Hiroshima, el mayor acto de terrorismo de la historia

Las bombas de Hiroshima y Nagasaki fueron un acto de terrorismo

por Gerardo Femina

Las bombas de Hiroshima y Nagasaki fueron un acto de terrorismo

El estallido de las dos bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto del 1945 provocó la muerte directa de 200.000 personas, además de los heridos, las familias destruídas, el desastre ecológico y la humillación de un entero pueblo.

Sabemos que la versión oficial dada por el gobierno de Truman fue que se trató de un acto necesario para acelerar el fin de la guerra e impedir de este modo que centenares de millares de soldados americanos murieran en una invasión del Japón. Más allá de la condena moral por el empleo de un arma de destrucción masiva, la tesis del entonces gobierno de los Estados Unidos ha sido estudiada ampliamente y confrontada por numerosos y atentos estudios históricos. No hay ninguna duda que el gobierno japonés ya estaba listo para la rendición y en abril del 1945 trabajó continuamente en aquella dirección. Los americanos estaban bien informados de ello. El empleo de las bombas no era necesaria para poner punto final a la guerra y sobre esto concuerdan no sólo los historiadores sino también la inmensa mayoría de los líderes del ejército estadounidense. El general Dwight Eisenhower se expresó claramente: “Los japoneses estaban listos para rendirse y no era necesario golpearlos con esta cosa horrible”. La investigación de los Estados Unidos sobre el Bombardeo Estratégico (United States Strategic Bombing Survey) señaló en su relación: “De acuerdo con una investigación detallada de todos los hechos y apoyado por el testimonio de los líderes japoneses que sobrevivieron, la opinión es que ciertamente antes del 31 de diciembre de 1945, y con toda probabilidad antes del 1 de noviembre de 1945, Japón se habría entregado incluso si las bombas atómicas no hubiesen estallado, incluso si Rusia no se hubiese incorporado a la guerra, e incluso también si no se hubiese planteado ninguna invasión.”

El general George C. Marshall, defensor del uso de la bomba, declaró que la decisión no fue de carácter militar sino “político”. Hay acuerdo entre la mayoría de los estudiosos sobre esto. Diferentes son en cambio las interpretaciones de las razones que los Estados Unidos tuvieron para tomar una resolución tan terrible. Según algunos, se quiso experimentar respecto de los efectos de un arma que demandó años de trabajo e ingentes recursos económicos. Otros estudios sostienen que el factor determinante fue que la Unión Soviética se convirtió en un gran imperio, ocupó gran parte del este europeo y además estuvo a punto de invadir Japón. Así, afirman que en realidad la bomba fue usada pensando en la Unión Soviética y representó no tanto el fin de la Segunda Guerra Mundial sino el principio de la Guerra Fría.

Pero sin ningún estudio especializado, cualquier persona puede tener una intuición inmediata de la crueldad que el empleo de las atómicas significa. Los Estados Unidos no bombardearon objetivos estratégicos desde el punto de vista militar como fábricas de armas, centrales eléctricas, puentes o aeropuertos. Y aunque hubieran querido exhibir el arma monstruosa de que disponían, habría bastado con lanzarla sobre posiciones militares o en zonas semi-desérticas. En realidad las bombas fueron dirigidas a quienes no murieron, al pueblo japonés y al resto del mundo. Y ésta es la característica de los actos terroristas: no golpean directamente al enemigo, sino a la gente inocente con el fin de crear terror. Intencionalmente se quiso golpear a la población civil indefensa, eligiendo no una sino dos ciudades sumamente pobladas.

No fue una decisión para terminar con la guerra, sino un acto deliberadamente cruel para hacer ver la misma potencia. Fue una amenaza y una advertencia al mundo entero. Las dos bombas atómicas que estallaron sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 agosto del 1945, representan el mayor acto de terrorismo de la historia humana. Además pavimentaron el camino a lo nuclear, a la posibilidad de usarlo de nuevo y a una desenfrenada carrera armamentista: un terror que llega hasta nuestros días y se manifiesta como la pesadilla de una posible guerra nuclear.

Si lo atómica hubiera sido usado por Alemania, sin duda todos lo habríamos condenado como un crimen de guerra. La misma opinión habría tenido la comunidad internacional si la bomba atómica hubiera sido utilizada por la Unión Soviética.

Cualquier estado podría a futuro decidir usar lo nuclear, justificando su elección con la paradójica necesidad “humanitaria” de solucionar velozmente un conflicto para limitar el número de víctimas.

Los Estados Unidos tienen que reconocer este crimen cruel y disculparse oficialmente ante Japón. Sólo reconociendo los propios errores se puede evitar repetirlos. La Corte Penal Internacional tiene que condenar los acontecimientos de 1945 como crímenes de guerra contra la humanidad.

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– Mark Weber. Was Hiroshima Necessary? Why the Atomic Bombings Could Have Been Avoided
– U. S. Strategic Bombing Survey: The Effects of the Atomic Bombings of Hiroshima and Nagasaki
– John Pilger. The lies of Hiroshima live on, props in the war crimes of the 20th century
– Gar Alperovitz. The Decision To Use the Atomic Bomb and the Architecture of an American Myth

Fukushima alcanza a Chernobyl

Un mes minimizando el desastre

La industria atómica y buena parte de las autoridades se han esforzado en señalar las diferencias entre la situación de Fukushima y la que se vivió en Chernóbil, ahora equiparadas en gravedad

JAVIER SALAS, para Público

Aspecto de la central de Fukushima Daiichi el día 20 de marzo, cuando todavía se catalogaba el accidente como de nivel 5. afp
Aspecto de la central de Fukushima Daiichi el día 20 de marzo, cuando todavía se catalogaba el accidente como de nivel 5

Chernóbil. El nombre de una ciudad ucraniana se ha convertido en un concepto clave en la batalla dialéctica que en el último mes han librado antinucleares y pronucleares, también las autoridades y los científicos. No hay dos accidentes nucleares iguales, pero desde que un terremoto tumbara la estabilidad de la central nuclear de Fukushima la referencia en el debate público es si la catástrofe de 1986 y la de 2011 son comparables. Ayer, al elevar la calificación del accidente japonés a nivel 7, el mismo del ucraniano, las autoridades japonesas admitieron que la gravedad, al menos desde el plano técnico, sí es comparable.

«Fukushima no es Chernóbil» es una de las frases más enunciadas en los últimos 30 días, por parte de la industria atómica, expertos y autoridades, como el propio primer ministro japonés, Naoto Kan. Uno de los primeros en negar esas similitudes fue el presidente del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el nipón Yukiya Amano, en su primera comparecencia tras desatarse la crisis japonesa (el 14 de marzo): «Es muy poco probable que se convierta en algo como Chernóbil».

Ayer, tras declararse el nivel 7, el portavoz de turno del organismo internacional quiso alejar más aún Japón de Ucrania. «Los accidentes son totalmente distintos; las mecánicas son completamente diferentes», dijo el subdirector de Seguridad Nuclear, Denis Flory.

En el relato de lo que se ha dicho estos días destacan dos organismos que rompían el discurso de la industria nuclear, Japón y el OIEA. Las agencias de seguridad nuclear de Francia (ASN) y de EEUU (NRC) pusieron muchos peros a las decisiones tomadas por las autoridades.

Críticas francesas

El día 15, el presidente del ASN, André-Claude Lacoste, se mostró convencido de que el incidente propiciado por el tsunami ya era peor que el de Three Mile Island calificado con un nivel 5 de peligrosidad y merecía al menos un 6. «No se sabe hasta qué punto el sistema de contención está dañado -dijo Lacoste-, pero ya no es estanco». Es decir, el riesgo de emisión descontrolada de materiales radiactivos al exterior era cierto. Mientras tanto, la agencia japonesa (NISA) mantenía la gravedad del accidente en un nivel 4. NISA no elevó su catalogación al 5 hasta el día 18.La NRC también dejó en mal lugar a las autoridades japonesas por minimizar con sus decisiones la gravedad de la situación. Cuando Tokio decidió evacuar a toda la población de un radio de 20 kilómetros en torno a la central averiada, la agencia estadounidense advertía de que, en esas mismas condiciones, su decisión sería la de evacuar un radio de 80 kilómetros.

En España, las críticas del colectivo ecologista se concentran esencialmente en el Foro Nuclear, la asociación que representa los intereses de la industria atómica española. Su presidenta, María Teresa Domínguez, dio una rueda de prensa el 14 de marzo, tras un primer fin de semana de confusión.

«Después de ver las imágenes de la catástrofe en Japón, poder decir que todas las centrales nucleares han parado, están intactas, soportaron el terremoto y no se ha producido un impacto al exterior… Yo creo que todo eso da un mensaje positivo que refuerza a la energía nuclear», aventuró Domínguez ante una sala abarrotada de periodistas, a los que dijo: «El tiempo va a nuestro favor». En ese momento, ya se habían producido dos explosiones de hidrógeno en los reactores de Fukushima. Ese lunes se estaba produciendo una gran paradoja: cuanto menos se sabía, más firmes eran las afirmaciones de unos y otros. Fue un día clave para encauzar el tsunami de la opinión pública.

Falta de transparencia

«La industria se ha empeñado en vender que estaba todo controlado desde el día 12, cuando aún no se sabía nada», lamenta el responsable de la campaña nuclear de Ecologistas en Acción, Francisco Castejón. Este físico nuclear, que se atreve a denunciar que muchos académicos que opinaron estos días viven de la industria, critica la labor de autoridades nacionales e internacionales. «Por ejemplo, tardaron mucho en decirnos que habían encontrado plutonio o que había una piscina única para conservar todo el combustible gastado», asegura.

Castejón sobre todo lamenta «el discurso del lobby» ahora que se ha demostrado el peligro: «Que no nos digan más veces que van a tomar medidas y que van a aprender de los errores», reclama.

Otro de los ecologistas que lleva un mes en la batalla antinuclear es Carlos Bravo, de Greenpeace, que ahora recuerda a sus rivales dialécticos: «No sé dónde están todos esos que decían que esto acabaría en nada, que nunca sería como Chernóbil. No han vuelto a aparecer», critica Bravo.

El radiobiólogo Eduard Rodríguez Farré pone en entredicho el papel de las autoridades internacionales: «No olvidemos que el OIEA no es un organismo de protección, es de fomento del uso pacífico de la energía atómica». Este investigador del CSIC, presidente de Científicos por el Medio Ambiente, se atrevió a decir, el 15 de marzo, que Fukushima «es un Chernóbil a cámara lenta». Recibió innumerables críticas, lo mismo que le sucedió al comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, cuando habló de escenario «apocalíptico» en Japón.

Rodríguez Farré considera que estas semanas se han seguido los mismos pasos que tras todos los accidentes nucleares: «Primero se minimiza la importancia, y luego aparecen ingenieros y físicos a pontificar sobre el impacto en la salud de la radiación, cuando no es su campo de conocimiento», critica.

LA HISTORIA DE JAPÓN CAMBIÓ EN FUKUSHIMA

Alejandro Nadal – Consejo Científico de ATTAC

Fukushima es peor que Hiroshima y Nagasaki, dijo una sobreviviente del terremoto y del tsunami.

– ¿Por qué piensa eso?, le preguntaron.
– Porque Hiroshima y Nagasaki son el pasado, pero Fukushima es el futuro.

El 10 de diciembre del año pasado, la delegación japonesa en la cumbre sobre cambio climático en Cancún anunció que Japón no renovaría sus metas cuantitativas para reducir emisiones de gases de efecto invernadero más allá de la expiración de 2012. En otras palabras, Japón no aceptaría una extensión del Protocolo de Kioto.

La conferencia de Cancún constituía un momento clave para decidir sobre el futuro del protocolo de Kioto que expira en 2012. La delegación japonesa remató diciendo que ahora lo importante era el (mal) llamado acuerdo de Copenhague, en el que los compromisos vinculantes son inexistentes. Esta toma de posición del gobierno del Partido Democrático de Japón le hace el juego al complejo de industrias intensivas en energía (siderúrgica, aluminio, vidrio) que son clave en la política de ese país. Las empresas en estas ramas de la industria quieren ganar tiempo para amortizar las inversiones que ya han realizado con tecnologías intensivas en energía.

Por su parte, la industria nuclear nipona soñaba con más subsidios que pudieran alimentar sus planes de expansión y con poder arrinconar una parte del importante mercado nuclear que se desarrolla en Asia, sobre todo en China. Claramente, el desastre en Fukushima ha hecho pedazos estos sueños de expansión.

Quizás lo único que queda claro en este enredo entre la política energética y ambiental de Japón es que si ese país va a avanzar hacia una combinación energética menos agresiva con el medio ambiente, se va a tener que terminar el compadrazgo existente entre el gobierno y las agencias regulatorias, por un lado, y el lobby nuclear y el de las industrias intensivas en energía, por el otro. En Japón, la alianza de la casta política con el shogunato de los grandes grupos corporativos ha dejado ya una larga estela de engaños que nadie puede olvidar. Fukushima es el escenario del último episodio.

Ni el gobierno japonés, ni el operador de la planta (Tokyo Electric Power Company, TEPCO), ni la agencia internacional de energía atómica (AIEA), han podido ofrecer una versión consistente sobre lo ocurrido en Fukushima. La información sobre los seis reactores de Fukushima proporcionada por TEPCO y el Foro Industrial Atómico (JAIF, organización que promueve los intereses de la industria nuclear en Japón) contiene muchas contradicciones y genera más preguntas de las que contesta.

La primera tiene que ver con la versión que corrió inicialmente en la prensa internacional: el terremoto provocó el cierre automático de los reactores en Fukushima, pero el tsunami destruyó o incapacitó los sistemas de enfriamiento de los reactores y eso provocó el sobrecalentamiento y explosiones de hidrógeno.

Pero hay algo que choca en esta versión. Las fotografías, videos e imágenes de satélites (por ejemplo en la página www.isis-online.org ver fotos al final del artículo) no contienen la evidencia de los destrozos que provocó el tsunami en la costa al norte de Fukushima. Ni los árboles en los estacionamientos, ni los patios de la planta tienen la huella del tsunami. Los escombros que aparecen se deben a las violentas explosiones de hidrógeno que destruyeron los edificios de los reactores 1 y 3.

Una buena parte de la propaganda del lobby nuclear descansa sobre esta versión de los hechos. Pero la evidencia revela que si hubo un tsunami en Fukushima, tuvo que ser mucho más débil que en Minamisoma o Sendai (distantes unos setenta kilómetros al norte de la planta). Por lo tanto, se abren dos hipótesis inquietantes. Primero, es posible que un tsunami de menor fuerza efectivamente inundó los sistemas de enfriamiento y los depósitos de combustible de los motores diesel (respaldo del sistema principal). Pero eso significa que las plantas eran mucho más frágiles de lo que nos quiere hacer creer el lobby nuclear. En este caso, TEPCO quedaría (otra vez) mal parada por su negligencia. Nada nuevo para TEPCO.

La segunda hipótesis es que el colapso en los sistemas de refrigeración fue provocado por el terremoto. En ambos casos, queda expuesta la falacia del lobby nuclear. Las plantas no son robustas y no funcionaron como se supone que deben hacerlo en caso de un terremoto. Adiós a la otra historieta del lobby nuclear.

Las relaciones de Japón con el mundo de la energía nuclear pueden parecer sorprendentes. Algunos se preguntarán: ¿cómo es que Japón, el único país que ha sido bombardeado con armas nucleares, recurrió a las centrales nucleares como fuente de energía? La respuesta está en la ocupación militar estadounidense (que concluyó oficialmente en 1952) y en sus esfuerzos por mantener el viejo orden conservador nipón con un disfraz de democracia parlamentaria. El tejido de engaños, corrupción y mentiras que envuelve las relaciones de los grandes conglomerados y el gobierno es el resultado de esa extraña mezcla.


Artículo publicado en La Jornada
http://nadal.com.mx

CHERNOBYL, FUKUSHIMA… ¿Y EL PRÓXIMO?


«Recordando Chernobyl suponemos Fukushima»

Javier Rodríguez Pardo  en el boletín informativo de  ATTAC

El reactor cuatro de Chernobyl comienza a fundirse a la una y siete minutos de la madrugada, un sábado primaveral, 26 de abril de 1986. La nube radiactiva, imposible de concebir por mente alguna, emerge del reactor después de que una fuerte explosión termina con la vida de todos los operarios en el seno de la central. De todos.

La nube primero se desplazó hacia el este y luego rotó hacia el norte. Enseguida se dividió en cuatro pétalos como si se abriera una flor, en distintas direcciones.  Uno de los pétalos de la nube radiactiva fue detectado por un soldado finlandés en un puesto fronterizo. En el mismo instante, en una central nuclear sueca registran altas dosis radiactivas en las botas de un operario. El director de seguridad de la central sueca, Ben Gelman, no termina de entender qué pasa y por la orientación de los vientos sospecha que la radiación proviene del Reino Unido y cuenta más tarde que lo primero que pensó fue en un ataque nuclear en territorio británico, hasta que veinte minutos más tarde se cree que la nube letal proviene de la Unión Soviética.

El silencio se hizo interminable. Los soviéticos contestan con evasivas y dicen no saber nada cuando los suecos les preguntan que los vientos provienen de Chernobyl. Hasta ese instante habían transcurrido diez horas de la voladura y fusión del reactor y los bomberos se sumaban a luchar contra el núcleo convertido en una brasa. Los soviéticos reconocen más tarde el desastre diciendo que “no querían alarmar a nadie” y en consecuencia no evacuaron inmediatamente a la población de Pripyat, además hábitat de los trabajadores de la central, la que recibió radiación cuatrocientas veces superior a la generada por la bomba atómica sobre Hiroshima.

La gente de Pripyat, con las primera luces del día, recorría las calles y la plaza con sus hijos, sin saber que sus días estaban contados. Se cruzaron con soldados que portaban trajes y botas como de lluvia y un barbijo en el rostro, y respondían que se trataba de “un simple entrenamiento”.

La fusión del núcleo fue imparable. El setenta por ciento de los radionucleidos cae en Bielorrusia. El 2 de mayo la nube llega a Japón donde miden radiación altísima. El día 4 toca territorio chino y el 5 la nube sobrepasa la India. El 6 de mayo aparece en la costa de Estados Unidos y Canadá. Los informes advierten que la nube radiactiva de Chernobyl dio tres vueltas al globo terráqueo.

En Europa también  recibió el impacto Alemania,  Francia, norte de Italia e Islas Baleares, y en el resto del viejo continente, aunque en menor medida.

Los análisis de orina de algunos habitantes catalanes registraron altos índices de yodo radiactivo, un radionucleido que se aloja en la glándula tiroides y se mantiene vivo por ocho días bombardeando desde adentro todo el cuerpo. Pero digamos que hay muchos otros radionucleidos, como el Cesio 137 que contamina durante 30 años todo lo que toca. El Estroncio 90, que ataca la médula ósea y se confunde con el calcio del cuerpo haciendo el mismo recorrido; tiene una vida media de 90 años. Entre los productos de fisión que hay en el núcleo del reactor se halla el gas Xenón, veneno que se inhala y ni la lluvia lo disuelve, permanece vivo por seiscientos años. Son muchísimos los radionucleidos “criados” en la fisión nuclear pero citemos principalmente al más peligros de todos por su alta actividad, el plutonio 239 que se instala en el planeta para no irse por 250.000 años, causando enfermedades terminales. Es inimaginable, pero pensemos que hace 10.000 años había volcanes en Francia y que concluía el último período glacial, y que hace 8000 años el  desierto del Sahara  era una sabana verde y fértil. El plutonio, creado por el hombre en la fisión del reactor posee una vida media de 24.400 años, pero seguirá activo por 250.000 años.

Un cuadro similar es el que se reproduce actualmente en Japón, aunque creemos que puede llegar a ser mucho peor, porque combatir contra cinco reactores a los que habrá que envolver en hormigón, sólo para mitigar el impacto radiactivo al exterior, porque continuarán emitiendo radiactividad por milenios, será una tarea que no permite ver el final. Por lo pronto Fukushima es ya una ciudad fantasma como lo es actualmente  la ucraniana Pripyat. Nadie puede ocultar la realidad ni la documentación que se fue gestando sobre Chernobyl con diez millones de afectados por cáncer y leucemias, cinco meses después del desastre nuclear.

Cuando los robots enloquecían en el techo del reactor ucraniano, con la utopía de ahogarlo químicamente y sellarlo con una coraza de hormigón,  se precipitaban –incontrolados- en el núcleo del reactor. Lo increíble sucedió después cuando setecientos mil soldados fueron enviados a cumplir ese objetivo. Se inmolaron. La orden era que cada uno no estuviera más de tres minutos en esa labor porque no hay traje capaz de frenar ese poder destructivo. Se sumaron a semejante esfuerzo muchísimos campesinos y pobladores, los bomberos y otras fuerzas del orden involucradas, enfermaron gravemente. Ocho mil quinientos de estos héroes murieron en horas y poco a poco el cáncer iba dando cuenta del resto. La tragedia continuaba en cada nacimiento de nuevos seres de aquellas mujeres contaminadas en varios kilómetros a la redonda: los niños de Chernobyl, algunos de los cuales estuvieron en Buenos Aires, en nuestro hospital Garraham, años después.

¿Es alarmista este texto y en consecuencia debemos ocultarlo?

Estamos siendo literales en la descripción de los hechos por eso coincidimos con gran parte del mundo que equipara -por ahora- la tragedia de Chernobyl y Fukushima. Pero este último sitio se agrava por su sismicidad.  Salvando esto, se asemejan mucho los dos casos porque en Japón, a bastantes días del desastre, el gobierno se esfuerza en convencer al mundo que la radiación es tolerable; en Chernobyl, dos días después,  el 28 de abril, el comunicado oficial leído por la autoridad soviética decía que “se había dañado un reactor y estaban reparándolo.” Las mismos burócratas prohibirían luego toda información vinculada con el caso, un velo que se fue destapando cuando desaparece la URSS. Lamentablemente, las nuevas autoridades ucranianas y rusas reconocen que gran parte de la documentación sobre Chernobyl fue destruida.

Movimiento antinuclear del Chubut (MACH) – Sistemas Ecológicos Patagónicos (SEPA)- Red Nacional de Acción Ecologista (RENACE Argentina)- Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) 
Actualización a 5 de Julio de 2012:

El desastre de Fukushima «fue un error humano y pudo haberse evitado»

El informe de la comisión de investigación parlamentaria señala al Gobierno, los organismos reguladores y la empresa TEPCO, propietaria de la central nuclear, como responsables

«No se puede decir que no habría habido crisis sin el tsunami», afirma un miembro del panel

El portavoz del Parlamento japonés, Takahiro Yokomichi (a la derecha), recoge el informe sobre el accidente en la central nuclear de Fukushima. / JIJI PRESS (AFP)

El desastre nuclear de Fukushima, el año pasado, fue provocado por «el ser humano» y pudo haberse evitado. Así de contundente lo asegura el informe realizado por la comisión de investigación creada a instancias del Parlamento de Japón en diciembre pasado y que ha sido hecho público este jueves. «El accidente de la central nuclear de Fukushima fue resultado de la connivencia entre el Gobierno, los reguladores y Tepco (Tokyo Electric Power, empresa propietaria de la planta), y la falta de gobernabilidad de dichas partes», señala el estudio de 641 páginas, en referencia al peor desastre atómico que ha vivido el mundo desde Chernóbil, en 1986. «Traicionaron de hecho el derecho de la nación a estar a salvo de accidentes atómicos. Por tanto, concluimos que fue causado claramente por el ser humano».

El informe va más allá y afirma algo que hasta ahora no había sido puesto claramente sobre la mesa: que no puede descartarse que la crisis fuera provocada por el terremoto de intensidad 9 en la escala Richter ocurrido el 11 de marzo y no solo por el consiguiente tsunami, como defiende Tepco. Esto podría tener serias implicaciones sobre los planes del Gobierno de volver a poner en marcha los reactores nucleares del país, la casi totalidad de los cuales se encuentran paralizados.

El panel de 10 expertos —que ha realizado más de 900 horas de entrevistas a más de 1.100 personas durante seis meses— pone en tela de juicio la respuesta de Tepco, los reguladores y el entonces primer ministro, Naoto Kan, quien dimitió el año pasado tras ser muy criticado por su gestión del desastre natural y la consiguiente crisis atómica.

Según el informe, los reguladores fueron reacios a adoptar normas de seguridad internacionales, que podrían haber ayudado a evitar lo ocurrido. Algunos de los reactores sufrieron fusiones y soltaron radiación a la atmósfera, lo que obligó a desplazar a decenas de miles de personas de sus hogares, muchas de las cuales nunca podrán regresar. «La comisión ha encontrado ignorancia y arrogancia, que son imperdonables en cualquier persona u organización que tiene que tratar con la energía nuclear. Hemos encontrado desprecio por las tendencias globales y por la seguridad de la gente», señala. El Gobierno afirma que la situación en la planta de Fukushima está estabilizada, pero que llevará décadas desmantelarla completamente.

El informe —el tercero que se realiza en Japón sobre el accidente— insiste en que la raíz del problema fue la existencia de «sistemas organizativos y regulatorios que apoyaron fundamentos incorrectos para las decisiones y acciones, más que problemas relacionados con la competencia de un individuo en concreto». También insiste en las numerosas oportunidades que se perdieron para tomar medidas que hubieran podido impedir la catástrofe, debido al cabildeo de la industria nuclear así como la creencia en el «mito de la seguridad» imperante en el sector. Japón, que carece de recursos naturales, ha promovido durante décadas la energía atómica como segura, barata y limpia, y las compañías nucleares han cacareado durante mucho tiempo sus amplias medidas de seguridad contra los terremotos.

La comisión investigadora asegura que, debido a «una supervisión inadecuada, las contramedidas aplicadas en Japón (tras desencadenarse la catástrofe) fueron casi infructuosas comparadas con las que se aplican en el extranjero, y como resultado las acciones sufrieron retrasos importantes».

El hallazgo de que los daños causados por el propio temblor de tierra pudieron jugar un papel clave contradice las conclusiones de Tepco. «En lo que respecta a la causa directa de la crisis, la comisión ha concluido que no se puede decir de forma definitiva que ninguno de los dispositivos que eran importantes para la seguridad resultaron dañados por el terremoto», en particular en el reactor número 1, afirma el informe. «No se puede decir que no habría habido crisis sin el tsunami», señala Katsuhiko Ishibashi, un sismólogo miembro del panel.

En un análisis propio, publicado anteriormente, Tepco se liberó de responsabilidad y dijo que el tamaño del terremoto y el tsunami fue mayor de lo que se podía esperar y no podían haber sido previstos de forma razonable, aunque admitió que, visto a posteriori, estaba insuficientemente preparada. La compañía, que tiene que hacer frente a cuantiosas compensaciones económicas, al coste de la limpieza y al desmantelamiento de la central, fue nacionalizada de hecho el mes pasado y recibió una inyección de fondos públicos de un billón de yenes (10.040 millones de euros).

Un grupo independiente de académicos y periodistas señalaron en otro informe en febrero pasado que Tepco podía y debía haber hecho más. También dijo que si la empresa hubiese hecho lo que quería, habría evacuado a su personal de la central y la catástrofe podría haberse ido completamente de las manos.

El panel de expertos creado por el Parlamento afirma, sin embargo, que no ha encontrado evidencias de que Tepco pensara abandonar la planta a su suerte, acusación que también ha sido hecha por Naoto Kan.

Aunque muchos científicos y activistas han cuestionado el discurso dominante de que el tsunami dañó los sistemas de refrigeración, el Gobierno y Tepco han sido reacios a admitir que los reactores pudieron resultar seriamente dañados por el seísmo.

La publicación del informe coincide con el arranque el domingo pasado de la unidad 3 de la central nuclear de Oi, que ha comenzado este jueves a generar electricidad. Una segunda unidad, la número 4, volverá a operar antes de que acabe el mes.

Japón ha estado funcionando sin energía atómica desde principios de mayo, cuando el último de sus 50 reactores operativos fue detenido. Tras el accidente en Fukushima, todas las plantas fueron desconectadas gradualmente para mantenimiento o controles de seguridad. Las puestas en funcionamiento fueron suspendidas hasta que el pasado 16 de junio, el primer ministro, Yoshihiko Noda, dio luz verde al arranque de dos reactores en Oi, que, según el Gobierno, han pasado estrictas pruebas de seguridad. El objetivo es evitar los apagones cuando Japón entra con el verano en los meses de mayor demanda eléctrica.

Japón, que hasta el accidente obtenía un tercio de su electricidad de la energía nuclear, se encuentra en una de las zonas de mayor actividad sísmica del mundo. Desde el desastre, la opinión pública ha comenzado a oponerse a este tipo de energía y ha criticado la vulnerabilidad de las instalaciones, especialmente aquellas que se encuentran cerca de fallas sísmicas, como es el caso, según algunos expertos, de Oi.

EXPOSICION A RADIACIONES NUCLEARES

A raíz del gravísimo accidente nuclear de Fukushima estamos aprendiendo a hablar de «microSieverts» o «miliSieverts». En efecto, se trata de las unidades de medición a la exposición a radiaciones ionizantes, que como sabemos tienen diferente impacto en la salud de quien los recibe en función de su dosis y su tiempo expuesto.

Los siguientes dos cuadros muestran diferentes niveles de exposición a radiaciones. El primero de ellos muestra las radiaciones con las que convivimos habitualmente y en el segundo vemos una escala completa de exposiciones desde la más inocua hasta la que resulta mortal en días. Ha de tenerse en cuenta que en el primer caso se presenta en «microSieverts» y en el segundo en «miliSieverts» (mil veces más) y que han de tomarse de forma referencial ya que entre ambos cuadros hay pequeñas diferencias.

Fuentes:  Agencias

Hacia la catástrofe nuclear en Japón

ASÍ ES LA ENERGÍA NUCLEAR:

A pesar de ser uno de los países tecnológicamente más avanzados del planeta, con el paso de las horas la situación no hace más que agravarse

Al margen de la discrepancia entre Japón y Francia respecto a la gravedad actual de la situación en Fukushima con referencia a la escala INES (Escala Internacional de Eventos Nucleares) que clasifica la gravedad de este tipo de accidentes y en la que las autoridades japonesas se situan en el 4 y Francia en el 6, dada las escasas barreras protección que quedan en los cuatro reactores más dañados, cualquier nueva explosión liberará a la atmósfera inmensas nubes radiactivas cada vez más mortales.

Recordemos que a nivel 7 llegó el accidente de Chernobil y a 5 el deThree Mile Island  en Pensilvania, (Estados Unidos)

El nivel de radiación hoy alrededor de la central de Fukushima, donde se encuentran algunos trabajadores, alcanzaba hoy los 3.000 microsievert por hora, frente a los 1.000 microsievert al año que se consideran seguros para la salud humana.

¿PUEDE ACABAR LA ERA NUCLEAR?

Esto sería lo sensato dada la vulnerabilidad de tan peligroso sistema de producción energética pero, bien pudiera ser como ha sucedido con su madre el «capitalismo», que salga reforzada de tal profunda crisis sistémica.

Tras el accidente de Chernóbil en 1.986, se nos había «vendido» la idea de que eso que había pasado allí, en la Unión Soviética (ahora territorio de Ucrania), es decir que salieran a la atmósfera elementos radiactivamente contaminantes, era algo absolutamente imposible entre nuestras centrales, dado que aquélla no disponía de edificio de contención y las occidentales sí.

Como sabemos, los reactores de Fukushima, (idénticos al de Garoña) disponen de importantes edificios de contención que aíslan al reactor del exterior, a pesar de lo cual ésto se está revelando absolutamente insuficiente ante un reactor fuera de control por deficiencias en su refrigeración, tal como estamos viendo en este terrible accidente donde ya se está asumiendo la existencia de fisuras en  los edificios de contención de los reactores 1 y 3.

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ACTUALMENTE SEIS DE LOS DIEZ (6 en la «Central 1» y 4 en la «Central 2») REACTORES DE FUKUSHIMA ESTÁN FUERA DE CONTROL

O cómo las centrales nucleares son seguras hasta que sucede lo imprevisto y se convierten en sistemas incontrolados de efectos letales

 

Nube radiactiva y posible evolución:



Central Nuclear de Fukushima.

Incendio en el reactor Nº3

Área del reactor Nº4

Fukushima Daiichi (central 1)

Reactor 1:  Podría tener daños en la estructura de contención, según ha confirmado el jefe de Gobierno japonés, Yukio Edano a través de la televisión. La agencia Kyodo alerta (atribuyéndole la información a Tepco, la empresa propietaria de la central) sobre daños del 70% en las barras de combustible, lo que hace temer su fusión.

Reactor 2:  Según las últimas informaciones de Tepco, no se sabe con exactitud lo que está ocurriendo en este reactor, porque ha sufrido una repentina bajada en la presión, aunque es el que está emitiendo mayor radiactividad. Esto podría indicar que el reactor se ha enfriado correctamente, un agujero en el contenedor o un fallo en el sistema de medición de la presión. La agencia Kyodo alerta (atribuyéndole la información a Tepco) sobre daños del 30% en las barras de combustible, lo que hace temer su fusión.

Reactor 3:  Podría tener daños en la estructura de contención, igual que en el caso del Reactor 1. Edano ha explicado que las emisiones de humo que se han observado en este reactor (como vemos en la primera foto) podrían proceder de las grietas de dichas estructuras, pero descarta que se haya producido una nueva explosión. En estos momentos es prioritario, ya que está en sus alrededores se están observando los mayores niveles de radiación, según ha informado Tepco.

Reactor 4:  En las últimas horas se ha vuelto a incendiar, después de que ya lo hiciera ayer, tras una explosión de hidrógeno. Para sofocarlo se está lanzando agua desde helicópteros del Ejército. El primer incendio, que tuvo lugar ayer, hizo dos agujeros en una piscina de residuos que los ha dejado expuestos a la atmósfera (foto segunda).

Reactor 5:   En mantenimiento durante el terremoto. La temperatura en la piscina subió ligeramente. Han comenzado a inyectarle agua, según ha informado Tepco.

Reactor 6:  En mantenimiento durante el terremoto. La temperatura en la piscina subió ligeramente. Han comenzado a inyectarle agua, según ha informado Tepco.

Fukushima Daiini (central 2)

Reactor 1: Fallo en el sistema de refrigeración. Parada fría.

Reactor 2: Fallo en el sistema de refrigeración. Parada fría.

Reactor 3: Parada fría.

Reactor 4: Fallo en el sistema de refrigeración. Parada fría.

Fuentes:  Agencias

El verdadero NEGOCIO ATÓMICO


Ignacio Escolar en Público

Sólo hay un coche en el mundo que funcione con energía atómica: el DeLorean que conducía Michael J. Fox en Regreso al Futuro. Al margen de las películas, la inmensa mayoría de los automóviles ruedan con gasoil o con gasolina. Por eso defender que la escalada en el precio del petróleo se arregla con más centrales nucleares es un argumento tramposo, por mucho que lo repitan aquellos pensadores independientes, como Felipe González o José María Aznar, que están a sueldo de compañías eléctricas con intereses atómicos, como Gas Natural o Endesa. El lobby nuclear español, siempre tan generoso con nuestros expresidentes, está estos días de luto. La pesadilla japonesa ha complicado una campaña cuyo objetivo no pasa por construir nuevas nucleares. El negocio que buscan es otro: seguir explotando los viejos reactores, ya amortizados, más allá de sus márgenes de seguridad; más allá de los 40 años para los que fueron diseñados.

Contra lo que algunos repiten, la moratoria nuclear que aprobó Felipe en 1984 ya no está vigente en España. Aquella ley tan rentable para las eléctricas –aún hoy seguimos pagando la moratoria en la factura de la luz– terminó en 1997.

Cualquiera podría construir hoy una nuclear en España, si es que tuviese las ganas y el dinero. A pesar de esas infinitas ventajas económicas que nos venden sus defensores, nadie ha pedido permiso. ¿La razón? Que una nueva nuclear española sólo sería rentable si estuviese subvencionada. Y eso que esta energía, en su balance, no se hace cargo de todas las facturas. No pagan por su futuro: por los costes de la gestión milenaria de sus peligrosos residuos, que se quedan de herencia por los siglos de los siglos. Tampoco pagan por su presente: por esos riesgos tan evidentes hoy en Japón. ¿Serían rentables las nucleares si tuviesen que contratar un seguro que cubriese las terribles consecuencias de un posible accidente?

Con los ciudadanos de Japón

Impresionantes imágenes de esta tragedia

Sin palabras

 

Algunas increibles imágenes:

PRIMEROS MOMENTOS DEL TERREMOTO:

LLEGADA DEL TSUNAMI:

 

El mar se traga un puerto:


 

DEVASTACIÓN:

 

 

 

DEVASTACIÓN y RESCATE:

Explicación de la formación de un tsunami: