‘Lo que no quieren reconocer las élites francesas, alemanas y, entre otras, holandesas es que esta chapuza llamada euro la idearon ellos porque creían que se iban a beneficiar. Y que se beneficiaron muchísimo durante la época de la burbuja inmobiliaria y del fraude financiero. De hecho no sólo lo hicieron con los PIIGS sino que se atrevieron incluso a dar rienda suelta a su avaricia con Islandia, un país que funcionaba perfectamente pero que era pequeño y poco poblado y, por tanto, fue visto como una presa fácil para dar rienda suelta a la codicia inversora’.
Víctor Francisco Bermúdez *
El pasado 23 de septiembre publicaba LA VOZ DE BARCELONA un artículo de la francesa Caroline Fourest, con el provocador título ¿Los griegos son unos cabrones? o, en francés, Les Grecs sont-ils des salauds? En el texto, Fourest defendía seguir con la construcción europea pero planteaba preguntas sobre la responsabilidad de los griegos, y si se merecían lo que les está ocurriendo: ‘La desconfianza resulta lógica [contra Grecia] […] ¿Cómo no plantearse si es razonable hacer más esfuerzos por rescatar a Grecia o si más bien, los griegos se merecen lo que les ocurre?’. Sin embargo, en el artículo no se hacía referencia alguna a las responsabilidades externas a los griegos para explicar la crisis griega.
El problema es que preguntarse si los griegos, irlandeses, italianos, portugueses o españoles somos ‘cabrones’ y, por tal causa, responsables de la crisis de deuda europea es hacerse la pregunta equivocada para entender de quién es la responsabilidad de haber llevado a Europa a esta terrible situación. Situación que, además, nosotros los PIIGS, quienes tenemos la deuda, somos las principales víctimas. Sobre todo los griegos. La pregunta que debemos hacer es otra: ¿Quiénes son los mayores responsables de haber provocado la crisis de deuda europea actual? Dicho de otra forma: ¿Quiénes son los verdaderos ‘cabrones’?
Al contrario de lo que los prejuicios en boga en Europa sugieren, los mayores responsables de la situación de crisis de deuda no somos, ni mucho menos, los ciudadanos de los PIIGS, pese a que hay muchos ‘cabrones’ en nuestras sociedades. La crisis de la deuda descontrolada que asola Europa no la han creado solo nuestros ‘cabrones’. Ni de lejos. Sobre todo por un motivo: nuestros ‘cabrones’ nunca han tenido ese poder. Por tanto hay que buscar en el otro lado, allí donde moran los acreedores de la deuda: en la Europa rica.
Pero cuidado, tampoco los ciudadanos de la Europa rica son los responsables. Ellos han hecho y hacen lo mismo que nosotros: disfrutar o sufrir las consecuencias de lo que unos pocos deciden. Como demostraré han sido principalmente sus élites financieras, empresariales y políticas con su codicia los que más han participado en crear las condiciones para la actual crisis europea.
Antes de seguir quiero dejar algo claro. Como ciudadano originario de uno de los PIIGS, reconozco que las sociedades PIIGS tienen unos déficit muy graves respecto a las del norte de Europa y cuya culpa es nuestra, de nuestras formas de funcionar: más corrupción, más fraude, más sectarismo político, etc. Como bien defiende Caroline Fourest, el fraude fiscal es un enorme problema en Grecia, y sabemos que lo es también en España, en Italia, etc. Tenemos mucho que aprender de nuestros vecinos del norte de Europa, sobre todo, en cómo crear sociedades más justas. Ahora bien, los que han llevado a la situación actual de crisis de deuda no son los griegos ni los PIIGS en general. Los auténticos ‘cabrones’ son los que tienen el poder en Europa. Estos son las empresas, los bancos y los gobiernos de la Europa rica. Voy a explicar por qué.
La responsabilidad de la doble situación actual de deuda desbocada y acreedores afamados por cobrar que se da en Europa entre ricos y PIIGS sigue dos lógicas. La primera es que, como es evidente, el que tiene poder decide. La segunda es que el nacionalismo es una máquina de subjetividad, de ver la paja en el ojo del otro y no la viga en el propio, y que así desarrolla una capacidad única de aplastar proyectos de convivencia, como el europeo entre otros.
1) Poder. Que nadie olvide quién ideó toda esta chapuza europea. Fueron los países ricos de Europa los que concibieron el euro y abrieron la puerta de la Unión Europea y de la moneda única a los más pobres y chapuceros (PIIGS) y lo hicieron por puro egoísmo. Pensaron que harían un gran negocio. Creyeron que así nos exportarían sus productos sin trabas y que, encima, sus bancos, repletos de dinero proveniente de tal balanza comercial desigual, harían negocio también prestándonos dinero para comprar más y más a sus empresas. Esto suponía una espiral de enriquecimiento sin límite para la Europa rica y exportadora, con Alemania y Francia a la cabeza. Y eso es exactamente lo que ocurrió hasta el amanecer de la crisis.
En Alemania y Francia, sus empresas, estaban ciegas de felicidad exportando como ‘cabronas’ a los PIIGS y, a la vez, sus bancos estaban más que felices dando créditos como ‘cabrones’ a los bancos, las empresas y los gobiernos PIIGS. Era un negocio redondo para aquellas. Aquellos países exportaban y daban créditos para que pudiéramos comprarles su productos, y en los PIIGS aceptábamos sus créditos, endeudándonos y les comprábamos de todo. Aceptamos su juego porque suponía subir nuestro nivel de vida de forma rápida y nos hacía sentir más desarrollados. Nos sentíamos cada vez más europeos. Sí, es verdad, nos daban a cambio los fondos de cohesión, pero era una pequeña parte de los beneficios que conseguían con nosotros.
2) Nacionalismo. De pronto estalla la crisis, y todo el mundo se da cuenta de que aquello era una farsa. Y entonces, mágicamente, aparece el nacionalismo: en el norte de Europa, en vez de reconocer que sus bancos han sido irresponsables dando créditos a diestro y siniestro, que los PIIGS han sido un negocio redondo durante años y que por pura avaricia nadie veía nada malo en ello, de repente, al ver que ya no podemos pagarles las deudas, descubren cuántos defectos tienen nuestra sociedades. Y empieza el nacionalismo y la crueldad. Un día Angela Merkel les dice a los alemanes que en el sur la gente se jubila antes y tiene más vacaciones (aunque sea falso) y que eso es intolerable. Otro día, un programa sueco se mofa de la falta de productividad española. Después, empiezan a echarnos en cara cuánto hemos despilfarrado. Y un largo etcétera populista y demagógico. Los reproches, ciertos o falsos, de pronto empiezan a amontonarse. Sirven para que esa élite del norte de Europa pueda mantener la conciencia limpia, culpándonos sólo a nosotros de su avaricia, mientras nos exigen que nos apretemos el cinturón hasta el ahogamiento (como a los griegos).
Se construye así un discurso que evita toda autocrítica por parte de las élites financieras, empresariales y políticas del norte rico y se focaliza la crítica social en el prejuicio contra los del sur e Irlanda, por sus defectos. Como si la deuda griega, por ejemplo, no fuera tan descomunal porque los bancos alemanes y franceses se lanzaron con toda su avaricia a hacer negocio allí, con el beneplácito de las industrias militares francesa y alemana que hicieron el agosto en Grecia y de sus gobiernos que lo aplaudieron, o como si la burbuja inmobiliaria española hubiera podido existir sin los bancos alemanes prestando a destajo a los bancos españoles, etc. Hay un muy largo etcétera.
Pero lo que no quieren reconocer las élites francesas, alemanas y, entre otras, holandesas es que esta chapuza llamada euro la idearon ellos porque creían que se iban a beneficiar. Y que se beneficiaron muchísimo durante la época de la burbuja inmobiliaria y del fraude financiero. De hecho no sólo lo hicieron con los PIIGS sino que se atrevieron incluso a dar rienda suelta a su avaricia con Islandia, un país que funcionaba perfectamente pero que era pequeño y poco poblado y, por tanto, fue visto como una presa fácil para dar rienda suelta a la codicia inversora.
Pero ahora cuando ha llegado la crisis, estas élites y sus medios de comunicación se niegan a explicar a sus ciudadanos que los mayores responsables de la misma no son los ciudadanos del sur de Europa, sino ellas mismas. Esas élites que se aprovecharon de nuestros defectos y que ahora nos los reprochan sin escrúpulos para aparecer como víctimas ante sus ciudadanos en lugar de verdugos, y para justificar cualquier negativa a la solidaridad real entre países europeos ricos y pobres. Esas élites que están echando combustible al fuego de los prejuicios y que haciéndolo están preparando intelectualmente la desafección que puede llevar al final del inicio de la Europa unida.
Vaya ‘cabrones’.
* Víctor Francisco Bermúdez es profesor de Secundaria en la enseñanza pública catalana