Susana Merino – ATTAC Argentina
La palabra utopía vio la luz en noble cuna, si por nobleza entendemos no los atributos nobiliarios de las jerarquías monárquicas sino aquella cualidad del alma que identifica a los seres humanos como honorables, bondadosos, generosos, magnánimos, condiciones todas que sin duda caracterizaron a Tomás Moro, canonizado en el siglo pasado y autor del libro que la inmortalizara. Aunque importada del griego ha representado desde entonces la idea de una
comunidad ideal basada en un sistema socio-político perfecto. La palabra distopía en cambio surgió mucho más recientemente generada tan solo por la necesidad, de calificar a aquellas sociedades conformadas contrariamente sobre la base de sistemas represivos o de control en estados desenfadadamente policiales, que ya proféticamente anticiparan Georges Orwell en su novela “1984” y Aldous Huxley en “Un mundo feliz” y que ni siquiera ha alcanzado el dudoso “privilegio” de ser reconocida por el diccionario de la RAE.
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