LOS MERCADOS CONTRA LOS ESTADOS

Que vuelva el capitalismo de casino, pronto

Isaac Rosa en Público

“Los productos eran las fichas de un gigantesco casino, y luego ayudaron a estrangular la economía cuando el casino colapsó.” -Carl Levin, presidente de la Subcomisión de Investigación del Senado de EEUU-

Si el nuevo capitalismo que nos prometieron es el que estamos conociendo estos días, casi mejor nos quedamos como estábamos. Porque si el que nos llevó a la crisis hace dos años nos puso al borde del abismo, el que hoy sacude Europa es peor todavía, amenaza con arrasar todo y quiere comerse hasta los huesos.

El cambio es tremendo: hemos pasado de tener miedo a que se hundieran los mercados y nos arrastrasen en su caída, al miedo actual cuando esos mismos mercados se lanzan sobre países como Grecia o el nuestro.

Si es un mal sueño, ya toca despertar. Pinta de pesadilla sí que tiene: el sector financiero, tras recuperarse a base de nuestros billones, le está pegando dentelladas a unos Estados todavía debiluchos por la crisis y por el esfuerzo del rescate. Así es como nos agradecen la ayuda prestada. Los bancos, que pudieron respirar gracias al dinero barato de los bancos centrales, decidieron que en vez de dar créditos para reactivar la economía les traía más cuenta comprar los únicos productos que en plena tormenta parecían rentables y seguros: la deuda emitida por los Estados… obligados a endeudarse por la crisis. Y los inversores han decidido que aún pueden ganar más: que cuanto más hundido esté un país, más ganarán con su deuda; y que apostar por su hundimiento es un buen negocio.

Más que una pesadilla es una historia de terror: parece una de vampiros pero en realidad es una película de zombies: como un muerto viviente, ese mismo sector financiero que parecía cadáver cuando la crisis era sólo financiera, ha resucitado con más hambre que nunca, y tras su extensión a la “economía real” se lanza ahora contra los Estados.

Ay, cómo nos quejábamos del “capitalismo de casino” hace un par de años, ¿recuerdan?. Y al final vamos a acabar echándolo de menos. Al menos en el casino sabíamos a qué atenernos. Pero los jugadores ahora, una vez han quemado el casino, se dedican a hacer timbas de sótano donde ya no se respeta nada, donde van a por todas, y lo que es peor: donde se saben impunes y a salvo.

¿QUIENES COÑO SON LAS AGENCIAS DE CALIFICACIÓN?

Vaya, en el título ya se me ha deslizado un pelín la natural simpatía que siento por estos organismos.

Veamos. Son empresas privadas que nacieron a principios del siglo XX para evaluar la solvencia de los valores bursátiles y ahora se dedican a valorar y calificar la «calidad -de gestión- crediticia».  Se entiende por calidad crediticia la capacidad de atender las obligaciones de pago de las empresas, entidades financieras y, últimamente también se dedican… ¡¡a juzgar estados!!.

Hay varias que operan en Europa como MOODY’SFITCH  y SATANDARD & POOR’S

Standard & Poor’s es un complicado nombre que sale mucho estos días en los informativos. Su última hazaña, aparte de habernos degradado a nosotros es haber situado a Portugal en el disparadero al haber rebajado su calificación a niveles de economía basura, con lo que eso puede suponer de arrastre hacia un desastre como al que han llegado con la economía griega.

Ahora bien, estas entidades no son ni neutrales ni inocentes de los desaguisados que evalúan (y crean), donde tienen una notable influencia y la Unión Europea ha mostrado en varias ocasiones su preocupación por el turbio ejercicio de estas empresas, en el sentido de:

  • la calidad de sus calificaciones crediticias;
  • la independencia y objetividad de estas agencias;
  • la transparencia de los métodos empleados para las calificaciones;
  • el alto grado de concentración que se observa en el sector de la calificación crediticia y sus posibles efectos anticompetitivos.

Conocido fue el papel de estas agencias y sus conductas fraudulentas reveladas por los casos «Enron» y «Parmalat» y el peligroso ridículo en el que se vieron envueltas con la estrepitosa caída de Lehman Brothers, a la que venían concediendo la más alta calificación.


¿Qué valores asocian a cada título estas agencias?

Las valoraciones de estos títulos tienen una escala dependiendo de la agencia que haga la calificación, a continuación os mostramos las escalas de Sandard & Poor’s, Fitch y Moody’s, las tres más importantes hoy en día:

FITCH MOODY’S S&P
TÍTULOS DE ALTA CALIDAD
Calidad Superior AAA Aaa AAA
Muy Alta Calidad AA Aa AA
Alta Calidad A A A
Calidad Moderada BBB Baa BBB
TÍTULOS DE BAJA CALIDAD
Calidad Moderada Baja BB Ba BB
Baja Calidad B B B
Muy Mala Calidad CCC Caa CCC

Como podéis observar, en el cuadro se diferencian bien aquellos títulos de baja calidad o basura como se les denomina en estos días, de los más solventes.


Qué el rey explique sus gastos

(EUROPA PRESS)

El PCE entrega hoy en el Congreso 35.000 firmas para exigir que el Rey someta sus cuentas al control público

El Partido Comunista de España (PCE) entregará hoy en el Congreso las 35.150 firmas que ha recabado en los últimos tres meses mediante la campaña ‘¿En qué gastas mi dinero?’ para exigir que las cuentas de la Casa del Rey se sometan al control público y que puedan fiscalizarse también las donaciones y regalos que reciben los miembros de la Familia Real.

Esta campaña, que arrancó en Madrid el pasado 20 de enero, concluyó el 9 de abril y se ha desarrollado mediante la colocación de mesas de distintos municipios y también a través de Internet. Las firmas recogidas serán registradas en el Congreso para su tramitación en la Comisión de Peticiones y también está previsto que Izquierda Unida presente una iniciativa con el objetivo de hacer transparentes las cuentas del Jefe del Estado

9 MILLONES DE EUROS SIN JUSTIFICAR

El PCE destaca que el año pasado la Casa del Rey disfrutó de 9 millones de euros a cargo de los Presupuestos Generales del Estado, un 2,7 por ciento más que el año anterior. Sin embargo, a petición de la Jefatura del Estado, en este ejercicio su asignación se ha congelado por la crisis económica.

Además, el partido recuerda que según la prensa belga, la Monarquía española ocupa el tercer lugar en el ranking de las Casas Reales europeas y acumula unos 1.700 millones de euros en fortuna y patrimonio.

«Nadie sabe cómo se distribuye ese dinero, en qué cantidades se lo reparten, ni en qué lo emplean. Ni los diputados, ni el Tribunal de Cuentas, ni la Fiscalía, ni los tribunales, ni siquiera La Comisión de Secretos Oficiales tienen acceso a dicha información. Desde el PCE pedimos que las cuentas de la Casa Real sean transparentes y estén sometidas al control público. La transparencia también debe llegar a las donaciones y regalos que recibe el rey en su condición de Jefe de Estado», subrayan los comunistas.

Miguel Angel Fernandez Ordoñez, gobernador del Banco de España

Hay que tener pocos escrúpulos para atreverse a declarar: «el paro masivo es el mayor peligro para la banca». Esto lo acaba de hacer este personaje, que en su día no se enteró de la crisis que él y otros estaban gestando y ahora da lecciones para corregirla, a su modo claro.

No, no es como creíamos, EL PARO un peligro para el propio parado, para su familia, para su entorno social…,

¡¡EL PELIGRO -SEGÚN ESTE INFECTO PERSONAJE- ES PARA LA BANCA!!


LA CUESTIÓN SOCIAL

Ignacio Ramonet en Le Monde Diplomatique

Bajo el lema «¡Alto a la miseria!», la Unión Europea (UE) ha declarado 2010 «Año de la pobreza y de la exclusión social». Y es que ya hay, en la Europa de los Veintisiete, unos 85 millones de pobres (1)… Un europeo de cada seis sobrevive en la penuria (2). Y la situación se sigue degradando a medida que se extiende la onda expansiva de la crisis. La cuestión social vuelve a colocarse en el corazón del debate. La ira popular se manifiesta contra los Planes de austeridad en Grecia, Portugal, España, Irlanda, etc. Las huelgas y las protestas violentas se multiplican. Muchos ciudadanos expresan también un rechazo a la oferta política (crece la abstención y el voto en blanco) o una adhesión a diversos fanatismos (sube la extrema derecha y la xenofobia). Porque la pobreza y la desesperación social ponen en crisis al propio sistema democrático. ¿Asisteremos a una explosiva primavera del descontento europeo?

En España, el 20% de la población, o sea unos diez millones de personas, se hallan ya en la pobreza (3). Con casos particularmente indignantes como el de los hijos de extracomunitarios (más de la mitad de ellos viven en la indigencia), y el de las «personas sin hogar», nivel máximo de exclusión social (4). Hay más de 30.000 personas sin hogar (en Europa, cerca de medio millón). Centenares de ellas, cada invierno, mueren en la calle…
¿Quiénes son esos pobres de hoy? Campesinos explotados por las grandes distribuidoras, jubilados aislados, mujeres solas con hijos, jóvenes con empleos basura, parejas con hijos viviendo con un único sueldo, y obviamente la gran cohorte de activos que la crisis acaba de dejar sin empleo. Jamás hubo en la UE tantos parados: 23 millones (cinco más que hace un año). Lo peor es que la violencia del desempleo golpea sobre todo a los menores de 25 años. En materia de paro juvenil, España ostenta la tasa más catastrófica de Europa: 44,5% (la media europea: 20%).

Si la cuestión social se plantea hoy de modo tan espinoso es porque coincide con la crisis del Estado de bienestar. Desde los años 1970, con el auge de la globalización económica, salimos del capitalismo industrial para adentrarnos en una era de capitalismo salvaje cuya dinámica profunda es la desocialización , la destrucción del contrato social. Por eso se están respetando tan poco los conceptos de solidaridad y de justicia social.

La transformación principal se ha producido en el ámbito de la organización del trabajo. El estatuto profesional de los asalariados se ha degradado. En un contexto caracterizado por el desempleo masivo, la precariedad deja de ser un «mal momento transitorio» mientras se encuentra un empleo fijo, y se convierte en un estado permanente. Lo que el sociólogo francés Robert Castel llama: el «precariado» (5), una nueva condición infrasalarial que se ha extendido por toda Europa. En Portugal, por ejemplo, un asalariado de cada cinco tiene ya un contrato llamado «recibo verde». Aunque trabaje desde hace años en la misma oficina o la misma fábrica, con horarios fijos, su patrón es un simple cliente al que factura un servicio y quien puede, de la noche a la mañana, sin ninguna indemnización, romper el contrato.

Semejante degradación del estatuto de asalariado agrava las desigualdades porque excluye de hecho a un número cada vez mayor de personas (sobre todo jóvenes) del sistema de proteccion del Estado de bienestar. Las aísla, las margina, las rompe. ¿Cuántos suicidios de trabajadores en su lugar mismo de trabajo? Abandonados a sí mismos, en feroz competencia de todos contra todos, los individuos viven en una especie de jungla. Lo cual desconcierta a muchos sindicatos, otrora poderosos, y tentados hoy de colaborar con las patronales.

La eficacia económica se ha convertido en la preocupación central de las empresas, que descargan sobre el Estado sus obligaciones de solidaridad. A su vez, el Estado desvía estos imperativos hacia las Organizaciones no gubernamentales (ONG) o las redes humanitarias privadas. De ese modo, lo económico y lo social se van alejando permanentemente el uno del otro. Y el contraste entre los dos resulta cada vez más escandaloso.

Por ejemplo, en España, mientras el número de parados alcanzaba en 2009 la cifra de 4,5 millones (3,1 millones en 2008), las empresas cotizadas en Bolsa repartían 32.300 millones de euros a sus accionistas (19% más que en 2008). El año pasado, los beneficios de los diez principales bancos europeos superaron los 50.000 millones de euros… En un continente castigado por la peor recesión desde 1929… ¿Cómo es posible? Porque a partir de la crisis del otoño de 2008, los Bancos centrales prestaron masivamente, con tipos de interés minimos, a la banca privada. Ésta utilizó ese dinero barato para prestar a su vez, con tipos más elevados, a las famlias, a las empresas… y a los propios Estados. Así ganó esas millonadas. Ahora, la deuda soberana alcanza niveles excepcionales en varios países -Grecia, Irlanda, Portugal, España…- cuyos gobiernos han tenido que imponer drásticos Planes de austeridad a sus ciudadanos para satisfacer las exigencias de los actores financieros… causantes de la crisis del 2008. Una desvergüenza que exaspera y enfurece a millones de asalariados europeos.

Los ricos siguen enriqueciéndose mientras crece el número de personas sin empleo o en la precaridad, con un poder adquisitivo más reducido, en condiciones de trabajo degradadas, soportando la violencia física y simbólica de unas relaciones sociales endurecidas en una sociedad cada vez menos cohesionada. ¿Cuánto aguantará el hastío popular? ¿Acaso no advirtió el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), el pasado  17 de marzo, que si no se reforma el sistema financiero «habrá revuelta social»?

Notas:
(1) Es «pobre» la personas que vive con menos del 50% de la Renta media disponible neta (Rdn) del país correspondiente. En España, el ingreso medio mensual se sitúa en torno a los mil euros.
(2) Cf. The Social Situation in the European Union 2007 , Bruselas, 2008 (http://ec.europa.eu/ employment_social/spsi/reports_social_situation_fr.htm).
(3) Léase Informe de la Inclusion social en España , Fundació Un sol mon, Caixa Catalunya, Barcelona, 2008.
(4) Consúltese: http://www.enredpsh.org
(5) Robert Castel, La Metamorfosis de la cuestión social , Paidós, Barcelona, 1997.

LA TRAGEDIA GRIEGA

R. Krätke*

La Unión Europa es una potencia económica mundial que se comporta como si no lo fuese en absoluto, algo que, más que una necedad, es un error. Porque la comunidad de estados de la zona euro no puede permitirse abandonar Grecia a los tiburones de los mercados financieros, ni tampoco a España, Portugal, Irlanda o Italia (los llamados países PIIGS).

Es igualmente imposible expulsar a uno de estos estados o a todos ellos de la unión monetaria. La UE no puede pues más que defenderlas: está condenada a la solidaridad. Tanto da en qué forma se organice la ayuda financiera para Atenas: cuando llegue, el Tratado de Maastricht estará prácticamente condenado a muerte. Se prohíbe el pésame.
Los países de la zona euro ya no siguen más al margen, en la medida en que han de defender la moneda común contra la especulación internacional. Cuando fue introducido el euro en 1999 se establecieron tres dogmas incontestables, a saber: la política fiscal es ineficaz, la inflación vendrá motivada a través de las reservas monetarias y los mercados, cuando lo permitan, corregirán los desequilibrios de manera automática.
Los gobiernos de todo el mundo han retornado a la política fiscal con la crisis económica que estalló en el 2008. Para ocultar el desplome de los mercados financieros, los han sumergido en dinero barato, aunque la inflación no ha cesado. En consecuencia, tampoco en el tercer año de la crisis hay nada nuevo a reseñar. Refutar los dogmas no es por descontado aún una respuesta a la pregunta de cómo debería ser en el futuro la zona euro y, en general, la Unión Europea. ¿Seguirá moviéndose al compás de los mercados financieros que le están agradeciendo tan a su manera el haberlos rescatado de la crisis financiera mundial que ellosmismos han causado? ¿Quieren los europeos ser algo más que un mercado de bienes y capitales con más libertad de movimientos para los ciudadanos europeos?

¿Quién quiere el superestado europeo?

En términos económicos, la Unión Europea es el espacio geográfico más fuertemente integrado del mundo. Más del 60% de las exportaciones alemanas terminan en países europeos vecinos, cuya dependencia del comercio exterior del de la propia Unión Europa apenas se puede diferenciar. A pesar de ello, los países de la zona euro se comportan como si pudiesen seguir desarrollando una política económica, financiera y social exclusivamente nacional. Una ilusión, un dogma, véase como se quiera. No es necesario sacar del armario al fantasma de un superestado europeo para poder concebir un federalismo a escala europea que siguiese el modelo de los EE.UU.
En ningún caso puede la Unión Europa seguir haciendo como si no fuese más que un conglomerado de economías nacionales. Todos los indicios apuntan a que, si se lograse evacuar el nacionalismo de las cabezas de sus países miembros, la Unión de los 27 sería vista como lo que ya es. Es por ello que, en primer lugar, se necesita una reordenación de las finanzas de la Unión Europea. También se necesita un mayor presupuesto europeo y un Banco Central Europeo (BCE) que no esté cortado por el patrón del Bundesbank alemán. Se trata de conseguir un instituto de la política económica europea en vez de esconderse tras dogmas monetaristas. Existen las condiciones para la creación de una Oficina europea única de supervisión financiera y para una legislación única para bancos y bolsas. La City de Londres, por supuesto, se quejará y gritará. El miedo a una regulación europea es en última instancia la razón para que una convaleciente libra esterlina deje de merodear ante las puertas del museo de la historia de la moneda. Y existen, por encima de todo, las condiciones para el fin de la locura de las competencias en materia de impuestos a las que cada país –también la rica República federal alemana– se ve arrojada, un idilio impositivo cuyo fin es cortejar la gracia de los grandes financieros internacionales.

¿Quién salva al estado?

En el discurso de la clase política alemana prevalece la idea de mantener al contribuyente lejos del peligro. Que de ese modo debió percatarse de la política que, con miles de millones de dinero procedentes de los impuestos, ha salvado banco tras banco – y con ello también a sus entidades hermanas en el extranjero. La tragedia griega termina de un modo u otro en el contribuyente alemán. En esta ocasión no son sino los bancos alemanes quienes se encuentran en el filo del despeñadero, por lo que aseguradoras como Allianz han puesto sumas considerables en préstamos gubernamentales a los países PIIGS, que pierden rápidamente su valor. Mientras tanto, se beneficiaron espléndidamente de todo ello las altas finanzas internacionales, a la cabeza de las cuales los bancos de inversión de Wall Street y la City de Londres, a costa de la miseria financiera de unos cuantos miembros de la UE (sólo Goldman Sachs, al menos 300 millones de dólares).
Se debería intervenir tenaz y duraderamente en los “asuntos internos” de los estados de la UE. De ahí la sensación de una unión económica que capitula ante la lógica de la unión monetaria. En el futuro próximo deberemos enfrentarnos al en cierto modo peculiar sistema de pensiones griego, por no hablar del italiano. Habremos de preguntarnos si cada uno de nuestros socios europeos puede permitirse el lujo de formar sus ejércitos nacionales con latinoamericanos. La proliferación de pequeños estados en la gran Europa aparece también como contratiempo y como obstáculo a estos planes. La política común de préstamos del BCE pertenece a la unión monetaria, incluso como política común europea, de la que debería tener cuidado la Comisión europea. Y a día de hoy faltan ambas.
El problema es, sin embargo, no sólo la acumulación de deuda de los estados miembros –los EE.UU. y el Reino Unido tienen cuotas de déficit más altas (alrededor del 13%) que Grecia, Portugal o Italia–, sino una creciente desigualdad económica entre ellos. No debería tolerarse la existencia de hogares pobres, tampoco en Alemania, país que se permite tener la capital de Europa con una mayor población viviendo en la pobreza. Para enfrentarse a estas desigualdades se hará necesaria una igualación de las finanzas europeas, también en una reducción de la autoridad impositiva de los estados nacionales.

Recién acabamos de descubrir al estado como salvador del capitalismo en dificultades. Se habló de un renacimiento del estado: una deliciosa exageración, pues el estado nunca había desaparecido. Ahora, unos pocos meses después, flota en el aire la pregunta: ¿quién salvará al estado de su particular crisis financiera? Los bancos no harán nada, y los mercados financieros van a la caza de la oportunidad del siglo para desplumar a los estados más ricos del mundo. Los estados sólo pueden salvarse por sí mismos o ser salvados por otros estados. La zona euro ofrece como ningún otro lugar las condiciones para ello. Y de no ser así entonces deberían forjarlas y constituir la Unión Europea como una comunidad que se ha liberado del yugo financiero e ideológico de los mercados financieros.

*Michael R. Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.
Traducción para http://www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero

SOCIALDEMOCRACIA, FIN DE CICLO

IGNACIO RAMONET en Le Monde Diplomatique

Las ideas también mueren. El cementerio de los partidos políticos rebosa de tumbas en donde yacen los restos de organizaciones que otrora desataron pasiones, movieron a multitudes y hoy son pasto del olvido. ¿Quién se acuerda en Europa, por ejemplo, del Radicalismo? Una de las fuerzas políticas (de centro-izquierda) más importantes de la segunda mitad del siglo XIX, que los vientos de la historia se llevaron… ¿Qué fue del Anarquismo? ¿O del Comunismo estaliniano? ¿Qué se hicieron aquellos formidables movimientos populares capaces de movilizar a millones de campesinos y obreros? ¿Qué fueron sino devaneos? (1)

Por sus propios abandonos, abjuraciones y renuncias, a la socialdemocracia europea le toca hoy verse arrastrada hacia el sepulcro… Su ciclo de vida parece acabarse. Y lo más incomprensible es que semejante perspectiva se produce en el momento en que el capitalismo ultraliberal atraviesa uno de sus peores momentos.

¿Por qué la socialdemocracia se muere, cuando el ultraliberalismo se halla en plena crisis? Sin duda porque, frente a tantas urgencias sociales, no ha sabido generar entusiasmo popular. Navega a tientas, sin brújula y sin teoría; da la impresión de estar averiada, con un aparato dirigente enclenque, sin organización ni ideario, sin doctrina ni orientación… Y sobre todo sin identidad: era una organización que debía hacer la revolución, y ha renegado de ese empeño; era un partido obrero, y hoy lo es de las clases medias urbanas acomodadas.

Las recientes elecciones han demostrado que la socialdemocracia europea ya no sabe dirigirse a los millones de electores víctimas de las brutalidades del mundo postindustrial engendrado por la globalización. Esas multitudes de obreros desechables, de neo-pobres de los suburbios, de mileuristas , de excluidos, de jubilados en plena edad activa, de jóvenes precarizados , de familias de clase media amenazadas por la miseria. Capas populares damnificadas por el shock neoliberal… Y para las cuales, la socialdemocracia no parece disponer de discurso ni de remedios.

Los resultados de las elecciones europeas de junio de 2009 demostraron su descalabro actual. La mayoría de los partidos de esa familia en el poder retrocedieron. Y los partidos en la oposición también recularon, particularmente en Francia y en Finlandia.

No supieron convencer de su capacidad para responder a los desafíos económicos y sociales planteados por el desastre del capitalismo financiero. Si faltaba un indicio para demostrar que los socialistas europeos son incapaces de proponer una política diferente de la que domina en el seno de la Unión Europea, esa prueba la dieron Gordon Brown y José Luis Rodríguez Zapatero cuando apoyaron la bochornosa elección a la Presidencia de la Comisión Europea del ultraliberal José Manuel Duraõ Barroso, el cuarto hombre de la Cumbre de las Azores…

En 2002, los socialdemócratas gobernaban en quince países de la Unión Europea. Hoy, a pesar de que la crisis financiera ha demostrado el impasse moral, social y ecológico del ultraliberalismo, ya sólo gobiernan en cinco Estados (España, Grecia, Hungría, Portugal y Reino Unido). No han sabido sacar provecho del descalabro neoliberal. Y los Gobiernos de tres de esos países -España, Grecia y Portugal, atacados por los mercados financieros y afectados por la «crisis de la deuda»- se hundirán en un descrédito e impopularidad aún mayores cuando empiecen a aplicar, con mano de hierro, los programas de austeridad y las políticas antipopulares exigidas por la lógica de la Unión Europea y sus principales cancerberos.

Repudiar sus propios fundamentos se ha vuelto habitual. Hace tiempo que la socialdemocracia europea decidió alentar las privatizaciones, estimular la reducción de los presupuestos del Estado a costa de los ciudadanos, tolerar las desigualdades, promover la prolongación de la edad de jubilación, practicar el desmantelamiento del sector público, a la vez que espoleaba las concentraciones y las fusiones de mega-empresas y que mimaba a los bancos. Lleva años aceptando, sin gran remordimiento, convertirse al social-liberalismo. Ha dejado de considerar como prioritarios algunos de los objetivos que formaban parte de su ADN ideológico. Por ejemplo: el pleno empleo, la defensa de las ventajas sociales adquiridas, el desarrollo de los servicios públicos o la erradicación de la miseria.

A finales del siglo XIX y hasta los años 1930, cada vez que el capitalismo dio un salto transformador, los socialdemócratas, casi siempre apoyados por las izquierdas y los sindicatos, aportaron respuestas originales y progresistas: sufragio universal, enseñanza gratuita para todos, derecho a un empleo, seguridad social, nacionalizaciones, Estado social, Estado de Bienestar… Esa imaginación política parece hoy agotada.

La socialdemocracia europea carece de nueva utopía social. En la mente de muchos de sus electores, hasta en los más modestos, el consumismo triunfa, así como el deseo de enriquecerse, de divertirse, de zambullirse en las abundancias, de ser feliz sin mala conciencia… Frente a ese hedonismo dominante, machacado en permanencia por la publicidad y los medios masivos de manipulación, los dirigentes socialdemócratas ya no se atreven a ir a contracorriente. Llegan incluso a convencerse de que no son los capitalistas los que se enriquecen con el esfuerzo de los proletarios, sino los pobres quienes se aprovechan de los impuestos pagados por los ricos… Piensan, como lo afirma el filósofo italiano Raffaele Simone, que «el socialismo sólo es posible cuando la desgracia sobrepasa en exceso a la dicha, cuando el sufrimiento rebasa con mucho el placer, y cuando el caos triunfa sobre las estructuras» (2).

Por eso quizá, y en contraste, está renaciendo hoy con tanta pujanza y tanta creatividad, un nuevo socialismo del siglo XXI en algunos países de América del Sur (Bolivia, Ecuador, Venezuela). Mientras en Europa, a la socialdemocracia le llega su fin de ciclo.

Notas:
(1) Jorge Manrique, «Coplas a la muerte de su padre» (1477).
(2) Raffaele Simone, «Les socialistes proposent toujours le sacrifice», en Philosophie Magazine

Con absoluta desfachatez, políticos alemanes recomiendan a Grecia vender islas para saldar deudas

Berlín, 4 mar (EFECOM).-  El liberal Frank Schaffler y el cristianodemócrata Josef Schlarmann han tenido la cara dura de recomendar al gobierno de Grecia desprenderse de algunas de sus islas para hacer frente al grave endeudamiento del país, según recoge hoy el diario alemán «Bild».

«El Estado griego debe desprenderse de forma radical de sus participaciones en empresas y también vender terrenos, como por ejemplo, sus islas deshabitadas», sostiene Schaffler, quien argumenta, además, que la canciller Angela Merkel «no debe prometer ayudas» a Grecia.