estado del Bienestar (más adecuadamente llamado por Llamazares «Estado del medio estar») y que se dirige a marchas forzadas hasta un malestar perfectamente descriptible.
DE PARAÍSOS FISCALES, CORRUPCIÓN Y CORRUPTORES
No fue demasiado original Carlos Solchaga cuando, inmerso en el proceso de reconversión y privatización, dijo algo así como que «España era el país en el que uno podía hacerse rico más rápidamente». Como comentaba Michael Krätke, seguía la consigna de la gran burguesía francesa de la primera mitad del siglo XIX: «Enrichissez vous!» («¡Enriquézcase!»), un programa imbatible en su genial laconismo que no perdió poder de convocatoria. También los que escucharon con atención a Solchaga podían creer que prestaban un servicio inestimable a la patria moderna y modernizada mientras sus cuentas corrientes engordaban. Sin embargo, esta moral abrió las puertas de la corrupción. Krätke se apoya en la literatura para resaltar que buena parte del atractivo de las novelas de Flaubert y de Balzac va más allá de sus innegables méritos literarios: nos enseñan cómo el capitalismo socavó la sociedad civil. No se trata de una excepción o de una desviación a la norma intachable. Los expedientes por fraude y manipulación recorren Europa de la mano de empresas o instituciones que deberían estar por encima de toda sospecha: Volkswagen, Siemens, BMW, Gescartera y el Palau de la Música. Tampoco se trata del folclorismo aceptado de una Marbella de charanga y pandereta o de las revelaciones que pueda hacer algún sastrecillo más o menos valiente. Los escándalos se acumulan, se repiten, en todas las ramas, en todos los países. Y no se trata de ovejas negras ocasionales, sino del gran rebaño negro cuya transmutación en bandadas de cuervos está a la orden del día. El conocido informe, hecho público en 2011, del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa demostraba que directamente o a través de sus dueños más importantes todas las empresas del IBEX 35 tienen vinculación patrimonial con empresas domiciliadas en paraísos fiscales. Y, como Arcadi Oliveres nos recuerda, buena parte de lo que paga ExxonMobil a Teodoro Obiang por la explotación del petróleo no beneficia a la población de Guinea, sino que acaba (supuestamente) en Madrid, en el Banco de Santander del señor Emilio Botín. Desde Marx sabíamos que el capitalismo ha sido desde sus comienzos una economía de la expropiación, pero con el paso del tiempo ha refinado su engaño, su creatividad financiera, ha perfeccionado la capacidad de compra o chantaje de los lobbies, la compra de medios de comunicación, de sindicalistas, ONG y políticos, aumentando la desazón y la sensación de estafa que aleja las personas de la política. Como afirma Krätke, el capitalismo de nuestros días tiene las manos sucias: es la corrupción cotidiana, el fraude sistemático, el crimen internacionalmente organizado.
CONSECUENCIAS DE LA CORRUPCIÓN EN ESPAÑA 
La crisis del Estado español es más intensa, más difícil de superar y provoca mayor desempleo porque la construcción ha sido, durante demasiado tiempo, uno de los refugios preferidos de los capitales especuladores. Recompensó comportamientos mafiosos con beneficios rápidos, hasta que llegaron los desequilibrios bursátiles provocados, en gran medida, por ellos mismos: por haberse transmutado en una inmensa lavadora de dinero negro. Aquella época registró consecuencias negativas nada desdeñables: una alta tasa de accidentes de trabajo y el destrozo del paisaje y del medio. Tras desencadenarse la crisis podemos ver además la desesperación de las personas que pierden su vivienda al no poder hacer frente a la hipoteca. Una injusta ley entrega la propiedad a los bancos manteniendo la deuda de las personas hipotecadas. Todos los riesgos son para los compradores.

La alta carga de corrupción política permitió algo tan sui géneris como que en la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre llegara al poder gracias al transfuguismo recompensado (también presuntamente) del señor Tamayo y la señora Sáez. La traición dio tan buenos rendimientos que el PP sigue en el poder en la Comunidad madrileña desde entonces, ensayando incesantemente fórmulas privatizadoras en la sanidad e ideando ahora cómo hacerlo con el Canal de Isabel II, el agua de la ciudadanía madrileña, una empresa pública con ganancias a pesar de la progresiva externalización de sus servicios.

LOS POLÍTICOS «REHENES»DEL MERCADO Y LAS GRANDES EMPRESAS
 Aunque no debe leerse de manera alguna como fórmula exculpatoria, las grandes empresas han conseguido convertir en rehenes a los propios gobiernos del Estado y las Comunidades, y no sólo en España. El argumento para justificar sus grilletes es que sin sus «obsequios» fiscales, sus políticas contra los trabajadores, sus privatizaciones y su manga ancha con los chanchullos del mercado negro y los paraísos fiscales el capital y sus gestores se fugarían en masa al extranjero. Pero ni subvenciones ni prebendas ni desgravaciones han logrado impedir que las grandes fortunas y empresas depositaran dinero a manos llenas en los paraísos fiscales. De hecho la evasión fiscal organizada es un fenómeno cotidiano. Algunos países en Europa, de manera destacada Suiza, Liechtenstein, Mónaco y Andorra empezaron cobrando bajos impuestos sobre la renta y el patrimonio para atraer las fortunas. Y ya, durante la crisis de la década de 1930, Suiza y Liechtenstein instituyeron su sistema de secreto bancario para facilitar la fuga de capitales.  Pero sólo durante el largo boom de posguerra, después de 1945, y con el ascenso de las corporaciones empresariales transnacionales empezó a ser
un negocio lucrativo y cada vez más naciones aprendieron la manera de crear sus paraísos fiscales interiores.  ¿Qué otra cosa no son, si no, las SICAV? El G8 se atiene a una lista oficial de 42 oasis fiscales (la OCDE habla de 47), pero los especialistas fiscales suponen que al menos existen 70 refugios para los grandes fraudes. Krätke considera que, como media, los ricos y los muy ricos tienen más de un 30 por ciento de su patrimonio colocado en refugios fiscales. Se calcula que un 23 por ciento de todos los depósitos bancarios del mundo se halla en los paraísos fiscales. Entre 11 y 13 billones de dólares en capital y patrimonios de todo tipo están escondidos en centros offshore:
islas como las Caimán, las Vírgenes, las Cook, pero también la isla de Man, en las costas británicas. Casi el 50 por ciento de las transacciones financieras transfronterizas mundiales pasan por ellos (las islas Caimán son el quinto centro bancario del mundo). De hecho una estimación cautelosa considera que las fugas de capitales a los paraísos fiscales suponen que los Estados dejen de ingresar entre 250 y 300.000 millones de dólares anuales. Es el gran robo organizado a gran escala. Y consentido. Incluso bendecido por el Vaticano, a su vez también paraíso fiscal. Es difícil pensar que la Unión Europea pueda combatirlos, porque tiene como miembros de pleno derecho países que juegan fuerte a los paraísos, como Luxemburgo, Austria, Holanda, Gran Bretaña y Francia por su protectorado sobre Mónaco.
LOS DESARRAIGOS OCULTOS,  LA INVISIBILIDAD DE LOS CUIDADOS
El neoliberalismo no sólo oculta sus piraterías, también se esfuerza por hacer invisible el mundo imprescindible, fundamental y complejo, de los trabajos de cuidados, afectos, solidaridades y redes sociales. En él las mujeres actúan como imprescindibles estabilizadores sociales al aportar calidad de vida a una convivencia cada vez más imposible. Se agudiza la división del empleo por género a nivel internacional en la que las mujeres de los países más expoliados (Ecuador, Filipinas, Perú…) han abandonado el cuidado de sus hijos y sus mayores para ir a cuidar de los hijos y los mayores de las personas de países más ricos. Y muchas veces en las peores condiciones. Un informe de UNIFEM de 2006 denuncia que una de las actividades más rentables del mundo es el tráfico de personas con todas sus derivaciones: inmigración para mano de obra barata (ya sea con o sin papeles) y trasiego de mujeres. Según datos de las Naciones Unidas, una de cada seis personas en el mundo son trabajadoras inmigrantes, un 73 por ciento de los inmigrantes asiáticos son mujeres y en la misma Unión Europea la feminización de la inmigración es un hecho relevante. La inmigración representó, hasta el estallido de la crisis, el 80 porciento del crecimiento global de la población de la Unión Europea y en los tramos de edad más productivos de la pirámide de la población. Y mientras los movimientos de capitales disfrutan de total libertad y se mueven sin cortapisas por el mundo, las migraciones se suceden con peligro de exclusión y xenofobia, mostrando la cara más hipócrita de legisladores y políticos y las consecuencias más turbias de la explotación sobre las personas a las que no se les reconocen sus derechos. Es tarea urgente reconocerlo: el trabajo no remunerado, las redes sociales y los cuidados son una parte fundamental de la economía y aportan calidad de vida a las personas y sustentan a la misma democracia. Cuando los beneficios crecen de forma desmesurada sobre los salarios —como es el caso—, las mujeres deberán dedicar muchas más horas a sus tareas en el hogar para compensar la pérdida de ingresos salariales. Las mujeres son, pues, quienes con su responsabilidad y sus trabajos insuficientemente valorados representan un amortiguador importante de las tensiones sociales. Hasta que el abuso del sistema llega también a su límite y no dudan en llenar también las plazas Tahrirde todas las revoluciones importantes que en el mundo son o han sido (desde la Comuna de París hasta Túnez, Egipto, Marruecos…  y sigue).
A MANERA DE LLAMADA A LA INVERSIÓN Y LA INSURGENCIA 
 Vivimos en un mundo dominado por un capitalismo sin frenos ni cortapisas, desigual e inestable, muy lejos del equilibrio que pretende y sujeto a dramáticas tensiones que desemboca en desarraigos, violencia, separaciones de familias y de afectos… y un indudable incremento de la explotación. Un pequeño número de instituciones financieras y corporaciones multinacionales manipulan el mercado y determinan el nivel de vida y la supervivencia de millones de personas en todo el mundo. Con el visto bueno de los principales organismos supranacionales que han sido, además, agentes activos a su servicio. Las directrices neoliberales que dan cobertura política a la coyuntura económica de crisis se confunden peligrosamente con la xenofobia y el racismo y significan retrocesos casi centenarios en los derechos sociales, las conquistas obreras y del feminismo, los derechos humanos y el proceso civilizador. La clase obrera industrial —que lideró movimientos de cambio hasta hace unas pocas décadas— se agrieta y transforma con las deslocalizaciones, los cambios del modelo productivo, las nuevas tecnologías, la segmentación de los mercados de trabajo. Mientras, la formación se confunde con un buscado equívoco en «capital humano» (¿por qué «capital»?), introduciendo mayores desigualdades y segmentación. Imponiendo también costosos requisitos que deben asumir las personas jóvenes, con esfuerzo y créditos que les aseguran deudas antes que trabajo.
Toca reaccionar. Y quiero en este libro hacer un llamamiento concreto a las mujeres. Porque ahora, más que nunca, el hilo rojo del movimiento obrero de nuestros tiempos se une al verde y al violeta que trenzan las mujeres, los colectivos altamente feminizados de trabajos y contratos en precario que tienen pleno derecho a pan y rosas mientras cubren las vergüenzas del sistema trabajando por sueldos indignos en los servicios privat-izados. Es preciso que las mujeres que se mueven en el difícil equilibrio entre la marginalidad y la conciencia de clase sigan tejiendo autonomía y solidaridad con las personas jóvenes, con las más explotadas, con los pueblos del mundo. En pie por la dignidad y una vida sin explotación. Ahora tienen más que nunca su lugar, como colectivo, en la vanguardia plural, radical, insurgente, por otro mundo posible.
* Àngels Martínez i Castells ha sido doctora en Ciencias Económicas y profesora de Política Económica de la Universidad de Barcelonadesde 1976 hasta 2008. Ha escrito sobre género, deslocalizaciones industriales, salud pública, inmigración y ciudadanía. En la actualidad es presidenta de la Plataforma Dempeus per la Salut Pública.
Publicado en "REACCIONA"

Acuerdo para el segundo «rescate» a Grecia. ¿Quién gana y quién pierde?

El plan acordado la pasada semana en la eurozona, intenta también salvar al euro. A quién beneficia y a quien perjudica:

¿A quién beneficia el plan?

Aunque el principal beneficiario parece Grecia, la gran ganadora es la zona del euro en su conjunto, si las medidas adoptadas consiguen frenar la sangría en los mercados de deuda. A priori, es una solución buena para todos, porque hasta la banca, que tiene bonos de Grecia, sale ganando con el cambio. Cobrará menos y más tarde, pero cobrará, algo que no tenía garantizado hasta ahora.

¿Quien pierde con esto?

Pierden los bolsillos de los ciudadanos europeos, porque, de nuevo, los gobiernos tendrán que poner más dinero sobre la mesa para estabilizar los mercados. Ese dinero, cómo no, saldrá de las arcas públicas de cada país. Además, se dará el caso de que el dinero público que se destinará al macrofondo que operará en Europa servirá para recomprar (a su vez) deuda pública de algunos países. También se destinará parte de este dinero a recapitalizar instituciones financieras.

¿Cómo operará el Fondo?

Nicolas Sarkozy lo ha comparado con una suerte de Fondo Monetario Europeo por los superpoderes que va a tener. En realidad, es un instrumento financiero que tendrá capacidad para intervenir en los mercados comprando, por ejemplo, deuda. Para hacerlo, tendrá que recibir la autorización previa del Banco Central Europeo, en la que se reconozcan las circunstancias excepcionales para intervenir en los mercados. También se darán «créditos preventivos» a los países que se encuentren en dificultades financieras, para que no tengan que llegar al punto de pedir un rescate. El texto no detalla cómo se activará esta línea de financiación.

¿Cómo se salva a Grecia?

El plan incluye una reestructuración de la deuda griega que contiene la conflictiva participación de la banca privada. Así, los inversores que tengan deuda de Grecia que venza en los próximos años la irán canjeando por nuevos títulos de renta fija con una fecha de vencimiento posterior. Con la operación, los títulos pierden parte de su valor. Además, se rebajan los tipos de interés de los préstamos concedidos por la UE y el FMI, que se podrán pagar hasta en 30 años.

Fuente:  PÚBLICO

DEUTOCRACIA

Jaume Asens & Gerardo Pisarello 
  Juristas y miembros del Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Barcelona Ilustración por Iker Ayestaran (artículo publicado en PÚBLICO)

A tres años de la crisis, son ya cientos de miles los indignados que en diferentes ciudades europeas impugnan el ataque a los derechos sociales básicos de la población. Frente a ello, cada nuevo recorte en educación o en sanidad, cada nueva contrarreforma laboral, cada propuesta de incremento de la edad de jubilación es presentado como un requisito ineluctable para honrar las deudas, obtener más fondos y salvar el euro. La circularidad del proceso aboca a un túnel sin salida. ¿Hasta dónde habrá que recortar, privatizar o desregular para saciar a los acreedores? ¿Y para pagar exactamente las deudas de quién?

La deutocracia, en realidad, es eso: el gobierno de los acreedores. Un puñado de tenedores de deuda capaz de imponer su voluntad sobre la de millones de personas. La categoría ha dado título a un sugerente documental realizado, no por casualidad, por periodistas griegos: Leonidas Vatikiotis, Knaterina Kitidi y Ari Hatzistefanou. Su trabajo reúne varias virtudes. De entrada, muestra cómo el crecimiento de la deuda pública obedece a los subsidios y privilegios otorgados a sectores económicos muy minoritarios. O como en el caso español, al rescate de una deuda privada generada sobre todo por un grupo irresponsable de entidades financieras. Estas políticas no han sido gestadas por quienes padecen los recortes. Han sido acordadas por gobiernos colonizados por unos poderes salvajes que no dudan, llegado el caso, en especular contra ellos. Y que cuentan como aliados con todo tipo de intermediarios: agencias de rating, bancos centrales, órganos de regulación que no regulan.

Las preguntas son obligadas: ¿Qué hacer? ¿Cómo evitar que la ya deteriorada democracia no acabe devorada por la insaciable deutocracia? Lo primero, como se desprende del documental griego, es detener el perverso chantaje que pide más ajustes, más rescates y nuevos recortes. Y para eso hace falta remover la opacidad con la que funciona este mecanismo. Dejar claro el origen, la composición y las condiciones de reproducción de la deuda. Deslindar la pública de la privada. Y rechazar aquellos pagos cuya legitimidad no pueda probarse. La propuesta de no pagar la deuda ilegítima no es nueva. Ocupó un papel central en países que experimentaron colapsos financieros similares a los de la eurozona como Ecuador o Argentina. En ellos, la sociedad civil, los movimientos sociales, presionaron para que la deuda de sus países –o al menos una parte de ella– fuera considerada “odiosa”. Esta última noción fue desarrollada por un jurista ruso, Alexander Sack, en 1920. Exministro zarista y nada sospechoso de radicalismo, Sack entendía que una deuda podía considerarse odiosa o ilegítima cuando: a) se había gestado sin conocimiento ni aprobación del pueblo; b) se gastaba en actividades que no redundaban en beneficio del pueblo; c) el prestamista era consciente de esta situación.

No hace falta ser un avezado fiscal para advertir que buena parte de la deuda europea responde a esta caracterización. Al menos en el caso español, sería impensable sin las ingentes ayudas otorgadas a la banca, a los promotores inmobiliarios y a grandes constructores. Este proceso ha tenido lugar casi sin debate. Sin que la responsabilidad de estos grupos en la crisis haya sido debidamente esclarecida y sin beneficio alguno para la mayoría de la población. El crecimiento de la deuda pública no ha servido para proteger a las familias con hipotecas fraudulentas e impagables. Tampoco para redirigir el crédito hacia emprendimientos social y ambientalmente sostenibles. Y menos para reforzar unos servicios públicos infradotados en relación con la media europea. Todo lo contrario. Los rescates han tenido lugar sin mayores contraprestaciones. Y sus beneficiarios no han dudado en utilizarlo para engrosar sus ingresos o para especular contra los propios poderes públicos. Ni los grandes inversores, ni las agencias de rating, ni la Unión Europea, ni los supuestos órganos de control interno, como el Banco de España, han sido ajenos a este proceso. Es más, mientras más ha crecido la deuda pública, mayores han sido los intereses exigidos por sus compradores y más dura la exigencia de recortes sociales y laborales.

Nada de esto es inevitable. En Islandia, la población ha logrado imponer un referéndum para no pagar la deuda generada por unas pocas entidades financieras. Y ha conseguido sentar en el banquillo a algunos banqueros y políticos. En España, Grecia, Portugal e Italia, se han iniciado acciones penales contra las agencias de rating por exagerar la mala situación financiera de ciertos países con fines especulativos. Los movimientos sociales y sindicales griegos han ido más allá y han impulsado, con juristas y economistas, un comité de auditoría de la deuda. Este comité se inspira en una experiencia similar que tuvo lugar en Ecuador en 2005. Su objetivo es determinar qué deudas deben pagarse y cómo, y cuáles no. ATTAC y otras organizaciones sociales están proponiendo que estos comités se expandan por toda Europa. Rechazar la deuda ilegítima y escalonar el pago del resto es fundamental para frenar el colapso social que se avecina. Porque lo que está en juego no es sólo la supervivencia de algunos derechos sociales básicos. Es la disputa entre democracia y deutocracia, entre democracia y oligarquía. O, como dicen los indignados, entre la libertad real, para todos, o la servidumbre indefinida a manos de un puñado de poderes financieros y económicos y de sus intermediarios políticos.