ELECCIOMORMONES en EE. UU.

Finalmente en la nueva carrera a la presidencia ha ganado Barack Obama, que despierta ya pocos entusiasmos entre nosotros tras descubrirse en estos últimos años a través de sus obras, que no era tan «negro» como creíamos.

Pero lo más importante es que nos hemos perdido -afortunadamente- ver en acción a un personaje como Mitt Romney, fiel seguidor de la extemporánea secta de los Mormones.

Hemos podido ser gobernados (ya sabemos que a pesar de Merkel seguimos bajo la bota del sheriff global) por un tipo que deposita sus más íntimas creencias en que en Septiembre de 1823, un ángel llamado Moroni dejó algunas tablas en la parte norte del estado de Nueva York y que estas tablas (que «contenían el Evangelio Eterno Completo») fueron descubiertas por un hombre llamado Joseph Smith. De estas tablas originales, según ellos escritas en «Egipcio, Caldeo, Arabe y Asirio», Joseph Smith «tradujo» el Libro del Mormón, el cual es la base y el fundamento de la doctrina de los Mormones.

Este libro incluye entre otras interesantes aventuras, el relato de la visita que el legendario Jesús de Nazaret habría realizado a América después de su resurrección.

En fin, como podemos ver, apasionante y lúcida base de pensamiento para gobernar el mundo.

Carta al ministro del Interior sobre los sucesos de Écija

José Ignacio González Faus, teólogo

Mi querido señor ministro: He oido por radio sus declaraciones a propósito de los sucesos en el supermercado de Écija. Reconoce Ud. que hay mucha gente que lo está pasando mal, pero arguye con el clásico axioma moral: el fin no justifica los medios.

Como el ideario de su partido apela a “los principios del humanismo cristiano”, me permito recordarle que según esos principios no hubo en aquella acción ningún uso de medios moralmente ilegítimos (en su legalidad no entro ahora).

Los principios del humanismo cristiano proclaman que “en casos de extrema necesidad todas las cosas son comunes” (in extrema necessitate omnia sunt communia). Porque “la distribución y apropiación de las cosas que procede del derecho humano no puede impedir que estas cosas remedien las necesidades de los hombres. Por eso todo lo que uno tiene de más lo debe a los pobres para su sustento. Y si la necesidad de alguien es tan grave y tan urgente que hay que remediarla con lo primero que se tenga a mano…, entonces cualquiera puede remediar su necesidad con los bienes de los demás, tanto si los quita de modo público como secreto; y esta acción no reviste carácter de robo ni de hurto”.

Estas palabras no son del alcalde de Marinaleda ni del innombrable Carlos Marx. Son de Santo Tomás de Aquino, uno de los pilares de ese humanismo cristiano al que Uds. dicen seguir. Y puede verlas en la Summa Theologica (2ª 2ªe, cuestión 76).

A ellas añadirá el cardenal Cayetano, gran comentador de Tomás, que un juez puede distribuir entre los necesitados el dinero sobrante de los ricos. Me pregunto, pues, si no están Uds. en el atolladero de aplicar la ley contra unos principios que dicen regular el ideario de su partido, quedando como embusteros ante la ciudadanía.

Entiendo además que si Ud. esgrime ese principio de que el fin no justifica los medios, se volverá inmediatamente contra toda la política de este gobierno: para un fin de suyo legítimo y necesario como es rebajar nuestra deuda, ha recurrido el gobierno a medios inmorales (temo que quizás también anticonstitucionales) como son privar a mucha gente de derechos constitucionales, de los ingresos mínimos indispensables, abocarlos al hambre, a la desesperación, a la falta de asistencia médica indispensable, a tener que recurrir a unas Caritas ya desbordadas y a quedarse sin vivienda después de un enorme esfuerzo y encima con una deuda impagable para la que ni siquiera vale el principio lógico de la dación por pago.

La mayoría de los medios que han aplicado Uds. para saldar la deuda española son inmorales y no se justifican por ese fin tan legítimo.

Hace poco habló el presidente del Gobierno de posibles nuevos recortes en esa misma dirección, para reunir 65.000 millones de euros imprescindibles. Su gobierno debe saber que, en España, hay 16 personas que poseen ellas solitas unas fortunas cercanas a los 60.000 millones. Sólo 16 personas entre más de cuarenta millones de españoles. No creo pues que, a la luz del humanismo cristiano, pueda caber duda de cuáles hubieran sido los medios legítimos.

Porque, por otro lado, se repite ahora que todo el dinero que nos va a prestar draconianamente la UE es “para tapar los agujeros de los Bancos”. Ya habíamos oído mil veces que el problema de nuestra deuda era sobre todo de carácter privado y no público; y ahora lo vemos confirmado al saber dónde van a ir esos primeros 30.000 millones que esperamos recibir el mes que viene. Los Bancos y sus agujeros han sido efectivamente los primeros causantes de nuestro desastre actual (sin negar ahora otros factores exteriores a España).

Y lo fueron porque, para un fin de legitimidad muy discutible (como era el enriquecerse más y más) pusieron en juego medios absolutamente ilegítimos, otorgando préstamos que sabían que no podían ser devueltos pero de los que esperaban resarcirse con expropiaciones forzosas mucho más pingües de lo que se expropió en el supermercado de Écija.

¿Sabe Ud. cuántas viviendas inútiles son hoy propiedad de los Bancos? Un ministro del interior debe conocer ese detalle. Como sabrá también que a bastantes gentes ancianas y no muy letradas que tenían en Bankia unos ahorros de seis mil o diez mil euros que constituían toda su fortuna, se las engañó haciéndoles firmar un papel que “iba a ser su solución”, y se les convirtieron los depósitos en acciones, robusteciendo al Banco y debilitándolas a ellas al impedirles disponer de su dinero ahora que lo necesitan.

Si Ud. está decidido a no permitir que para fines en sí legítimos se usen medios ilegítimos, no dudo de que, antes que al alcalde de Marinaleda y su grupo, llevará Ud. a los tribunales a una serie de banqueros de cuyo nombre prefiero no acordarme para esperar a que los investigue la justicia.

O mejor: déjeme decirle que dudo mucho de que Ud. se atreva a hacer eso que sería tan justo: porque son esos Bancos quienes financian buena parte de sus campañas electorales que, tal como están, son otro medio ilegítimo que no queda justificado por el fin de ganar unas elecciones. Y, por supuesto, esto último no vale sólo para su partido sino también para otros del Estado.

Puedo equivocarme como todo ser humano. Pero siempre he tenido la impresión de que, en su partido, suelen argumentar apelando a grandes principios universales indiscutibles, pero que no se aplican al caso concreto que se discute. Y que además suelen exigir a los demás lo que no se exigen a Uds. mismos. Debo confesar que las declaraciones suyas que he oido por radio, me confirman una vez más en esa impresión.

Gracias por haberme leído. Quedo de Ud. atentísimo.

José Ignacio González Faus

El estado despilfarra en la iglesia

Fuentes: Diario Público y BOE
El arzobispo de Madrid, Rouco Varela, a su llegada a la misa que se celebró, ayer en el pabellón Madrid Arena, para preparar la Jornada Mundial de la Juventud de agosto.EFE

«Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios», cuentan que dijo Jesucristo a los fariseos en la Galilea del siglo I. Dos milenios después, la Iglesia católica en España continúa olvidando la máxima evangélica, y este año recién finalizado ya ha conseguido del «César» más de 10.000 millones de euros en conceptos varios. Una media de 200 euros por habitante que, sea o no creyente, ve cómo esta importante cantidad se extrae de los presupuestos de las distintas administraciones públicas (Estado, comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos).

Algunos estudios concluyen además que anulando las subvenciones a la Iglesia no sería necesaria la ampliación de la jubilación a los 67 años.

Todo ello, sin contar con partidas «excepcionales», como los 60 millones de euros (en metálico y en especie) que el pasado agosto recibieron para sufragar los gastos de seguridad, limpieza, organización y cesión de terrenos de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, que curiosamente trajo al viejo Benedicto XVI a Madrid y que fué declarado por el Gobierno como «evento de interés especial». Ésto supuso nuevos privilegios fiscales, tanto para la Iglesia como para las empresas colaboradoras del acto.

De ese monto, una de las partidas llega a través de la famosa casilla de la Iglesia en la declaración de la Renta, que el año pasado aportó a las arcas de la institución, de forma directa, más de 250 millones de euros.

Otra forma de ingreso son las exenciones de impuestos como el que pesa sobre los bienes inmuebles (IBI) que es, precisamente, uno de los que ha incrementado el Ejecutivo del Partido Popular ahora.

Fines sociales

A ello hay que sumar al menos otros 80 millones que la Iglesia recibe a través de la X de «otros fines sociales», de la que se benefician proyectos de ONG católicas. Una cantidad que no es relevante teniendo en cuenta el total de las donaciones públicas a la Iglesia, pero que sí refleja la pervivencia de unos privilegios incompatibles con el Estado laico y que, en algunos casos, se remontan al siglo XIX.

Expertos en Derecho Eclesiástico como Óscar Celador o Dionisio Llamazares critican que la jerarquía eclesiástica «viva de las rentas de la desamortización de Mendizábal (1822)», y que los actuales Acuerdos Iglesia-Estado que consagran la financiación pública de la Iglesia, aunque también elcompromiso de esta, jamás cumplido, por trabajar en su autofinanciación son «inconstitucionales».

Una situación que, además, genera desigualdades con otras confesiones. En la práctica, la Iglesia católica es la única religión con financiación pública. Judíos, musulmanes y evangélicos se reparten apenas 6 millones de euros (a través de la Fundación Pluralismo y Convivencia), mientras que la Iglesia católica recibe más de 10.000.

Ajena a estas consideraciones, la jerarquía eclesiástica viene lanzando desde hace años una campaña en la que anima a los contribuyentes, católicos o no, a marcar las dos casillas de la Renta, lo que supone detraer el 1,44% de los impuestos, la mitad a la Iglesia y la otra mitad a «Otros Fines». «No pagarás más, no te devolverán menos», afirma el lema del pasado año.

Campaña «austera»

La Iglesia cuenta que trabaja con los inmigrantes, los presos, los huérfanos o los ancianos. Sin embargo, la realidad es que todos los fondos recaudados por los obispos con la famosa casilla van a sufragar el culto católico, los sueldos de los sacerdotes y la Seguridad Social del clero. De hecho, aunque su ejemplo y su función social aparezcan en los anuncios de la casilla eclesiástica, las ONG católicas reciben su ayuda a través de la casilla de Otros fines de Interés Social.

La Iglesia insiste en que marcar la X de la Iglesia «supone apostar por la familia, la educación en valores, el desarrollo de las personas y luchar contra la crisis». Una crisis que, hasta la fecha, no ha afectado a las arcas de la institución, que en los últimos dos años ha visto cómo la cantidad ingresada por el IRPF pasaba de 140 millones de euros a 253,4 millones.

¿A dónde va el dinero? Los presupuestos de la Conferencia Episcopal indican que el montante de la casilla se dedica a pagar los sueldos de los curas. Aunque no todos opinan lo mismo. Europa Laica denuncia cómo tanto la jerarquía de la Iglesia como las organizaciones católicas financiadas a través de los fines sociales, «dedican parte de sus recursos a sufragar costosas campañas para promover la represión sexual, la discriminación por razón de género u orientación sexual, contra la libertad de la mujer, contra los avances científicos o contra la eutanasia y la muerte digna».

Discriminación

Desde hace años, distintas instituciones, religiosas y laicas (desde Redes Cristianas a Europa Laica) claman por la eliminación de la casilla de la Iglesia en el IRPF, que consideran «una discriminación para los contribuyentes que no señalan ninguna casilla», afirma el teólogo Evaristo Villar. Por su parte, el presidente de Europa Laica, Francisco Delgado, sostiene que «con el actual sistema, el Estado conculca el artículo 31 de la Constitución que indica que todos los ciudadanos deben contribuir al sostenimiento de los gastos públicos en condiciones de igualdad».

Europa Laica ha exigido al Gobierno la eliminación de la casilla de la Iglesia católica, puesto que «refleja el apoyo preferente del Estado a la religión católica y la discriminación para los ciudadanos que aun siendo creyentes no desean que se financie la iglesia católica, para aquellos que son fieles de otras religiones y para todos los que no tienen religión».

Europa Laica rechaza también la casilla de asignación tributaria a fines sociales, porque «lo que se recauda por este concepto se entrega a organizaciones y fundaciones católicas, de ahí que la jerarquía católica anime a marcar ambas casillas», como así sucede este año.

Después de más de 30 años de democracia y de vigencia de una Constitución que establece «que ninguna confesión tendrá carácter estatal», las relaciones entre la Iglesia católica y el Estado español no han cambiado sustancialmente, aunque la influencia de aquella sobre la sociedad sea menor.

El incremento de la financiación de la Iglesia por parte del Estado y los privilegios económicos, jurídicos y políticos, de los que disfruta demuestra que todavía «estamos en un estado confesional encubierto», a juicio de Europa Laica. Muy lejos, cuando menos, de la separación que reivindicaba Jesús de Nazaret. Y es que el César, muchas veces, está demasiado cerca de Dios.

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El modelo «inconstitucional» de la Iglesia en España

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  • «La Administración tributaria del Estado no debe estar al servicio de las confesiones religiosas»

A diferencia del caso español, el modelo de Francia «es plenamente respetuoso con el principio de laicidad del Estado», insiste Torres, quien recuerda que el artículo 16.3 de la Constitución Española señala que «ninguna confesión tendrá carácter estatal».

En Reino Unido y en Irlanda la Iglesia tampoco tiene dotación presupuestaria estatal alguna. El Gobierno sólo destina fondos públicos al «mantenimiento y conservación de los edificios de interés artístico en manos de las autoridades eclesiásticas». Aun así, se estima que en torno al 90% de estos gastos «corren a cargo de las propias iglesias», reza el estudio.

Finalmente y para mayor escarnio veamos el boletín del pasado sábado, donde se nos escupe a la cara el abono a cuenta que vamos a hacer MENSUALMENTE a la Iglesia Católica y que asciende a la insultante cifra de 13.266.216,12 euros:

Carta al Papa de un anticlerical español

Luis García Montero  en Público

Confieso que ha acertado usted conmigo. Mis sentimientos se parecen mucho al anticlericalismo combativo. Es verdad que en este asunto, como en todos, soy incompatible con la violencia y que entre mis ilusiones no está la de quemar una iglesia. Pero la quema de una iglesia es un episodio coyuntural, propio de condiciones históricas muy particulares, que no sirve para definir el anticlericalismo. Sin quemar nada y sin perseguir sacerdotes, se puede sentir una indignación interior, una combustión interna, muy parecida al anticlericalismo, cada vez que alguien quiere humillar la razón a las supersticiones. Confieso que yo siento esa cólera al escuchar sus ideas sobre la ciencia, el dolor, la sexualidad, la muerte, la mujer y la dignidad humana. Como no he recibido el don de la fe, me parece una estafa inaceptable el mundo que usted representa.

Si se esfuerza un poco, no le resultará difícil entenderme. Cada cuál pertenece a su historia. Yo he nacido en un país en el que la jerarquía católica, siempre que estuvo en su mano, actuó con una agresividad muy violenta, quemando cuerpos y libros, persiguiendo herejes, abrazándose al poder terrenal y humillando a los más desfavorecidos. El enciclopedista Masson de Morvilliers preguntó en el siglo XVIII qué se podía esperar de un país que necesitaba el permiso de un cura para pensar. No cambiaron mucho las cosas en el siglo XIX y en buena parte del XX. Está muy cerca todavía el espectáculo de una Iglesia militante contra los valores democráticos, volcada en preparar y bendecir el golpe de Estado de 1936, las ejecuciones masivas y la dictadura. Le aclaro que hablo desde una experiencia histórica objetiva, nacional y católica, no tanto desde una experiencia particular. Yo tuve la suerte de encontrarme en mi adolescencia con curas obreros que luchaban a favor de los pobres y en contra de la dictadura. Pero esos curas, y su Teología de la Liberación, ahora cuentan muy poco, gracias a la burocracia partidista de la Iglesia y a las persecuciones disciplinarias
desatadas contra ellos por usted y su antecesor, Juan Pablo II.

Así que le confieso mi anticlericalismo. El malentendido está en que usted me considere peligroso y en que piense que represento a mi país. Soy de los que creen que en los asuntos de la identidad cuenta más el hacer que el ser. Aunque soy anticlerical, me esfuerzo en comportarme como un laico. Renuncio a mis antipatías religiosas en busca de espacios públicos y neutros que permitan la convivencia. A mí me haría mucha ilusión llenar los colegios y los espacios colectivos, junto al cartelito de prohibido fumar, de otro tipo de avisos, como la religión es peligrosa para la salud física y mental. Pero comprendo que eso podría molestar a muchas conciencias personales. Así que dejo mi anticlericalismo en casa. Creo que tengo derecho a esperar un comportamiento parecido de usted. Podría, por ejemplo, guardarse los crucifijos en su casa. No sabe lo que me molesta que mi hija se vea obligada a estudiar Biología en una clase con un crucifijo, es decir, con un señor muerto, pero que va a resucitar a los tres días, lo cual no es del todo sorprendente si se piensa que vino al mundo sin que su madre conociera varón y que es a la vez un individuo y una agrupación, formada por un padre, un hijo y un espíritu santo. Para la identificación policial, esa multiplicidad de personalidades es tan peligrosa como un burka.

Pero no se preocupe, porque yo no soy peligroso para usted. No he tenido nunca un Gobierno que defienda mis derechos de ciudadano dispuesto a vivir en un país laico. Y, además, no represento a mi país. Lo que hoy caracteriza a España no es el anticlericalismo, sino la indiferencia de una masa instalada en el egoísmo que define a las sociedades consumistas del capitalismo desarrollado. Esa indiferencia sí que es peligrosa, tanto para sus ideas religiosas como para mis ilusiones políticas. Las militancias éticas han pasado de moda. El Gobierno lo sabe, y por eso no entra en guerra con ustedes. Evita posibles facturas electorales y prefiere dejar que la indiferencia vaya desacralizando y despolitizando poco a poco el país. Le confieso que usted y yo estamos fuera de lugar en este reino. Sobramos los dos. Sobran su culpa y su espiritualidad católica. Sobran mi anticlericalismo y mi deseo de conseguir un mundo sin dioses, reyes, ni tribunos.

Odio teológico contra Saramago

Fuente:  FUNDAÇAO JOSÉ SARAMAGO

El artículo de ‘L’Osservatore Romano’ contra el fallecido Nobel portugués no despide más que una ira furiosa y vulgaridad. Lo único que consigue es delinear un proceso exactamente al estilo del Santo Oficio.

fjsJosé Saramago ha dejado la isla de Lanzarote. Sus restos mortales han ido a Portugal, donde serán incinerados después de la capilla ardiente. Una parte de sus cenizas regresará a la isla para ser sepultada al pie de un olivo». Las agencias de noticias que transmitían estas informaciones añadían otra más: el gran escritor desaparecido era objeto de un reconocimiento extraordinario, el ataque furioso del diario de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, tan dominado por la pulsión del anatema que daba salida a una prosa desquiciada y torcida. Pero ya se sabe que la caridad cristiana, en manos de la Iglesia jerárquica, puede hacer milagros.

Es evidente que las inolvidables novelas del Nobel portugués tienen la capacidad de absorber al lector «en cuerpo y alma», despiertan su espíritu crítico y, al mismo tiempo, las emociones y la fantasía, incluso ante temas sobre los que la Iglesia jerárquica pretende ejercer un monopolio vigilante, si el órgano oficial del presunto Vicario de Cristo en la Tierra ha sentido la necesidad irrefrenable de vomitar a tambor batiente un vade retro! de injurias incoherentes, con el cuerpo aún caliente, en vez del requiescat in pacem canónico.

Comienza con que «aunque haya fallecido a la respetable edad de 87 años, no podrá decirse de José Saramago que el destino le mantuvo con vida a toda costa», una expresión que tal vez pretende ser una utilización irónica de una frase de su novela Todos los nombres pero que, por el contrario, no despide más que odio y vulgaridad.

A continuación inicia el rosario de acusaciones contra sus novelas, su contenido, su estilo, todo: «La Historia con mayúscula en filigrana con la del pueblo» (solo faltaría, en alguien que era novelista y no historiador), «una estructura autoritaria totalmente sometida al autor, más que a la voz narradora» (a la «pluma» del Papa se le escapa que, independientemente de que el relato lo conduzca la voz narradora o el autor, «Madame Bovary c’est moi», como explicaba Flaubert y como sucede con cualquier escritor), «una técnica de diálogo completamente deudora de la oralidad» (no se sabe cuál es el problema, porque la fusión entre narración y oralidad es uno de los elementos estilísticos que hacen que las obras de Saramago sean memorables), «un intento imaginativo que no se molesta en encubrir con la fantasía la impronta ideológica de eterno marxista»; ya está, aquí estamos, eso es lo que saca de quicio al periódico del Papa. Y sobre todo, «un tono de inevitable apocalipsis con un presagio perturbador que pretende celebrar el fracaso de un Creador y su creación».

En resumen, la grandeza literaria es lo de menos. L’Osservatore Romano resulta patético cuando trata de reevaluar bajo el perfil de la creatividad una obra que hizo de José Saramago el mayor escritor vivo y lo único que consigue es delinear un proceso exactamente al estilo del Santo Oficio. Primera imputación: «respecto a la religión, dado que siempre tuvo la mente enganchada en una banalización desestabilizadora de lo sagrado (…), Saramago no dejó nunca de apoyar un descorazonador simplismo teológico». En italiano, lo primero que evoca siempre la palabra uncinata (enganchada) es la croce uncinata, la cruz gamada, una asonancia hitleriana, un lapsus con el que se perjudican a sí mismos, porque es un adjetivo que más valdría haber evitado en el periódico de un Papa que en su juventud lució la enseña de las Hitlerjugend. Pero cuando se es esclavo furioso del odio teológico ya no se controla lo que se dice.

Por otra parte, dado que la otra imagen que evoca uncinato es la de los ganchos en los que cuelgan los cuartos de la res los carniceros, las palabras «una mente uncinata da una banalizzazione», «una mente enganchada en una banalización», o las ha escrito un genio de la ficción barata, o las han firmado con tinta azul en cualquier gimnasio. Y ahora viene la pregunta: ¿el autor de la necrológica cristiana quiere decir que el cerebro de Saramago estaba desestabilizado por la banalización de lo sagrado (es decir, que estaba loco o era un gilipollas), o que dicha banalización, unida a su materialismo libertario, desestabilizaba la fe de los lectores? Porque, si se trata de este último caso, eso sería un elogio.

¿Y en qué consistiría el «descorazonador simplismo teológico» de que le acusa Claudio Toscani? En haber sostenido (la síntesis es de Carneade) que, «si Dios está en el origen de todo, Él es la causa de todo efecto y el efecto de toda causa» y, por consiguiente, por haberse enojado con «un Dios en el que nunca había creído, por Su omnipotencia, Su omnisciencia, Su omnividencia». Es decir, por haber ilustrado con un talento narrativo espectacular las antinomias de la teodicea, que los doctores de la Iglesia no han sabido nunca resolver pese a siglos de sutilezas teológicas y de agarrarse a clavos ardiendo. Además, Toscani, en su papel de filósofo improvisado, olvida que la característica de Dios que es incompatible con la omnipotencia no es la omnisciencia, sino la bondad y la justicia infinitas, vistos los horrores de los que está llena «Su» creación.

Pero la obra que hizo que las jerarquías de la Iglesia vertieran auténtica bilis, una bilis que aún perdura 20 años después, fue, por supuesto, El Evangelio según Jesucristo, «un desafío a las memorias del cristianismo del que no se sabe qué salvar». No lo sabe el amanuense del Papa, porque sí lo saben muy bien los millones de lectores apasionados y los historiadores del cristianismo primitivo, que dan por sentado que el profeta judío itinerante de Galilea llamado Jesús no se consideró jamás el Mesías (para una minoría, como mucho, «Cristo no sabe nada de Sí hasta cuando está a un paso de la cruz», precisamente lo que Toscani reprocha a Saramago), y que, en efecto, «María fue para él una madre ocasional», hasta el punto de que no sabemos nada de ella aparte de que opinaba que su hijo estaba «fuera de sí» (Marcos, 3:21). Cuando el paladín del Evangelio según Ratzinger concluye, con la lanza en ristre pero la prosa un poco retorcida, que «la esterilidad lógica, antes que teológica, de esos asuntos narrativos, no produce la deconstrucción ontológica buscada, sino que se enrosca en una parcialidad dialéctica tan evidente que es preciso negarle toda credibilidad», solo se puede decir: «de te fabula narratur».

Por otra parte, el odio teológico impide el respeto a la lógica e incluso a los hechos: como golpe final, L’Osservatore Romano reprocha al gran escritor que «un populista extremista como él, que se había hecho cargo del porqué de los males del mundo, debería haber vinculado el problema a las estructuras humanas pervertidas, desde las histórico-políticas hasta las histórico-económicas», exactamente lo que hizo Saramago, con su empeño inagotable «en nombre de los últimos», de los pobres, los marginados, que debería recordar algo a quien pretende predicar el Evangelio todos los domingos. El escritor llamaba a todo esto «comunismo», pero, como ha recordado Luis Sepúlveda, para Saramago, «ser comunista en el confuso siglo XXI» era sencillamente «una cuestión de ética frente a la historia», no era ideología sino entender «la solidaridad como algo unido al hecho de vivir. Nadie se había sacrificado tanto por tantas causas justas y en tan poco tiempo».

Filósofo y editor de la revista Micromega. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

LA IGLESIA ESPAÑOLA, ANTE LAS BROMAS, …COMO LOS INTEGRISTAS MUSULMANES

Este satírico video de Javier Krahe ha servido de escusa a la iglesia española para «sentirse ofendida» y querellarse contra él desde algunas de sus organizaciones más ultras.

Debido a ello, el Juzgado de Instrucción nº 3 de Colmenar Viejo (Madrid) ha decretado apertura de juicio oral, contra Javier Krahe por «hechos que pueden ser constitutivos de un delito contra los sentimientos religiosos» y ha dictado contra él la exagerada fianza de 192.000 euros.

Esta milonga de «ir contra los sentimientos religiosos» está amparada en el artículo 525 del Código Penal, y curiosamente JAMÁS SE HA DICTADO UNA SENTENCIA CONDENATORIA. Espero que esta vez no sea distinto.

Pero… ¿No habíamos quedado que en España había quedado abolida la «blasfemia» como delito?

Todo esto me recuerda mucho la persecución a humoristas gráficos por parte de integristas musulmanes,  por realizar viñetas como ésta de la izquierda.

Velos, tacones, corsés

LOLA GARMENDIA en El País

El uso del hiyab, sin duda una costumbre social en ciertos entornos culturales musulmanes, solemos interpretarlo los occidentales como un síntoma de la desigualdad de las mujeres en tales medios, aunque mostremos menos capacidad de crítica ante ciertos usos y costumbres propios de nuestra sociedad. Tan arraigados y difíciles de cambiar como el nombrado, también los deberíamos enunciar igual de enfáticamente como síntomas de sumisión al orden machista aún imperante.

Por ejemplo la tendencia a seguir los dictados de la moda femenina occidental en su versión súper-sexy. Ambos usos constituyen un reflejo más del largo camino que aún nos queda a las mujeres para alcanzar la igualdad de género en todos los ámbitos de la vida. El uso de tacones altísimos y ropas-faja muy ajustadas, en las que «en su natural sentido del sacrificio» se embuten actualmente una parte de las mujeres y adolescentes españolas y occidentales, les limita la libertad de movimiento, las hace especialmente vulnerables ante una situación de riesgo en la calle. Son ropas diseñadas y vestidas en función de los gustos masculinos.

Cuando se detecta que una persona «tiene un problema», ¿desde cuándo se la «libera» por la coacción antes que inducir un cambio por el convencimiento? ¿A qué viene empecinarse en prohibir a una chica ir a su colegio porque se ha enrocado en llevar su pañuelo, a falta de poco más de un mes para acabar el curso? A que una adolescente de origen (o no) magrebí más abandone antes de lo que debiera la escolaridad, empujándola a refugiarse en ese entorno familiar patriarcal del que se supone que se la quiere proteger. ¡Cuanta intolerancia, prepotencia cultural y falta de inteligencia en los operadores sociales de este conflicto.

¿PUEDE UN PAPA RENUNCIAR?

Redacción BBC, Internacional

En medio del escándalo por los abusos sexuales de menores por parte de curas de la Iglesia Católica se han levantado voces para indicar que el papa Benedicto XVI debería renunciar.

Papa Benedicto XVINingún Papa ha renunciado en los tiempos modernos.

¿Es posible esto? David Willey, corresponsal de la BBC en el Vaticano, examina la cuestión.

En teoría, no hay nada que frene al Papa a tomar un pedazo de papel de su escritorio y escribir una carta de renuncia al Colegio Cardenalicio, el cuerpo de cardenales de la Iglesia Católica y órgano supremo electoral dentro de la institución.

Bajo el derecho canónico, las únicas condiciones para la validez de una renuncia de ese tipo son que se haga libremente y que sea debidamente publicada.

Pero ningún Papa lo ha hecho en los tiempos modernos.

Hacer clic:   Cronología de los escándalos de abuso sexual dentro de la Iglesia Católica

Ha habido, sin embargo, una persistente especulación de historiadores de que durante la Segunda Guerra Mundial, el papa Pío XII elaboró un documento asegurando que si él era secuestrado por los nazis se considerara que había renunciado y que su sucesor debía ser elegido.

Como el Vaticano ha retrasado la publicación completa de sus archivos relativos al pontificado de Pío, a causa de una disputa sobre su reacción ante el Holocausto nazi, no hay manera de verificar si esto es verdad.

Pretendientes

Yendo más atrás en el tiempo, el último caso de un Papa renunciante se remonta a más de cinco siglos. El papa Gregorio XII, que reinó desde 1406 hasta 1415, lo hizo para poner fin a lo que se llamó el Cisma de Occidente.

Había tres pretendientes al trono papal en ese momento: el Papa romano Gregorio XII, el Papa de Aviñón Benedicto XIII y el antipapa Juan XXIII.

Protesta de víctimas de abusos frente a la plaza San Pedro en el    VaticanoEl Vaticano ha defendido enérgicamente los cinco años de papado y la conducta previa de Benedicto XVI.

Antes de renunciar, Gregorio XII formalmente convocó a un concilio de la Iglesia y lo autorizó a elegir su sucesor.

Hacer clic Análisis:   Inquietud e indignación en el Vaticano

El único otro ejemplo significativo de una renuncia papal se remonta aún más lejos en el tiempo.

En 1294, el papa Celestino V, apenas cinco meses después de su elección, emitió un decreto declarando solemnemente que estaba permitido que un Papa dimitiera. Y luego lo hizo.

Vivió durante dos años más como un ermitaño y más tarde fue declarado santo. El decreto que emitió terminó con cualquier duda entre los especialistas de derecho canónico sobre la validez de una renuncia papal.

Habiendo dicho todo esto, explica el corresponsal en el Vaticano, la probabilidad de que el papa Benedicto XVI renuncie voluntariamente a su cargo es escasa.

El Vaticano hasta ahora ha defendido enérgicamente sus cinco años de papado y la conducta previa de Benedicto XVI durante el período en que fue cardenal arzobispo de Munich y, posteriormente, líder de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el departamento de vigilancia del Vaticano responsable de la disciplina de los sacerdotes culpables de mala conducta.