¿Rescate a Portugal, o a sus bancos?

Otra vez el engaño de los rescates: ¿Ahora Portugal?

Juan Torres López – Consejo Científico de ATTAC.

En otros artículos referidos al caso español traté de poner de relieve que cuando se habla de “rescatar” a un país se produce un gran engaño que es imprescindible tratar de desvelar.

Ahora ocurre lo mismo con Portugal cuando las autoridades europeas y los llamados “mercados”, en realidad los grandes grupos financieros y empresariales, insisten para que el gobierno portugués solicite que su país sea “rescatado”.

Generalmente, cuando se habla de “rescatar” a un país se parte de una situación real y de gravedad que suele manifestarse en un gran endeudamiento que dificulta o impide hacer frente a los compromisos de pago adquiridos. Sin embargo, cuando esto ocurre se produce un engaño muy bien orquestado en relación con las razones, los problemas, las soluciones y los efectos de la operación que se desea llevar a cabo.

El primer engaño suele darse sobre la naturaleza de los problemas que padece el país al que se dice que hay que “rescatar”. Ahora, como en los caso griego o irlandés recientes, se afirma que Portugal tiene un grave endeudamiento público derivado del crecimiento desbordado de sus gastos que le obliga a recurrir a un cuantioso préstamo para liquidar con él sus deudas. No es del todo cierto, como señalaré enseguida.

El segundo engaño se deriva del anterior. Para que el “rescate” sea útil se afirma que debe ir acompañado de medidas que resuelvan el problema que originó la situación que se quiere resolver y que, por tanto, deben consistir, principalmente en recortar el gasto. En consecuencia, los que dan el préstamo para “rescatar” al país, en este caso Portugal, imponen políticas consistentes en recortar cualquier tipo de gasto público y en especial el que está vinculado con las actividades que dicen que el sector privado puede llevar a cabo más eficazmente, es decir, con los servicios públicos (otro engaño más porque no es seguro que lo haga mejor y sin embargo es inevitable que el capital privado lo proporcione más caro y a menos población), o el que se considera improductivo, como el sueldo de los funcionarios, por ejemplo.

Al mismo tiempo se engaña también afirmando que el resultado del rescate será el mayor incremento de la actividad y de la creación de empleo y que, por tanto, gracias a él las aguas de la economía volverán a su cauce anterior e incluso a un nivel mucho más satisfactorio de rendimiento económico.

Desde que en los años ochenta se empezaron a producir “rescates” en economías de América Latina hemos podido ver cómo acaban este tipo de operaciones (con menos actividad, empleo y desigualdad y con más pobreza) y analizando la situación de los países que han sido o que van a ser “rescatados” podemos comprobar sin demasiada dificultad la naturaleza de este engaño.

Los problemas económicos que tiene Portugal no son exactamente el resultado de que haya habido mucho gasto público, de endeudamiento público. Es verdad que el déficit ha aumentado mucho en los dos últimos años pero eso se ha producido como consecuencia de la crisis que han provocado los bancos y de que se haya impuesto una respuesta a ella basada justamente en salvarlos a costa de un precio extraordinariamente alto. De hecho, el gobierno portugués, siguiendo directrices y ejemplos europeos y la presión de los propios poderes financieros, llegó a nacionalizar bancos en operaciones que le costaron muy caro.

Pero ni siquiera eso es lo que provoca los problemas más agudos de la economía portuguesa. Su problema más grave no es el endeudamiento público sino el exterior y éste se viene produciendo en los últimos años no precisamente porque haya habido despilfarro público sino como consecuencia de las políticas neoliberales que han destruido su riqueza productiva, su industria y agricultura y que le han cercenado las fuentes de generación de ingresos ya de por sí débiles. Como en tantos otros países, han sido estas políticas generadoras de escasez en aras de salvar el beneficio de los grandes grupos oligárquicos y que han obligado a Portugal a vender sus mejores activos productivos al capital extranjero, las que han destruido tejido industrial y producción agraria y las que así han provocado un debilitamiento de su capacidad de crear empuje económico, de su competitividad y, como consecuencia de ello, el incremento de la deuda exterior.

La realidad es que las políticas neoliberales auspiciadas por la Unión Europea han significado un corsé letal para la economía portuguesa y que han ido produciendo en los últimos años un incremento del desempleo y de la pobreza que se ha tratado de disimular, entre otras medios, gracias a que el dominio de los grandes medios de comunicación está cada vez más en manos de esos mismos capitales extranjeros.

Y cuando la crisis ha estallado y cuando el gobierno ha asumido la carga extraordinaria del salvamento bancario, así como cuando ha sufrido mayor merma de ingresos y aumento de gasto para evitar el colapso de la economía, es cuando la situación se ha hecho ya insostenible.

Por tanto, es mentira que el “rescate” sea obligado porque la economía portuguesa sufra debido al endeudamiento público. Si se viene encontrando cada vez más debilitada es por otro tipo de razones.

Y aquí viene otro engaño especialmente peligroso. Las medidas que necesita Portugal para salvar su economía no son las encaminadas a reducir el gasto sino a cambiar el tipo de políticas que le vienen ocasionando pérdida de ingresos, de actividad y de empleo y una desigualdad cada vez mayor, que ha hecho que las rentas en aumento de las clases ricas se hayan dedicado a la inversión financiera o inmobiliaria especulativas que han dado grandes beneficios a bancos también extranjeros, entre los que destacan los españoles, pero que han acumulado mucho riesgo y ha creado una base cada vez más volátil y débil para la economía portuguesa, como ahora se puede comprobar.

El siguiente engaño tiene que ver con los efectos benéficos que dicen que tendría el “rescate”.

En contra de lo que afirman los voceros de los grandes grupos financieros que lo desean, si a los problemas reales que acabo de mencionar se añade ahora, como quieren los que se disponen a “rescatar” a Portugal, recortes en el gasto, disminuciones de salarios y en general políticas que van a producir disminución de la demanda, lo que ocurrirá será que la economía portuguesa se encontrará aún peor porque todo ello solo va a provocar una caída del consumo, de la inversión y del mercado internos y, por tanto, menos actividad y menos empleo.

La realidad es que el “rescate” de Portugal, tal y como se daría allí siguiendo la línea de otros tantos anteriores (un préstamo muy cuantioso para que Portugal pague las deudas acompañado de medidas restrictivas y de recorte de derechos sociales y de gasto) no va a salvar a su economía. Es mentira que este tipo de operaciones rescaten a los países. Esto es solo un último y definitivo engaño: de lo que se trata no es de salvar o rescatar a un país sino a los bancos, principalmente, y a los grupos más ricos y poderosos, puesto que lo que se hace con el rescate es poner dinero para que ellos cobren sus deudas y obligar a que la sociedad cargue con la factura de la operación durante años.

Tan cierto es esto que resulta fácil y patético comprobar que son precisamente estos grupos financieros y las autoridades europeas que le sirven los que se empeñan en convencer a las portuguesas de que soliciten el “rescate”, una buena prueba de quiénes son de verdad los que se beneficiarán de él.

Y esto pone sobre la mesa una última cuestión. Un engaño no menos importante. Quizá el peor. El que tiene que ver con el tipo de régimen político en el que vivimos y en el que los electores, los ciudadanos, no podemos decidir realmente sobre las cuestiones económicas.

Lo llaman democracia pero a la vista de lo que viene sucediendo está cada vez más claro que no lo es porque se nos ha hurtado la posibilidad de decidir sobre las cuestiones económicas que evidentemente son una parte central de las que directamente afectan a nuestra vida. Y es justamente por ello que hemos de hacer todo lo que esté en nuestras manos para tratar de cambiarlos. Eso sí que sería un verdadero rescate. Lo demás es otro robo.

Artículo publicado en Cuarto Poder

En la Unión Europea se pueden rechazar los recortes

Portugal exporta dignidad

Juan Carlos Escudier,  en  PÚBLICO

Aunque lo diga Zapatero, obligar a los bancos y cajas saldar la deuda hipotecaria con la entrega de la vivienda no pone en peligro el sistema financiero, sobre todo en un país en el que primero se paga la casa y después se da de comer al niño, de ahí que la morosidad de estos créditos no llegue al 2,5%. Como sabemos todos los que le adelantamos el parné, el sistema financiero se basta y se sobra para ponerse en riesgo, y si no siempre es posible contar con Moody´s, que ha sido oler a sangre en Portugal y lanzarse a morder la pantorrilla de 30 entidades españoles, a las que ha rebajado la solvencia como si quisiera dar pistas acerca del paradero del siguiente cadáver. Otra cosa no será, pero sentido de la oportunidad tienen un rato estos chicos del pub.

Pero vayamos a Portugal, que después de varios meses al borde del precipicio del rescate financiero, decidía este miércoles dar un paso al frente. La crisis política desatada tras rechazar la oposición el cuarto paquete de recortes y forzar la dimisión del primer ministro José Sócrates no es, en contra de lo que parece, un suicidio colectivo sino una rotunda expresión de dignidad, en la que se hubiera inspirado Pessoa para volver a proclamar aquello de que “sólo en la ilusión de la libertad, la libertad existe”.

No es un suicidio porque si hay algo que los muertos no pueden hacer es inmolarse, y Portugal era desde tiempo un fiambre exquisito al que Alemania estaba dejando curarse a la intemperie antes de partir las primeras lonchas. Los portugueses han dicho no a las enésimas medidas de ajuste dirigidas a las espaldas de los de siempre y que, como destacaba la izquierda comunista, volvían a esquivar a una banca que, por lo visto, también goza de bula en el país vecino. Unas medidas, además, dictadas desde Bruselas sin ningún recato.

Cuando se confirme el óbito luso, sólo restará saber en qué medida nos afectará el luto. Siendo la banca española la que mayor exposición tiene en Portugal no serían descartables nuevos ajustes. Malas noticias para quienes no paguen la hipoteca: pueden irse despidiendo también del piso de la abuela.

¿QUIENES COÑO SON LAS AGENCIAS DE CALIFICACIÓN?

Vaya, en el título ya se me ha deslizado un pelín la natural simpatía que siento por estos organismos.

Veamos. Son empresas privadas que nacieron a principios del siglo XX para evaluar la solvencia de los valores bursátiles y ahora se dedican a valorar y calificar la «calidad -de gestión- crediticia».  Se entiende por calidad crediticia la capacidad de atender las obligaciones de pago de las empresas, entidades financieras y, últimamente también se dedican… ¡¡a juzgar estados!!.

Hay varias que operan en Europa como MOODY’SFITCH  y SATANDARD & POOR’S

Standard & Poor’s es un complicado nombre que sale mucho estos días en los informativos. Su última hazaña, aparte de habernos degradado a nosotros es haber situado a Portugal en el disparadero al haber rebajado su calificación a niveles de economía basura, con lo que eso puede suponer de arrastre hacia un desastre como al que han llegado con la economía griega.

Ahora bien, estas entidades no son ni neutrales ni inocentes de los desaguisados que evalúan (y crean), donde tienen una notable influencia y la Unión Europea ha mostrado en varias ocasiones su preocupación por el turbio ejercicio de estas empresas, en el sentido de:

  • la calidad de sus calificaciones crediticias;
  • la independencia y objetividad de estas agencias;
  • la transparencia de los métodos empleados para las calificaciones;
  • el alto grado de concentración que se observa en el sector de la calificación crediticia y sus posibles efectos anticompetitivos.

Conocido fue el papel de estas agencias y sus conductas fraudulentas reveladas por los casos «Enron» y «Parmalat» y el peligroso ridículo en el que se vieron envueltas con la estrepitosa caída de Lehman Brothers, a la que venían concediendo la más alta calificación.


¿Qué valores asocian a cada título estas agencias?

Las valoraciones de estos títulos tienen una escala dependiendo de la agencia que haga la calificación, a continuación os mostramos las escalas de Sandard & Poor’s, Fitch y Moody’s, las tres más importantes hoy en día:

FITCH MOODY’S S&P
TÍTULOS DE ALTA CALIDAD
Calidad Superior AAA Aaa AAA
Muy Alta Calidad AA Aa AA
Alta Calidad A A A
Calidad Moderada BBB Baa BBB
TÍTULOS DE BAJA CALIDAD
Calidad Moderada Baja BB Ba BB
Baja Calidad B B B
Muy Mala Calidad CCC Caa CCC

Como podéis observar, en el cuadro se diferencian bien aquellos títulos de baja calidad o basura como se les denomina en estos días, de los más solventes.